Con notable pena
a todos nos ha tenido
hasta agora vuestra alteza.
¡Gracias a Dios, que os hallamos
sin peligro!
CASANDRA:
Después de ellas,
las dad a este caballero.
Su piadosa gentileza
me sacó libre en los brazos.
MARQUÉS:
Señor conde, ¿quién pudiera,
sino vos, favorecer
a quien ya es justo que tenga
el nombre de vuestra madre?
FEDERICO:
Señor marqués, yo quisiera
ser un Júpiter entonces,
que tranformándose cerca
en aquel ave imperial,
aunque las plumas pusiera
a la luz de tanto sol,
ya de Faetonte soberbia,
entre las doradas uñas,
tusón del pecho la hiciera,
y por el aire en los brazos,
por mi cuidado la vieran
los del duque, mi señor.