Tu discurso me ha causado
lástima y admiración;
que tan grande sinrazón
puede ponerte en cuidado.
¿Quién pensara que casado
fuera el duque tan vicioso,
o que no siendo amoroso,
cortés, como dices, fuera,
con que tu pecho estuviera
para el agravio animoso?
En materia de galán
puédese picar en celos,
y dar algunos desvelos,
cuando dormidos están
el desdén, el ademán,
la risa con quien pasó,
alabar al que la habló,
con que despierta el dormido;
pero celos a marido,
¿quién en el mundo los dio?
¿Hale escrito vuestra alteza
a su padre estos enojos?
CASANDRA:
No, Lucrecia; que mis ojos
sólo saben mi tristeza.
LUCRECIA:
Conforme a la naturaleza
y a la razón, mejor fuera
que el conde te mereciera
y que contigo casado,
asegurado su estado,
su nieto le sucediera.
Que aquestas melancolías
que trae el conde, no son,
señora, sin ocasión.