¡Divino pecho
de portugués! Que estima en más su fama
que hacer dudoso su real derecho
en este reino que le estima y ama.
DIONÍS:
Veníale al infante muy estrecho,
aunque es grande, este reino; que le llama
la pretensión del África, y desea
que toda aquélla su corona sea.
REY:
Y ansí, como agradecido,
no digo más, que no puedo,
y de vuestra alteza quedo
a los favores rendido.
PEDRO:
Vuestra Majestad, señor,
aunque se muestra obligado,
me mande; que me ha quedado
muy grande resto de amor;
porque en mi pecho leal
mucha afición se atesora,
pues lo que he dado hasta agora
es una corta señal,
es una prueba no más
de mi lealtad y mi amor,
y a quien es buen pagador
no duelen prendas jamás.
REY:
Quiero, señor, que miréis
este reino y mi persona
como vuestro; esta corona,
infante, vos la tenéis.
Y ansí será justa ley
que os obliguéis de presente
a sacarme un rey prudente,
ya que me sacastes rey.
Y si no lo hacéis ansí,
infante, podré quejarme;
que hacerme rey es no honrarme,
y hacerme rey justo, sí.