El Sacristán de San Lorenzo: Discurso primero

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Cuadro I
El triunfo del amor

El teatro representa la plaza del Lavapiés. Se ve la fuente, con algunas cubas en ella y a su inmediación. A la derecha, en primera caja, puerta de taberna. Es practicable dicha puerta, y en uno de sus lados están la mesilla y demás trebejos de la castañera.


Escena I
Varios Aguadores bailan la danza prima, mientras un ciego toca la gaita, y su Lazarillo hace habilidades. Algunos Majos de ambos sexos están en grupos viendo cómo bailan los Aguadores, jaleándolos, y cantando para que continúen. FARRUCO, sentado sobre su cuba en el proscenio, parece muy pensativo; pero sonando la gaita a pocos compases después de principiar la orquesta, no puede resistir la tentación, se levanta y baila solo. LUCÍA en su puesto y entregada a su quehacer. SENTO entre los Majos, mirando también el baile.

MAJOS (Cantado.)
Marusiña, Marusiña,
hija del Corregidor,
siendo tu padre tan rico,
llevas tú muy mal jubón.
Marusiña, Marusiña,
no me niegues esa flor;
dámela, y te doy por ella
al instante un coscorrón

Al tomar FARRUCO una de sus vueltas, atraviesa GRIGORIO, embozado y cauteloso, de izquierda a derecha, por detrás de la fuente, mirando hacia donde está LUCÍA. FARRUCO, que le ve, se queda con una pierna en alto y exclama colérico:)

FARRUCO
¡Grigorio!
MAJOS
¡Sí... sí... Es Grigorio,
el perverso sedutor!
FARRUCO
Él es... ¡Oh rabia! No puede
contenerte el corazón.
¡A ese cuervo maldecido
blanco ya de mi ojiriza,
he de darle una paliza,
he de hacerle reventar!
Ya verás si yo te mido
las costillas con mi tranca,
que mi mano, aunque no es blanca,
también sabe solfear.
MAJOS
Desde el colodrillo al anca
ábrele de par en par,
échale después la zanca
y llevémosle a enterrar.
FARRUCO (Hablado.)
Por Santiago de Galicia
que me cansa el tal muñeco
tan flacucho, tan enteco
y tan lleno de malicia.
SENTO
Pardal es el Sacristán
que cantar puede en la mano.
FARRUCO
Pues antes que ser mi hermano
los mengues le llevarán,
que Lucía, aunque asturiana,
desde niña está en Madrí,
donde...
SENTO
Por supuesto, aquí
siempre en finura se gana.
FARRUCO
¡Y tanto! No la conoce
el padre que la parió.
SENTO
¿Qué?
FARRUCO
¡Es verdad! Mi padre no
parió nunca. Fue una coce.
Mírala, se pinta sola
para esto de asar castañas.

(Señalando a la puerta de la taberna.)

SENTO
Ya tiene todas las mañas
de la mes guapa manola.
FARRUCO
No hay nenguna que la exceda.
SENTO
¡Y qué garbo! ¡Es mucho cuento!
FARRUCO
Cuando anda, aunque no haga viento,
se levanta polvareda.
¡Y qué empuje! El otro día
bajaban por esa acera
adelante una niñera,
dos señoras y un usía.
Pues, amigo, mete mano,
cuélase como una flecha
y le dice:

(FARRUCO se pone en jarras y remeda el tono de LUCÍA.)

«la derecha
es mía, don Cayetano».
Saca entrambos los dos codos,
las rodillas y las ancas,
y por zancas o barrancas
fueron los cuatro a los lodos.

(Todo esto se dice acompañado de la acción.)

