Ir al contenido

El archiduque de España. Tiene la gracia de la pantera

De Wikisource, la biblioteca libre.
El archiduque de España. Tiene la gracia de la pantera
de Miguel de Unamuno
Nota: Miguel de Unamuno «El archiduque de España. Tiene la gracia de la pantera» (5 de noviembre de 1918) La Lucha.
EL ARCHIDUQUE DE ESPAÑA
TIENE LA GRACIA DE LA PANTERA

En nuestro reciente viaje a la villa y corte oímos contar allí que habiendo ido el propietario del «ABC» a ver a su soberano, éste le dijo que leía los elogios que «Azorín», el colaborador aliadófilo del diario abecedario, hacía del ejército norteamericano, y le preguntó qué es lo que Norteamérica le daba a «Azorín» por esos elogios. Y cuentan que Luca de Tena, saliendo a la defensa del colaborador de su diario encargado de que este diario pueda defenderse del reproche de germanofili, contestó que «Azorín» es un escritor sincero e independiente, que no vende su pluma y que si elogiaba a la nación y al ejército norteamericano era porque le parecían dignos de elogio. A lo que el archiduque dicen que contestó que parecía ello imposible tratándose de los que nos quitaron Cuba, Puerto-Rico y Filipinas. Es decir, de los que se lo quitaron al patrimonio. Y ni aun eso. pues aun sin norteamericanos habría acabado por perderlos.
Recordamos esta anécdota al leer hoy, 28, en la prensa, un extracto de un artículo que el corresponsal del «Times» en San Sebastián parece que ha dedicado a nuestro archiduque. Y no es que creamos que este corresponsal se haya entendido con la contaduría de Palacio, como no creemos que «Azorín» recibiese la menor merced contante y sonante del gobierno norteamericano. El corresponsal del «Times» en San Sebastián, un inglés, ciudadano de una República coronada — que no otra cosa es Inglaterrra — que acaso cree que un presidente hereditario y vitalicio, rodeado de cierta tradición, tiene ventajas e impide el acceso al poder de cualquier dictador o candidato a Napoleón — que como presidente empezó — que está satisfecho de la estampilla viviente y perfectamente irresponsable por perfectamente constitucional, que es su rey, acaso el susodicho corresponsal no se da cuenta de cómo están las cosas en España.
El corresponsal del «Times» en San Sebastián, queriendo servir a la causa dinástica del archiducado de España, ha escrito cosas tan poco conducentes a su fin como las de aquella famosa información del señor Pérez Lugín, novelsita, y eso que a la información de éste tuvo que darle algunos cortes el canciller de turno.
El corresponsal del «Times» en San Sebastián dice de nuestro archiduque que en su valor se mezclan la energía del león y la gracia de la pantera. ¡La gracia de la pantera! Esto sí que tiene gracia. Pero debería hacerle muy poca al agraciado si se diese perfecta cuenta de la realidad que le rodea. Verdad es que el humorístico corresponsal — porque no nos cabe duda que es humorista — dice que al archiduque le rodea un ambiente de unos siglos atrás. Y nosotros creemos que un monarca se hace él mismo el ambiente que le rodea, o por lo menos lo escoge.
«Afrontaría un movimiento revolucionario con la sonrisa en los labios», dice el extracto que llemos, que ha escrito el corresponsal humorista que nos ha descubierto la gracia de pantera de su elogiado. Y esa sonrisa, ¿de qué servirá?
«En España — parece que ha escrito el humorista corresponsal — todos los partidos, a excepción de los extremos, estiman que la monarquía es necesaria para la paz y el buen orden de la nación, que sin la monarquía se fraccionaría en multitud de partidos rivales.» ¡Pues más fraccionada que está ya!...
El humorístico corresposal que ha dado en lo de la gracia de la pantera no sabe acaso que el problema político de España en lo que al régimen hace no es tanto de monarquía cuando de monarca, y que para la paz que va a venir, para la paz, para la que salga de esta guerra y cuaje en la Sociedad de las Naciones va a ser un obstáculo la dinastía que bajo la capa de neutralidad a todo trance y costa ha estado haciendo secreta política internacional de imperialismo o de archiduquismo, y haciendo que se toleraran los mayores atentados a la dignidad de España. Todo bajo el especioso pretexto de que había que evitar aquí la guerra civil.
El que escribe estas líneas huye de todos los dogmatismos, y entre ellos del republicanismo, y está harto de explicar qué entiende por República. Y cree que un rey, sin dejar de serlo, puede hacerse republicano y comportarse como un leal mandatario constitucional de su pueblo, su soberano y el único verdadero soberano. Pero la cuestión es aquí y ahora concreta e individual; la cuestión aquí y ahora es si el archiduque de España, el Habsburgo por línea materna y por educacioń, es capaz de hacerse republicano y reducirse al modesto pero abnegado papel que le correspondería en una España que se prepara a hacerse del todo dueña de sí. Para lo cual hace falta algo que no es la energía del león, ni menos la gracia de la pantera.
Dice también el humorista del «Times» que el archiduque no es hombre que eluda sus responsabilidades. ¡Pero, señor, si es, según la Constitución, irresponsable! Si tiene ministros que se dicen dispuestos a responder hasta de aquellos de sus graciosos actos — con la gracia ya dicha — de que no tuvieron conocimiento previo y que se llevaron a cabo sin contar con ellos!

Que siga, que siga el humorístico corresponsal dándonos prima materia para amenos comentarios.
MIGUEL DE UNAMUNO