Cancionero (Petrarca)/No más quiero cantar como solía

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No más quiero cantar como solía
que alguien no atendía y soy burlado,
posible es por agrado ser molesto.
El siempre suspirar de nada avía.
Ya el Alpe nieve cría en su alto nido;
y, casi el día nacido, me alzo presto.
Un acto dulce honesto es noble cosa,
y en mujer amorosa hasta me agrada
que sea a la mirada desdeñosa,
no esquiva y vanidosa.
Amor rige su imperio sin espada.
Quien ya perdió la estrada vuelva arredro;
quien no haya techo, duerma sobre el verde;
quien no el áureo, o lo pierde,
pruebe a apagar la sed en vidrio o cedro.

Me di en guarda a San Pedro, hoy no quisiera,
Entiéndame quien quiera, yo me entiendo.
Tener mal en arriendo es grave enfado;
cuanto puedo, me arredro, y marcho fuera.
Que al Po Faetón cayera, oigo, muriendo;
ya el mirlo pasa huyendo al otro lado.
Venid a ver su nado. Ahora no quiero;
que todo escollo es fiero en ondas puesto
y está en la hoja dispuesto el visco. Muero
si su primor entero,
esconde dama por soberbio arresto.
Hay quien responde presto al que no llama.
quien del que ruega, se retira y huye;
quien al hielo se destruye;
quien día y noche por su muerte clama.

Ya nadie a «ama a quien te ama» le da abrigo.
Sé bien por qué lo digo. Pero hoy callo,
que es bien que aprenda el fallo otro en sí mismo.
Aflige humilde dama un dulce amigo.
Mal se conoce el higo. Y así hallo
mejor si no me entallo en otro abismo;
que al fin en todo ismo el mar alcanza.
La infinita esperanza a algunos mata,
también yo hice cata de esta danza.
Será el resto bonanza,
si quiero darlo a Aquel que así no trata.
Fiaré el alma beata al solo Rey,
que a aquel que va tras Él al bosque ampara,
y con piedosa vara
me guía ya pausado entre Su grey.

Quizás hay quien de ley esto no entiende;
y hay quien la red tiende y nada pilla;
quien mucho desovilla, loco acaba.
No sea injusta ley la que otro atiende.
Por gusto se desciende mucha milla.
Parece maravilla, y no se alaba.
Una belleza esclava es la más suave.
¡Bendita sea la llave que ha ceñido
el pecho y redimido el alma, y sabe
quitar hierro tan grave,
e infinitos suspiros despedido!
De que más me he dolido, otro se duele
y mi duelo doliéndose endulcora;
y así agradezco ahora
que más no sienta Amor, aunque es quien suele.

La voz sabia que expele entre el follaje,
el son por que sustraje otro cuidado,
el oscuro cerrado donde hay lumbre;
la violeta que huele en el paraje,
y la fiera salvaje en el cercado,
y el miedo deseado, y la costumbre,
y un río al que lo alumbre doble fuente
cuya corriente va adonde querría,
Amor y Celosía hurtan mi mente,
y lumbres de su frente
que reconducen por más llana vía
a la esperanza mía a desengaños.
Oh escondido bien mío y cuanto encierra,
hoy paz, hoy tregua, hoy guerra,
jamás me abandonéis en estos paños.

De mis pasados daños lloro y río
porque mucho confío en lo que siento;
del hoy no me arrepiento, y más espero
y cuento años, y grito y estoy frío;
y en bella rama crío, con tal tiento
que agradezco contento y lo prefiero
aquel disfavor fiero que ha ganado
y en el alma ha grabado: «Seas oído
y ejemplo conocido»; y ha borrado,
(tanto ya soy cambiado
que lo digo): «No fuiste así atrevido».
Quien me ha el costado herido y me da gasa
por quien en pecho más que en pliego escribo;
quien me hace muerto y vivo
y en un punto me hiela como abrasa.