Cancionero (Petrarca)/Solía de la fuente de mi vida

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Solía de la fuente de mi vida
alejarme y buscar tierras y mares,
por gusto no, sino siguiendo el hado;
y anduve (tanto Amor me sirve y cuida)
por aquellos errantes caminares,
nutrido de esperanza y de cuidado.
Hoy ya fuerzas y armas he entregado
al cruel destino mío así violento,
que me ha quitado la esperanza esta.
Sólo el cuidado resta,
y, pues mi afán con él sólo sustento,
desfallecida el alma y frágil siento.

Como correo, si falta la comida,
tiene que templarse en la carrera,
ya sin la fuerza que le hacía ir presto,
así faltando a mi cansada vida
aquel dulce alimento que mordiera
quien hace pobre el mundo, a mí indispuesto,
lo dulce amargo y el placer molesto
se me hace y, aunque breve sea el camino,
temo no alcanzar su acabamiento.
Niebla o arena al viento
parezco por no ser más peregrino;
y sea así, si es este mi destino.

Nada de esta mortal vida he gustado
(lo sabe Amor con que a menudo trato)
fuera de la que fue su luz y mía;
después que, muerta ya, al cielo ha marchado,
otro afán en el alma no desato
(¡ay, si cumpliese!) que el seguir su guía.
Mas sólo me lamento noche y día,
que mal preví este mal futuro y cierto,
que me mostraba Amor bajo su cejo,
por darme otro consejo;
porque hay quien murió triste, solo y yerto,
que, antes muriendo, alegre hubiera muerto.

En los ojos en que yo habitar solía,
hasta que me envidió la dura suerte
y me expulsó de aquel albergue blando,
Amor de propia mano escrito había
con letras de piedad la pena fuerte
que cobraría por estar amando.
Aún dulce era el morir entonces, cuando
moría yo, y no cuanto el pecho estima,
antes vivía en mí la mejor parte;
hoy mi esperanza parte
la Muerte al ver que el bien la tierra oprima,
y vivo y no hay ya día en que no gima.

Si mi poco discurso hubiese oído
aquello conveniente, y no a otra cura
hubiese desvïado la cabeza,
habría en su frente misma esto leído:
«Este es el fin de toda tu dulzura
y el principio de toda tu aspereza».
Esto entendiendo, hubiera hasta su alteza,
ya desatado del terreste velo
y de este cuerpo grave y enojoso,
subido antes gozoso,
a ver su trono componer al cielo;
ahora iré después, mudado el pelo.

Canción, dile al que veas amar gozoso:
«Muere hoy, que eres dichoso;
que es muerte a tiempo asilo, no escollera:
quien bien puede morir, no lo difiera».