Don Álvaro o La fuerza del sino: 32
Escena segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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El teatro representa la plaza principal de Veletri; a un lado y otro se ven tiendas y cafés; en medio, puestos de frutas y verduras; al fondo, la guardia del principal, y el centinela paseándose delante del armero; los oficiales en grupos a una parte y otra, y la gente del pueblo cruzando en todas direcciones. EL TENIENTE, EL SUBTENIENTE y PEDRAZA se reunirán a un lado de la escena, mientras los OFICIALES 1.º, 2.º, 3.º y 4.º hablan entre sí, después de leer un edicto que está fijado en una esquina, y que llama la atención de todos
OFICIAL 1º | El rey Carlos de Nápoles no se chancea: pena de muerte nada menos. |
OFICIAL 2º | ¿Cómo pena de muerte? |
OFICIAL 3º | Hablamos de la ley que se acaba de publicar, y que allí está para que nadie la ignore, sobre desafíos. |
OFICIAL 2º | Ya, ciertamente es un poco dura. |
OFICIAL 3º | Yo no sé cómo un rey tan valiente y tan joven puede ser tan severo contra los lances de honor. |
OFICIAL 1º | Amigo, es que cada uno arrima el ascua a su sardina, y como siempre los desafíos suelen ser entre españoles y napolitanos, y éstos llevan lo peor, el rey que al cabo es rey de Nápoles... |
OFICIAL 2º | No, esas son fanfarronadas; pues hasta ahora no han llevado siempre lo peor los napolitanos; acordaos del mayor Cariciolo, que despabiló a dos oficiales. |
TODOS | Eso fue una casualidad. |
OFICIAL 1º | Lo cierto es que la ley es dura; pena de muerte por batirse, pena de muerte por ser padrino, pena de muerte por llevar cartas; qué sé yo. Pues el primero que caiga... |
OFICIAL 2º | No, no es tan rigurosa. |
OFICIAL 1º | ¿Cómo no? Vean ustedes. Leamos otra vez. (Se acercan a leer el edicto y se adelantan en la escena los otros.) |
SUBTENIENTE | ¡Hermoso día! |
TENIENTE | Hermosísimo. Pero pica mucho el sol. |
PEDRAZA | Buen tiempo para hacer la guerra. |
TENIENTE | Mejor es para los heridos convalecientes. Yo me siento hoy enteramente bueno de mi brazo. |
SUBTENIENTE | También parece que el valiente capitán de granaderos del rey está enteramente restablecido. ¡Bien pronto se ha curado! |
PEDRAZA | ¿Se ha dado ya de alta? |
TENIENTE | Sí, esta mañana. Está como si tal cosa. Un poco pálido pero fuerte. Hace un rato que lo encontré; iba como hacia la Alameda a dar un paseo con su amigote el ayudante don Félix de Avendaña. |
SUBTENIENTE | Bien puede estarle agradecido; pues además de haberlo sacado del campo de batalla, le ha salvado la vida con su prolija y esmerada asistencia. |
TENIENTE | También puede dar gracias a la habilidad del doctor Pérez, que se ha acreditado de ser el mejor cirujano del ejército. |
SUBTENIENTE | Y no lo perderá; pues según dicen, el ayudante, que es muy rico y generoso, le va a hacer un gran regalo. |
PEDRAZA | Bien puede; pues según me ha dicho un sargento de mi compañía, andaluz, el tal don Félix está aquí con nombre supuesto, y es un marqués riquísimo de Sevilla. |
TODOS | ¿De veras? (Se oye ruido; se arremolinan todos mirando hacia el mismo lado) |
TENIENTE | ¡Hola! ¿Qué alboroto es aquél? |
SUBTENIENTE | Veamos... Sin duda algún preso. Pero, ¡Dios mío! ¿Qué veo? |
PEDRAZA | ¿Qué es aquello? |
TENIENTE | ¿Estoy soñando?... ¿No es el capitán de granaderos del rey el que traen preso? |
TODOS | No hay duda, es el valiente don Fadrique. (Se agrupan todos sobre el primer bastidor de la derecha, por donde sale el capitán preboste y cuatro granaderos, y en medio de ellos preso sin espada ni sombrero don Álvaro; y atravesando la escena, seguidos por la multitud, entran en el cuerpo de guardia que está al fondo; mientras tanto, se desembaraza el teatro. (Todos vuelven a la escena, menos Pedraza, que entra en el cuerpo de guardia). |
TENIENTE | Pero, señor, ¿qué será esto? ¿Preso el militar más valiente, más exacto que tiene el ejército? |
SUBTENIENTE | Ciertamente es cosa muy rara. |
TENIENTE | Vamos a averiguar... |
SUBTENIENTE | Ya viene aquí Pedraza, que sale del cuerpo de guardia, y sabrá algo. Hola, Pedraza, ¿qué ha sido? |
PEDRAZA | (Señalando al edicto, y se reúne más gente a los cuatro oficiales.) Muy mala causa tiene. Desafío... El primero que quebranta la ley: desafío y muerte. |
TODOS | ¡Cómo! ¿Y con quién? |
PEDRAZA | ¡Caso extrañísimo! El desafío ha sido con el teniente coronel Avendaña. |
TODOS | ¡Imposible!... ¡Con su amigo! |
PEDRAZA | Muerto le deja de una estocada detrás del cuartel. |
TODOS | ¡Muerto! |
PEDRAZA | Muerto. |
OFICIAL 1º | Me alegro, que era un botarate. |
OFICIAL 2º | Un insultante. |
TENIENTE | ¡Pues señores, la ha hecho buena! Mucho me temo que va a estrenar aquella ley. |
TODOS | ¡Qué horror! |
SUBTENIENTE | Será una atrocidad. Debe haber alguna excepción a favor de oficial tan valiente y benemérito. |
PEDRAZA | Sí, ya está fresco. |
TENIENTE | El capitán Herreros es con razón el ídolo del ejército. Y yo creo, que el general y el coronel, y los jefes todos, tanto españoles como napolitanos, hablarán al rey... y tal vez... |
SUBTENIENTE | El rey Carlos es tan testarudo... y como este es el primer caso que ocurre, el mismo día que se ha publicado la ley... No hay esperanza; ¡esta noche misma se juntará el consejo de guerra, y antes de tres días le arcabucean!... Pero, ¿sobre qué habrá sido el lance? |
PEDRAZA | Yo no sé, nada me han dicho. Lo que es el capitán tiene malas pulgas, y su amigote era un poco caliente de lengua. |
OFICIALES 1ºy4º | Era un charlatán, un fanfarrón. |
SUBTENIENTE | En el café han entrado algunos oficiales del regimiento del rey, sabrán sin duda todo el lance; vamos a hablar con ellos. |
TODOS | Sí, vamos. |