Don Álvaro o La fuerza del sino (Versión para imprimir)
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Personas
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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AL EXCMO. SR. D. ANTONIO ALCALÁ GALIANO en prueba de constante y leal amistad en próspera y adversa fortuna.
DON ÁLVARO.
EL MARQUÉS DE CALATRAVA.
DON CARLOS DE VARGAS, su hijo.
DON ALFONSO DE VARGAS, ídem.
DOÑA LEONOR, ídem.
CURRA, criada.
PRECIOSILLA, gitana.
UN CANÓNIGO.
EL PADRE GUARDIÁN DEL
CONVENTO DE LOS ÁNGELES.
UN CIRUJANO DE EJÉRCITO.
EL HERMANO MELITÓN, portero del mismo.
PEDRAZA Y OTROS OFICIALES.
Jornada primera
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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La escena es en Sevilla y sus alrededores.
La escena representa la entrada del antiguo puente de barcas de Triana, el que estará practicable a la derecha. En primer término al mismo lado un aguaducho, o barraca de tablas y lonas, con un letrero que diga: Agua de Tomares: dentro habrá un mostrador rústico con cuatro grandes cántaros, macetas de flores, vasos, un anafre con una cafetera de hoja de lata, y una bandeja con azucarrillos. Delante del aguaducho habrá bancos de pino. Al fondo se descubrirá de lejos parte del arrabal de Triana, la huerta de los Remedios con sus altos cipreses, el río y varios barcos en él, con flámulas y gallardetes. A la izquierda se verá en lontananza la alameda. Varios habitantes de Sevilla cruzarán en todas direcciones durante la escena. El cielo demostrará el ponerse el sol en una tarde de julio, y al descorrerse el telón aparecerán: EL TÍO PACO, detrás del mostrador en mangas de camisa; EL OFICIAL, bebiendo un vaso de agua, y de pie, PRECIOSILLA a su lado templando una guitarra; EL MAJO y los DOS HABITANTES DE SEVILLA, sentados en los bancos
Escena primera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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OFICIAL | Vamos, Preciosilla, cántanos la rondeña. Pronto, pronto: ya está bien templada. |
PRECIOSILLA | Señorito, no sea su merced tan súpito. Déme antes esa mano, y le diré la buenaventura. |
OFICIAL | Quita, que no quiero zalamerías. Aunque efectivamente tuvieras la habilidad de decirme lo que me ha de suceder, no quisiera oírtelo... Sí, casi siempre conviene el ignorarlo. |
MAJO | (Levantándose) Pues yo quiero que me diga la buenaventura esta prenda. He aquí mi mano. |
PRECIOSILLA | Retira usted allá esa porquería... Jesús, ni verla quiero, no sea que se encele aquella niña de los ojos grandes. |
MAJO | (Sentándose.) ¡Qué se ha de encelar de ti, pendón! |
PRECIOSILLA | Vaya, saleroso, no se cargue usted de estera, convídeme a alguna cosita. |
MAJO | Tío Paco, déle usted un vaso de agua a esta criatura, por mi cuenta. |
PRECIOSILLA | ¿Y con panal? |
OFICIAL | Sí, y después que te refresques el garguero y que te endulces la boca, nos cantarás las corraleras. |
(El aguador sirve un vaso de agua con panal a Preciosilla, y el Oficial se sienta junto al Majo.) | |
HABITANTE 1º | Hola; aquí viene el señor canónigo |
Escena segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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CANÓNIGO | Buenas tardes, caballeros. |
HABITANTE 2º | Temíamos no tener la dicha de ver a su merced esta tarde, señor canónigo. |
CANÓNIGO | (Sentándose y limpiándose el sudor.) ¿Qué persona de buen gusto, viviendo en Sevilla, puede dejar de venir todas las tardes de verano a beber la deliciosa agua de Tomares, que con tanta limpieza y pulcritud nos da el tío Paco, y a ver un ratito este puente de Triana, que es lo mejor del mundo? |
HABITANTE 1º | Como ya se está poniendo el sol... |
CANÓNIGO | Tío Paco, un vasito de la fresca. |
TÍO PACO | Está usía muy sudado; en descansando un poquito le daré el refrigerio. |
MAJO | Dale a su señoría el agua templada. |
CANÓNIGO | No, que hace mucho calor. |
MAJO | Pues yo templada la he bebido, para tener el pecho suave, y poder entonar el rosario por el barrio de la Borcinería, que a mí me toca esta noche. |
OFICIAL | Para suavizar el pecho, mejor es un trago de aguardiente. |
MAJO | El aguardiente es bueno para sosegarlo después de haber cantado la letanía. |
OFICIAL | Yo lo tomo antes y después de mandar el ejercicio. |
PRECIOSILLA | (Habrá estado punteando la guitarra, y dirá al Majo:) Oiga usted, rumboso, ¿y cantará usted esta noche la letanía delante del balcón de aquella persona?... |
CANÓNIGO | Las cosas santas se han de tratar santamente. Vamos. ¿Y qué tal los toros de ayer? |
MAJO | El toro berrendo, de Utrera, salió un buen bicho, muy pegajoso... Demasiado. |
HABITANTE 1º | Como que se me figura que le tuvo usted asco. |
MAJO | Compadre, alto allá, que yo soy muy duro de estómago... aquí está mi capa (Enseña un desgarrón.), diciendo por esta boca, que no anduvo muy lejos. |
HABITANTE 2º | No fue la corrida tan buena como la anterior. |
PRECIOSILLA | Como que ha faltado en ella don Álvaro el indiano, que a caballo y a pie es el mejor torero que tiene España. |
MAJO | Es verdad que es todo un hombre, muy duro con el ganado, y muy echado adelante. |
PRECIOSILLA | Y muy buen mozo. |
HABITANTE 1º | ¿Y porqué no se presentaría ayer en la plaza? |
OFICIAL | Harto tenía que hacer con estarse llorando el mal fin de sus amores. |
MAJO | Pues qué, ¿lo ha plantado ya la hija del señor marqués?... |
OFICIAL | No: DOÑA LEONOR no lo ha plantado a él, pero el marqués la ha trasplantado a ella. |
HABITANTE 2º | ¿Cómo?... |
HABITANTE 1º | Amigo, el señor marqués de Calatrava tiene mucho copete, y sobrada vanidad para permitir que un advenedizo sea su yerno. |
OFICIAL | ¿Y qué más podía apetecer su señoría, que el ver casada a su hija (que con todos sus pergaminos está muerta de hambre), con un hombre riquísimo, y cuyos modales están pregonando que es un caballero? |
PRECIOSILLA | Si los señores de Sevilla son vanidad y pobreza todo en una pieza. Don Álvaro es digno de ser marido de una emperadora... ¡Qué gallardo!... ¡Qué formal y qué generoso!... Hace pocos días que le dije la buenaventura (y por cierto no es buena la que le espera si las rayas de la mano no mienten), y me dio una onza de oro como un sol de mediodía. |
TÍO PACO | Cuantas veces viene aquí a beber me pone sobre el mostrador una peseta columnaria. |
MAJO | ¡Y vaya un hombre valiente! Cuando en la Alameda Vieja le salieron aquella noche los siete hombres más duros que tiene Sevilla, metió mano y me los acorraló a todos contra las tapias del picadero. |
OFICIAL | Y en el desafío que tuvo con el capitán de artillería se portó como un caballero. |
PRECIOSILLA | El marqués de Calatrava es un vejete tan ruin, que por no aflojar la mosca, y por no gastar... |
OFICIAL | Lo que debía hacer don Álvaro era darle una paliza que... |
CANÓNIGO | Paso, paso, señor militar. Los padres tienen derecho de casar a sus hijas con quien les convenga. |
OFICIAL | ¿Y por qué no le ha de convenir don Álvaro? ¿Porque no ha nacido en Sevilla?... Fuera de Sevilla nacen también caballeros. |
CANÓNIGO | Fuera de Sevilla nacen también caballeros, sí señor; pero... ¿lo es don Álvaro?... Sólo sabemos que ha venido de Indias hace dos meses, y que ha traído dos negros y mucho dinero... ¿Pero quién es?... |
HABITANTE 1º | Se dicen tantas y tales cosas de él... |
HABITANTE 2º | Es un ente muy misterioso. |
TÍO PACO | La otra tarde estuvieron aquí unos señores hablando de lo mismo, y uno de ellos dijo que el tal don Álvaro había hecho sus riquezas siendo pirata... |
MAJO | ¡Jesucristo! |
TÍO PACO | Y otro, que don Álvaro era hijo bastardo de un grande de España, y de una reina mora... |
OFICIAL | ¡Qué disparate! |
TÍO PACO | Y luego dijeron que no, que era... no lo puedo declarar... finca... o brinca... una cosa así... así como... una cosa muy grande allá de la otra banda. |
OFICIAL | ¿Inca? |
TÍO PACO | Sí, señor, eso, Inca... Inca. |
CANÓNIGO | Calle usted, tío Paco, no diga sandeces. |
TÍO PACO | Yo nada digo, ni me meto en honduras; para mí cada uno es hijo de sus obras, y en siendo buen cristiano y caritativo... |
PRECIOSILLA | Y generoso y galán. |
OFICIAL | El vejete roñoso del marqués de Calatrava hace muy mal en negarle su hija. |
CANÓNIGO | Señor militar, el señor marqués hace muy bien. El caso es sencillísimo. Don Álvaro llegó hace dos meses, nadie sabe quién es. Ha pedido en casamiento a DOÑA LEONOR, y el marqués, no juzgándolo buen partido para su hija, se la ha negado. Parece que la señorita estaba encaprichadilla, fascinada, y el padre se la ha llevado al campo, a la hacienda que tiene en el Aljarafe, para distraerla. En todo lo cual el señor marqués se ha comportado como persona prudente. |
OFICIAL | ¿Y don Álvaro, qué hará? |
CANÓNIGO | Para acertarlo debe buscar otra novia: porque si insiste en sus descabelladas pretensiones, se expone a que los hijos del señor marqués vengan, el uno de la universidad, y el otro del regimiento, a sacarle de los cascos los amores de DOÑA LEONOR. |
OFICIAL | Muy partidario soy de don Álvaro, aunque no le he hablado en mi vida, y sentiría verlo empeñado en un lance con don Carlos, el hijo mayorazgo del marqués. Le he visto el mes pasado en Barcelona, y he oído contar los dos últimos desafíos que ha tenido ya: y se le puede ayunar. |
CANÓNIGO | Es uno de los oficiales más valientes del regimiento de Guardias Españolas, donde no se chancea en esto de lances de honor. |
HABITANTE 1º | Pues el hijo segundo del señor marqués, el don Alfonso, no le va en zaga. Mi primo, que acaba de llegar de Salamanca, me ha dicho que es el coco de la universidad, más espadachín que estudiante, y que tiene metidos en un puño a los matones sopistas. |
MAJO | ¿Y desde cuándo está fuera de Sevilla la señorita DOÑA LEONOR? |
OFICIAL | Hace cuatro días que se la llevó el padre a su hacienda, sacándola de aquí a las cinco de la mañana, después de haber estado toda la noche hecha la casa un infierno. |
PRECIOSILLA | ¡Pobre niña!... ¡Qué linda que es, y qué salada!... Negra suerte le espera... Mi madre la dijo la buenaventura, recién nacida, y siempre que la nombra se le saltan las lágrimas... Pues el generoso don Álvaro... |
HABITANTE 1º | En nombrando el ruin de Roma luego asoma... allí viene don Álvaro. |
Escena tercera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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Empieza a anochecer, y se va oscureciendo el teatro. DON ÁLVARO sale embozado en una capa de seda, con un gran sombrero blanco, botines y espuelas: cruza lentamente la escena mirando con dignidad y melancolía a todos lados, y se va por el puente. Todos lo observan en gran silencio
Escena cuarta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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MAJO | ¿Adónde irá a estas horas? |
