Cesta de lotos (Versión para imprimir)
El presente texto ha sido copiado de Wikisource, biblioteca en línea de textos originales que se encuentran en dominio público o que hayan sido publicados con una licencia GFDL. Puedes visitarnos en http://es.wikisource.org/wiki/Portada
A media Voz[editar]
Un cielo de verano,
una piedra y los dos en esa piedra,
que tapiza la hiedra,
sentados y cogidos de la mano.
Un árbol cerca, un nido
en el árbol y un ave
que llega sin ruido
y que registra de su voz la clave.
A nuestros pies un lago cristalino
y en él dos cines que su cuello enlazan;
espumas que reinventan de contino
y linfas que parece que se abrazan.
De pronto... un dulce beso
que se difunde por el aire vago;
si conmigo tu quieres hacer eso,
yo tengo una piedra y árbol, nido y lago.
Alondra[editar]
Cuando como un raudal, hecho gorjeo,
se deslizó tu voz por tu garganta,
cerré los ojos, vaciló mi planta
y presa fui de celestial mareo.
Tu canción, digna del divino Orfeo,
me inundó el corazón de dicha santa:
canción doliente, de dulzura tanta,
que oírla aún entre mis sombras creo.
Las notas, en miríficas escalas,
sacudieron sus alas armoniosas,
(porque todas tus notas... tienen alas!)
Y huyeron, como mariposas,
dejando, en el ambiente de las salas,
algo así... como un hálito de rosas.
Arrullo[editar]
Tornaste más bella
que un sol de verano,
más fresca que un cáliz
de rosa en botón,
más pura que el éter
del cielo italiano...
pero sin sonrisas
y sin corazón!
Qué pena te agobia?
qué mal te consume?
quién es el ingrato
qué te hace sufrir?
tus manos exagües
que exhalan perfume,
parecen dos lirios
que van a morir!
Para castigarlo
con ansia quisiera
saber al instante
quién es el ladrón,
que pudo robarte
sin que yo supiera,
tus dulces sonrisas
y tu corazón!
Por qué tus pupilas
en mar de tristeza,
naufragan cual barcos
pequeños de luz?
y doblas doliente
la rubia cabeza
como el Nazareno
clavado en la cruz?
Por qué no me cuentas
tus mudos dolores?
por qué no me miras
lo mismo que ayer?
si siempre son tuyos
mis versos mejores
y toda la sangre
que corre en mi ser?
No se... pero toda
tu blanca hermosura
refleja la nota
de un hondo pesar:
tus labios rebozan
intensa amargura...
tus ojos divinos
parecen llorar!
Si son tus mejillas
hoy más hechiceras,
tus labios enrancian
angustia precoz;
más grandes... más hondas
están tus ojeras!...
más tristes tus ojos...
más grave tu voz!
Tornaste más bella
que un sol de verano,
más fresca que un cáliz
de rosa en botón,
más pura q´ el éter
del cielo italiano...
pero sin sonrisas
y sin corazón!
El bofetón[editar]
¡Oh, noche inolvidable! ¡Oh, noche mía,
en que sufrí gozando! ¡Oh noche bella!
Noche en que no faltó ninguna estrella
á nuestra cita de pasión! Vertía.
un hálito nupcial de noche fría
sobre mi ardiente corazón, aquella
noche será inmortal. Estaba ella
sola conmigo en el balcón... --¡María!
¡Luz! ¡Alma! ¡Cielo! ¡Vida! ¡Idolatrada!
dije -¡y con rapidez vertiginosa,
la dí un beso en la boca entrecerrada.
-¡No...! Clamó a un tiempo, esquiva y temblorosa.
Y sentí en mi mejilla avergonzada,
un flagelo de pétalos de rosa.
En alta mar[editar]
Nuestro barco en las ondinas se perdía;
moría el sol en su sangrienta fragua;
en la azul lontananza sólo había,
cielo y agua.
