en nuestro oficio, es forzoso
que haya en la casa reposo,
y a ninguno incomodar.
Nunca meterse a oliscar
quiénes los huéspedes son.
No gastar conversación
con cuantos llegan aquí.
Servir bien, decir no o sí.
cobrar la mosca, y chitón.
MESONERA
No, por mí no lo dirás,
bien sabes que callar sé.
Al bachiller pregunté...
MESONERO
Pues esto estuvo de más.
MESONERA
También ahora extrañarás
que entre en ese cuarto a ver
si el huésped ha menester
alguna cosa, marido,
pues es, sí, lo he conocido,
una afligida mujer. (Toma un candil y entra la mesonera muy recatadamente en el cuarto.)
MESONERO
Entra, que entrar es razón,
aunque temo a la verdad
que vas por curiosidad,
más bien que por compasión.
MESONERA
. (Saliendo muy asustada.)
¡Ay Dios mío! Vengo muerta;
desapareció la dama;
nadie he encontrado en la cama,
y está la ventana abierta.
MESONERO
¿Cómo? ¿Cómo?... Ya lo sé...
La ventana al campo da,
y como tan baja está,
sin gran trabajo se fue. (Andando hacia el cuarto donde entró la mujer, quedándose él a la puerta.)
Quiera Dios no haya cargado
con la colcha nueva.
MESONERA
(Dentro.) Nada,
todo está aquí... ¡desdichada!
hasta dinero ha dejado...
Sí, sobre la mesa un duro.
MESONERO
Vaya entonces en buena hora.
MESONERA
(Saliendo a la escena.)
No hay duda, es una señora,
que se encuentra en grande apuro.
MESONERO
Pues con bien la lleve Dios,
y vámonos a acostar,
y mañana no charlar,
que esto quede entre los dos.
Echa un cuarto en el cepillo
de la ánimas, mujer,
y el duro véngame a ver;
échamelo en el bolsillo.