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...en ti, bello prodigio, hallar previene
la paz de sus sentidos.
FALERINA:
Para nadie piadosos mis oídos,
galán joven, hermosa dama, fueron
de cuantos deste escollo trascendieron
piélagos y montañas,
al duro corazón de sus entrañas,
donde de amor la amenazada ira,
quizá más que mi estudio, me retira...
Pero esto no es de aquí, y así prosigo.
Para nadie, otra vez y otras mil digo,
mis oídos piadosos se mostraron
de cuantos en mi busca penetraron
estos peñascos, más que para aquellos
(o remediallos sea, o no temellos)
cuyos estragos han de amor nacido;
y pues mis sañas solo a este partido
se dan, sepa quién sois, que daros quiero
mi favor. ¿Qué esperáis?
Que puedo yo decillas.
Tan hija de la fortuna
vi la luz desde el primero
horóscopo de mi siempre
triste, infausto nacimiento,
que no conocí más padres,
ni aun otros los conocieron.
Según, después que ilustrado
en las escuelas del tiempo
empezó a dar al discurso
lición el entendimiento,
me informaron las noticias
de los que solo supieron
de mí, ser un inconstante
aborto del mar y el viento.
Un barco, pues, derrotado,
sin vela, jarcia ni remo,
supe que fue mi primera
cuna, entregada al inquieto
arbitrio de olas y embates:
tan infeliz, desde luego,
que ráfagas y bramidos
del mar y del aire fueron
idioma de mis arrullos
y frase de mis gorjeos.
Combatida de las ondas
flutuaba... ¡Oh no pequeño
bien del mar, nacer un triste
tan en las manos del riesgo,
que sepa dél el sentido,
y no sepa el sentimiento!
Combatida de las ondas
flutuaba, a decir vuelvo,
cuando, de unos pescadores
socorrida, me trajeron
a la orilla en tan felice
ocasión, que en sus desiertos
Aglante, rey africano,
andaba a caza, y oyendo
el no prevenido acaso
de tomar a sus pies puerto
tan contrastada inocencia,
que se hallaba en un momento,
sin saberlo, desdichada,
y dichosa sin saberlo,
me llevó a su corte, adonde
me crió. Quédese esto
aquí por ahora, y vamos
a otra cosa mientras crezco.
Este día, o ya que no
este, pocos más o menos,
trajeron al rey por rara
maravilla, sus monteros
una parida leona
que encontraron en lo espeso
del bosque, abrigando entre otros
cachorros suyos un bello
infante, a quien como a hijo
alimentaba a sus pechos.
Temiendo que peligrase
humana vida entre ellos,
el día que más crecidos
quisiesen cobrar soberbios
en su alimento lo que él
les quitó de su alimento,
le pusieron tales lazos,
que sin peligro pudieron
robársele; mas fue tal
de la fiera el sentimiento,
que rotas redes y lazos,
les siguió a la corte, haciendo
con domesticado instinto
tan cariñosos extremos,
que el rey, conmovido aún más
que a la piedad al portento,
curiosamente, no sé
si diga piadoso o fiero,
mandó que los otros hijos
la trujesen, y a un pequeño
albergue las retirasen
con el infante, poniendo
a mí por el mar «Marfisa»
en nombre, y a él, por los fieros
rugidos de la leona
el día que le echó menos
«Rugier», de suerte que, iguales
en hados y en nacimientos,
en influjos, en destinos,
en fortunas y sucesos,
«ambos nos criamos juntos»;
y como dice el proverbio,
«amor en nuestras niñeces,
(para seguir el concepto)
hirió nuestros corazones»;
pero no prosigo el verso,
«con arpones diferentes»;
pues fue el arpón uno mesmo;
bien que templado en tan dulce
yerba, en tan blando veneno,
que confesándole amor,
no sé qué linaje nuevo
de amor le confiese; pues
entre cariño y respeto,
era amor sin esperanza,
esperanza sin deseo,
deseo sin presunción,
y presunción sin afecto
de más que amar por amar;
tanto, que asegurar puedo,
porque no se alabe el gusto,
que hubo interés de por medio,
que amándole para todo,
para esposo le aborrezco.