Te acuerdas? tú llorabas aquel día
de amor... iba á colmarse nuestro anhelo;
en tus ojos azules sólo había,
agua y cielo!
En la ausencia[editar]
Ya la pálida muerta de la noche,
al resplandor de los celestes cirios,
va descendiendo en su enlutado coche:
Mientras que los ensueños y delirios,
surgen en los pensiles de la mente,
albos como las garzas y los lirios.
Habla el silencio al corazón y siente
el espíritu un ansia indefinible
de alzarse hasta el azul resplandeciente.
Hasta ese inmenso azul inaccesible,
donde los astros, como flores vivas,
hechas de fuego, alumbran lo invisible.
Y en donde como trémulas cautivas,
tras de rejas ignotas, las estrellas
enderezan sus frentes pensativas.
Y abren sus ojos luminosos, ellas,
las soñadoras blancas del vacío,
esquivas siempre, pero siempre bellas.
Todo duerme: la vega, el bosque, el río.
Todo duerme: la flor, el ave, menos
tú, en el sopor del pensamiento mío.
Entonces[editar]
Jamás con mi recuerdo estarás sola:
viviré sin cesar en tu presencia,
mientras el lago aquel tenga una ola;
mientras el bosque aquel... guarde una esencia.
Mientras que de tu pecho los ardores
des a mi imagen cariñoso abrigo,
mientras reces por mí, mientras me implores,
mientras me quieras estaré contigo.
¿Sabes cuándo, en la vida estarás sola?
¿Cuándo no me verás en tu presencia?
cuando en el lago aquél no haya una ola.
cuando en el bosque aquél no haya una esencia.
¡Ay...! cuando de tu pecho en los ardores.
a mi imagen no des cálido abrigo,
cuando por mí no reces, ni me implores,
ni me quieras, tú, sí estarás conmigo.
Estatua viva[editar]
Como un sol derretido, tu cabellera, en ondas
opulentas desciende por tu cuello y tu espalda:
cubre tus blancos hombros y se pierde en tu falda,
velando las turgencias de tus líneas redondas.
Bajo tu frente nívea, donde las hebras blondas
de tus rizos se encrespan con tintas de oro y gualda,
tu pupila llamea, como viva esmeralda,
aunque el parpado cierre y en su nácar las escondas.
Erecto y duro se alza tu palpitante seno,
rebosando perfumes y morbidez, y vida,
como un nido de garzas de suave calor lleno.
Y cuando estás desnuda, como rama florida,
sueltas tu cabellera, dorada como el heno,
para quedar entonces, si desnuda, vestida.
Flor dañina[editar]
¡Ah, me parece mentira
que haya mi boca libado
en esa flor de granado,
en esa flor... que suspira!
No es cierto, mi alma delira;
pues si la hubiese besado,
se habría esa flor secado
de mis labios en la pira.
Pero, es verdad, niña amada,
que mi boca hizo su nido
en esa flor escarchada.
Mi labio, está dolorido...
tiene una herida adorada.
Mira: esa flor... me ha mordido.
Limosna de amor[editar]
Miel y luz, el peregrino
bardo que va sobre escombros
y lleva sobre sus hombros
el instrumento divino,
pide para su camino.
De su lira es tanto el peso,
que tú le puedes dar eso
para aliviar su jornada:
luz, dale en una mirada,
y dale miel en su beso.
Mística[editar]
Cuando bajo la comba de la nave,
del vasto templo, rezas con fervor,
y tu oración se eleva, como una ave,
del órgano al gemido vibrador,
desde un rincón obscuro te contemplo,
fijos los ojos en el viejo altar,
en tanto q' en los ámbitos del templo
el órgano parece sollozar.
Mientras se va tu espíritu del mundo,
de la infinita claridad en pos,
exclamo a solas con dolor profundo:
¡ah, sí me amara a mí... como ama a Dios!
