Quien escucha, oye su daño;
y fueron, aunque los dores,
filósofos majaderos,
porque el vulgo no es censor
de la verdad, y es error
de entendimientos groseros
fiar la buena opinión
de quien, inconstante y vario,
todo lo juzga al contrario
de la ley de la razón.
Un quejoso, un descontento
echa, por vengar su ira,
en el vulgo una mentira,
a la novedad atento.
Y como por su bajeza
no la puede averiguar
ni en los palacios entrar,
murmura de la grandeza.
Yo confieso que he vivido
libremente y sin casarme,
por no querer sujetarme,
y que también parte ha sido
pensar que me heredaría
Federico, aunque bastardo;
mas ya que a Casandra aguardo,
que Mantua con él me envía
todo lo pondré en olvido.