Vota como un carretero,
se empina media tinaja
y maneja una navaja...,
¡quia!, ¡mejor que un baratero!
Fegúrate si quien tales
prendas, y más, atesora,
deberá escuchar ahora
requiebros sacristanales.
Ella necesita un majo
de forma y de fundamento,
de éstos que con el aliento
echan un gigante abajo;
de éstos que tienen la hiel
muy amarga..., y se pelean
por nada..., y se puñalean
por un pito de papel.
¡Ya lo tengo, voto a San!
El herrero de ahí enfrente,
enjuto, pero valiente
lo mesmo que un tamborlán.
Y se pirra por la chica,
aunque ella no le quier miaja,
porque el Sacristán trabaja
y la cosa... se complica.
Por eso en anochiciendo,
para salir ya de dudas,
el escribano don Judas
va hoy a casa.
SENTO
Sí, te entiendo.
Se hase un contrato y te quitas
de ensima...
FARRUCO
¡Pues!
SENTO
El monago.
FARRUCO
Luego echaremos un trago
de lo moro y...
LUCÍA
¡Calentitas!

(Con el tono en que pregonan las castañeras su mercancía, y meneando como ellas la vasija que sirve para asar las castañas.)

FARRUCO
¡Mira qué voz!
LUCÍA
¿Cuántas..., cuántas,
que ahora queman?
FARRUCO
No hay que hablar...
En oyéndola cantar 95
se postra un rey a sus plantas.

Escena II

Dichos. MANOLO, que llega por la izquierda.

FARRUCO
¡Canija! ¡Manolo aquí!
MANOLO
Güenas tardes, caballeros.
FARRUCO
¡El amo de los chisperos
va a ser mi cuñado!

(Con sumo regocijo, echando los brazos al cuello a MANOLO.)

MANOLO
Sí.
Mas no pase de esta noche
que echemos el garabato.
FARRUCO
Por supuesto, el trato es trato...
Y por la mañana...
MANOLO
En coche
simón...
FARRUCO
Vusotros, yo no.
¡Juera un escándalo! A pata
iré yo.

(LUCÍA se ha levantado, viene a incorporarse en el grupo de los demás interlocutores, quedando a la derecha de FARRUCO. Se pone las manos en las caderas y dice con mucho desgarro:)

LUCÍA
¿De qué se trata?
MANOLO
¿De qué? ¡De que sacabó
desde hoy lo del Sacristán,
alma de los dos!

(Remedando el tono de LUCÍA.)

LUCÍA
¿De veras?
¡Miste que tiene goteras
la casa!
MANOLO
¡Se ataparán!
LUCÍA
¡Quia! ¡Si eso no puede ser!
FARRUCO
Vamos..., no armes rebullicio.
MANOLO

¡Señá Lucía, más juicio!

LUCÍA
Señor Manolo..., ¡moler!

(Vuelve LUCÍA las espaldas a todos, siempre en jarras.)

MANOLO
¡Cudiao y que no haiga groma!
¡Que no le entre a usté la luna!
LUCÍA
¡Miste que voy a hacer una
que dé golpe, tío Carcoma!
¡El demonio del señor!

(Mira LUCÍA de alto a bajo a MANOLO, sonriéndose malignamente.)

MANOLO
¿Me mira usté a los tobillos?
LUCÍA
Présteme usté esos palillos
para tocar el tambor
en casa esta nochegüena.
FARRUCO
¡Chica, que me comprometes! (Al oído.)
LUCÍA
¡Si me gustan los bonetes!
MANOLO
Prestar no, dados, morena.
Y apriete usté, son de roble;
apriete usté bien los brazos.
LUCÍA
Yo lo hago todo pedazos
cuando quio dar un redoble.
SENTO
(Alma tiene de Caín
la dona.)
FARRUCO
Esto se gobierna
así. ¡Pronto, a la taberna!

(Coge a LUCÍA por un brazo y la conduce violentamente. Ella al marchar se vuelve y dice a MANOLO:)

LUCÍA
¡Le llega su San Martín
a cada puerco, so guapo!

(FARRUCO da a LUCÍA un empellón. Ella le hace un gesto.)

FARRUCO
¡No me tuerzas el jocico!
LUCÍA
¡Y le volveré a usté mico,
si mapura, de un sopapo! (A MANOLO.)