En esta confrontación
de estrellas crecimos, siendo
mi ocupación la asistencia
de Argalía, asombro bello
sobre un espíritu altivo
de la beldad y el ingenio,
hija de Aglante, y la suya,
la del militar manejo
de las armas en que iguales
también corrimos un mesmo
rumbo; pues yo merecí
de Argalía el valimiento,
y él el de Aglante en las lides
que poco antes se movieron
entre él y Carlos de Francia;
mas ¿qué mucho, si su esfuerzo
mereció regir sus tropas
con el claro nombre excelso
del Paladín Africano,
en oposición de aquellos
que con Carlos en la mesa
redonda tienen asiento?
Pero como en la fortuna
no hay punto fijo, pues vemos
de un instante a otro mudar
la serenidad en ceño.
Quiso, cansada de haber
contra sus estilos hecho
de un desdichado un dichoso,
sin hacer al mismo tiempo
de un dichoso un desdichado,
que en un atacado encuentro,
muerto el caballo, quedase
de las armas prisionero
de Francia: a cuya ocasión
uno y otro rey, atentos
a sus razones de Estado,
trataron treguas, viniendo
a una suspensión de armas,
en cuyo espacio, no habiendo
plática de un campo a otro,
no se han tratado los medios
de su rescate o su canje:
su rescate, porque precio
no hay a Rugero en el mundo,
y su canje, porque preso
tampoco hay en él de igual
suposición; conque habiendo
la tregua cumplido el plazo,
y en él faltado el rey nuestro,
vuelve Francia a la campaña,
no sin vanidad, creyendo
que por quedar Argalía
heredera de su reino
será fácil la victoria,
sin atender que no menos
belicosa ella que Aglante,
sabrá salirle al encuentro.
Dígalo el que persuadida
de su generoso aliento,
pasar a Trinacria quiso,
donde los incultos senos
de los campos de Agramante,
que han sido el alojamiento
y cuartel de sus armadas
huestes, vean que no ha hecho
falta Marte donde queda
Palas para su gobierno.
Embarcose, pues, y apenas,
sacra emulación de Venus,
la vio el mar en sus espumas,
cuando, dudando o creyendo
que era el que iba a litigar
de la hermosura el imperio,
en favor de su deidad
amotinó su elemento,
tan sañudamente airado,
tan airadamente fiero,
que los campos de cristal,
gigantes Flegras de yelo,
se vieron en un instante
montes sobre montes puestos.
Tal vez vimos su fanal,
estrella del firmamento,
tal pavesa del abismo,
hasta que, piadoso el cielo,
quiso que el pardo celaje
deste obelisco soberbio,
que entre Caribdis y Scila
se deja descollar, siendo
nuestro norte y nuestra aguja,
nos diese prestado puerto,
en tanto que no serene
las arrugas de su ceño
el enojado Neptuno.
Y siendo así que, sabiendo
antes de ahora de la fama,
y agora de los groseros
moradores deste escollo,
ser tu albergue, a verte vengo
desmandada de las tropas,
por si pudiese mi ruego
obligarte a que me digas,
hermoso, sabio portento,
si Rugero muere o vive,
qué modo de tratamiento
ha tenido en la prisión,
si está afligido o contento,
y, en fin, si de mí se acuerda,
y qué caminos, qué medios
pondré a su libertad, pues
no dudo con tu consejo
y mi fineza, que sean
en los anales del tiempo
prodigiosas las fortunas
de Marfisa y de Rugero.
Antes que a ti te responda,
prosigue tú, por si puedo,
habiendo escuchado a entrambos,
a entrambos satisfaceros.
LISIDANTE:
Lisidante de Asia, hijo
de Menodante, supremo
soldán, suyo soy; mi padre,
de Carlos parcial, sabiendo
que con Aglante rompía
la guerra, entre otros opuestos
que auxiliares le dispuso,
quiso que fuese el no menos
estimable mi persona,
revalidando los fueros
a la jurada alianza
conmigo de amigo y deudo.
Honrome Carlos, sentado
a su mesa, con que excelso
par de Francia me juró.
Si le pagué o no igual premio,
la fama lo diga en cuantas
ocasiones se ofrecieron
hasta la firmada tregua,
en cuyo ocioso intermedio
no fue para mí la corte
campaña de menos riesgo
que la de Agramante, pues
pasó tan de extremo a extremo
la distancia de una a otra,
cuanto va de vivo a muerto,
de vencedor a vencido,
y de libre a prisionero.
