No hay, don Lope,
cosa en la guerra que no sea decente
al mismo General, si hacello importa.
Cuentan de un rey que caminaba un día
de invierno por lagunas y pantanos,
con los carros y máquinas de Marte,
y que le sobrevino escura noche;
los soldados entonces, que movían
los carros entre el lodo, comenzaron
a infamar a su rey con maldiciones,
mas él, entre la gente disfrazado,
ayudaba a las ruedas y decía:
«Decid del Rey, soldados; maldecilde,
mas no del que os ayuda a alzar los carros.
Dadme aqueste azadón a mí el primero.»
DON PEDRO:
Déjele vuestra Alteza: los soldados
le tomarán, que gustan de serville.
DUQUE DE PARMA:
Don Pedro, yo he de ser de los primeros.
DON LOPE:
No haga vuestra Alteza lo que dice,
que cavaremos todos de tal suerte
que podamos pasar a los antípodas
por las honduras que en la tierra hagamos. (Cave el DUQUE; cave DON LOPE; caven todos.)
DUQUE DE PARMA:
Esto, don Lope, es justo a un justo príncipe.
DON LOPE:
Alto, cavemos, pese al diablo,
pariome a mí mi madre para esto.