Canciones de tierras altas
Apariencia
I Por la sierra blanca... La nieve menuda y el viento de cara. Por entre los pinos... por la blanca nieve se borra el camino. Recio viento sopla de Urbión a Moncayo. ¡Páramos de Soria! II Ya habrá cigüeñas al sol, mirando la tarde roja, entre Moncayo y Urbión. III Se abrió la puerta que tiene goznes en mi corazón, y otra vez la galería de mi historia apareció. Otra vez la plazoleta de las acacias en flor, y otra vez la fuente clara cuenta un romance de amor. IV Es la parda encina y el yelmo de piedra. cuando el sol tramonta, el río despierta. ¡Oh montes lejanos de malva y violeta! En el aire en sombra sólo el río suena. ¡Luna amoratada de una tarde vieja. en un campo frío, más luna que tierra! V Soria de montes azules y de yermos de violeta, ¡cuantas veces he soñado en esta florida vega por donde se va, entre naranjos de oro Guadalquivir a la mar! VI ¡Cuántas veces me borraste, tierra de ceniza, estos limonares verdes con sombras de tus encinas! ¡Oh campos de Dios, entre Urbión el de Castilla y Moncayo el de Aragón! VII En Córdoba la serrana, en Sevilla, marinera y labradora, que tiene hinchada, hacia el mar, la vela; y en el ancho llano por donde la arena sorbe la baba del mar amargo, hacia la fuente del Duero mi corazón -¡Soria pura!- se tornaba... ¡Oh fronteriza entre la tierra y la luna! ¡Alta paramera donde corre el Duero niño, tierra donde está su tierra! VIII El río despierta. En el aire oscuro, sólo el rio suena ¡Oh canción amarga del agua en la piedra! ...Hacia el alto Espino, bajo las estrellas. Sólo suena el río al fondo del valle, bajo el alto Espino. IX En medio del campo, tiene la ventana abierta la ermita sin ermitaño. Un tejadillo verdoso. Cuatro muros blancos Lejos relumbra la piedra del áspero Guadarrama. Agua que brilla y no suena. En el aire claro, ¡los alamillos del soto, sin hojas, liras de marzo! X IRIS DE LA NOCHE ''A D. Ramón del Valle-Inclán'' Hacia Madrid, una noche, va el tren por el Guadarrama. En el cielo, el arco iris que hacen la luna y el agua. ¡Oh luna de abril, serena, que empuja las nubes blancas! La madre lleva a su niño dormido sobre la falda. Duerme el niño y, todavía, ve el campo verde que pasa, y arbolillos soleados, y mariposas doradas. La madre, ceño sombrío entre un ayer y un mañana, ve una ascuas mortecinas y una hornilla con arañas. Hay un trágico viajero, que debe ver cosas raras, y habla solo y, cuando mira, nos borra con la mirada. Yo pienso en campos de nieve y en pinos de otras montañas, Y tú, Señor, por quien todos vemos y que ves las almas, dinos si todos un día, hemos de verte la cara.