CANÓNIGO | A tomar el fresco al Altozano. |
TÍO PACO | Dios vaya con él. |
MILITAR | ¿A qué va al Aljarafe? |
TÍO PACO | Yo no sé, pero como estoy siempre aquí de día y de noche, soy un vigilante centinela de cuanto pasa por esta puente... Hace tres días que a media tarde pasa por ella hacia allá un negro con dos caballos de mano, y que don Álvaro pasa a estas horas; y luego a las cinco de la mañana vuelve a pasar hacia acá, siempre a pie, y como media hora después pasa el negro con los mismos caballos llenos de polvo y de sudor. |
CANÓNIGO | ¿Cómo?... ¿Qué me cuenta usted, tío Paco?... |
TÍO PACO | Yo nada, digo lo que he visto; y esta tarde ya ha pasado el negro, y hoy no lleva dos caballos, sino tres. |
HABITANTE 1º | Lo que es atravesar el puente hacia allá a estas horas, he visto yo a don Álvaro tres tardes seguidas. |
MAJO | Y yo he visto ayer a la salida de Triana al negro con los caballos. |
HABITANTE 2º | Y anoche viniendo yo de San Juan de Alfarache, me paré en medio del olivar a apretar las cinchas a mi caballo, y pasó a mi lado, sin verme y a escape, don Álvaro, como alma que llevan los demonios, y detrás iba el negro: Los conocí por la jaca torda, que no se puede despintar... ¡cada relámpago que daban las herraduras!... |
CANÓNIGO | (Levantándose y aparte.) ¡Hola! ¡hola!... Preciso es dar aviso al señor marqués. |
MILITAR | Me alegrara de que la niña traspusiese una noche con su amante, y dejara al vejete pelándose las barbas. |
CANÓNIGO | Buenas noches, caballeros: me voy, que empieza a ser tarde. (Aparte yéndose.) Sería faltar a la amistad no avisar al instante al marqués de que don Álvaro le ronda la hacienda. Tal vez podamos evitar una desgracia. |
Escena quinta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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El teatro representa una sala colgada de damasco, con retratos de familia, escudos de armas y los adornos que se estilaban en el siglo pasado, pero todo deteriorado, y habrá dos balcones, uno cerrado y otro abierto y practicable, por el que se verá un cielo puro, iluminado por la luna, y algunas copas de árboles. Se pondrá en medio una mesa con tapete de damasco, y sobre ella habrá una guitarra, vasos chinescos con flores, y dos candeleros de plata con velas, únicas luces que alumbrarán la escena. Junto a la mesa habrá un sillón. Por la izquierda entrará el MARQUÉS DE CALATRAVA con una palmatoria en la mano, y detrás de él DOÑA LEONOR, y por la derecha entra la CRIADA
MARQUÉS | (Abrazando y besando a su hija.) Buenas noches, hija mía; |
DOÑA LEONOR | (Abatida y turbada.) Buenas noches, padre mío. |
MARQUÉS | Allá para Navidad iremos a la ciudad: |
DOÑA LEONOR | ¿Pues no? ¿qué más puedo anhelar yo? |
MARQUÉS | Los dos lograrán licencia. Ambos tienen mano franca |
DOÑA LEONOR | Dejarlo será mejor a su gusto delicado. |
MARQUÉS | Lo tienen, y muy sobrado: como tú quieras, Leonor. |
CURRA | Si como a usted, señorita, carta blanca se me diera, |
MARQUÉS | Lo que gustes, hija mía. Sabes que el ídolo eres |
DOÑA LEONOR | ¡Padre!... ¡Señor!... (Afligida.) |
MARQUÉS | La alegría vuelva a ti, prenda del alma; |
DOÑA LEONOR | (Echándose en brazos de su padre con gran desconsuelo.) ¡Padre amado!... ¡Padre mío! |
MARQUÉS | Basta, basta... ¿Qué te agita? (Con gran ternura.) |
DOÑA LEONOR | ¡Padre!... ¡Padre! |
MARQUÉS | (Acariciándola y desasiéndose de sus brazos.) Adiós, mi bien. |
Escena sexta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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donde aquél se ha ido, y vuelve cerca de LEONOR
CURRA | ¡Gracias a Dios!... me temí que todito se enredase, |
DOÑA LEONOR | ¡Infeliz de mí!... ¡Dios mío! ¿Por qué un amoroso padre, |
CURRA | ¿Si viviera la señora? usted está delirante. |
DOÑA LEONOR | ¡Ay, Curra!... ¡Si penetrases cómo tengo el alma! Fuerza |
CURRA | ¡Pues hubiéramos quedado frescas, y echado un buen lance! |
DOÑA LEONOR | ¡Ay, Curra!...El alma me partes. |
CURRA | Y todo esto, señorita, porque la desgracia grande |
DOÑA LEONOR | Basta, Curra; no mi pecho despedaces. |
CURRA | Sola no, que yo soy alguien, y también Antonio va, |
DOÑA LEONOR | ¿Y mañana? |
CURRA | Día grande. Usted la adorada esposa |
DOÑA LEONOR | ¿Y mi anciano y tierno padre? |
CURRA | ¿Quién?... ¿Señor?... rabiará un poco, pateará, contará, el lance |
DOÑA LEONOR | ¿Y mis hermanos del alma? |
CURRA | ¡Toma! ¡Toma!... Cuando agarren del generoso cuñado, |
DOÑA LEONOR | No corre en tus venas sangre. ¡Jesús, y qué cosas tienes! |
CURRA | Porque digo las verdades. |
DOÑA LEONOR | ¡Ay desdichada de mí! |
CURRA | Desdichada por cierto grande el ser adorado dueño |
DOÑA LEONOR | Sí, tarde es, y aun no parece don Álvaro... ¡Oh, si faltase |
CURRA | Indudable es que está de centinela |
DOÑA LEONOR | ¡Curra!... ¿Qué suena?... ¿Escuchaste? (Con gran sobresalto.) |
CURRA | Pisadas son de caballos. |
DOÑA LEONOR | ¡Ay! él es... (Corre al balcón.) |
CURRA | Si que faltase era imposible... |
DOÑA LEONOR | ¡Dios mío! (Muy agitada.) |
CURRA | Pecho al agua, y adelante. |
Escena séptima
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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mangas perdidas sobre una rica chupa de majo,
redecilla, calzón de ante, etc., entra por el balcón
y se echa en brazos de LEONOR
D. ÁLVARO | (Con gran vehemencia.) ¡Ángel consolador del alma mía! |
DOÑA LEONOR | ¡Don Álvaro! (Muy agitada.) |
D. ÁLVARO | Mi bien, mi Dios, mi todo ¿Qué te agita y te turba de tal modo? |
DOÑA LEONOR | Es ya tan tarde... |
D. ÁLVARO | ¿Estabas enojada porque tardé en venir? De mi retardo |
CURRA | Sí: bajo del balcón, Antonio, el guarda, las maletas espera; |
DOÑA LEONOR | Curra, aguarda (Resuelta.) |
D. ÁLVARO | ¿Qué, encanto mío?... ¿Por qué tiempo perder?... La jaca torda, |
DOÑA LEONOR | Es tan tarde... ¡Don Álvaro! |
D. ÁLVARO | Muchacha (A Curra.) ¿qué te detiene ya? Corre, despacha; |
DOÑA LEONOR | Curra, Curra, detente. (Fuera de sí.) ¡Don Álvaro! |
D. ÁLVARO | ¡Leonor! |
DOÑA LEONOR | ¡Dejadlo os ruego para mañana! |
D. ÁLVARO | ¿Qué? |
DOÑA LEONOR | Más fácilmente... |
D. ÁLVARO | (Demudado y confuso.) ¿Qué es esto, qué, Leonor? ¿Te falta ahora |
DOÑA LEONOR | ¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro! |
D. ÁLVARO | ¡Señora! |
DOÑA LEONOR | ¡Ay! me partís el alma... |
D. ÁLVARO | Destrozado tengo yo el corazón... ¿Dónde está, dónde, |
DOÑA LEONOR | (Echándose en sus brazos.) No, no, te adoro. ¡Don Álvaro!... ¡Mi bien!... vamos, sí, vamos, |
D. ÁLVARO | ¡Oh mi Leonor! |
CURRA | El tiempo no perdamos. |
D. ÁLVARO | ¡Mi encanto! ¡Mi tesoro! (DOÑA LEONOR muy abatida se apoya en el |
DOÑA LEONOR | ¡Don Álvaro! |
D. ÁLVARO | ¡Leonor! (Pausa.) Fuerza bastante hay para todo en mí... ¡Desventurado! |
DOÑA LEONOR | Mi dulce esposo, con el alma y vida es tuya tu Leonor; mi dicha fundo |
DOÑA LEONOR | ¡Dios mío! ¿Qué ruido es éste? ¡Don Álvaro! |
CURRA | Parece que han abierto la puerta del patio... y la de la escalera... |
DOÑA LEONOR | ¿Se habrá puesto malo mi padre?... |
CURRA | ¡Qué! No señora, el ruido viene de otra parte. |
DOÑA LEONOR | ¿Habrá llegado alguno de mis hermanos? |
DON ÁLVARO | Vamos, vamos, Leonor, no perdamos un instante. (Vuelven hacia el balcón, y de repente |
DOÑA LEONOR | Somos perdidos... Estamos descubiertos... |
DON ÁLVARO | Serenidad es necesario en todo caso. |
CURRA | La Virgen del Rosario nos valga, y las ánimas benditas... |
DON ÁLVARO | Calla, maldita, no llames la atención hacia este lado; |
DOÑA LEONOR | ¡Ay desdichada de mí!... Don Álvaro, escóndete... aquí... en mi alcoba... |
DON ÁLVARO | (Resuelto.) No, yo no me escondo... No te abandono en tal conflicto. |
DOÑA LEONOR | (Asustadísima.) ¿Qué intentas? ¡Ay! retira esa pistola, que me hiela la sangre... |
DON ÁLVARO | (Profundamente confundido.) No, no, amor mío... la emplearé en dar fin a mi desventurada vida. |
DOÑA LEONOR | ¡Qué horror! ¡Don Álvaro! |
Escena octava
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Primera jornada |
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Jornada segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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La escena es en la villa de Hornachuelos y sus alrededores
Es de noche, y el teatro representa la cocina de un mesón de la villa de Hornachuelos. Al frente estará la chimenea y el hogar. A la izquierda, la puerta de entrada; a la derecha, dos puertas practicables. A un lado, una mesa larga de pino, rodeada de asientos toscos, y alumbrado todo por un gran candilón. EL MESONERO y EL ALCALDE aparecerán sentados gravemente en el fuego. LA MESONERA, de rodillas guisando. Junto a la mesa, EL ESTUDIANTE cantando y tocando la guitarra. EL ARRIERO, que habla, cribando cebada en el fondo del teatro. EL TÍO TRABUCO, tendido en primer término sobre sus jalmas. LOS DOS LUGAREÑOS, LAS DOS LUGAREÑAS, LA MOZA y uno de los ARRIEROS, que no habla, estarán bailando seguidillas. El otro ARRIERO, que no habla, estará sentado junto al estudiante, y jaleando a las que bailan. Encima de la mesa habrá una bota de vino, unos vasos y un frasco de aguardiente
Escena primera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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ESTUDIANTE | (Cantando en voz recia al son de la guitarra, y las tres parejas bailando con gran algazara.) Poned en estudiantes |
MESONERA | (Poniendo una sartén sobre la mesa.) Vamos, vamos que se enfría... (A la criada.) Pepa, al avío |
ARRIERO | (El del cribo.) Otra copita. |
ESTUDIANTE | (Dejando la guitarra.) Abrenuncio. Antes de todo la cena. |
MESONERA | Y si después quiere la gente seguir bailando y alborotando, váyanse al corral, o a la calle, que hay una luna clara como de día. Y dejen en silencio el mesón, que si unos quieren jaleo, otros quieren dormir. Pepa, Pepa...¿no digo que basta ya de zangoloteo...? |
TÍO TRABUCO | (Acostado en sus arreos.) Tía Colasa, usted está en lo cierto. Yo, por mí, quiero dormir. |
MESONERO | Sí, ya basta de ruido. Vamos a cenar. Señor alcalde, eche su merced la bendición, y venga a tomar una presita. |
ALCALDE | Se agradece, señor Monipodio. |
MESONERA | Pero acérquese su merced. |
ALCALDE | Que eche la bendición el señor licenciado. |
ESTUDIANTE | Allá voy, y no seré largo, que huele el bacalao a gloria. In nomine Patri et Filii et Spiritu Sancto. |
TODOS | Amén. (Se van acomodando alrededor de la mesa, todos menos Trabuco.) |
MESONERA | Tal vez el tomate no estará bastante cocido, y el arroz estará algo duro... Pero con tanta Babilonia no se puede... |
ARRIERO | Está diciendo comedme, comedme. |
ESTUDIANTE | (Comiendo con ansia.) Está exquisito... especial; parece ambrosía... |
MESONERA | Alto allá, señor bachiller; la tía Ambrosia no me gana a mí a guisar, ni sirve para descalzarme el zapato, no señor. |
