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Dos discursos/11 de Junio de 1940

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Discurso pronunciado el dia 11 de Junio de 1940, a bordo del acorazado “Minas Gerais”, navio almirante de la escuadra brasileña.

LA significación del Once de Junio tiene mucha mas importancia que el de una victoria naval. Recuerda el hecho más grandioso de nuestra escuadra; es como el simbolo del poderio nacional en el mar y expresa la dedicación de los marinos brasileños a la gloria y a la grandeza de la Patria. Los motivos que nos llevaron a tomar parte en aquel acontecimiento, pertenecen al pasado. Ya no existen antagonismos en el Continente; estamos unidos por vinculos de estrecha solidariedad a todos los países americanos, inspirados en los mismos ideales, e interés común para nuestra defensa.

Lo que para siempre quedó inmortalizado, fué el lema de Barroso: “EL BRASIL ESPERA QUE CADA UNO CUMPLA CON SU DEBER”.

La frase heróica, transformada en divisa de la Marina de Guerra, nunca fué tan grandiosa como en los días presentes. Estoy seguro de que ningún brasileño vacilará delante de ese lema, y de que todos, como la guarnición disciplinada de una imponente nave ocuparan vigilantes y orgullosos, los puestos que les sean indicados.

Nosotros, y la humanidad entera, pasamos por un momento histórico de graves consecuencias, como resultado de una rápida y violenta mutación de valores. Caminamos para un futuro diferente de cuanto conociamos en materia de organización económica, social y politica, y vemos que los sistemas anticuados y fórmulas viejas están declinando. Pero no es, como pretenden los pesimistas y los conservadores empedernidos, el fin de la civilización, y sí, el amanecer dinámico y fecundo de una nueva era. Los pueblos vigorosos y capacitados, precisan seguir el rumbo de sus aspiraciones, en vez de detenerse en la contemplación del que se desmrona y queda en ruinas. Es preciso comprender nuestra época y remover los escombros de las ideas muertas y de los ideales estériles.

La economía equilibrada no admite hoy el monopolio de la comodidad y de los beneficios de la civilización a favor de las clases privilegiadas. La riqueza misma ya no es apenas el lucro de capitales sin la energía creadora que les dé movimiento; es trabajo constructor levantando monumentos eternos, transformando los hombres y las cosas, agigantando los objetivos de la humanidad, aunque sea con el sacrificio del individuo.

Por eso, el Estado debe asumir la obligación de organizar las fuerzas productoras, para poder dar al pueblo, como colectividad, todo cuanto sea necesario para su engrandecimiente. No lo podria hacer, entretanto, con el objetivo de asegurar lucros personales, exajerados o ilimitados, a grupos cuya prosperidad se funda en la exploración de la mayoría. Sus derechos deben ser respetados desde el momento que se mantengan dentro de fos límites justos y razonables.

La incomprensión de esos métodos de convivencia, la inadaptación a las nuevas situaciones, provocan en los pesimistas, aves de mal agüero, e! desaliento y siempre, sin un fundamento que les autorice a lanzar pronósticos desconsoladores y vaticinios demoledores. Para ellos, pequeñas dificultades toman aspectos de crisis irreparables; la pérdida transitoria de mercados la interpretan como una catástrofe.

Pero el estudio sereno de los acontecimientos, nos hace pensar de otra forma. Si efectivamente, se cerraron algunos mercados a nuestros productos, como consecuencia de la guerra, también es cierto que dejaron de salir nuestras economias en canje de los articulos que nos suministraban. Tenemos como resultado, el aumento de la producción nacional y la convicción de que el país puede bastarse a si mismo para enfrentar contratiempos, mientras esté paralizado el comercio exterior. El Gobierno trabaja, con el propósito de desenvolver el intercambio interno, y también, negociando convenios con las naciones acreedoras para pagar en utilidades el servicio de nuestras deudas, reduciéndolas en la base de los valores en bolsa. Estamos levantando nuevas industrias, activando la exploración de las materias que forman nuestra riqueza natural para transformarlas en productos industriales. Para acelerar el ritmo de esas realizaciones, es indispensable el sacrificio de algunas comodidades y la disposición firme de ahorrar para construir una noción poderosa. En el periodo que atravesamos, solo los pueblos galvanizedos en la lucha y forjados en el sacrificio son capaces de enfrentar las tormentas, y vencerlas.

