Dos discursos/29 de Junio de 1940
Discurso pronunciado el dia 29 de Junio de 1940, en la Isla de Viana, con motivo de la concentración de trabajadores.
Señores:
EL homenaje de la Federación de los Marítimos, legítima expresión de la voluntad de sus cien mil asociados que trabajan en el mar, en los astilleros y en los puertos, y a la que han llevado su adhesión otros contigentes de profesionales, me llena de satisfacción porque renueva y afirma la solidaridad que siempre hallé entre los trabajadores brasileños, hoy dispuestos como nunca, a apoyar al Gobierno en estos momentos de inquietudes y perturbaciones y en los que se hace necesaria una vigilancia permanente y una acción serena para definir los rumbos de la Nacionalidad.
Fué para mi inmensamente agradable verificar que comprendisteis las palabras sinceras y de previsión patriótica que dirigí a la Nación en el DIA DE LA MARINA, dándoles el sentido que yo les dí; de toque de alerta, ante las duras lecciones de los días presentes, que imponen a los pueblos la movilización de todas sus energías, para no ser sorprendidos o arrastrados por los acontecimientos.
Llamé la atención de los brasileños para las transformaciones que se operan en el mundo, y ante las cuales no podemos permanecer de brazos cruzados, preocupándonos más, en lamentar los irremediables desgracias ajenas, que en cuidar de nuestros intereses nacionales. Reafirmé nuestros propósitos de colaboración pacífica y solidaridad con los pueblos hermanos, del Continente, cuyos destinos están identificados con los nuestros, por los vínculos de una formación histórica, e idénticas aspiraciones de progreso. Mostré la necesidad de fortalecer el país económica y militarmente. Quise, finalmente, hacer ver, con el ejemplo de los hechos, que el régimen del 10 de Noviembre, siendo una consecuencia del ajuste y equilibrio de nuestras fuerzas sociales, es también el que más se adapta a las circunstancias de la vida contemporánea.
Tanto en el pensamiento como en la forma, el discurso que pronuncié aquel memorable día, fue clarísimo. Y no es con el comentario turbio, y con publicaciones tendenciosas, de frases isoladas, que puede ser interpretado. No retrocedo un paso, no retracto ningúno de los conceptos emitidos, por tener sobrados motivos para reafirmarlos integralmente. Los que siempre vivieron politiqueando en vez de hacer patria, los sensacionalistas obstinados en mantener errores, los eternos descontentos, unos y otros faltos de dignidad cívica, y hasta algúnos que no faltándoles la buena fé, pretendieron agitar el ambiente, no se dieron cuenta, quizás, que estaban siendo colaboradores en la exploración de los agentes de perturbaciones internacionales, pagados para fomentar disensiones al servicio de odios y objetivos inconfesables. Es facil descubrir e identificar esos elementos nocivos, entre los oportunistas de todos los tiempos, entre los fomentadores de guerras, entre los sin patria, — siempre dispuestos a cualquier negocio —, y los que teniéndola, no saben defenderla. Muchos de ellos, indeseables en otras tierras, entraron clandestinamente en el país, con perjuicio de las actividades honestas de los nacionales, y abusando de nuestra hospitalidad, se transforman en instrumentos de las intrigas y maquinaciones del financismo cosmopolita, voráz y sin escrúpulos. Ciertamente, no fué a esos elementos que me dirigí. Hablé a los brasileños y a los que se sienten en el Brasil como en su propia Patria, y tengo la certeza absoluta, de que los acontecimientos se encargarán de tornar, aun mas evidentes, mis afirmaciones.
Responsable directo del futuro de nuestro pueblo, no puedo engañarlo induciéndole a errores de puro caracter sentimental. Dijo un notable pensador que no es posible servir, al mismo tiempo, al deber y a la pasión. El que se deja dominar por la pasión pierde el sentido de la realidad, obscurece los hechos más notorios, para terminar cometiendo los mayores devaríos. Es preciso enfrentar las imposiciones de la realidad con ánimo y serenidad, repudiando las opiniones apasionadas, si queremos resguardar el futuro de la Patria, pues no la sirven, no cumplen con sus deberes, los que pretenden lanzarla a la hoguera de los conflictos internacionales. No hay, presentemente, motivo de especie alguna, de orden moral o material, que nos aconseje a tomar partido por cualquier de los pueblos en lucha. Nuestro deber sagrado consiste en mantener absoluta neutralidad, neutralidad activa y vigilante en la defensa del Brasil. Nadie puede dominar la conciencia ajena, y en su fuero interno cada cual puede tener sus simpatías, pero la obligación de todo brasileño patriota, consiste en proceder de modo a preservar el Brasil, de la guerra. Es preciso, indespensable, ver claro y evitar la triste suerte de los pueblos que hacen como las avestruces, que esconden la cabeza bajo las alas, creyendo que con esta actitud pasiva dominan las tempestades.
Solo con la paz y con la unión de todos conseguiremos nuestro engrandecimiento y formar una Nación grande y poderosa, sin que tengamos que temer, y sin dar a otras naciones motivos de recelo. Los brasileños pueden continuar entregados a sus actividades, con la seguridad absoluta de que el Gobierno mantendrá el órden, asegurando la tranquilidad necesaria al trabajo, velando por el desenvolvimiento de las fuentes productoras y firmeza del comercio.
Vivimos en un Continente donde la civilización es aun muy joven y donde la lucha más árdua y tenáz consiste en el aprovechamiento de los fabulosos recursos que la naturaleza nos brinda. Acostumbrados a cultivar la paz como emblema, en nuestras relaciones internacionales, continuaremos fieles al ideal de consolidar, cada vez más, la unión de los pueblos americanos. Somos solidarios con ellos para la defensa comun ante amenazas o intromisiones extrañas, siendo necesario, por eso mismo, abstenernos de intervenir en luchas desencadenadas fuera del Continente. Y esa unión, esa solidariedad, para ser imperturbable y permanente debe apoyarse en el mútuo respeto de las soberanías nacionales y en la libertad de podermos organizar políticamente, de acuerdo con nuestras tendencias, intereses y necesidades. Así entendemos la doctrina de Monroe, y así la practicamos. Nuestro Pan-Americanismo nunca tuvo en vista la defensa de regimenes políticos, porque ello sería cometer un delito contra el derecho que tiene cada pueblo de gobernarse y dirigir su vida interna. Fuimos un Imperio y somos hoy una República; no obstante, ese cambio de regimen nunca nos apartó de esa política de cooperación, que es una sagrada tradición de nuestra historia.
Trabajadores,
Sois magníficos elementos de colaboración en la gigantesca obra de reconstrucción que hemos emprendido. En la paz, juntad vuestro esfuerzo al de todos los brasileños para desenvolver y consolidar el progreso nacional; en la guerra, como reservas de las fuerzas militares, no os faltará un lugar de honor, cuando las circunstancias exijan una actitud varonil, contra cuarquier atentado al patrimonio moral o material del Brasil.
Los hombres de trabajo tienen en el regimen vigente, una posición clara y definida, y correspondiendo con patriotismo, a las responsabilidades de esa posición, se mantienen unidos para repudiar todo cuanto pueda comprometer nuestra dignidad cívica y amenazar la seguridad de la unión nacional. Tengamos pues confianza en nuestro futuro y preparémonos, con decisión y sin temor, para cumplir nuestra misión de constructores de una nueva civilización, hermanados en el pensamiento y en la acción, dispuestos a correr los mismos peligros y sufrir las mismas dificultades, porque es un deber y un honor, el sacrificio por la Patria.