El maestro y el discípulo

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​El maestro y el discípulo​ de Antonio de Trueba
Nota: Antonio de Trueba «El maestro y el discípulo» (9 de julio de 1883) El Noticiero Bilbaíno, nº 2838, p. 3 (hoja literaria nº 172)
EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO

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(Cuento popular que mi tio Ignacio nos contaba cuando pretendiamos no ir más á la escuela porque ya sabiamos bastante).

I.

 —Vecino, dijo la zorra al lobo, ¡vea usted, vea usted qué zorrillo tan mono acabo de parir! Estoy segura de que va á ser la arañita de la casa.
 —Lo será, vecina, si tiene buen maestro.
 —Por ejemplo, un maestro como usted.
 —Es la verdad, vecina, aunque esté mal el decirlo.
 —Ya podia usted ser su padrino y maestro.
 —Lo seré con mucho gusto, aunque no sea más que por tener una comadre como usted.
 —Gracias, vecino, por su galantería. Así que destete á este cachorrillo que Dios me ha dado, se le llevo á usted para que saque de él un discípulo que le honre.

II.

 —Buenos días, compadre.
 —Comadre, téngalos usted muy buenos.
 —Aquí le traigo á usted á su ahijado Bonitillo.
 —¿Y cómo está mi ahijado?
 —Tan mono y tan buscalavida. Desde que le desteté, todo el día anda de caza; pero como no tiene más instruccion que la miaja que yo le he dado, ni siquiera ha conseguido cazar un pollo.
 —Eso es muy natural, comadre; pero descuide usted, que yo le sacaré maestro.
 —Eso no lo dudo, compadre, porque en buenas manos queda el pandero. Ea, conque déjeme usted dar un beso al hijo de mis entrañas, y ahí le queda á usted para que me le instruya de modo que sepa tanto como el maestro.

III.

 —Oye, Bonitillo.
 —Mande V., padrino.
 —Voy á comenzar tu instruccion práctica.
 —¿Y qué es lo que tengo yo que hacer para recibirla?
 —Nada más que observar bien lo que yo hago.
 —Eso, padrino, por debajo de la pata lo hago yo.
 —Te vas a poner de centinela en ese altillo que domina á la vereda, y en cuanto veas venir caza de pelo ó pluma, me avisas, y luego mucho ojo á lo que yo hago.
(Bonitillo se aposta en el altillo que domina á la vereda)
 —Padrino, toros vienen.
 —No me gustan los cornudos.
 —Padrino, vienen ovejas.
 —Esas no me gustan, porque se le enredan á uno los dientes en su lana.
 —Padrino, cerdos vienen.
 —Ese es ganado cochino.
 —Padrino, vienen yeguas.
 —Eso ya es otra cosa.
 (El lobo se tira al morro de la yegua más gorda, la derriba, la mata y maestro y discípulo se regalan en grande.)

IV.

 Bonitillo dijo para sí:
 —Ya soy maestro en el oficio y me vuelvo con mi señora madre á lucirme con mi maestría.
 Y sin despedirse de su padrino (que la ingratitud para con el maestro es propia de todo mal discípulo) se volvió con su madre y dijo á ésta que se volvia porque ya sabia tanto como el maestro.
 Bonitillo se puso enseguida de acecho junto á una vereda. Pasó una yegua y ¡ham! Bonitillo se le tiró al pecho. La yegua bajó el morro y ¡ham! de una dentellada partió por el medio á Bonitillo.
 En aquel instante llegaba el lobo, que había seguido á su discípulo temeroso de que éste hiciera alguna barbaridad, y al verle espirando y á su madre poniendo el grito en el cielo, dijo á la zorra:
 —¡Comadre, eso es lo que tiene el echarla de maestro sin apénas haber sido discípulo!

 

Antonio de Trueba