(LUCÍA vuelve a sentarse a la puerta de la taberna. FARRUCO luego que la deja allí, se reúne de nuevo a MANOLO y SENTO.)

MANOLO
¿Y consientes que esto escuche?
FARRUCO
Ella no gasta güen modo,
pero se compone todo
con un poco de acebuche.
Y luego que... cuando sepa
los dineros que la das...
SENTO
(¡La dona es un Satanás!)
FARRUCO
¡Muchachos! ¡Viva la Pepa!
Conque..., ¿estamos? Con guitarras
y panderos a las siete...

(Dirigiéndose a Majos y Majas.)

Ya sabéis... Ahí, al boquete...,
número tres.
MANOLO
Veinte jarras
darán fe del rumbo mío
y ha de bailarse un bolero
que tiemble España.
FARRUCO
Gaitero,
otra rueda, que hace frío.

(Se repite la danza prima. Esta vez principian a un tiempo la gaita y la orquesta, con el coro de Majos. FARRUCO y MANOLO se abrazan y se despiden, yéndose éste por la izquierda abajo, y poniéndose aquél en seguida a bailar, también solo como en la escena primera. Concluidos coro y baile, hay chillidos, empellones y algunas otras barbaridades de este gusto. Majos y Majas se dispersan en diferentes direcciones. Algunos Aguadores, como igualmente FARRUCO, cargan con sus cubas y se van, también por distintos puntos. Uno de ellos, que es el encargado de llenar, recorre los caños de la fuente, habla luego con SENTO, le indica que va a echar una copa y que tenga cuidado entretanto, y en efecto entra en la taberna. El ciego y su Lazarillo piden a varios, pero nadie les da nada y se retiran tocando, sin embargo, la gaita. Empieza a anochecer. Un Sereno enciende los faroles.)

Escena III

LUCÍA, SENTO.

(Queda aquélla a la puerta de la taberna y éste se acerca poco a poco.)

SENTO
Dona, tú no tengas por,
que estoy yo aquí.
LUCÍA
Mira, Sento,
si sabes tener talento,
yo sé otra cosa mejor,
que es pagar al que lo tiene.

(Se levanta y vienen al proscenio, pero no al medio.)

SENTO
No soy tersero, chiqueta.
LUCÍA
Sento, aquí va una peseta,
y si es que el Sacristán viene,
mientras hablo dos instantes
con él, echa tú un vistazo
al redor. Toma un abrazo
también.

(LUCÍA mira a un lado y a otro, por si alguien se acerca.)

SENTO
Venga... Pero antes
arrecoque este dinero,
que cuando te sirvo yo
es porque te quiero... y no
por otra rasón, salero.
¡Ay!

(Al dar a LUCÍA el abrazo.)

(LUCÍA vuelve a mirar, clava los ojos en la fuente, se asusta, y pasa por delante de SENTO a colocarse a la izquierda de éste, agarrándose a él.)

LUCÍA
¡Dios mío!
SENTO
¿Qué te da?
LUCÍA
¡Siempre que miro a esa juente,
Sento mío, de repente
me quedo pitrificá!
Se cuenta que un guapetón
deste barrio a su gachona
echó en un día de mona
de cabeza en el pilón,
y que ella dijo, cayendo:
«¡En este pilón fatal
queda hasta el juicio final
mi alma, contra ti gruñendo!».

(Cantado.)

Anoche, Sento mío,
como entre doce y una,
hería la juente pálido
rayo de opaca luna.
En el pilón un súbito
gemido resonó 190
y al punto de la vítima
la sombra apareció.
Sentí de pronto un frío,
un pasmo, una terciana...
Oigo que con voz lúgubre
me dice: «¡Sacristana,
mira que hay mucho pícaro!
¡No mueras como yo!».
¡Y en el pilón hundiéndose,
helada me dejó! 200
Olvidar, ¡ay Dios!, querría
tan terrible profecía,
mas no puedo, no, no puedo.
Aún me dura el susto, el miedo,
¡Jue muy claro y campanudo
el acento que se oyó!