Natal[editar]
Cuando bajo la comba de la nave,
del vasto templo, rezas con fervor,
y tu oración se eleva, como una ave,
del órgano al gemido vibrador,
desde un rincón obscuro te contemplo,
fijos los ojos en el viejo altar,
en tanto q' en los ámbitos del templo
el órgano parece sollozar.
Mientras se va tu espíritu del mundo,
de la infinita claridad en pos,
exclamo a solas con dolor profundo:
¡ah, sí me amara a mí... como ama a Dios!
Ojos y Ojeras[editar]
En la penumbra, mística y opaca,
de tus dos melancólicas ojeras,
l' aurora de tus ojos se destaca,
dividida en dos fúlgidas hogueras.
¿Sabes qué son los círculos violados
en q' esa aurora su fulgor desliza?
son, por esas hogueras, no colmados
aún, dos tristes pozos de ceniza.
Como arden tanto tus dolientes ojos
en esas cavidades traicioneras,
al caer d' esas llamas los despojos,
esos despojos forman tus ojeras.
Es por eso que, siempre, en cada día,
esos profundos círculos s' ensanchan
y llenos de precoz melancolía,
tu palidez adornan, no la manchan.
Porque son como abiertos calabozos
en que brillan loa astros de otra esfera.
¡Quién pudiera caer en esos pozos
y consumirse en tan divina hoguera!
Por siempre[editar]
Como alumbra el relámpago la densa
obscuridad de la noche borrascosa,
tú, iluminaste la negrura inmensa
de esta alma triste, con la luz intensa
de tu pupila cándida y piadosa.
Pero, como el relámpago en el cielo,
huyó también la luz de tu pupila:
y hoy, otra vez, el mismo desconsuelo
reina en mi corazón, y en hondo duelo
mi espíritu, asombrado se aniquila.
Torna a mí, dulce y bien, y tu mirada,
pon de mis ojos en las noches frías?
y no la apartes más... ¡oh, mi adorada!
para que con su luz eternizada,
por siempre alumbres las tinieblas mías.
Reto[editar]
Si porque a tus plantas ruedo
como un ilota rendido
y una mirada te pido
con temor, casi con miedo;
si porque ante ti me quedo
extático de emoción,
sintiendo que el corazón
se va en mi pecho a romper,
piensas que siempre he de ser
esclavo de mi pasión.
Te equivocas, te equivocas,
-fresco y fragante capullo-
yo quebrantaré tu orgullo
como el minero las rocas.
Si a la lucha me provocas,
dispuesto estoy a luchar:
tú eres espuma, yo, mar
que en sus cóleras confía.
¿Me haces llorar? Algún día
yo también te haré llorar.
Te haré llorar; y después
de que tú también rendida,
me ofrezcas toda tu vida
perdón pidiendo, a mis pies,
como mi cólera es
formidable en sus accesos,
sabes tú lo que haré en esos
instantes de indignación?
-Arrancarte el corazón
para... comérmelo a besos.
Sueño dorado[editar]
Veo como á través de un esmeralda
gigantesca, el confín del horizonte:
allá, un risco y después, de un alto monte
una casita entre la verde falda.
Y pienso -con el alma estremecida-
¡Cuán feliz fuera yo, tú, cuán dichosa,
si en aquella casita silenciosa,
pudiéramos vivir... toda la vida!
Tus manos[editar]
Esas manos delicadas,
fragantes como una flor,
pienso que carbonizadas
van a ser, de mis miradas
por el intenso calor.
Sí, porque mucho las miro
y además, porque ellas son,
frágiles como un papiro
y blandas como un suspiro
de tu ingrato corazón.
Cuando las puedo estrechar
y en las mías retener,
pienso, con hondo pesar,
que se van a evaporar
ó que se van a romper.
Pero... aunque me martirices,
en mis duras manos pon
tus manos, porque ellas son,
con sus dedos, diez raíces
q´ entran en mi corazón.
Como las quiero arraigar
para siempre, por los días
que me restan de pesar,
no las volveré a soltar
cuando estén entre las mías!