Bradamante de Arles, hija
de sus duques, fue el objeto
en quien lidiaron mis ansias
aquel repetido duelo
a que siempre están retados
amor y aborrecimiento;
pero como la hermosura,
potentada de su imperio,
labra contra sí las armas
de su desdén, pues es cierto
que da armas contra sí
la que desdeñosa al mesmo
que escasea los favores
crece los merecimientos;
no desconfiado a costa
de ansias, penas y desvelos,
siendo gala en ella usarlos,
y gala en mí padecerlos.
Duraba, no en mi esperanza,
sino en mi dolor, a tiempo
que despedidas las tropas
a causa de los pretextos
de la tregua, me fue fuerza
volver a mi patria centro.
¿Quién creerá que hubo quien vuelva
a vivir en él violento?
Si el que más favorecido
se ausenta, peligra, puesto
que ausencia es muerte de amor,
¿qué peligrará el que ajeno
de favor se ausenta? Bien
que le aventaja el consuelo
de no perder la ventura
que no tuvo, con que creo
que, ausente y aborrecido,
llegué a vivir más contento
que favorecido, ausente
viviera, pues por lo menos
es sin aquel sobresalto,
aquel recato, aquel miedo
de que tengo que perder
la esperanza que no tengo.
Hasta aquí fue fuerza darte
cuenta de mis sentimientos,
mas ya desde aquí será
prolija relación, puesto
que desde aquí son tan unos
de Marfisa los sucesos
y los míos, que el contarlos
no importa para saberlos.
La mesma cumplida tregua
que a ella tray en seguimiento
de Argalía, es la que a mí
me tray al pasado empeño;
bien que ahora forzado más
del amor que del esfuerzo.
El mesmo temporal que a ella
trajo abrigar a este puerto,
me trajo a mí. El mismo informe
de huir tú estos desiertos,
que a ella la obliga, me obliga
también a buscarte, y siendo
así que lo que ella dijo
y yo dijera, es lo mismo,
séalo también saber
si en esta ausencia otro afecto
supo servirla mejor;
y ya que a sus ojos vuelvo,
qué género de agasajos,
qué especie de rendimientos,
qué linaje de finezas
en su servicio hacer puedo
que más la obliguen, y en fin,
si por acaso o por yerro,
alhajas de desdichados
a Bradamante la debo,
ya que no para favores,
memoria para desprecios.
Ya os dije que de amorosas
fortunas me compadezco,
y aun di a entender que tenía
altas causas para hacerlo.
Y no habiendo de salir
aquestas jamás del pecho,
porque, gusanos del alma,
se han de morir a acá dentro;
sus afectos salgan, no
diga amor que le reservo,
avarienta de sus triunfos,
las causas y los efectos.
Ya así, obediente a los dos,
y a mí obedientes aquellos
espíritus que heredados
de Merlín, padre y maestro,
cuyo cadáver, aunque
yace en los campos amenos
de Agramante, desde aquí
me escucha; rasgue sus senos
este risco, y en sus duras
entrañas descubra, dentro
de su pavoroso espacio
de Bradamante y Rugero
la acción en que agora se hallan
entrambos.
¡Qué confusión! (Con terremoto dentro se corre la cortina, y queda con segunda colgadura el teatro; se ven en él sentados en sillas CARLOS y FLOR DE LIS. Luego, por una banda y otra, Damas y Caballeros en ellas sentadas en almohadas, y ellos hincada la rodilla. La primera, al lado derecho, es BRADAMANTE con RUGERO, y los Músicos, en ala, detrás de todos.)
El salón excelso
del gran palacio de Carlos,
que de gala y de festejo,
como suele en reales bodas
está, lugares teniendo
los galanes con las damas,
de cuyos altos sujetos,
después de Carlos, Carloto
y Flor de Lis, al derecho
lado sigue Bradamante,
con quien está un caballero,
a quien solamente no
conozco de todos ellos;
bien que de verle tal vez,
como entre sombras, me acuerdo.
Si es que a contraria razón
valer suele el argumento,
el que desconoces tú,
el que yo conozco es, puesto
que el que con la primer dama
está en lugar, es Rugero;
bien que yo también debiera
desconocerle, si atiendo
que del africano traje
el noble adorno depuesto,
la francesa moda viste.
