Dame tus brazos, Aurora,
que en mi sospecha y recelo,
eres la misma del cielo
que mi noche ilustra y dora.
Hoy mi remedio amaneces,
y en el sol de tu consejo
miro, como en claro espejo,
el que a mi sospecha ofreces.
Mi vida y honra aseguras;
y así, te prometo al conde,
si a tu honesto amor responde
la fe con que le procuras;
que bien creo que estará
cierta de su justo amor,
como yo, que tu valor,
Aurora, merece más.
Y así, pues vuestros intentos
conformes vienen a ser,
palabra te doy de hacer
juntos los dos casamientos.
Venga el conde, y tú verás
qué día a Ferrara doy.