Visión[editar]
¿Eres un imposible?, ¿una quimera?
¿un sueño hecho carne, hermosa y viva?
¿una explosión de luz? Responde, esquiva
maga en quien se encarnó la Primavera.
Tu frente es lirio, tu pupila hoguera,
tu boca flor en donde nadie liba
la miel q' entre sus pétalos cautiva
al colibrí de la pasión espera.
¿Por qué sin tregua, por tu amor suspiro,
si no habré de alcanzar ese trofeo?
¿Por qué llenas el aire que respiro?
En todas partes te halla mi deseo:
los ojos abro y por doquier te miro;
cierro los ojos y entre mi te veo.
Adivina[editar]
Hay entre las tinieblas de mi vida
dos astros luminosos,
que al ver rodar la sangre de mi herida
se ponen taciturnos y llorosos.
Y hay una roja flor en mi camino
que abre sus vivas hojas,
y la sonríe el vate peregrino
que pasa con su fardo de congojas.
Dices que no conoces de esos astros
ni siquiera el reflejo?
Qu´ en mi senda, de aquella flor no hay rastros?
Pues nunca te has mirado en el espejo.
Amor inmortal[editar]
Dile al enterrador, que, cuando mueras,
sepulte tu cadáver junto al mío:
¡quiero ver tus pupilas hechiceras
resplandecer en mi sepulcro frío!
Porque si he de mirar desde la dura
piedra, en que al fin mi helada sien recline,
esos luceros de mirada pura,
que no acabe jamás mi noche obscura,
que mi noche de muerto no termine.
Díle al enterrador, q'entre mis manos,
tus manos ponga de alabastro y rosa:
¡que yo las salvaré de los gusanos
que quieran devorarlas en mi fosa!
Y díle... díle que se marche luego...
Y díle... díle que nos deje solos...
¡que allí tendré para adorarte, el fuego
que derrite la nieve de los polos!
Cárcel perpetúa[editar]
Yo vivo encadenado a tu hermosura,
lo mismo que a su roca, Prometeo;
sin poder quebrantar la ligadura
que me une á ti... por más que forcejeo,
De qué delito bárbaro fui reo,
para tener que soportar tan dura
y á la vez dulce pena? Mi deseo
es un placer que llega á la tortura.
Me atraes como abismo luminoso,
lucho, por arrancarme de tu lado,
con las fuerzas terribles de un coloso.
¡Inútil! A vivir siempre abrazado
a tu cuerpo flexible y armonioso,
parece q´ estuviera condenado.
El primer pétalo[editar]
De hojas blancas y puras
perfumadas y tersas,
formado está este libro
lo mismo que el botón de una azucena.
Tú quieres que lo abra,
lo exiges... me lo ordenas;
pero... yo no soy brisa
ni soy rayo de sol, qué importa? espera!
El libro ya está abierto!
-ya es brillante azucena!-
una lágrima mía
lo abrió... lo ves? en su corola tiembla!
En el río[editar]
En un playón del bajo Magdalena,
que lame el agua con su oleaje mudo,
hay un árbol fantástico, desnudo
de toda pompa en medio de la arena.
Igual á mí, con majestad serena,
resiste el golpe del huracán sañudo:
¡solos y sin verdor... yo te saludo,
compañero la misma es nuestra pena!
Una tímida garza cruza el cielo
y aquel tronco en las calladas ruinas,
refrena el blando y silencioso vuelo;
y encima de esos míseros escombros,
se me parece a ti... cuando reclinas
tu cabecita frágil en mis hombros!
En tu busca[editar]
Dime: si tu mirada es un tesoro
de luz, en mis tinieblas infinitas,
por qué tus ojos de mis ojos quitas,
cuando la luz de tu mirada imploro?
Si pudieras saber cuánto te adoro!
si pudieras oír todas mis cuitas,
secaras con tus luengas manecitas
los torrentes de lágrima que lloro.