LISIDANTE:
¿No nos dirás a qué efecto
es el festín?
MARFISA:
¿Y a qué causa,
cuando le juzgaba preso,
triste y afligido, está
tan alegre, tan contento,
y tan hallado en París?
No puedo,
que si habéis visto vosotros
vuestras desdichas, no menos
he visto yo mis desdichas;
y pues que suspensa quedo
más que vosotros, de mí
no hay que esperar el saberlo;
pues mejor os lo dirá
su gozo que mi tormento,
cuando pasando al oído
de los ojos el portento,
a las músicas de allá
repitan aquí los ecos...
MÚSICA:
Reinando en Francia Carlos el primero,
y entrando a ser esposo, sin salir de amante,
así al lado feliz de Bradamante,
vencido de su amor, dijo Rugero.
Ya, Magno Carlos, ya, invicto,
heroico Delfín excelso,
soberana Flor de Lis,
bellas damas, caballeros
ilustres, que mi fortuna,
mejorando a un mismo tiempo
de religión y de estado,
mereció, sin merecerlo,
de prisionero de Marte
pasarme a ser prisionero
de amor en la esclavitud
del más soberano dueño,
que sin yerros que dorar
doró a mi prisión los yerros;
dadme licencia a que empiece
yo el festín.
Si consiguiendo
de paladín africano
antes el renombre eterno,
el de francés paladín
hoy conseguís, y el empleo
de mi sobrino, ¿quién puede
competiros ese puesto?
RUGERO:
Con esa licencia, bien
humildemente soberbio,
y soberbiamente humilde,
decir podré, a sus pies puesto... (Sácala a danzar.)
ÉL y MÚSICA:
Reverencia os hace el alma,
gloria de mi pensamiento...
(Los instrumentos suenan siempre, aunque se represente.)
BRADAMANTE:
Si dispensara el decoro
osadías al respeto,
y hubiera de hablar la voz
donde ha de hablar el silencio,
también os dijera yo
que os veneraba mi afecto...
ELLA y MÚSICA:
Por ídolo de su altar,
por imagen de su templo. (Danzan todos.)
RUGERO:
No excediérades, señora,
los límites a que atento
ha de vivir el recato
cuando lo dijerais, puesto
que pagarais una fe
verdadera; pues yo, es cierto...
Por vós, francesa gallarda,
la fe verdadera tengo. (Culebrilla.)
BRADAMANTE:
No deslucir la fineza
con no conocerla, quiero;
sino antes agradecida
estimaros que de extremo
a extremos pasáis el día
que pasáis de preso a preso.
ELLA y MÚSICA:
Y de caballero moro
sois cristiano caballero.
RUGERO:
Vós, hermosa Flor de Lis,
no tengáis a atrevimiento
el suplicaros, honréis
de mis bodas el festejo;
pues para que a danzar saque
al más divino sujeto...
Vós, príncipe generoso,
no por mí, mas por vós mesmo
el festín honrad, y sea
vuestro el agradecimiento;
que darle a un gallardo joven
ocasión de parecerlo,
ya es lisonja, pues darle
causa a que pueda discreto...
ELLA y MÚSICA:
En el sarao a su dama
decirla su pensamiento.
FLOR DE LIS:
Cuando por mi prima no
tuviera razón de hacerlo,
por vós, Rugero, saliera,
pues desde hoy el honor vuestro
a cuenta corre de todos.
(Tocan las cajas y las trompetas, y corre la cortina.)
VOCES:
(Dentro.)
¡Arma! ¡Guerra!
LISIDANTE:
Bello prodigio, ¿qué es esto?
MARFISA:
¿Qué es esto, divino asombro?
FALERINA:
Esto es vengar vuestros celos,
(mejor dijera los míos)
espíritus infundiendo
en Marsilio, que es quien hoy
desde que fue Aglante muerto,
hasta que llegue Argalía
tiene el militar gobierno
de las tropas africanas;
solicitando con eso
que se suspendan las bodas,
para que ambos tengáis tiempo
de llegar, quizá, a impedirlas.
[Aparte.]
¡Ay!, que no sabéis que tengo
más causas para estorbarlas
yo que vosotros, pues fieros
mis hados dieron conmigo,
cuando iba a buscar los vuestros.