(Aquí se aparta de LUCÍA el valenciano, para ir a ver si viene GRIGORIO. LUCÍA se adelanta al proscenio.)

Cuando con labio trémulo
prenuncia: «Yo te adoro»,
daríale un tesoro...
¡Suyo es mi amor, mi fe!
¿Ni qué me importa el bárbaro
que tuerce mi albedrío?
¡Sólo, Grigorio mío,
contigo me uniré!

(SENTO, que acechaba en varias direcciones desde el foro, baja corriendo al proscenio.)

(Hablado.)

SENTO
Aquí le tienes, chiqueta.
LUCÍA
¡Me lo daba el corazón!
¡Ay! Toma tú otro apretón,
pues no quieres la peseta.

(SENTO abraza furtivamente a LUCÍA y vuelve a retirarse al fondo.)

Escena IV

LUCÍA, GRIGORIO y SENTO.

(Viene GRIGORIO por la derecha arriba, embozado en su manteo. Llega corriendo al paraje en que está LUCÍA, le da un abrazo y exclama:)

GRIGORIO
¡Gracias a Dios! ¿Y aquel chulo?

(Lo dice por SENTO, que permanece todavía a la vista.)

LUCÍA
Como si nadie mirara.
Es un centinela.
GRIGORIO
Apara
estotro con disimulo.

(Vuelven a abrazarse.)

Paloma del alma mía,
te quiero con tal locura,
que es mayor que tu hermosura
mi delirio noche y día.
Como mi oficio no niego,
visto este luto exterior,
mas de gala el interior
me pongo cuando a ti llego.
Todo, mi bien, lo daría
por ese palmito mono,
que sólo canto en tu tono,
en ningún otro, Lucía.
Las caspicias de lo puro
de rechoncha vinajera,
las migajas de la cera,
el De Profundis2 de a duro,
un porvenir de arzobispo
(aunque ahora no andan muy bien)
y de un padre santo el tren,
¿qué son sin ti? ¡Voto a Cristo!
Tú eres mi mayor delicia,
Lucigüela salerosa,
muy más tierna y más sabrosa
que las peras de Galicia.
¡Ay! Cuando asidas mis manos
a seis robustos cordeles
llamo en la torre a los fieles
a los misterios cristianos,
siempre bajo la impresión
de mis ilusiones locas,
creo tener tantas bocas
cuantas las campanas son.
¡Y paréceme en verdad,
aunque del rito con mengua,
cada badajo una lengua
que pregona tu beldad!

(GRIGORIO da un fuerte abrazo a LUCÍA. Larga pausa.)

LUCÍA
Sacristán por quien me muero,
por quien siento el corazón
más quemado que un tostón...
¡Tú solo me haces salero!
¿Qué me importa nengún majo,
donde estás tú, vida mía?
¡Ni aquí... ni en Andalucía
llega naide a tu zancajo!
¡Tú eres quien llena la plana
del regusto de tu prenda!
¡Sólo hay pan pa ti en mi tienda!
¡Sotana quiero..., sotana!
¡Sotana, aunque cien defuntos
saquen la gaita al pilón,
que vales tú, remonón,
más que tos los hombres juntos!
¡A pie y descalza andaría
por ti, aunque empezara en martes,
del mundo las cuatro partes,
Norte, Sur y Mediodía!
Y mas que me intierres tú,
como has enterrado a tantos,
¡vengan para mí quebrantos!
¡Para ti vida y salud!

(LUCÍA se arroja en los brazos de GRIGORIO.)

