Carta de los esclavos africanos a Fernando VII

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Al rey nuestro señor:

Qué satisfacción, qué satisfacción para un corazón sensible como el de Vuestra Majestad hacer felices a doscientos catorce mil seiscientos seis infelices descendientes de los africanos. Qué culpa digo, qué culpa tenemos de que la codicia de los españoles, ingleses y holandeses, olvidados del ser de hombres hubiera arrancado violentamente a nuestros padres del suelo patrio y los hubiera trasladado a ésta América, haciéndolos de peor condición que a los brutos. Nosostros, por la fe católica que profesamos, la que nos manda creer las sagradas escrituras, sabemos que todos descendemos de un solo hombre y de una sola mujer, nuestros primeros padres, Adán y Eva. Por más que los filósofos y naturalistas han apurado el discurso en averiguar las causas y el origen de la diversidad de colores, sus acerciones han quedado en meras opiniones lo mismo que la diversidad de lengua. Los ss. que sancionaron el artículo 22 del título 2° de la Constitución de la monarquía española se olvidaron enteramente de que la España estuvo dominada y habitada muchos siglos por los africanos, ¿y aquellos eran mejores que nosotros?, dejo a la más sana crítica la resulta de ésta medida: ¿de qué nos sirve quede abierta la puerta de la virtud y del merecimiento para lo futuro si en las elecciones del mes de agosto de este año quedamos unos meros ceros y echos la mofa y la befa de los demás ciudadanos? Los más de nosotros habitamos la costa de esta América Septentrional; país análogo a nuestra constitución, fertilísimos en todas producciones, somos por naturaleza gente soberbia y belicosa, dueños de las armas y bien instruidos en su manejo, principalmente la arma blanca, nuestra favorita. Nuestros padres, hermanos y parientes han derramado su sangre y la están derramando en defensa de la corona y de la patria. Que sensible y dolorosa no será, señor, el desaire que vamos a recibir, desaire que es preciso nos conduzca a la venganza cruel y sangrienta, funesta a la monarquía y la patria. Sólo Vuestra Majestad nos puede librar de tan fatal pronóstico, haciéndonos iguales a los demás ciudadados y entonces alzaremos las manos al cielo en acción de gracias, y no cesaremos de pedir al señor supremo guarde y prospere el reinado de Vuestra Majestad largos y felices años. Costa del sur y julio 20 de 1820. Su Real Majestad Don Fernando VII.

Esclavo de Vuestra Majestad, El Negro Roberto.