...de haber
visto el rostro a sentimientos,
que no pensé tener nunca!
(Vase.)
FALERINA:
Tampoco pensé tenerlos
yo jamás, y me han venido
a buscar donde más lejos
dellos pensaba ocultarme.
¿Quién creerá que mis agüeros,
para hallarlos como propios,
los buscase como ajenos?
Mas, ¡ay!, que cuantos caminos
intenta el arbitrio nuestro,
para apartar el influjo,
tantos son precisos medios
de adelantarle los pasos.
Dígalo el infausto sueño
en que vi un gallardo joven
que ensangrentaba en mi pecho
el dorado arpón de aguda
flecha, y escapaba huyendo,
tras quien yo, despavorida,
intenté correr, a tiempo
que a las temerosas voces
de mi mal cobrado aliento,
en los brazos de mi padre
despierta me hallé, que oyendo
la aprehensión del sueño, dijo:
«¡Nunca ese galán mancebo
llegues a ver, plegue al hado!
Pues ese día los ceños
conjurarás contra ti,
del amor y de los celos
en que solo, ¡desdichada!,
te amenazan los soberbios
hados en la esclavitud
de su más tirano imperio.
Si quieres asegurarlos,
pues dicen que tiene el cuerdo
en las estrellas dominio,
huye a los montes soberbios;
que en ellos no te hallará,
si no le buscas tú en ellos;
y más mientras dure el pacto
que comprometido tengo
en Malgesí, y no descubra
cierta lámina un secreto.»
Tan fija con el asombro,
con el horror, con el miedo,
se grabó en mi fantasía
su imagen, que al ver, ¡ay cielos!,
hoy a Rugero, jurara
estar otra vez durmiendo.
Y pues no me bastó, ¡ay triste!,
venir a este risco huyendo,
para que, sin que él me busque,
le busque yo, hallando el riesgo
tan no imaginadas sendas
de ejecutar sus decretos;
suelte la rienda al destino,
y corra tras él, haciendo,
ya que el verle tan gallardo
y de dos damas a un tiempo
tan querido es torcedor
de tan contrario veneno,
que entrando a matar en pasmo,
viene acabar en incendio,
que, pues los míos perdí,
no consigan sus deseos,
ni una en amorosos lazos,
ni otra en amantes afectos.
Y así, valida de mí,
pues yo a mí me basto, tengo
de ver si... Pero mejor
será que lo diga el tiempo,
cuando sol, luna y estrellas,
aire, agua, tierra, fuego,
hombres, aves, peces, fieras,
montes, valles, cumbres, puertos,
hados, influjos, destinos,
vean que a todos opuesto
el valor de Falerina
sabe turbar a portentos,
el amor de Bradamante,
de Marfisa y de Rugero.
(Vase.)
(Salen CARLOS, ROLDÁN, OLIVEROS, DURANDARTE, REINALDOS y RUGERO, deteniéndolos CARLOS.)
CARLOS:
No le sigáis el alcance
supuesto que se retiran,
y que ya la noche esparce
sus sombras; que puede ser
que con la fuga nos llamen,
y que siendo aquestos montes
como son, tan formidables,
sea ardid, y que en alguna
emboscada nos aguarden;
que el recato en la milicia,
siempre fue acuerdo importante,
y es pensar lo que yo hiciera,
prevenir lo que ellos hacen.
Y así, a retirar, amigos,
que mañana en los celajes
primeros del alba, pienso
en sus cuarteles pagarles
la visita: no se diga
que vinieron a buscarme
y no fui a buscarles yo.
Habiendo
sabido que ya se acaba
la tregua, vuelvo al honor
de ser tu soldado, y darte
noticias de que Argalía
casi en el mismo paraje,
desde Escila, en que corrimos
unos mismos temporales,
viene a reclutar sus tropas;
tan altiva y arrogante,
que es en valor y hermosura
hija de Venus y Marte.
CARLOS:
Eso habrá más que vencer.
Llegad a todos y dadles
los brazos, pues todos son
en fineza semejante
interesados, teniendo
vuestro esfuerzo de su parte.
Rugero ya de los pares
es uno más: el general
del ejército de Aglante,
fue a quien prisionero vós
en esta torre dejastes...
LISIDANTE:
Agora reparo en él.
