Batín, ya sé que mi vicioso padre
no pudo haber remedio que le cuadre
como es el casamiento;
pero, ¿no ha de sentir mi pensamiento
haber vivido con tan loco engaño?
Ya sé que al más altivo, al más extraño,
le doma una mujer, y que delante
de este león, el bravo, el arrogante
se deja sujetar del primer niño,
que con dulce cariño
y media lengua, o muda o balbuciente,
teniéndole en los brazos le consiente
que le tome la barba.
Ni rudo labrador la roja parva,
como un casado la familia mira,
y de todos los vicios se retira.
Mas, ¿qué me importa a mí que se sosiegue
mi padre, y que se niegue
a los vicios pasados,
si han de heredar sus hijos sus estados,
y yo, escudero vil, traer en brazos
algún león que me ha de hacer pedazos?
BATÍN:
Señor, los hombres cuerdos y discretos,
cuando se ven sujetos
a males sin remedio
poniendo a la paciencia de por medio,
fingen contento, gusto y confianza.
por no mostrar envidia y dar venganza.