¿Qué no sabes quién soy? soy un coplero
que te soñó y abandonó tus lares
por buscarte y por ser tu prisionero.
Eso soy. He cruzado ignotos mares,
tan sólo por decirte que me muero
si no me miras y oyes mis cantares!
Esquife Aéreo[editar]
Siempre que la luna miro
cruzar el azul espacio,
como un doliente topacio
por un inmenso zafiro,
pienso en mi madre y suspiro,
porque recuerdo q´ en una
noche clara cual ninguna,
en que l´ acecho la Parca
me dijo:--mira esa barca!
allá está nuestra fortuna!
apronta, apronta los remos
porque en ella bogaremos...
y me mostraba la luna!
Estela[editar]
Escrito con estrellas
quise leer tu nombre
en las profundidades
de encresponadas noches;
y con los ojos puestos
en las altas regiones,
forjé con astros... letras,
hasta formar tu nombre.
Imaginarias líneas
en los eternos orbes
tracé con mis miradas
para ensalzar los soles...
y escrito con estrellas
hoy ya leo tu nombre,
en el dorado libro
de las constelaciones.
Íntima[editar]
Anoche, cuando huiste
y me dejaste solo,
desconfiado y triste
y yerto como un tempano del Polo,
sentí cólera y celos
y, para despreciarte, pedí bríos
al Dios que está en los cielos!
Más... volviste! Y tus ojos más sombríos
me miraron... entonces tu hechicera
pupila pareciome más obscura
que la siniestra hondura
de un cielo por la sombra encapotado:
¡ah... como si la hubiera
reteñido la tinta del pecado!
Pero al hacerte un tímido reproche
y saber la verdad desnuda y fría,
de tu pupila entre la ardiente noche,
la estrella del cando resplandecía.
Miosotis[editar]
Alargó la mirada intensamente
y con ella abarcó las serranías,
húmedas azulosas y bravías
que sirvan de escabel al sol naciente.
Yo, que ya coronaba la pendiente
del más abrupto monte, entre las frías
nieves y brumas, las miradas mías
torné, lloroso, hacia la dulce ausente.
Estaba en el balcón, llena de duelo,
solitaria, mirando hacia el lejano
monte en que me perdía!... Abrióse el cielo
Y cuando en luz el sol anego el llano,
ella aún agitaba su pañuelo
como una garza muerta entre su mano!
Monotonías[editar]
I
Se están poniendo tristes
las tardes de verano;
ya no se ve en los cielos
siquiera un arrebol.
Y está desierto el bosque
y está marchito el llano...
¡que triste va muriendo
tras de la sierra el sol!
Es que tras de la bruma,
q´ el horizonte cierra,
el blanco viejo apoya
la frente en su bordón.
¿Más que importa ese frío
del cielo, mar y tierra,
si fuego, amor y abrigo
te da mi corazón?
II
Oye, el cielo rasguña la vidriera:
llegó el invierno al fin... pero el estío
surge en mi amante corazón, afuera
cae la lluvia, el cielo está sombrío,
más, no importa, bien mío,
porque en mi corazón hay una hoguera
que te dará calor si sientes frío.
III
¡Mientras que tú me inundas
en la onda fragante de tu aliento,
oye, el ala del viento
arrebata las hojas moribundas!
Pero ese viento helado
no llegará hasta ti, ni la llovizna
tu cuerpo mojará, ni ese nublado,
que el triste cielo de la tarde tizna,
te quitará la luz: corto es el trecho
que nos separa. Vén! La chimenea
fría está... ni una brasa!
Ven! la cabeza pon sobre mi pecho:
así... más cerca... que tus ojos vea
mientras el soplo del invierno pasa...
¡Oh, q´ este invierno interminable sea!
Nieves y sombras[editar]
Cuando tras de la noche, larga y fría,
de los polos, el sol rasga a los cielos,
y abre sus puertas diáfanas al día,
sobre el umbral augusto de los hielos.