ARRIERO | La tía Ambrosia es más puerca que una telaraña. |
MESONERO | La tía Ambrosia es un guiñapo, es un paño de aporrear moscas; se revuelven las tripas de entrar en su mesón, y compararla con mi Colasa no es regular. |
ESTUDIANTE | Ya sé yo que la señora Colasa es pulcra, y no lo dije por tanto. |
ALCALDE | En toda la comarca de Hornachuelos no hay una persona más limpia que la señora Colasa, ni un mesón como el del señor Monipodio. |
MESONERA | Como que cuantas comidas de boda se hacen en la villa pasan por estas manos que ha de comer la tierra. Y de las bodas de señores, no le parezca a usted, señor bachiller... Cuando se casó el escribano con la hija del regidor... |
ESTUDIANTE | Con que se le puede decir a la señora Colasa, tu das mihi epulis accumbere divum |
MESONERA | Yo no sé latín, pero sé guisar... Señor alcalde, moje siquiera una sopa. |
ALCALDE | Tomaré, por no despreciar, una cucharadita de gazpacho, si es que lo hay. |
MESONERO | ¿Cómo que si lo hay? |
MESONERA | ¿Pues había de faltar donde yo estoy?... Pepa (A la moza.), anda a traerlo. Está sobre el brocal del pozo, desde media tarde, tomando el fresco. (Vase la moza.) |
ESTUDIANTE | (Al arriero que está acostado.) Tío Trabuco, hola, tío Trabuco; ¿no viene usted a hacer la razón? |
TÍO TRABUCO | No ceno. |
ESTUDIANTE | ¿Ayuna usted? |
TÍO TRABUCO | Sí, señor, que es viernes. |
MESONERO | Pero un traguito... |
TÍO TRABUCO | Venga. (Le alarga el mesonero la bota, y bebe un trago el tío Trabuco.) ¡Jú! Esto es zupia. Alárgueme usted, tío Monipodio, el frasco del aguardiente para enjuagarme la boca. |
MOZA | Aquí está la gracia de Dios. |
TODOS | Venga, venga. |
ESTUDIANTE | Parece, señor alcalde, que esta noche hay mucha gente forastera en Hornachuelos. |
ARRIERO | Las tres posadas están llenas. |
ALCALDE | Como es el jubileo de la Porciúncula, y el convento de San Francisco de los Ángeles, que está aquí en el desierto, a media legua corta, es tan famoso... Viene mucha gente a confesarse con el Padre Guardián, que es un siervo de Dios. |
MESONERA | Es un santo. |
MESONERO | (Toma la bota y se pone de pie.) Jesús; por la buena compañía y que Dios nos dé salud y pesetas en esta vida, y la gloria en la eterna. (Bebe.) |
TODOS | Amén. (Pasa la bota de mano en mano.) |
ESTUDIANTE | (Después de beber.) Tío Trabuco, tío Trabuco, ¿está usted con los angelitos? |
TÍO TRABUCO | Con las malditas pulgas y con sus voces de usted, ¿quién puede estar sino con los demonios? |
ESTUDIANTE | Queríamos saber, tío Trabuco, si esa personilla de alfeñique, que ha venido con usted, y que se ha escondido de nosotros, viene a ganar el jubileo. |
TÍO TRABUCO | Yo no sé nunca a lo que van ni vienen los que viajan conmigo. |
ESTUDIANTE | ¿Pero... es gallo, o gallina? |
TÍO TRABUCO | Yo de los viajeros no miro más que la moneda, que ni es hembra ni es macho. |
ESTUDIANTE | Sí es género epiceno, como si dijéramos hermafrodita... Pero veo que es usted muy taciturno, tío Trabuco. |
TÍO TRABUCO | Nunca gasto saliva en lo que no me importa; y buenas noches, que se me va quedando la lengua dormida, y quiero guardarle el sueño; sonsoniche. |
ESTUDIANTE | Pues señor, con el tío Trabuco no hay emboque. Dígame usted, nostrama (A la mesonera.), ¿por qué no ha venido a cenar el tal caballerito? |
MESONERA | Yo no sé. |
ESTUDIANTE | Pero, vamos, ¿es hembra o varón? |
MESONERA | Que sea lo que sea; lo cierto es que le vi el rostro, por más que se lo recataba, cuando se apeó del mulo, y que lo tiene como un sol; y eso que traía los ojos de llorar y de polvo, que daba compasión. |
ESTUDIANTE | ¡Oiga! |
MESONERA | Sí señor; y en cuanto se metió en ese cuarto, volviéndome siempre la espalda, me preguntó cuánto había de aquí al convento de los Ángeles, y yo se lo enseñé desde la ventana, que como está tan cerca se ve clarito, y... |
ESTUDIANTE | ¡Hola, con que es pecador que viene al jubileo! |
MESONERA | Yo no sé. Luego se acostó; digo, se echó en la cama, vestido, y bebió antes un vaso de agua con unas gotas de vinagre. |
ESTUDIANTE | Ya, para refrescar el cuerpo. |
MESONERA | Y me dijo que no quería luz, ni cena, ni nada, y se quedó como rezando el rosario entre dientes. A mí me parece que es persona muy... |
MESONERO | Charla, charla... ¿Quién diablos te mete en hablar de los huéspedes?... Maldita sea tu lengua. |
MESONERA | Como el señor licenciado quería saber... |
ESTUDIANTE | Sí, señora Colasa; dígame usted... |
MESONERO | (A su mujer.) ¡Chitón! |
ESTUDIANTE | Pues señor, volvamos al tío Trabuco. Tío Trabuco, tío Trabuco. (Se acerca a él y le despierta.) |
TÍO TRABUCO | ¡Malo!... ¿Me quiere usted dejar en paz? |
ESTUDIANTE | Vamos, dígame usted, ¿esa persona cómo viene en el mulo, a mujeriegas o a horcajadas? |
TÍO TRABUCO | ¡Ay qué sangre!... De cabeza. |
ESTUDIANTE | Y dígame usted, ¿de dónde salió usted esta mañana, de Posadas o de Palma? |
TÍO TRABUCO | Yo no sé sino que tarde o temprano voy al cielo. |
ESTUDIANTE | ¿Por qué? |
TÍO TRABUCO | Porque ya me tiene usted en el purgatorio. |
ESTUDIANTE | (Se ríe.) ¡Ah, ah, ah!... ¿Y va usted a Extremadura? |
TÍO TRABUCO | (Se levanta, recoge sus jalmas y se va con ellas muy enfadado.) No señor; a la caballeriza, huyendo de usted, y a dormir con mis mulos, que no saben latín, ni son bachilleres. |
ESTUDIANTE | (Se ríe.) ¡Ah, ah, ah, ah! Se atufó... Hola, Pepa, salerosa, ¿y no has visto tú al escondido? |
MOZA | Por la espalda. |
ESTUDIANTE | ¿Y en qué cuarto está? |
MOZA | (Señala la primera puerta de la derecha.) En ese... |
ESTUDIANTE | Pues ya que es lampiño, vamos a pintarle unos bigotes con tizne... Y cuando se despierte por la mañana reiremos un poco. (Se tizna los dedos y va hacia el cuarto.) |
ALGUNOS | Sí... sí. |
MESONERO | No, no. |
ALCALDE | (Con gravedad.) Señor estudiante, no lo permitiré yo, pues debo proteger a los forasteros que llegan a esta villa, y administrarles justicia como a los naturales de ella. |
ESTUDIANTE | No lo dije por tanto, señor alcalde... |
ALCALDE | Yo sí. Yo no fuera malo saber quién es el señor licenciado, de dónde viene y adónde va, pues parece algo alegre de cascos. |
ESTUDIANTE | Si la justicia me lo pregunta de burlas o de veras, no hay inconveniente en decirlo, que aquí se juega limpio. Soy el bachiller Pereda, graduado por Salamanca, in utroque, y hace ocho años que curso sus escuelas, aunque pobre, con honra, y no sin fama. Salí de allí hace más de un año, acompañando a mi amigo y protector el señor licenciado Vargas, y fuimos a Sevilla, a vengar la muerte de su padre el marqués de Calatrava, y a indagar el paradero de su hermana, que se escapó con el matador. Pasamos allí algunos meses, donde también estuvo su hermano mayor, el actual marqués, que es oficial de Guardias. Y como no lograron su propósito, se separaron jurando venganza. Y el licenciado y yo nos vinimos a Córdoba, donde dijeron que estaba la hermana. Pero no la hallamos tampoco, y allí supimos que había muerto en la refriega que armaron los criados del marqués, la noche de su muerte, con los del robador y asesino, y que éste se había vuelto a América. Con lo que marchamos a Cádiz, donde mi protector, el licenciado Vargas, se ha embarcado para buscar allá al enemigo de su familia. Y yo me vuelvo a mi universidad a desquitar el tiempo perdido, y a continuar mis estudios; con los que, y la ayuda de Dios, puede ser que me vea algún día gobernador del Consejo o arzobispo de Sevilla. |
ALCALDE | Humos tiene el señor bachiller, y ya basta; pues se ve en su porte y buena explicación que es hombre de bien, y que dice verdad. |
MESONERA | Dígame usted, señor estudiante, ¿y qué, mataron a ese marqués? |
ESTUDIANTE | Sí. |
MESONERA | ¿Y lo mató el amante de su hija y luego la robó?... ¡Ay! Cuéntenos su merced esa historia, que será muy divertida: cuéntela su merced... |
MESONERO | ¿Quién te mete a ti en saber vidas ajenas? ¡Maldita sea tu curiosidad! Pues que ya hemos cenado, demos gracias a Dios, y a recogerse. (Se ponen todos en pie, y se quitan el sombrero como que rezan.) Eh, buenas noches; cada mochuelo a su olivo. |
ALCALDE | Buenas noches, y que haya juicio y silencio. |
ESTUDIANTE | Pues me voy a mi cuarto. (Se va a meter en el del viajero incógnito.) |
MESONERO | Hola, no es ése, el de más allá. |
ESTUDIANTE | Me equivoqué. (Vanse EL ALCALDE y LOS LUGAREÑOS; entra EL ESTUDIANTE en su cuarto; LA MOZA, EL ARRIERO y LA MESONERA retiran la mesa y bancos, dejando la escena desembarazada. EL MESONERO se acerca al hogar, y queda todo en silencio y solos EL MESONERO y LA MESONERA.) |
Escena segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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MESONERO | Colasa, para medrar en nuestro oficio, es forzoso |
MESONERA | No, por mí no lo dirás, bien sabes que callar sé. |
MESONERO | Pues esto estuvo de más. |
MESONERA | También ahora extrañarás que entre en ese cuarto a ver |
MESONERO | Entra, que entrar es razón, aunque temo a la verdad |
MESONERA | . (Saliendo muy asustada.) ¡Ay Dios mío! Vengo muerta; |
MESONERO | ¿Cómo? ¿Cómo?... Ya lo sé... La ventana al campo da, |
MESONERA | (Dentro.) Nada, todo está aquí... ¡desdichada! |
MESONERO | Vaya entonces en buena hora. |
MESONERA | (Saliendo a la escena.) No hay duda, es una señora, |
MESONERO | Pues con bien la lleve Dios, y vámonos a acostar, |
Escena tercera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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El teatro representa una plataforma en la ladera de una áspera montaña. A la izquierda precipicios y derrumbaderos. Al frente, un profundo valle atravesado por un riachuelo, en cuya margen se ve a lo lejos la villa de Hornachuelos, terminando el fondo en altas montañas. A la derecha, la fachada del convento de los Ángeles, de pobre y humilde arquitectura. La gran puerta de la iglesia cerrada, pero practicable, y sobre ella una claraboya de medio punto por donde se verá el resplandor de las luces interiores; más hacia el proscenio, la puerta de la portería, también practicable y cerrada; en medio de ella una mirilla o gatera que se abre y se cierra, y al lado el cordón de una campanilla. En medio de la escena habrá una gran Cruz de piedra tosca y corroída por el tiempo, puesta sobre cuatro gradas que puedan servir de asiento. Estará todo iluminado por una luna clarísima. Se oirá dentro de la iglesia el órgano, y cantar maitines al coro de los frailes, y saldrá como subiendo por la izquierda DOÑA LEONOR muy fatigada y vestida de hombre con un gabán de mangas, sombrero gacho y botines
DOÑA LEONOR | Sí...ya llegué... Dios mío, gracias os doy rendida. |
Escena cuarta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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H. MELITÓN | ¿Quién es? |
