¡Quién tuviera
alas en los dos pies, o en estos llanos,
aunque partiera en dos este horizonte!
¡Quién pudiera poner delante un monte!
¡Ah, Samaria cruel! ¡Ah, vil Samaria!
Niegue Dios el rocío a tus sembrados
y del cielo la hermosa luminaria
vista jamás de verde a tus collados!
¡El agua de tus fuentes necesaria,
se agote y seque, contra tus pecados
fuego llueven las nubes a la tierra,
y aunque busques la paz, vivas en guerra!
Nocturnas aves con graznidos roncos
te formen siempre cánticos acerbos;
búhos te espanten con gemidos broncos
perros te aullen y te bramen ciervos;
sílbente las lechuzas, y en los troncos
las grajas enfadosas, y los cuervos,
cuajando el aire, en ofenderte tercos,
noche vuelvan el día en negros cercos.
Por mandado de Dios fui a predicarte,
y en lugar de imprimirse en ti mi cuento,
has querido, Samaria, amotinarte
y dar tu voz contra mi vida al viento;
en tus vicios, cruel, quiero dejarte,
(Aparece DIOS sobre un arco iris, de medio cuerpo.)
aunque no haga de Dios el mandamiento.
Quédate entre tus sierpes, Vehemut fiera,
que a ti no he de volver.
|