Al vivo rayo de la antorcha rubia,
q' en los azules ámbitos renace,
todo un mundo de nieve, en clara lluvia
de menudos arroyos, se deshace.
Y torna oírse el canto de la ola,
y torna a oírse del halcón el grito,
y otra vez, en el mar, trémula y sola,
se retratan el sol y el infinito.
¡Oh, mi fulgida estrella, alba y querida!
Así la sombra lúgubre y la nieve
que pesaban en mi alma dolorida,
se disiparon de mi vida, en breve,
al rasgar tú... la noche de mi vida.
Pistilos[editar]
Nadie sonríe como tú: semeja
flor sangrienta tu labio en que se posa
tu sonrisa, impalpable mariposa,
que al henchirse de miel, rauda se aleja.
Solo un instante breve
vive esa mariposa de alegría;
de tus dientes se muestra el alba nieve,
pero me oculta con el alba leve
la sonrosada pulpa de tu encía.
¿Sabes por qué tu boca,
como una flor de fuego estremecida,
arde y tiene color, perfume y vida?
Porque el beso de amor nunca la toca.
Quizás[editar]
Cuando murió mi madre idolatrada,
mi ardiente corazón tornóse en hielo:
en un hielo tan duro, que ya nada
derretirlo podrá... ni el sol del cielo,
ni el rayo abrasador de tu mirada!
Más, sin embargo, mírame ¡Quién sabe?
ya que tan sólo a ti mi fe consagro,
ya que tu amor en mi tristeza cabe,
no tendrás tú la miseria clave
que haga llama ese hielo? haz el milagro!
Sol Blanco[editar]
Ayer, cuando en el templo
el venerable párroco
te dio la comunión, yo te veía
palidecer, desde un rincón sagrado.
Y... nunca un sol más níveo.
tuvo más rojo ocaso,
de aquel sol de espíritu, la hostia,
al desaparecer tras de tus labios!
Todo[editar]
¡Ya verás tras la fiebre que me abrasa,
vendrá el frío que hiela!
Todo pasa en el mundo... todo pasa!
Todo vuela en la vida... todo vuela!
-Eres viento, eres ola -me dijiste-
-no amo lo fugitivo-
¡Bien!; a alejarme voy... un poco triste,
yo, que libre, ser pude tu cautivo.
Mañana, cuando lejos de tu lado,
sepas que estoy tranquilo,
que mi pecho no está despedazado
que tu desdén por el constante filo,
acaso sentirás remordimiento
y al encontrarte sola,
dirás: ¡yo pude detener el viento!
dirás: ¡yo pude detener la ola!
¡Ya verás, tras la fiebre que me abrasa,
vendrá el frío que hiela;
Todo pasa en el mundo... todo pasa!
Todo vuela en la vida... todo vuela!
Tus ojos[editar]
Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar, hondos y puros;
ojos como las selvas de los Andes:
misteriosos, fantásticos y obscuros.
Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas,
la huella de las ondas de los mares.
Miradme con amor, eternamente,
ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis, bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas.
Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles su cabeza,
y encima de sus labios purpurinos,
parecéis dos abismos de tristeza.
Miradme con amor, fúlgidos ojos,
y cuando muera yo, que os amo tanto,
verted sobre mis lívidos despojos,
el dulce manantial de vuestro llanto.
¡Oh mar![editar]
¡Oh mar, tú me consuelas y me abismas
con tu eterno clamor de encarcelado!
también mi corazón atormentado
tiene y tendrá tus amarguras mismas!
Sueño ser algo tuyo
en esta noche bella,
como sueña el cocuyo,
ser algo de una estrella!
Al recordar las dulces barcarolas
que ella y yo, bajo el oro de tus brumas,
cantábamos ayer, juntos... á solas.
Tanto, al mirarte, el corazón me abrumas,
que quisiera ser una de tus olas...
ó quisiera ser un girón de tus espumas.