DOÑA LEONOR | Una persona a quien interesa mucho, mucho, ver al instante al reverendo P. Guardián. |
H. MELITÓN | ¡Buena hora de ver al P. Guardián!... La noche está clara, y no será ningún caminante perdido. Si viene a ganar el jubileo, a las cinco se abrirá la iglesia; vaya con Dios; él le ayude. |
DOÑA LEONOR | Hermano, llamad al P. Guardián. Por caridad. |
H. MELITÓN | ¡Qué caridad a estas horas! El P. Guardián está en el coro. |
DOÑA LEONOR | Traigo para su reverencia un recado muy urgente del P. Cleto, definidor del convento de Córdoba, quien ya le ha escrito sobre el asunto de que vengo a hablarle. |
H. MELITÓN | ¡Hola!... ¿del P. Cleto el definidor del convento de Córdoba? Eso es distinto... iré, iré a decírselo al P. Guardián. Pero dígame, hijo, ¿el recado y la carta son sobre aquel asunto con el P. General, que está pendiente allá en Madrid?... |
DOÑA LEONOR | Es una cosa muy interesante. |
H. MELITÓN | ¿Pero para quién? |
DOÑA LEONOR | Para la criatura más infeliz del mundo. |
H. MELITÓN | ¡Mala recomendación!... Pero bueno; abriré la portería, aunque es contra regla, para que entréis a esperar. |
DOÑA LEONOR | No, no, no puedo entrar... ¡Jesús!!! |
H. MELITÓN | Bendito sea su santo nombre... ¿Pero sois algún excomulgado?... Si no es cosa rara preferir el esperar al raso. En fin, voy a dar el recado, que probablemente no tendrá respuesta. Si no vuelvo, buenas noches, ahí a la bajadita está la villa, y hay un buen mesón. El de la tía Colasa. (Ciérrase la ventanilla, y DOÑA LEONOR queda muy abatida.) |
Escena quinta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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DOÑA LEONOR | ¿Será tan negra y dura mi suerte miserable, |
Escena sexta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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P. GUARDIÁN | ¿El que me busca quién es? |
DOÑA LEONOR | Yo soy, Padre, qué quería... |
P. GUARDIÁN | Ya se abrió la portería; entrad en el claustro, pues. |
DOÑA LEONOR | (Muy sobresaltada.) ¡Ah!... imposible; padre, no. |
P. GUARDIÁN | ¡Imposible!... ¿Qué decís?... |
DOÑA LEONOR | Si que os hable permitís, aquí sólo puedo yo. |
P. GUARDIÁN | Si os envía el padre Cleto, hablad, que es mi grande amigo. |
DOÑA LEONOR | Padre, que sea sin testigo, porque me importa el secreto. |
P. GUARDIÁN | ¿Y quién?...Mas ya os entendí. Retiraos, fray Melitón, |
H. MELITÓN | ¿No lo dije? Secretitos Los misterios ellos solos, |
P. GUARDIÁN | ¿Qué murmura? |
H. MELITÓN | Que está tan premiosa esta puerta... y luego... |
P. GUARDIÁN | Obedezca, hermano lego. |
H. MELITÓN | Ya me la echó de guardián.
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Escena séptima
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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DOÑA LEONOR, EL P. GUARDIÁN
P. GUARDIÁN | (Acercándose a Leonor) Ya estamos, hermano, solos. |
DOÑA LEONOR | No, Padre mío, |
P. GUARDIÁN | ¿Qué os horroriza?... no entiendo... |
DOÑA LEONOR | (Muy abatida.) Soy una infeliz mujer. |
P. GUARDIÁN | (Asustado.) ¡Una mujer!... ¡Santo cielo! |
DOÑA LEONOR | Una mujer infeliz, maldición del universo, |
P. GUARDIÁN | Señora, alzad. Que son grandes (La levanta.) vuestros infortunios creo |
DOÑA LEONOR | No habéis: Padre, recibido la carta que el Padre Cleto... |
P. GUARDIÁN | (Recapacitando.) ¿El Padre Cleto os envía? |
DOÑA LEONOR | A vos, cual solo remedio de todos mis infortunios; |
P. GUARDIÁN | (Sorprendido.) ¿Sois doña Leonor de Vargas?... |
DOÑA LEONOR | . (Abatida.) ¡Os horroriza el mirarme! |
P. GUARDIÁN | (Afectuoso.) No, hija mía, no por cierto. Ni permita Dios que nunca |
DOÑA LEONOR | ¡Yo lo soy tanto! |
P. GUARDIÁN | Señora, vuestra agitación comprendo. |
DOÑA LEONOR | ¡No me abandonéis! Oh, Padre. |
P. GUARDIÁN | No, jamás; contad conmigo. |
DOÑA LEONOR | De este santo monasterio desde que el término piso, |
P. GUARDIÁN | ¡Oh! no lo dudo, hija mía; Libre estáis en este sitio |
DOÑA LEONOR | Por eso aquí busco ansiosa dulce consuelo y auxilio, |
P. GUARDIÁN | Vamos despacio, hija mía: el Padre Cleto me ha escrito |
DOÑA LEONOR | Si basta; es inmutable... lo fío. |
P. GUARDIÁN | ¡Hija mía! |
DOÑA LEONOR | Vengo resuelta, lo he dicho, a sepultarme por siempre |
P. GUARDIÁN | ¡Cómo!... |
DOÑA LEONOR | ¿Seré la primera?... No lo seré, Padre mío. |
P. GUARDIÁN | No os engañó el Padre Cleto, pues diez años ha vivido |
DOÑA LEONOR | Al momento llevadme allá, Padre mío. |
P. GUARDIÁN | ¡Oh, doña Leonor de Vargas! ¿Insistís? |
DOÑA LEONOR | Sí, Padre, insisto. Dios me manda... |
P. GUARDIÁN | Raras veces Dios tan grandes sacrificios |
DOÑA LEONOR | No es un acaloramiento, no un instante de delirio |
P. GUARDIÁN | Sois muy joven, hija mía; ¿quién lo que el cielo propicio |
DOÑA LEONOR | Renunció a todo, lo he dicho. |
P. GUARDIÁN | Acaso aquel caballero... |
DOÑA LEONOR | ¿Qué pronuncias?... ¡Oh martirio! Aunque inocente, manchado |
P. GUARDIÁN | Entiendo. Mas de vuestra casa el brillo. |
DOÑA LEONOR | Mi muerte sólo anhelan vengativos. |
P. GUARDIÁN | ¿Y la bondadosa tía que en Córdoba os ha tenido |
DOÑA LEONOR | No puedo sin ponerla en compromiso, |
P. GUARDIÁN | Y qué, ¿más seguro asilo no fuera, y más conveniente, |
DOÑA LEONOR | No, Padre; son tantos los requisitos |
P. GUARDIÁN | (Levantándose y aparte.) ¡Será verdad, Dios eterno! |
DOÑA LEONOR | Es inmutable, y cumplirla la voz del cielo me manda. |
P. GUARDIÁN | Sea pues, bajo el amparo de la Virgen Soberana. |
DOÑA LEONOR | (Arrojándose a las plantas del P. GUARDIÁN.) ¿Me acogéis?... ¡Oh Dios!... ¡Oh dicha! |
P. GUARDIÁN | (Levantándola.) Dad a la Virgen las gracias. |
DOÑA LEONOR | Y vos, tan sólo vos, o padre mío, sabréis que habito en estas asperezas, |
P. GUARDIÁN | Yo solamente sabré quién sois. Pero que avise es fuerza |
DOÑA LEONOR | Mas mis hermanos... o bandidos tal vez... |
P. GUARDIÁN | ¿Y quién pudiera atreverse, hija mía, sin que al punto |
DOÑA LEONOR | Bien: ¡oh Padre! pues que encontré donde esconderme pueda |
P. GUARDIÁN | Al punto sea, que ya la luz del alba se avecina. |
Escena octava
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Segunda jornada |
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P. GUARDIÁN | ¡Hola!... Hermano Melitón. ¡Hola!... despierte le digo; |
H. MELITÓN | (Dentro.) Pues qué, ¿ya las cinco son?... (Sale bostezando.) |
P. GUARDIÁN | La iglesia abra. |
H. MELITÓN | No es de día. |
P. GUARDIÁN | ¿Replica?... Por vida mía... |
H. MELITÓN | ¿Yo?... en mi vida he replicado. Bien podía el penitente |
P. GUARDIÁN | (Conduciendo a Leonor hacia la iglesia.) Vamos al punto, vamos; |
Jornada tercera
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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La escena es en Italia, en Veletri y sus alrededores
El teatro representa una sala corta, alojamiento de oficiales calaveras. En las paredes estarán colgados, en desorden, uniformes, capotes, sillas de caballos, armas, etc.; en medio habrá una mesa con tapete verde, dos candeleros de bronce con velas de sebo, los cuatro OFICIALES alrededor, uno de ellos con la baraja en la mano, y habrá sillas desocupadas
Escena primera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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PEDRAZA | (Entra muy deprisa.) ¡Qué frío está esto! |
OFICIAL 1º | Todos se han ido en cuanto me han desplumado: no he conseguido tirar ni una buena talla. |
PEDRAZA | Pues precisamente va a venir un gran punto, y si ve esto tan desierto y frío... |
OFICIAL 1º | ¿Y quién es el pájaro? |
TODOS | ¿Quién? |
PEDRAZA | El ayudante del general, ese teniente coronel que ha llegado esta tarde con la orden de que al amanecer estemos sobre las armas. Es gran aficionado, tiene mucho rumbo, y a lo que parece es blanquito. Hemos cenado juntos en casa de la coronela, a quien ya le está echando requiebros, y el taimado de nuestro capellán lo marcó por suyo. Le convidó con que viniera a jugar, y ya lo trae hacia aquí. |
OFICIAL 1º | Pues señores, ya es este otro cantar. Ya vamos a ser todos unos... ¿Me entienden ustedes? |
TODOS | Sí, sí, muy bien pensado. |
OFICIAL 2º | Como que es de plana mayor, y será contrario de los pobres pilíes. |
OFICIAL 4º | A él, y duro. |
OFICIAL1º | Pues para jugar con él tengo baraja preparada, más obediente que un recluta, y más florida que el mes de mayo. (Saca una baraja del bolsillo.) Y aquí está. |
OFICIAL 3º | ¡Qué fino es usted, camarada! |
OFICIAL lº | No hay que jugar ases ni figuras. Y al avío, que ya suena gente en la escalera. Tiro, tres a la derecha, nueve a la izquierda. |
Escena segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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DON CARLOS DE VARGAS. EL CAPELLÁN
CAPELLÁN | Aquí viene, compañeros, un rumboso aficionado. |
TODOS | Sea pues muy bien llegado. (Levantándose y volviéndose a sentar.) |
D. CARLOS | Buenas noches, caballeros. ¡Qué casa tan indecente! (Aparte.) |
OFICIAL 1º | Sentaos. (Se sienta DON CARLOS, haciéndole todos lugar.) |
CAPELLÁN | Señor, capitán (Al banquero.) ¿y el concurso? |
OFICIAL 1º | Se afufó (Barajando.) en cuanto me desbancó. |
OFICIAL 2º | El que nunca se aprovecha de tales gangas soy yo. |
OFICIAL 3º | Y yo en el juego contrario me empeñé, que nada vi, |
CAPELLÁN | Vamos. |
PEDRAZA | Vamos. |
OFICIAL 1º | Tiro. |
D. CARLOS | Juego. |
OFICIAL 1º | Tiro, a la derecha el as, y a la izquierda la sotita. |
OFICIAL 2º | Ya salió la muy maldita. Por vida de Barrabás... |
OFICIAL 1º | Rey a la derecha, nueve a la izquierda. |
D. CARLOS | Yo lo gano. |
OFICIAL 1º | ¡Tengo apestada la mano! (Paga.) Tres onzas, nada se debe. |
OFICIAL 4º | Ya quebró. |
OFICIAL 3º | Pegarle fuego. |
OFICIAL 1º | A la izquierda siete. |
D. CARLOS | Juego. |
OFICIAL 2º | Sólo el verla me rebota. |
D. CARLOS | Copo. |
CAPELLÁN | ¿Con carta tapada? |
OFICIAL 1º | Tiro, a la derecha el tres. |
PEDRAZA | ¡Qué bonita carta es! |
OFICIAL 1º | Cuando sale descargada. A la izquierda el cinco. |
D. CARLOS | (Levantándose y sujetando la mano del que talla.) No, |
OFICIAL 1º | ¡Cómo trampas!... ¿Quién osar?... |
D. CARLOS | Yo: pegado tras del cinco está el caballo, buen brinco |
OFICIAL 1º | Soy hombre pundonoroso, y esto una casualidad... |
D. CARLOS | Esta es una iniquidad, vos un taimado tramposo. |
PEDRAZA | Sois un loco, un atrevido |
D. CARLOS | Vos un vil, y con la espada... |
TODOS | Esta es una casa honrada. |
CAPELLÁN | Por Dios no hagamos ruido. |
D. CARLOS | (Echando a rodar la mesa.) Abreviemos de razones. |
TODOS | (Tomando las espadas.) Muera, muera el insolente. |
D. CARLOS | (Sale defendiéndose.) Qué puede con un valiente |
Escena tercera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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El teatro representa una selva muy oscura.
