Si a sus licencias apelo,
no me darás culpa alguna;
que yo sé quien a la luna
llamó requesón del cielo.
DUQUE:
Pues no te parezca error;
que la poesía ha llegado
a tan miserable estado,
que es ya como jugador
de aquellos transformadores,
muchas manos, ciencia poca,
que echan cintas por la boca,
de diferentes colores.
Pero dejando a otro fin
esta materia cansada,
no es mala aquella casada.
RICARDO:
¿Cómo mala? ¡Un serafín!
Pero tiene un bravo azar,
que es imposible sufrillo.
DUQUE:
¿Cómo?
RICARDO:
Un cierto maridillo
que toma y no da lugar.
FEBO:
Guarda la cara.
DUQUE:
Ése ha sido
siempre el más cruel linaje
de gente de este paraje.
FEBO:
El que la gala, el vestido
y el oro deja traer
tenga, pues él no lo ha dado,
lástima al que lo ha comprado;
pues si muere su mujer,
ha de gozar la mitad
como bienes gananciales.