La organización politica no se hace ahora a la sombra del humanitarismo retórico que pretendia anular las fronteras y formar una sociedad internacional sin especialidades ni conflictos, unida y fraternal, gozando la paz como una dadiva natural y no como una conquista de cada dia, En vez de esa acción de equilibrio, y justa distribución de los bienes de la tierra, contemplamos ta exacerbación de los nacionalismos, vemos las naciones fuertes imponiéndose por ta organización, apoyadas en el sentimiento de la Patria, y sustentándose por la convicción de la propia superioridad. Pasó la época de los liberalismos imprevisores, de las demagogias estériles, de los personalismos inútiles y sembradores del desorden. A la democracia política se la substituye por la democracia económica, donde el Poder, emanado directamente del Pueblo, instituido para la defensa de sus intereses, organiza el trabajo como fuente del engrandecimiento nacional, y nó como medio y camino franco para las fortunas privadas. No hay más condescendencia para con los regimenes apoyados en privilegios y distinciones; subsisten, apenas, los que incorporan toda la nación en los mismos deberes, y ofrecen, equitativamente, justicia social y oportunidades en la lucha por la vida.

La disciplina politica ha de fundarse en la justicia social, amparando el trabajo y al trabajador, para que éste no se considere un valor negativo, un paria al margen de la vida publica, hostil o indiferente a las sociedades en que vive.

Solo así se podrá formar un núcleo nacional unido, capaz de enfrentar a los provocadores del desorden y acabar con los fermentos de disgregación. Es preciso que el proletariado participe de todas las actividades públicas, como elemento indispensable de colaboración social. La situación creada por las nuevas circunstancias que orientan las naciones, es incompatible con el individualismo, por lo menos, cuando esta ataña el interés colectivo. Esa situación no admite la existencia de derechos que se sobrepongan a los deberes para con la Patria.

Felizmente, en el Brasil, fué implantado un regimen adecuado a nuestras necesidades, sin imitar a otros ni asociarse a cualquiera de las corrientes doctrinarias e ideológicas existentes. El nuestro es el regimen del orden y de la paz en el Brasil, de acuerdo con la inclinación y tradición de nuestro pueblo; regimen capaz de dar un impulso vertiginoso al progreso y garantizar la seguridad de todos. Pugnando por la expansión y fortalecimiento de la economía brasileña, como instrumento de la grandeza de la Patria, y no como objetivo individual; contando con la buena voluntad y el espíritu de sacrificio de todos los brasileños, alcanzaremos con rapidéz el nivel de preparación técnica y cultural que nos asegure el aprovechamiento de las riquezas inmensas del territorio, en beneficio de la defensa común.

Al conmemorar tan gloriosa fecha, veo la mejor oportunidad para indicar a los brasileños el camino que debemos seguir, y que seguiremos sin inmutarnos.

La dotación completa de nuestras fuerzas armadas es una necesidad que la Nación entera comprende y aplaude. No habrá sacrificio, por inmenso que este sea, que nos detenga en tan elevada y patriótica misión. El entusiasmo y fervor de los militares es acompañado por la voluntad y anhelo del pueblo. Y la labor actual de la Marina, después de un periodo de inacción, es el más bello ejemplo de lo que puede la voluntad, de lo que son capaces de realizar los hombres con fé, iluminados por la llama de un sano patriotismo. Imperturbable en su disciplina retemplada por la esperanza de un nuevo amanecer, la Marina Brasileña, fiel al cumplimiento del deber, se renueva por el trabajo que dignifica a los hombres y a las corporaciones. La sinfonía de las oficinas donde se forjan los elementos de nuestra defensa — navíos que surcan rios y mares y aviones que vuelan sobre el litoral — llena de satisfacción a los seres que consagran todo su amor a la Patria. A las unidades construidas en nuestros astilleros, sucederan otras de más elevado tonelaje, y en mayor número; y los monitores y cazaminas de hoy, tendrán como hermanos más fuertes, torpederos y cruzadores que en un futuro próximo saldrán de nuestros arsenales.

Sin desfallecimientos, la Marina se transforma y agiganta, y con ella, se retempla nuestro entusiasmo, dando nuevos impulsos a nuestro vigor y coraje para trabajar por el Brasil.