Aparece al fondo. DON ÁLVARO, solo,
vestido de capitán de granaderos,
se acerca lentamente,
y dice con gran agitación
DON ÁLVARO | (Solo) ¡Qué carga tan insufrible |
D. CARLOS | (Dentro.) ¡Traidores! |
VOCES | (Dentro.) Muera. |
D. CARLOS | (Dentro.)¡Viles! |
D. ÁLVARO | (Sorprendido.) ¡Qué clamores! |
D. CARLOS | (Dentro.) ¡Socorro! |
D. ÁLVARO | (Desenvainando la espada.) Dárselo quiero, que oigo crujir el acero; |
Escena cuarta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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DON ÁLVARO y DON CARLOS, con las espadas desnudas
D. ÁLVARO | Huyeron... ¿Estáis herido? |
D. CARLOS | Mil gracias os doy, señor; sin vuestro heroico valor |
D. ÁLVARO | ¿Y herido estáis? |
D. CARLOS | (Reconociéndose.) Nada siento. (Envainan.) |
D. ÁLVARO | ¿Quiénes eran? |
D. CARLOS | Asesinos. |
D. ÁLVARO | ¿Cómo osaron tan vecinos de un militar campamento?... |
D. CARLOS | Os lo diré francamente; fue contienda sobre el juego. |
D. ÁLVARO | Ya caigo, aquí a mano diestra... |
D. CARLOS | Sí. |
D. ÁLVARO | Que extrañe perdonad, que un hombre de calidad, |
D. CARLOS | Sólo el ser recién llegado puede, señor, disculparme; |
D. ÁLVARO | ¿Con qué ha poco estáis aquí? |
D. CARLOS | Diez días ha que llegué a Italia; dos sólo que |
D. ÁLVARO | (Con indiferencia.) Al acaso. |
D. CARLOS | (Con expresión.) Que me deis vuestro nombre a suplicaros |
D. ÁLVARO | ¡Qué franco es, y qué expresivo! (Aparte.) Me cautiva el corazón. |
D. CARLOS | Me parece que es razón que sepa yo por quién vivo, |
D. ÁLVARO | Soy... don Fadrique de Herreros, capitán de granaderos |
D. CARLOS | (Con grande admiración y entusiasmo.) ¿Sois... ¡grande dicha es la mía! |
D. ÁLVARO | Señor... |
D. CARLOS | Desde que llegué a Italia, sólo elogiaros |
D. ÁLVARO | Con ella, señor, contad, que me honráis muy altamente. |
D. CARLOS | Tanto honor, será muy corto, señor, |
D. ÁLVARO | Y por todo el campamento, de los tambores el son |
D. CARLOS | Yo también, y a vuestro lado asistiré en la pelea, |
D. ÁLVARO | Favorecedor y amigo, si sois cual cortés valiente, |
Escena quinta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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El teatro representa un risueño campo de Italia, al amanecer: se verá a lo lejos el pueblo de Veletri y varios puestos militares; algunos cuerpos de tropas cruzan la escena, y luego sale una compañía de infantería con EL CAPITÁN, EL TENIENTE y EL SUBTENIENTE. DON CARLOS sale a caballo con una ordenanza detrás y coloca la compañía a un lado, avanzando una guerrilla al fondo del teatro.
D. CARLOS | Señor capitán, permaneceréis aquí hasta nueva orden; pero si los enemigos arrollan las guerrillas, y se dirigen a esta altura donde está la compañía de Cantabria, marchad a socorrerla a todo trance. |
CAPITÁN | Está bien; cumpliré con mi obligación. (Vase DON CARLOS.) |
Escena sexta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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CAPITÁN | Granaderos, en su lugar, descanso. Parece que lo entiende este ayudante. (Salen los oficiales de las filas y se reúnen mirando con un anteojo hacia donde suena rumor de fusilería.) |
TENIENTE | Se va galopando al fuego como un energúmeno, y la acción se empeña más y más. |
SUBTENIENTE | Y me parece que ha de ser muy caliente. |
CAPITÁN | (Mirando con el anteojo.) Bien combaten los granaderos del Rey. |
TENIENTE | Como que llevan a la cabeza a la prez de España, al valiente don Fadrique de Herreros, que pelea como un desesperado. |
SUBTENIENTE | (Tomando el anteojo y mirando con él.) Pues los alemanes cargan a la bayoneta y con brío; a Dios, que nos desalojan de aquel puesto. |
CAPITÁN | (Toma el anteojo.) A ver, a ver... ¡Ay! sino me engaño, el capitán de granaderos del Rey ha caído o muerto o herido; lo veo claro, claro. |
TENIENTE | Yo distingo que se arremolina la compañía... y creo que retrocede. |
SOLDADOS | A ellos, a ellos. |
CAPITÁN | Silencio. Firmes. (Vuelve a mirar con el anteojo.) |
SUBTENIENTE | Uno corre a caballo hacia allá. |
CAPITÁN | Sí, es el ayudante... Está reuniendo la gente y carga... ¡con qué denuedo!... nuestro es el día. |
TENIENTE | Sí, veo huir a los alemanes. |
SOLDADOS | A ellos. |
CAPITÁN | Firmes, granaderos. (Mira con el anteojo.) |
TENIENTE | A ver, a ver. (Toma el anteojo y mira.) |
TODOS | Dios nos le conserve, que es la flor del ejército. |
CAPITÁN | Pero por este lado no va tan bien. -Teniente, vaya usted a reforzar con la mitad de la compañía de guerrillas que están en esa cañada; que yo voy a acercarme a la compañía de Cantabria; vamos, vamos. |
SOLDADOS | Viva España, viva España, viva Nápoles. (Marchan.) |
Escena séptima
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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El teatro representa el alojamiento de un oficial superior; al frente estará la puerta de la alcoba practicable y con cortinas. Entra DON ÁLVARO herido y desmayado en una camilla llevada por cuatro granaderos; EL CIRUJANO, a un lado, y DON CARLOS, a otro, lleno de polvo y como muy cansado; un soldado traerá la maleta de DON ÁLVARO y la pondrá sobre una mesa; colocarán la camilla en medio de la escena, mientras los granaderos entran en la alcoba a hacer la cama
D. CARLOS | Con mucho, mucho cuidado, dejadle aquí, y al momento |
CIRUJANO | Y que haya mucho silencio. |
D. ÁLVARO | (Volviendo en sí.) ¿Dónde estoy? ¿Dónde? |
D. CARLOS | (Con mucho cariño.) En Veletri, a mi lado, amigo excelso. |
D. ÁLVARO | . ¡Dios eterno! ¡Con salvarme de la muerte, |
D. CARLOS | No digáis tal, don Fadrique, cuando tan vano me encuentro |
D. ÁLVARO | ¡Ay don Félix de Avendaña, qué grande mal me habéis hecho! |
CIRUJANO | Otra vez se ha desmayado; agua y vinagre. |
D. CARLOS | (A uno de los soldados.) Al momento. ¿Está de mucho peligro? (Al cirujano.) |
CIRUJANO | Este balazo del pecho, en donde aún tiene la bala, |
D. CARLOS | (Con gran vehemencia.) Salvad su vida, salvadle; |
CIRUJANO | Lo agradezco: para cumplir con mi oficio |
D. ÁLVARO | (Vuelve en sí.) ¡Ay! |
D. CARLOS | Ánimo, noble amigo, cobrad ánimo y aliento: |
D. ÁLVARO | (Muy agitado.) ¿Qué escucho? ¿Qué? ¡Santo cielo! |
CIRUJANO | Ya otra vez se desmayó: sin quietud y sin silencio |
D. CARLOS | (Suspenso aparte.) El nombre de Calatrava |
CIRUJANO | No puedo esperar más tiempo. ¿Aún no está lista la cama? |
D. CARLOS | (Mirando a la alcoba.) Ya lo está. |
CIRUJANO | (A los cuatro soldados.) Llevadle luego. |
D. ÁLVARO | ¡Ay de mí! (Volviendo en sí.) |
CIRUJANO | Llevadle. |
D. ÁLVARO | (Haciendo esfuerzos.) Esperen. Poco, por lo que en mí siento, |
CIRUJANO | Si habláis, señor no es posible... |
D. ÁLVARO | No volver a hablar prometo. Pero sólo una palabra, |
D. CARLOS | (Al cirujano y soldados.) Apartad, démosle gusto; |
D. ÁLVARO | Don Félix, vos solo, solo (Dale la mano.) cumpliréis con lo que quiero |
D. CARLOS | Yo os lo juro, amigo mío; acabad, pues. |
D. ÁLVARO | ¡Ah! no puedo. Meted en este bolsillo, |
D. CARLOS | Sí, encuentro una llavecita... |
D. ÁLVARO | Es ésa. (Saca D. CARLOS la llave.) |
D. CARLOS | ¿Sin abrirlos? |
D. ÁLVARO | (Muy agitado.) Sin abrirlos, que en ellos hay un misterio |
D. CARLOS | Yo os la doy con todo el alma. |
D. ÁLVARO | Entonces tranquilo muero. Dadme el postrimer abrazo, |
CIRUJANO | (Enfadado.) Al momento a la alcoba. Y vos, don Félix, |
Escena octava
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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D. CARLOS | ¿Ha de morir...¡qué rigor! tan bizarro militar? |
Escena novena
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Tercera jornada |
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EL CIRUJANO, que sale muy contento
CIRUJANO | Albricias pediros quiero; ya le he sacado la bala, |
D. CARLOS | (Le abraza fuera de sí.) ¿De veras?... Feliz me hacéis: |
Jornada cuarta
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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La escena es en Veletri
El teatro representa una sala corta, de alojamiento militar
Escena primera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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DON ÁLVARO y DON CARLOS
D. CARLOS | Hoy que vuestra cuarentena dichosamente cumplís, ¿de salud cómo os sentís? |
D. ÁLVARO | Estoy como si tal cosa; nunca tuve más salud, |
D. CARLOS | En extremo interesante me era la vida salvaros. |
D. ÁLVARO | ¿Y con qué, amigo, pagaros podré interés semejante? |
D. CARLOS | ¿Y estáis tan repuesto y fuerte, que sin ventaja pudiera |
D. ÁLVARO | Estoy, amigo, de suerte, que en casa del coronel |
D. CARLOS | ¿De veras? |
D. ÁLVARO | ¿Os enojáis porque ayer no os dije acaso |
D. CARLOS | ¿Conque ya no os duele nada, ni hay asomo de flaqueza |
D. ÁLVARO | No... Pero parece que algo amigo, os atormenta, |
D. CARLOS | ¡Al contrario!... Al veros bueno, capaz de entrar en acción, |
D. ÁLVARO | ¿Queréis pruebas? |
D. CARLOS | (Con vehemencia.) Las deseo. |
D. ÁLVARO | A la descubierta vamos de mañana, y enredamos |
D. CARLOS | La prueba se puede hacer, pues que estáis fuerte, sin ir |
D. ÁLVARO | No os entiendo (Confuso.) |
D. CARLOS | ¿No tendréis, sin ir a los imperiales, |
