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El dos de mayo (Espronceda)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Guerra
Obras poéticas completas (1876)
de José de Espronceda
El Dos de Mayo
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

EL DOS DE MAYO.



¡Oh! ¡Es el pueblo! ¡Es el pueblo! Cual las olas
Del hondo mar alborotado brama;
Las esplendentes glorias españolas,
Su antigua prez, su independencia clama.
Hombres, mujeres vuelan al combate,
El volcan de sus iras estalló:
Sin armas van, pero en sus pechos late
Un corazon colérico, español.
La frente coronada de laureles,
Con el botin de la vencida Europa,
Con sangre hasta las cinchas los corceles,
En cien campañas veterana tropa;
Los que el rápido Volga ensangrentaron,
Los que humillaron á sus piés naciones,
Y sobre las pirámides pasaron
Al galope veloz de sus bridones;
A eterna lucha, á sin igual batalla
Madrid provoca en su encendida ira;
Su pueblo inerme allí entre la metralla
Y entre los sables reluchando gira.
Graba en su frente luminosa huella
La lumbre que destella el corazon;
Y á parar con sus pechos se atropella
El rayo del mortífero cañon.
¡Oh de sangre y valor glorioso dia!
Mis padres cuando niño me contaron
Sus hechos ¡ay! y en la memoria mia,
Santo recuerdo de virtud, quedaron.
Entonces, indignados me decian,

Cayó el cetro español pedazos hecho;
Por precio vil á estraños nos vendian,
Desde el de Cárlos profanado lecho.
La corte del monarca disoluta,
Prosternada á las plantas de un privado,
Sobre el seno de impura prostituta,
Al trono de los reyes ensalzado.
Sobre coronas, tronos y tiaras
Su orgullo solo y su capricho ley;
Hordas de sangre y de conquista avaras,
Cada soldado un absoluto rey;
Fijo en España el ojo centellante,
El Pirene á salvar pronto el bridon,
Al rey de reyes, al audaz gigante
Ciegos ensalzan, siguen en monton.
Y vosotros ¿qué hicisteis entre tanto,
Los de espíritu flaco y alta cuna?
Derramar como hembras débil llanto
O adular bajamente á la fortuna.
Buscar tras la estranjera bayoneta
Seguro á vuestras vidas y muralla,
Y siervos viles à la plebe inquieta
Con baja lengua apellidar canalla.
¡Canalla! sí, vosotros los traidores,
Los que negais al entusiasmo ardiente
Su gloria, y nunca visteis los fulgores
Con que ilumina la inspirada frente!
¡Canalla! sí, los que, en la lid, alarde
Hicieron de su infame villanía,
Disfrazando su espíritu cobarde
Con la sana razon segura y fria!
¡Oh! La canalla, la canalla en tanto
Arrojó el grito de venganza y guerra,
Y arrebatada en su entusiasmo santo
Quebrantó las cadenas de la tierra.
Del cetro de sus reyes los pedazos
Del suelo ensangrentados recogia,

Y un nuevo trono en sus robustos brazos
Levantando á su príncipe ofrecia.
Brilla el puñal en la irritada mano,
Huye el cobarde y el traidor se esconde;
Truena el cañon y el grito castellano
De Independencia y Libertad responde.
¡Héroes de Mayo, levantad las frentes!
Sonó la hora y la venganza espera;
Id, y hartad vuestra sed en los torrentes
De sangre de Bailen y Talavera.
Id, saludad los héroes de Gerona,
Alzad con ellos el radiante vuelo,
Y á los de Zaragoza alta corona
Ceñid, que aumente el esplendor del cielo.
Mas ¡ay! ¿por qué cuando los ojos brotan
Lágrimas de entusiasmo y alegría,
Y el alma atropellados alborotan
Tantos recuerdos de honra y valentía;
Negra nube en el alma se levanta
Que turba y oscurece los sentidos,
Fiero dolor el corazon quebranta
Y se ahoga la voz entre gemidos?
¡Oh! levantad la frente carcomida,
Mártires de la gloria,
Que aun arde en ella con eterna vida
La luz de la victoria!
¡Oh! levantadla del eterno sueño,
Y con los huecos de los ojos fijos,
Contemplad una vez con torvo ceño
La vergüenza y baldon de vuestros hijos!
Quizá en vosotros donde el fuego arde
Del castellano honor, aun sobre vida
Para alentar el corazon cobarde
Y abrasar esta tierra envilecida.
¡Ay! ¿Cuál fué el galardon de vuestro celo,
De tanta sangre y bárbaro quebranto,
De tan heroica lucha y tanto anhelo,

Tanta virtud y sacrificio tanto?
El trono que erigió vuestra bravura
Sobre huesos de héroes levantado,
Un rey ingrato de memoria impura
Con eterno baldon dejó manchado.
¡Ay! Para hollar la libertad sagrada,
El príncipe, borron de nuestra historia,
Llamó en su auxilio la francesa espada
Que segase el laurel de vuestra gloria.
Y vuestros hijos de la muerte huyeron
Y esa sagrada tumba abandonaron,
Hollarla ¡oh Dios! á los franceses vieron
Y hollarla á los franceses les dejaron.
Como la mar tempestuosa ruge,
La losa al choque de los cráneos duros,
Tronó y se alzó con indignado empuje
Del galo audaz bajo los piés impuros.
Y aun hoy hélos allí, que su semblante
Con hipócrita máscara cubrieron,
Y à Luis Felipe, en muestra suplicante,
Ambos brazos imbéciles tendieron.
La vil palabra ¡intervencion! gritaron,
Y del rey mercader la reclamaban;
De vuestros timbres sin honor mofaron,
Mientras en su impudor se encenegaban.
Hoy esa raza degradada, espuria,
Pobre nacion, que esclavizarte anhela,
Busca tambien por renovar tu injuria
De estranjeros monarcas la tutela.
Tumba vosotros sois de nuestra gloria,
De la antigua hidalguía,
Del castellano honor, que en la memoria,
Solo nos queda hoy dia.
Verted juntando las dolientes manos
Lágrimas ¡ay! que escalden la mejilla;
Mares de eterno llanto, castellanos,
No bastan á borrar vuestra mancilia.

Llorad como mujeres; vuestra lengua
No osa lanzar el grito de venganza;
Apáticos vivís en tanta mengua,
Y os cansa el brazo el peso de la lanza.
¡Oh! en el dolor eterno que me inspira
El pueblo en torno avergonzado calle,
Y estallando las cuerdas de mi lira
Roto tambien mi corazon estalle.

1810.