GRIGORIO
Voy a mudar de parroquia.
LUCÍA
¿Por qué? (Asustada.)
GRIGORIO
Tu hermano es muy bruto,
y le ha dicho al piernienjuto
que me ensarte. (Con la acción.)
LUCÍA
¡Santa Ustoquia!
GRIGORIO
A San Marcos voy.
LUCÍA
¡No tal!
GRIGORIO
¿Te parece mal agüero?
¡No! A Leganitos3primero
que ensartado al hospital.
LUCÍA
¿Y yo? (Desesperada.)
GRIGORIO
Tú emigras conmigo. (Gravemente.)
No has menester pasaporte,
acá y allá todo es corte
y tengo un alcalde amigo.
¡Aquí me pinchan, Lucía!
No lo dudes, cual pinchó
Farruco a mi padre.
LUCÍA
¡Ay, no!
GRIGORIO
Me lo dijo el otro día.
Yo tomo al punto soleta.
LUCÍA
¡Perjuro! ¡Infiel!
GRIGORIO
Mi embeleso,
ya me dirás todo eso
mañana por la estafeta.
LUCÍA
¿Y si esta noche Farruco,
a mi despecho, me casa?
GRIGORIO
Ya comprendo... ¡Por si pasa!
El tal Farruco es muy cuco.
Aunque te case con diez,
te he de descasar yo luego.
¡Miste que Dios! ¡Pues qué, es juego!
¡No se me escapará el pez!

(Párase de repente como si le hubiera ocurrido alguna idea, y dice en seguida con resolución:)

Pues ya no me voy, ¡canario!
¿Yo cobarde? ¡Ande la danza!
Voy a pintarle en la panza
con esta pluma un calvario.

(Sacando la navaja.)

Yo con todo el mundo lidio...
¡Carambola! ¡Y esta noche
he de hacer en el bamboche
astur un farruquicidio!

(Cantado.)

GRIGORIO
Ha jurado...
LUCÍA
¡Ah, no!
GRIGORIO
Matarme.
LUCÍA
Yo me opongo a la batalla.
GRIGORIO
¡No tu llanto me desarme!
¡Oye!
LUCÍA
¡Ay, Goro!
GRIGORIO
¡Escucha y calla!
Sobre el hoyo do se encierra
lo mejor de mis mayores,
a tu raza cruda guerra
declararon mis furores.
Hoy al verte tan hermosa
otro afecto en mí rebosa...
Sin embargo, en un momento
me podré precipitar.
LUCÍA
¡Ay! Aplaca esos furores,
Sacristán de mis entrañas.
Tengo males aún mayores
de mi hermano y de sus mañas.
Si otro afeto en ti rebosa
al mirarme tan hermosa,
es locura en un momento
nuestra dicha aventurar.
GRIGORIO
Fe de esposa aquí me jura,
a la luz de estos faroles,
que aunque no hay altar ni cura,
tiene el lance seis bemoles.
¡Toma, cándida azucena!
Soy tu nene.
LUCÍA
¡Y yo tu nena!

(Al decir sus últimas palabras se ha quitado GRIGORIO una sortija que pone a LUCÍA en uno de sus dedos. LUCÍA hace lo mismo con otra que coloca en uno de los de GRIGORIO.)

LOS DOS
¡Ah! Que nunca un Dios piadoso
nos retire su favor.
¡Sea siempre venturoso
este vínculo de amor!
GRIGORIO
Separarnos ya conviene.
LUCÍA
¡Oh palabra dura, impía!
Yo no sé quién me detiene...
GRIGORIO
Mi alma queda aquí, Lucía.
LUCÍA
¡Ay! Escríbeme a menudo
¡Dios eterno, cómo sudo!
¡Esta esposa desgraciada
de esperanza vivirá!
GRIGORIO
¡Tu memoria, prenda amada,
mi esperanza animará!
LOS DOS
Vendrán a ti en las auras
mis santos juramentos.
Murmurarán las tórtolas
mis ayes y lamentos.
Serán sólo mis cánticos
los cánticos de amor.
conságrame una lágrima
y rabie el aguador.

(Se abrazan. Ella entra en la taberna y él se va por paraje opuesto.)

Notas
Cuadro I: El triunfo del amor