D. ÁLVARO | ¿A quién le faltan? -Mas no lo que me decís comprendo. |
D. CARLOS | Os lo está a voces diciendo más la conciencia que yo. |
D. ÁLVARO | (Fuera de sí.) ¡Ah traidor!... ¡Ah fementido violaste infame un secreto, |
D. CARLOS | ¿Qué osáis pensar?... Respeté vuestros papeles sellados, |
D. ÁLVARO | No sé temblar... Sorprendido, sí, me tenéis... |
D. CARLOS | No lo extraño. |
D. ÁLVARO | ¿Y usurpar con un engaño mi amistad, honrado ha sido? |
D. CARLOS | De esta suerte no me permito |
D. ÁLVARO | Aconteceros pudiera sin el título morir. |
D. CARLOS | Vamos pronto a combatir, quedemos o dentro o fuera. |
D. ÁLVARO | Vamos, pues, señor don Carlos, que si nunca fue a buscarlos, |
D. CARLOS | Es perder tiempo toda explicación. |
D. ÁLVARO | No os neguéis a la razón, que suele funesto ser. |
D. CARLOS | ¿Y me osáis recordar? |
D. ÁLVARO | ¿Teméis que vuestro valor se disminuya y se asombre, |
D. CARLOS | ¡Nobleza un aventurero! ¡Honor un desconocido! |
D. ÁLVARO | ¡Ay, que ese error a la muerte, por más que lo evite yo, |
D. CARLOS | Guardadlo, no soy curioso. Que sólo anhelo venganza, |
D. ÁLVARO | ¿Sangre?... La habrá. |
D. CARLOS | Salgamos al campo ya. |
D. ÁLVARO | Salgamos sin más tardanza. (Deteniéndose.) |
D. CARLOS | (Turbado.) ¿Pues qué?... ¿Mi hermana?... ¿Leonor?... |
D. ÁLVARO | Aquella noche terrible llevándola yo a un convento, |
D. CARLOS | (Resuelto.) Basta, imprudente impostor; ¿y os precias de caballero?... |
D. ÁLVARO | (Muy conmovido.) ¡Don Carlos!... ¡Señor!... ¡Amigo! |
D. CARLOS | Vive; ¿y qué os importa a vos? muy pronto no vivirá. |
D. ÁLVARO | Don Félix, mi amigo; sí. Pues que vive vuestra hermana |
D. CARLOS | ¿Estáis, don Álvaro, loco? ¿Qué es lo que pensar osáis? |
D. ÁLVARO | Callad. Callad... ¿delante de mí |
D. CARLOS | Lo juro, sí; lo juro... |
D. ÁLVARO | ¿El qué?... Continuad. |
D. CARLOS | La muerte de la malvada, en cuanto acabe con vos. |
D. ÁLVARO | Pues no será, vive Dios, que tengo brazo y espada. |
D. CARLOS | A vuestra tumba venid. |
D. ÁLVARO | Demandad perdón al cielo. |
Escena segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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El teatro representa la plaza principal de Veletri; a un lado y otro se ven tiendas y cafés; en medio, puestos de frutas y verduras; al fondo, la guardia del principal, y el centinela paseándose delante del armero; los oficiales en grupos a una parte y otra, y la gente del pueblo cruzando en todas direcciones. EL TENIENTE, EL SUBTENIENTE y PEDRAZA se reunirán a un lado de la escena, mientras los OFICIALES 1.º, 2.º, 3.º y 4.º hablan entre sí, después de leer un edicto que está fijado en una esquina, y que llama la atención de todos
OFICIAL 1º | El rey Carlos de Nápoles no se chancea: pena de muerte nada menos. |
OFICIAL 2º | ¿Cómo pena de muerte? |
OFICIAL 3º | Hablamos de la ley que se acaba de publicar, y que allí está para que nadie la ignore, sobre desafíos. |
OFICIAL 2º | Ya, ciertamente es un poco dura. |
OFICIAL 3º | Yo no sé cómo un rey tan valiente y tan joven puede ser tan severo contra los lances de honor. |
OFICIAL 1º | Amigo, es que cada uno arrima el ascua a su sardina, y como siempre los desafíos suelen ser entre españoles y napolitanos, y éstos llevan lo peor, el rey que al cabo es rey de Nápoles... |
OFICIAL 2º | No, esas son fanfarronadas; pues hasta ahora no han llevado siempre lo peor los napolitanos; acordaos del mayor Cariciolo, que despabiló a dos oficiales. |
TODOS | Eso fue una casualidad. |
OFICIAL 1º | Lo cierto es que la ley es dura; pena de muerte por batirse, pena de muerte por ser padrino, pena de muerte por llevar cartas; qué sé yo. Pues el primero que caiga... |
OFICIAL 2º | No, no es tan rigurosa. |
OFICIAL 1º | ¿Cómo no? Vean ustedes. Leamos otra vez. (Se acercan a leer el edicto y se adelantan en la escena los otros.) |
SUBTENIENTE | ¡Hermoso día! |
TENIENTE | Hermosísimo. Pero pica mucho el sol. |
PEDRAZA | Buen tiempo para hacer la guerra. |
TENIENTE | Mejor es para los heridos convalecientes. Yo me siento hoy enteramente bueno de mi brazo. |
SUBTENIENTE | También parece que el valiente capitán de granaderos del rey está enteramente restablecido. ¡Bien pronto se ha curado! |
PEDRAZA | ¿Se ha dado ya de alta? |
TENIENTE | Sí, esta mañana. Está como si tal cosa. Un poco pálido pero fuerte. Hace un rato que lo encontré; iba como hacia la Alameda a dar un paseo con su amigote el ayudante don Félix de Avendaña. |
SUBTENIENTE | Bien puede estarle agradecido; pues además de haberlo sacado del campo de batalla, le ha salvado la vida con su prolija y esmerada asistencia. |
TENIENTE | También puede dar gracias a la habilidad del doctor Pérez, que se ha acreditado de ser el mejor cirujano del ejército. |
SUBTENIENTE | Y no lo perderá; pues según dicen, el ayudante, que es muy rico y generoso, le va a hacer un gran regalo. |
PEDRAZA | Bien puede; pues según me ha dicho un sargento de mi compañía, andaluz, el tal don Félix está aquí con nombre supuesto, y es un marqués riquísimo de Sevilla. |
TODOS | ¿De veras? (Se oye ruido; se arremolinan todos mirando hacia el mismo lado) |
TENIENTE | ¡Hola! ¿Qué alboroto es aquél? |
SUBTENIENTE | Veamos... Sin duda algún preso. Pero, ¡Dios mío! ¿Qué veo? |
PEDRAZA | ¿Qué es aquello? |
TENIENTE | ¿Estoy soñando?... ¿No es el capitán de granaderos del rey el que traen preso? |
TODOS | No hay duda, es el valiente don Fadrique. (Se agrupan todos sobre el primer bastidor de la derecha, por donde sale el capitán preboste y cuatro granaderos, y en medio de ellos preso sin espada ni sombrero don Álvaro; y atravesando la escena, seguidos por la multitud, entran en el cuerpo de guardia que está al fondo; mientras tanto, se desembaraza el teatro. (Todos vuelven a la escena, menos Pedraza, que entra en el cuerpo de guardia). |
TENIENTE | Pero, señor, ¿qué será esto? ¿Preso el militar más valiente, más exacto que tiene el ejército? |
SUBTENIENTE | Ciertamente es cosa muy rara. |
TENIENTE | Vamos a averiguar... |
SUBTENIENTE | Ya viene aquí Pedraza, que sale del cuerpo de guardia, y sabrá algo. Hola, Pedraza, ¿qué ha sido? |
PEDRAZA | (Señalando al edicto, y se reúne más gente a los cuatro oficiales.) Muy mala causa tiene. Desafío... El primero que quebranta la ley: desafío y muerte. |
TODOS | ¡Cómo! ¿Y con quién? |
PEDRAZA | ¡Caso extrañísimo! El desafío ha sido con el teniente coronel Avendaña. |
TODOS | ¡Imposible!... ¡Con su amigo! |
PEDRAZA | Muerto le deja de una estocada detrás del cuartel. |
TODOS | ¡Muerto! |
PEDRAZA | Muerto. |
OFICIAL 1º | Me alegro, que era un botarate. |
OFICIAL 2º | Un insultante. |
TENIENTE | ¡Pues señores, la ha hecho buena! Mucho me temo que va a estrenar aquella ley. |
TODOS | ¡Qué horror! |
SUBTENIENTE | Será una atrocidad. Debe haber alguna excepción a favor de oficial tan valiente y benemérito. |
PEDRAZA | Sí, ya está fresco. |
TENIENTE | El capitán Herreros es con razón el ídolo del ejército. Y yo creo, que el general y el coronel, y los jefes todos, tanto españoles como napolitanos, hablarán al rey... y tal vez... |
SUBTENIENTE | El rey Carlos es tan testarudo... y como este es el primer caso que ocurre, el mismo día que se ha publicado la ley... No hay esperanza; ¡esta noche misma se juntará el consejo de guerra, y antes de tres días le arcabucean!... Pero, ¿sobre qué habrá sido el lance? |
PEDRAZA | Yo no sé, nada me han dicho. Lo que es el capitán tiene malas pulgas, y su amigote era un poco caliente de lengua. |
OFICIALES 1ºy4º | Era un charlatán, un fanfarrón. |
SUBTENIENTE | En el café han entrado algunos oficiales del regimiento del rey, sabrán sin duda todo el lance; vamos a hablar con ellos. |
TODOS | Sí, vamos. |
Escena tercera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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El teatro representa el cuarto de un oficial de guardia; se verá a un lado el tabladillo y el colchón, y en medio habrá una mesa y sillas de paja. Entran en la escena
DON ÁLVARO y EL CAPITÁN
CAPITÁN | Como la mayor desgracia juzgo, amigo y compañero, |
D. ÁLVARO | Yo os agradezco, señor, tal cortesanía. |
CAPITÁN | En Veletri ciertamente no se habla de otra materia. |
D. ÁLVARO | Y bien, ¿qué dicen, qué piensan? |
CAPITÁN | La amistad íntima todos, que os enlazaba, recuerdan, |
D. ÁLVARO | Entiendo. Que soy un monstruo, una fiera. |
CAPITÁN | Perdonadme si con mis noticias necias... |
D. ÁLVARO | Yo lo amaba... ¡Ah cuál me aprieta el corazón una mano |
CAPITÁN | Anuló sin duda tales servicios con un agravio. |
D. ÁLVARO | No, amigo; cuanto de él se diga es falso. |
CAPITÁN | Calmaos, señor don Fadrique: aún no estáis del todo bueno |
D. ÁLVARO | ¿Por qué no quedé en el campo de batallla como bueno? |
CAPITÁN | ¿Qué decís?... No hemos llegado, señor, a tan duro extremo; |
D. ÁLVARO | No, no hay ninguna. Soy homicida, soy reo. |
CAPITÁN | Mas según tengo entendido (ahora de mi regimiento |
D. ÁLVARO | (Conmovido.) ¿De veras? Con el alma lo agradezco, |
Escena cuarta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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LOS MISMOS y EL SARGENTO
SARGENTO | Mi capitán... |
CAPITÁN | ¿Qué se ofrece? |
SARGENTO | El mayor... |
CAPITÁN | Voy al momento. (Vase.)
