Ecos de las montañas: 37
II
[editar]Y si el diablo no es, del diablo tiene
el incógnito el arte y sutileza,
según de los destinos de su reino
y del alma de Carlos se apodera.
Con Navarra y los moros de Lotario
y Bernardo se unieron las enseñas;
Carlos, por su consejo, el patrocinio
se atrajo del Pontífice y la Iglesia.
Los obispos y el clero declararon
buenos a Luis y a Carlos: de anatemas
a Lotario cargaron, con fe unánime
dando de Francia a Carlos la diadema,
Carlos fué rey de Francia: desde entonces
de Carlomagno apareció la herencia
para siempre partida en la Alemania,
Italia y Francia. Osados contra ésta,
de Lotario y Bernardo por tres veces
rompieron los pendones las fronteras.
Mas por Carlos tres veces rechazados,
volvieron a pasarlas con vergüenza.
Lotario, al fin, cansado o impedido
por la imperiosa voz de su conciencia,
se metió en un convento, abandonando
su real papel del mundo en la comedia.
Mas Bernardo, señor de Septimania
por derecho heredado, y por la sierra
del Pirineo fuerte en Cataluña,
mantuvo su derecho con firmeza.
Carlos, modo no hallando de vencerle,
le propuso aceptar su independencia
de hecho si él se avenía a que en la forma
feudatario de Francia apareciera.
La forma era la paz; la paz el medio
de ganar ocasión, prestigio y fuerza
para poder más tarde soberano
ser: aceptó de Carlos la propuesta.