El arquitecto don Gerónimo de la Gándara

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​El arquitecto don Gerónimo de la Gándara​ de Miguel Martínez Ginesta
Nota: Miguel Martínez Ginesta (10 de mayo de 1877) «El arquitecto don Gerónimo de la Gándara» El Globo, año III.—(segunda época), nº 577, p. 2.
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EL ARQUITECTO DON GERÓNIMO DE LA GÁNDARA,
FUNDADOR DEL ARTE MODERNO EN ESPAÑA

 Uno de los mas ilustres arquitectos contemporáneos ha dejado de existir.
 Hondamente impresionado por la triste noticia de su muerte, y guiado por un deber de gratitud y patriotismo, voy á delinear unos cuantos pensamientos, y los dedicaré formando en lo que pueda una esplendorosa corona de gloria para el que fué mi distinguido maestro y atrevido reformista que planteó en nuestra patria los primeros destellos de la arquitectura moderna.
 En la absoluta imposibilidad de coordinar ahora los datos de la biografía del Ilmo. Sr. D. Gerónimo de la Gándara y Gándara, recuerdo que estuvo pensionado en Grecia, hacia el año 1850, donde se penetró tanto de la pura y correcta forma dal arte helénico, que desarrodó desde un principio el esquisito gusto que se advierte en todas las obras de Gándara, el cual estaba justamente reputado por ser un artista, cuyos perfiles ornamentaíes nos han servido después como escelentes modelos á los arquitectos que marchamos con los adelantos de la civilización.
 El estudio apasionado á que se consagró Gándara de la clásica y selecta arquitectura de Alemania, y el no menos entusíasta de nuestros estilos árabe, mudéjar y del renacimiento, le hizo concebir la idea de que el arte moderno tiene que ser ecléctico y no esclusivo o intransigente con las escuelas sancionadas en la historia del arte; es decir, prudente libertad en la composicion, y nada de rutinas y patron invariable.
 Rompió los moldes de la académica, reglamentaria y monótona arquitectura romana, que si bien restauró espléndidamente como ningún otro el insigne D. Ventura Rodriguez y su continuador D. Juan de Villanueva, lo cierto es que los discípulos de tan preclaros maestros no han manifestado, en los primeros lustros de nuestro siglo, nada que supere á las bellísimas fuentes del Prado, obra de D. Ventura Rodriguez, ni ál Conservatorio y Museo del Prado de Villanueva. Ahí están el teatro Real, el obelisco en miniatura del Dos de Mayo, por sus piedras y figuras; la puerta de Toledo y otras muchas pobres obras arquitectónicas, hijas, nó tanto de la débil concepción de sus autores, como de la época turbulenta y agitada de nuestras convulsiones políticas.
 Gándara vio el porvenir, y pronto hizo una verdadera revolución artística con su nuevo estilo, correcto, severo y primoroso en los detallas; pero á veces desproporcionado en el conjunto, como se observa en las casas del café de Fornos.
 También es preciso consignar que no fué toda la culpa del ilustre Gándara: si resulta discordancia en los numerosos huecos de balcones gemelos y ventanas de las varias casas construidas en el antiguo solar de las Vallecas, es porque no puede haber armonía entre el interés de esplotacion máxima de las fincas con muchos pisos é innumerables habitaciones de raquítica estructura, y los nobles y elevados caracteres del arte monumental. Mas claro, el propietario quiere lucrarse, y el arquitecto lucirse. En esto sucedía á mi inolvidable catedrático de la Escuela superior de arquitectura lo que á todos los que ejercemos su noble profesión: la lucha continua por dar esplendor á la patria, embelleciéndola con nuevas y utilísimas construcciones, y el conciliar los intereses del propietario, el cual afortunadamente va conociendo la importante representación del arquitecto, en todo país que marcha con los admirables progresos de los tiempos modernos.
 Citaré como germen del estilo contemporáneo, las casas situadas en la Carrera de San Jerónimo, esquina á la calle de la Victoria; la que da frente á la plaza de Santa Cruz, con fachadas á la calle de Atocha y plazuela de la Leña, y la de la calle de ia Libertad, donde se halla la redacción de La Época. En todas estas, como en las demás obras de Gándara, por ejemplo, el teatro de Calderón en Valladolid, se observa con placer que introdujo las filigranas del arte moderno, á saber: florones en relieve y adornos griegos de palmetas; elegantes ménsulas debajo de los aleros del tejado, que sustituyen mas artísticamente á los canes ó maderos aparentes de los tejados antiguos de casas cuyo patronera; y aun se ven bastantes con reboco de color almazarrón y ladrillos de feo color rojizo acarminado, rabiando sobre él dos tremendas hojas de persianas verdes, y los balcones de sencillo balaustre de hierro y rodapié de madera: todo, lodo este aparato casero, de antigua decoración teatral callejera, todo, repetimos, desapareció ante el talento de Gándara. Compárese la elegante fachada del teatro de la Zarzuela con la del teatro Real, y se verá lo muy pobre y desamparado de esta.
 No diremos nada de las líneas agradables y esbeltas del teatro de la Zarzuela en parangon con el de Apolo, de estilo rococo, tan seductor para los amigos del can-can. Gándara demostró en la Exposición de París de 1867, levantando el pabellón español, estilo rico y severo del renacimiento de Salamanca, que detestaba los mamarrachos arquitectónicos franceses que se levantan ufanos en el paseo de la Castelllana y otros sitios de cuyo nombre no he querido acordarme.
 La bandera de la reforma y culto fervoroso por las glorias del arte patrio, la tremoló muy alta el inolvidable D. Jerónimo de la Gándara. Quien tenga, fé y no le arredren las envidias y miserias de todo género que rodean a los infatigables hijos del trabajo, siga el camino trazado por Gándara y aquilate el mérito de las obras con el estudio profundo, crítico v razonado de su destino, en armonía con los destellos de la imaginación, y así podremos los arquitectos españoles dar una digna lección de patriotismo á los que prefieran cualquier monsieur architecte, por estimable que sea allende el Pirineo, y que venga á imponerse en la capital de España, metiendonos por los ojos las ya insoportables formas decorativas de Luis XIV ó Luis XV, porque mejor preferimos a Churriguera con todos sus fantásticos delirios.
 Antes de concluir estas esclamaciones, mal pergeñadas en forma de artículo, me atrevo á dirigir un ruego toda la prensa ilustrada (á quien tanto debo), que me honre también en esta ocasión reproduciendo este modesto escrito, y asociándose para honrar la memoria del distinguido arquitecto D. Jerónimo de la Gándara, recomendando lo siguiente:
 1° Que el Excmo. señor ministro de Fomento, dando una prueba mas de su celo é ilustracion, ordene colocar el retrato del ilustre arquitecto Gándara en la galería de hombres célebres mandada formar recientemente.
 2.º Que tambien el busto de Gándara se ponga en en el sitio preferente que acuerde el respetable y digno director de la Escuela superior de arquitectura, el señor D. José Jesús de Lallave.
 He cumplido con un sagrado deber de gratitud y compañerismo; y todavía creo hacer poco en la campaña artística que llevo emprendida: honrando á los hombres notables, es como España mostrará al mundo civilizado de lo que es capaz el ingenio de sus preclaros hijos.

    Miguel Martínez Ginesta.[1]



  1. También publicado ese mismo día como «El arquitecto D. Jerónimo de la Gándara» en La Época, año XXIX, nº 5.944, p. 4 (url)