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Escena quinta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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D. ÁLVARO | ¡Leonor! ¡Leonor! Si existes, desdichada, ¡oh qué golpe te espera, |
Escena sexta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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DON ÁLVARO, EL CAPITÁN
CAPITÁN | Hola, amigo y compañero... |
D. ÁLVARO | ¿Vais a darme alguna nueva? ¿Para cuándo convocado |
CAPITÁN | Dicen que esta noche misma debe reunirse a gran prisa... |
D. ÁLVARO | Es un valiente soldado, es un gran rey. |
CAPITÁN | Mas pudiera no ser tan tenaz y duro. |
D. ÁLVARO | En los reyes la debilidad es mengua. |
CAPITÁN | Los jefes y generales que hoy en Veletri se encuentran |
D. ÁLVARO | Según la ley. No hay remedio, injusta otra cosa fuera. |
CAPITÁN | ¡Pero qué pena tan dura, tan extraña, tan violenta!... |
D. ÁLVARO | La muerte. Como cristiano la sufriré: no me aterra. |
CAPITÁN | No será acaso... aún veremos... puede que se arme una gresca |
D. ÁLVARO | Basta ¿qué decís? ¿Tal piensa quien de militar blasona? |
CAPITÁN | La ley es atroz, horrenda. |
D. ÁLVARO | Yo la tengo por muy justa; forzoso remediar era |
CAPITÁN | ¿Qué? |
D. ÁLVARO | ¿Escuchasteis? |
CAPITÁN | El desorden ya comienza. |
(Se oye gran ruido; tiros, confusión y
cañonazos, que van en aumento hasta el fin del acto.)
Escena séptima
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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LOS MISMOS y EL SARGENTO, que entra muy presuroso
SARGENTO | ¡Los alemanes! Los enemigos están en Veletri. ¡Estamos sorprendidos! |
VOCES DENTRO | ¡A las armas! ¡A las armas! (Sale el oficial un instante, se aumenta el ruido, y vuelve con la espada desnuda). |
CAPITÁN | Don Fadrique, escapad: no puedo guardar más vuestra persona; andan los nuestros y los imperiales mezclados por las calles; arde el palacio del rey; hay una confusión espantosa; tomad vuestro partido. Vamos, hijos, a abrirnos paso como valientes, o a morir como españoles. |
Escena octava
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Cuarta jornada |
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D. ÁLVARO | Denme una espada, volaré a la muerte: y si es vivir mi suerte, |
FIN DE LA JORNADA CUARTA
Jornada quinta
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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La escena es en el convento de los Ángeles y sus alrededores.
El teatro representa lo interior del claustro bajo el convento de los Ángeles, que debe ser una galería mezquina alrededor de un patiecillo, con naranjos, adelfas y jazmines. A la izquierda se verá la portería, a la derecha, la escalera. Debe de ser decoración corta, para que detrás estén las otras por su orden. Aparecen el P. GUARDIÁN paseándose gravemente por el proscenio, y leyendo en su breviario, el H. MELITÓN sin manto, arremangado, y repartiendo con su cucharón, de un gran caldero, la sopa, al VIEJO, al COJO, al MANCO, a la MUJER y al grupo de pobres que estará apiñado en la portería.
Escena primera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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H. MELITÓN | Vamos, silencio y orden, que no están en ningún figón.
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MUJER | Padre, a mí, a mí.
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VIEJO | ¿Cuántas raciones quiere, Marica?...
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COJO | Ya le han dado tres, y no es regular...
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H. MELITÓN | Callen, y sean humildes, que me duele la cabeza.
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MANCO | Marica ha tomado tres raciones.
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MUJER | Y aún voy a tomar cuatro, que tengo seis chiquillos.
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H. MELITÓN | ¿Y porqué tiene seis chiquillos?... Sea su alma.
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MUJER | Porque me los ha dado Dios.
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H. MELITÓN | Si... Dios... Dios... No los tendría si se pasara las noches como yo, rezando el rosario, o dándose disciplina.
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P. GUARDIÁN | (Con gravedad.) ¡Hermano Melitón!... ¡Hermano Melitón!... ¡Válgame Dios!
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H. MELITÓN | Padre nuestro, si estos desesperados tienen una fecundidad que asombra.
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COJO | A mí, P. Melitón, que tengo ahí fuera a mi madre baldada.
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H. MELITÓN | ¡Hola!... ¿También ha venido hoy la bruja? Pues no nos falta nada.
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P. GUARDIÁN | ¡Hermano Melitón!
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MUJER | Mis cuatro raciones.
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MANCO | A mí antes.
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VIEJO | A mí.
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TODOS | A mí, a mí...
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H. MELITÓN | Váyanse enhoramala, y tengan modo... ¿A que les doy con el cucharón?...
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P. GUARDIÁN | Caridad, hermano, caridad, que son hijos de Dios.
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H. MELITÓN | (Sofocado) Tomen, y váyanse...
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MUJER | Cuando nos daba la guiropa el P. Rafael lo hacía con más modo y con más temor de Dios.
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H. MELITÓN | Pues llamen al P. Rafael... que no los puedo aguantar ni una semana.
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VIEJO | Hermano, ¿me quiere dar otro poco de bazofia?....
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H. MELITÓN | ¡Galopo!... ¿Bazofia llama a la gracia de Dios?
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P. GUARDIÁN | Caridad y paciencia, hermano Melitón; harto trabajo tienen los pobrecitos.
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H. MELITÓN | Quisiera yo ver a V. Rma. lidiar con ellos un día, y otro, y otro.
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COJO | El P. Rafael...
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H. MELITÓN | No me jeringuen con el P. Rafael... y... tomen las arrebañaduras (Les reparte los restos del caldero, y lo echa a rodar de una patada.) |
MUJER | Si el P. Rafael quisiera bajar a decirle los Evangelios a mi niño que tiene sisiones...
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H. MELITÓN | Tráigalo mañana, cuando salga a decir misa el P. Rafael.
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COJO | Si el P. Rafael quisiera venir a la villa, a curar a mi compañero, que se ha caído.
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H. MELITÓN | Ahora no es hora de ir a hacer milagros; por la mañanita, por la mañanita con la fresca.
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MANCO | Si el P. Rafael... |
H. MELITÓN | (Fuera de sí.) Ea, ea, fuera... al sol... ¡Cómo cunde la semilla de los perdidos! horrio... afuera. (Los va echando con el cucharón y cierra la portería, volviendo luego muy sofocado y cansado donde está el Guardián). |
Escena segunda
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Don Álvaro o La fuerza del sino |
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H. MELITÓN | No hay paciencia que baste, Padre nuestro. |
P. GUARDIÁN | Me parece, hermano Melitón, que no os ha dotado el Señor con gran cantidad de ella. Considere que en dar de comer a los pobres de Dios desempeña un ejercicio de que se honraría un ángel. |
H. MELITÓN | Yo quisiera ver a un ángel en mi lugar siquiera tres días... puede ser que de cada guantada... |
P. GUARDIÁN | No diga disparates. |
H. MELITÓN | Pues si es verdad. Yo lo hago con mucho gusto, eso es otra cosa. Y bendito sea el Señor, que nos da bastante para que nuestras sobras sirvan de sustento a los pobres. Pero es preciso enseñarles los dientes. Viene entre ellos mucho pillo... Los que están tullidos y viejos vengan enhorabuena, y les daré hasta mi ración, el día que no tenga mucha hambre; pero jastiales, que pueden derribar a puñadas un castillo, váyanse a trabajar. Y hay algunos tan insolentes... hasta llaman bazofia a la gracia de Dios... Lo mismo que restregarme siempre por los hocicos al P. Rafael; toma si nos daba más, daca si tenía mejor modo, toma si era más caritativo, vuelta si no metía tanta prisa. Pues a fe, a fe, que el bendito P. Rafael a los ocho días se hartó de pobres y de guiropa, y se metió en su celda, y aquí quedó el H. Melitón. Y por cierto no sé por qué esta canalla dice que tengo mal genio. Pues el P. Rafael también tiene su piedra en el rollo, y sus prontos, y sus ratos de murria como cada cual. |
P. GUARDIÁN | Basta, hermano, basta. El P. Rafael no podía, teniendo que cuidar el altar, y que asistir al coro, entender en el repartimiento de la limosna: ni éste ha sido nunca encargo de un religioso antiguo, sino incumbencia del portero... ¿Me entiende?... Y H. Melitón, tenga más humildad, y no se ofenda cuando prefieran al P. Rafael, que es un siervo de Dios a quien todos debemos imitar. |
H. MELITÓN | Yo no me ofendo de que prefieran al P. Rafael. Lo que digo es que tiene su genio. Y a mí me quiere mucho, padre nuestro, y echamos nuestras manos de conversación. Pero tiene de cuando en cuando unas salidas, y se da unas palmadas en la frente.... y habla solo, y hace visajes como si viera algún espíritu. |
P. GUARDIÁN | Las penitencias, los ayunos... |
H. MELITÓN | Tiene cosas muy raras. El otro día estaba cavando en la huerta, y tan pálido y tan desemejado, que le dije en broma: Padre, parece un mulato; y me echó una mirada, y cerró el puño, y aún lo enarboló de modo que parecía que me iba a tragar. Pero se contuvo, se echó la capucha y desapareció; digo, se marchó de allí a buen paso. |
P. GUARDIÁN | Ya. |
H. MELITÓN | Pues el día que fue a Hornachuelos a auxiliar a su alcalde, cuando estaba en toda su furia aquella tormenta en que nos cayó la centella sobre el campanario, al verlo yo salir sin cuidarse del aguacero, ni de los truenos que hacían temblar estas montañas, le dije por broma que parecía entre los riscos un indio bravo: y me dio un berrido que me aturrulló... Y como vino al convento de un modo tan raro, y nadie lo viene nunca a ver, ni sabemos dónde nació... |
P. GUARDIÁN | Hermano, no haga juicios temerarios. Nada tiene de particular eso, ni el modo con que vino a esta casa el P. Rafael es tan raro como dice. El Padre limosnero que venía de Palma, se lo encontró muy mal herido en los encinares de Escalona, junto al camino de Sevilla, víctima sin duda de los salteadores, que nunca faltan en semejante sitio; y lo trajo al convento, donde Dios sin duda le inspiró la vocación de tomar nuestro santo escapulario, como lo verificó en cuanto se vio restablecido, y pronto hará cuatro años. Esto no tiene nada de particular. |
H. MELITÓN | Ya, eso sí... Pero, la verdad, siempre que lo miro me acuerdo de aquello que V. Rma. nos ha contado muchas veces, y también se nos ha leído en el refectorio, de cuando se hizo fraile de nuestra orden el demonio, y que estuvo allá en un convento algunos meses. Y se me ocurre si el P. Rafael será alguna cosa así... pues tiene unos repentes, una fuerza, y un mirar de ojos... |
P. GUARDIÁN | Es cierto, hermano mío; así consta de nuestras crónicas, y está consignado en nuestros archivos. Pero, además de que rara vez se repiten tales milagros, entonces el Guardián de aquel convento en que ocurrió el prodigio, tuvo una revelación que le previno de todo. Y lo que es yo, hermano mío, no he tenido hasta ahora ninguna. Con que tranquilícese, y no caiga en la tentación de sospechar del P. RAFAEL. |
H. MELITÓN | Yo, nada sospecho. |
P. GUARDIÁN | Le aseguro que no he tenido revelación. |
H. MELITÓN | Ya, pues, entonces... Pero tiene muchas rarezas el P. RAFAEL. |
P. GUARDIÁN | Los desengaños del mundo, las tribulaciones... Y luego, el retiro con que vive, las continuas penitencias... (Suena la campanilla de la portería.) Vaya a ver quién llama. |
H. MELITÓN | ¿A que son otra vez los pobres? Pues ya está limpio el caldero... (Suena otra vez la campanilla.) |
P. GUARDIÁN | Abra, hermano, abra la puerta. (Vase.) (Abre el lego la portería.) |
Escena tercera
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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EL H. MELITÓN y DON ALFONSO vestido de monje, que sale embozado
D. ALFONSO | (Con muy mal modo, y sin desembozarse). De esperar me he puesto cano. |
H. MELITÓN | Tonto es este caballero. (Aparte.) Pues que abrí la puerta es llano. (Alto.) |
D. ALFONSO | ¿El Padre Rafael está? Tengo que verme con él. |
H. MELITÓN | ¡Otro Padre Rafael! (Aparte.) Amostazándome va. |
D. ALFONSO | Responda pronto. |
H. MELITÓN | (Con miedo.) Al momento. Padres Rafaeles... hay dos. |
D. ALFONSO | Para mí mas que haya ciento. El Padre Rafael... (Muy enfadado.) |
H. MELITÓN | ¿El gordo? ¿El natural de Porcuna? |
D. ALFONSO | El del infierno. |
H. MELITÓN | Pues ahora caigo en quién es: el alto, adusto, moreno, |
D. ALFONSO | Llevadme a su celda, pues. |
H. MELITÓN | Daréle aviso primero, porque si está en oración, |
D. ALFONSO | Un caballero. |
H. MELITÓN | (Yéndose hacia la escalera muy lentamente, dice aparte.) ¡Caramba!... ¡Qué raro gesto! |
D. ALFONSO | (Muy irritado.) ¿Qué aguarda? Subamos presto. |
(El Hermano se asusta y sube la escalera, y detrás de él DON ALFONSO.) |
Escena cuarta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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El teatro representa la celda de un franciscano. Una tarima con una estera a un lado, un vasar con una jarra y vasos, un estante con libros, estampas, disciplinas y cilicios colgados. Una especie de oratorio pobre, y en su mesa una calavera, DON ÁLVARO, vestido de fraile franciscano, aparece de rodillas en profunda oración mental
DON ÁLVARO y EL H. MELITÓN
H. MELITÓN | ¡Padre, Padre! (Dentro.) |
D. ÁLVARO | (Levantándose.) ¿Qué se ofrece? Entre, Hermano Melitón. |
H. MELITÓN | Padre, aquí os busca un matón (Entra.) que muy ternejal parece. |
D. ÁLVARO | (Receloso.) ¿Quién, hermano?... ¿A mí?... ¿Su nombre? |
H. MELITÓN | Lo ignoro; muy altanero. dice que es un caballero, |
D. ÁLVARO | Entre al momento quien sea. |
H. MELITÓN | No es un pecador contrito. Se quedará tamañito (Aparte.) |
Escena quinta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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D. ÁLVARO | ¿Quién podrá ser?... No lo acierto. Nadie, en estos cuatro años, |
Escena sexta
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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DON ÁLVARO y DON ALFONSO que entra sin desembozarse,
reconoce en un momento la celda, y luego cierra la puerta por dentro, y echa el pestillo
D. ALFONSO | ¿Me conocéis? |
D. ÁLVARO | No, señor. |
D. ALFONSO | ¿No veis en mis ademanes rasgo alguno que os recuerde |
D. ÁLVARO | ¡O Dios!... ¡Qué veo! ¡Dios mío! ¿Pueden mis ojos burlarme? |
D. ALFONSO | Basta, que ya está dicho todo. De mi hermano y de mi padre |
D. ÁLVARO | (Con gran calma, pero sin orgullo.) Entiendo, joven, entiendo, |
D. ALFONSO | ¿Dejaros?... ¿quién?... ¿Yo dejaros sin ver vuestra sangre impura |
D. ÁLVARO | ¿Qué decís?... ¡ Ah!... (Furioso.) (Reportándose). ¡No, Dios mío!... |
D. ALFONSO | ¿Qué nombre osáis pronunciar? |
D. ÁLVARO | ¡Ah!... |
D. ALFONSO | Una sola hermana me dejasteis, |
D. ÁLVARO | ¡Mi Leonor! ¡Ah! No sin honra, un religioso os lo jura. |
D. ALFONSO | (Resuelto.) De estas dos espadas, una tomad, don Álvaro, luego, |
D. ÁLVARO | (Retirándose.) No, que aún fortaleza para resistir la lucha |
D. ALFONSO | (Con desprecio.) Un caballero no hace tal infamia nunca. |
D. ÁLVARO | (Levantándose con furor.) ¿Mancha?... y ¿cuál?... ¿cuál? |
D. ALFONSO | ¿Os asusta? |
D. ÁLVARO | Mi escudo es como el sol limpio, como el sol. |
D. ALFONSO | ¿Y no lo anubla ningún cuartel de mulato |
D. ÁLVARO | (Fuera de sí.) ¡Vos mentís, mentís, infame! |
D. ALFONSO | Vamos. |
D. ÁLVARO | (Reportándose.) No... no triunfa tampoco con esta industria |
D. ALFONSO | (Furioso.) ¿Te burlas de mí, inicuo? Pues cobarde |
D. ÁLVARO | ¿Qué hiciste? ¡¡¡insensato!!! ya tu sentencia es segura: |
Escena séptima
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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El teatro representa el mismo claustro bajo que en las primeras escenas de esta jornada.
EL H. MELITÓN saldrá por un lado, y como bajando la escalera:
DON ÁLVARO y DON ALFONSO, embozado en su capa con gran precipitación
H. MELITÓN | (Saliéndole al paso.) ¿Adónde bueno? |
DON ÁLVARO | (Con voz terrible.) Abra la puerta. |
H. MELITÓN | La tarde está tempestuosa, va a llover a mares. |
DON ÁLVARO | Abra la puerta. |
H. MELITÓN | (Yendo hacia la puerta.) ¡Jesús!... Hoy estarnos de marea alta... |
DON ÁLVARO | La puerta pronto. |
H. MELITÓN | (Abriendo la puerta.) ¿Va el padre a Hornachuelos? |
DON ÁLVARO | (Saliendo con don Alfonso.) Voy al infierno. |
(Queda el H. MELITÓN asustado.) |
Escena octava
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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H. MELITÓN | ¡Al infierno!... ¡buen viaje! También que era del infierno |
Escena novena
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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El teatro representa un valle rodeado de riscos inaccesibles y de malezas, atravesado por un arroyuelo.
Sobre un peñasco accesible con dificultad, y colocado al fondo, habrá una medio gruta, medio ermita con puerta practicable,
y una campana que pueda sonar y tocarse desde dentro; el cielo representará el ponerse el sol de un día borrascoso,
se irá oscureciendo lentamente la escena y aumentándose los truenos y relámpagos,
DON ÁLVARO y DON ALFONSO salen por un lado
D. ALFONSO | De aquí no hemos de pasar. |
D. ÁLVARO | No, que tras de estos tapiales, bien sin ser vistos, podemos |
D. ALFONSO | Pues no perdamos más tiempo, y que las espadas hablen. |
D. ÁLVARO | Vamos: mas antes es fuerza que un gran secreto os declare, |
D. ALFONSO | Vuestro secreto no ignoro. Y era el mejor de mis planes |
D. ÁLVARO | Hombre, fantasma o demonio, que ha tomado humana carne |
D. ALFONSO | Corrí el nuevo mundo... ¿tiemblas? vengo de Lima... esto baste. |
D. ÁLVARO | No basta, que es imposible que saber quién soy lograses. |
D. ALFONSO | De aquel virrey fementido que (pensando aprovecharse |
D. ÁLVARO | Vamos a probarlo al punto. (Despechado). |
D. ALFONSO | Ahora tienes que escucharme. Que has de apurar, vive el cielo, |
D. ÁLVARO | (Muy turbado y fuera de sí.) Ya me habéis dicho bastante... |
D. ALFONSO | Con sumo gozo veo que estáis ciego y delirante. |
D. ÁLVARO | (Volviendo al furor). ¿Eres monstruo del infierno, |
D. ALFONSO | Soy un hombre rencoroso que tomar venganza sabe. |
D. ÁLVARO | (En el extremo de la desesperación.) Baste. ¡Muerte y exterminio! ¡Muerte |
DON ALFONSO | Ya lo conseguiste... ¡Dios mío! ¡Confesión! |
DON ÁLVARO | (Suelta la espada y queda como petrificado.) ¡Cielos!... ¡Dios mío!... |
DON ALFONSO | ¡Confesión! ¡Confesión!... Conozco mi crimen y me arrepiento... |
DON ÁLVARO | (Aterrado.) ¡No, yo no soy más que un réprobo, |
DON ALFONSO | ¡Ah! por caridad, por caridad... |
DON ÁLVARO | Sí; voy a llamarlo... al punto... |
DON ALFONSO | Apresuraos, Padre... ¡Dios mío! (DON ÁLVARO corre a la ermita y golpea la puerta). |
DOÑA LEONOR | (Dentro.) ¿Quién se atreve a llamar a esta puerta? Respetad este asilo. |
DON ÁLVARO | Hermano, es necesario salvar un alma, socorrer a un moribundo: venid a darle el auxilio espiritual. |
DOÑA LEONOR | (Dentro.) Imposible, no puedo, retiraos. |
DON ÁLVARO | Hermano, por el amor de Dios. |
DOÑA LEONOR | (Dentro.) No, no, retiraos. |
DON ÁLVARO | Es indispensable, vamos. (Golpea fuertemente la puerta) |
DOÑA LEONOR | (Dentro, tocando la campanilla). ¡Socorro! ¡Socorro! |
Escena décima
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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Los MISMOS y DOÑA LEONOR, vestida con un saco, y esparcidos los cabellos,
pálida y desfigurada, aparece a la puerta de la gruta, y se oye repicar a lo lejos las campanas del convento
DOÑA LEONOR | Huid, temerario; temed la ira del cielo. |
DON ÁLVARO | (Retrocediendo horrorizado por la montaña abajo.) ¡Una mujer!... ¡Cielos!... ¡Qué acento!... ¡Es un espectro!... |
DON ALFONSO | (Como queriéndose incorporar.) ¡Leonor!... ¿Qué escucho? ¡Mi hermana! |
DOÑA LEONOR | (Corriendo detrás de don Álvaro.) ¡Dios mío! ¿Es don Álvaro?... Conozco su voz... Él es... ¡Don Álvaro! |
DON ALFONSO | ¡O furia! Ella es... ¡Estaba aquí con su seductor!... ¡Hipócritas!... ¡Leonor!!! |
DOÑA LEONOR | ¡Cielos!... ¡Otra voz conocida!... ¿Mas qué veo?... (Se precipita hacia donde ve a DON ALFONSO.) |
DON ALFONSO | ¡Ves al último de tu infeliz familia! |
DOÑA LEONOR | (Precipitándose en los brazos de su hermano.) ¡Hermano mío!... ¡Alfonso! |
DON ALFONSO | (Hace un esfuerzo, saca un puñal, y hiere de muerte a Leonor.) Toma, causa de tantos desastres, recibe el premio de tu deshonra... |
DON ÁLVARO | ¡Desdichado!... ¿Qué hiciste?... ¡Leonor! ¿Eras tú?... ¿Tan cerca de mí estabas?... ¡Ay! |
Escena última
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Don Álvaro o La fuerza del sino - Quinta jornada |
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Hay un rato de silencio; los truenos resuenan más fuertes que nunca,
crecen los relámpagos, y se oye cantar a lo lejos el Miserere a la comunidad, que se acerca lentamente
VOZ DENTRO | Aquí, aquí; ¡qué horror! (DON ÁLVARO vuelve en sí, y luego huye hacia la montaña. |
P. GUARDIÁN | ¡Dios mío!... ¡Sangre derramada! ¡Cadáveres!... |
TODOS LOS FRAILES | Una mujer!... ¡Cielos!
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P. GUARDIÁN | ¡Padre Rafael! |
DON ÁLVARO | (Desde un risco, con sonrisa diabólica, todo convulso, dice:) Busca, imbécil, al P. Rafael... |
TODOS | ¡Jesús, Jesús! |
DON ÁLVARO | Infierno, abre tu boca y trágame. Húndase el cielo, perezca la raza humana; |
P. GUARDIÁN Y LOS FRAILES | (Aterrados y en actitudes diversas.) ¡Misericordia, Madrid, año de 1835
FIN DEL DRAMA |