CARLOS:
Que de los duques de Arles,
antiguos alcaides suyos,
es heredado homenaje;
y a quien han sacado della
dos venturas, y tan grandes,
como ser paladín mío
y esposo de Bradamante.
LISIDANTE:
Uno y otro parabién os doy.
[Aparte.] ¿Qué yo, ¡ay de mí!, abrace
a mi enemigo, sin que
entre mis brazos le mate?
Los acentos militares
a retirar toquen. Pero (Cajas y trompetas. Salen DELFÍN, FLOR DE LIS, BRADAMANTE, y damas.)
¿a quién nueva salva hacen
de cláusulas llenando el aire vano?
DELFÍN:
Permíteme tus pies...
FLOR DE LIS:
Dame tu mano.
CARLOS:
¡Delfín! ¡Flor de Lis bella!
Pues ¿qué venida es esta?
De mi estrella
el influjo seguir, con la disculpa
de que nunca el valor pudo ser culpa.
Corriendo ya la voz de que venía
a gobernar su ejército Argalía,
no es justo que blasone
una mujer que a tu poder se opone,
sin que otra mujer sea
la que a tus pies sus altiveces vea,
no menos que ella heroicamente ufana.
DELFÍN:
Ya por los dos te respondió mi hermana;
pues tampoco no fuera
justo quedarme yo sin que viniera,
señor, a acompañarla.
Con que no menos disculpado se halla
el generoso espíritu de cuantas
a su ejemplo llegamos a tus plantas,
trocando el lisonjero
espejo de cristal al del acero.
CARLOS:
El amor la fineza os agradece,
mas no el temor, que por instantes crece
al veros en campaña.
Pero, al fin, sois mis hijos, y no extraña
vuestro heroico valor mi fama altiva.
Venid.
No tienes qué, pues a contrario extremo,
si en ti fallece, en mí se aumenta el brío
al conocer que tú vas en el mío,
y después de aquel día que en la torre
de mi antiguo homenaje te vi, corre
el amor nuestro una fortuna. Vamos
donde juntos vivamos o muramos. (Vanse, y dice FALERINA dentro.)
FALERINA:
Eso será mas cierto
si a ese fin tomo en vuestros montes puerto.
Sobre aquesta oscura cueva,
que oculta el grande cadáver
de Merlín, llega esta noche
el encanto a fabricarse
del jardín de Falerina.
Aunque me halles
no me hallarás, que no estoy
en mí, pues desde el instante
que entramos en esta cueva
y vimos que solo guarde
un sepulcro, pienso que
me fui a huir a otra parte.
¿Qué gegante no lo estar?
Y si no él, el que le trae.
SALVAJE:
El que veréis, en abriendo
esas puertas de diamante
que están dentro de la cueva.
[Aparte.]
(Esto es llevar a encerrarles,
porque estando los jardines
sobre ella, no es bien que pasen
por ellos, y lo que vieren
lo puedan decir a nadie.)
Entrad, pues, porque lleguéis
a besar las plantas reales
de su reina Falerina,
y ver qué castigo os mande
dar por estar aquí dentro.
Salen por una puerta mirando a lo lejos algunos moros, y detrás MARSILIO, MARFISA y ARGALÍA. Y por la otra CARLOS EL DELFÍN y FLOR DE LIS, BRADAMANTE, LISIDANTE, RUGERO y los cuatro paladines.
ARGALÍA:
Ya que la primera luz
del sol sus rayos esparce...
CARLOS:
Ya que el alba rompe el velo
de sus primeros cendales.
ARGALÍA:
Y en buena ordenanza, Carlos
manda que su campo marche
al nuestro, porque sin duda
que le gobierno no sabe,
pues no le he puesto en temor...
CARLOS:
Y el africano arrogante,
en fe quizá de Argalía,
al opósito nos sale...
No hay que esperar: las primeras
tropas de vanguardia avancen.
CARLOS:
No hay que perder la ocasión.
UNOS:
Brame el bronce.
OTROS:
Gima el parche.
TODOS:
¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! (Trábase la batalla, y éntranse peleando.)
MARFISA:
¡Oh, quiera el cielo que halle
en la batalla a Rugero!
Y para que no recate
entrar en duelo conmigo,
destos tapidos cendales
tengo de cubrir el rostro. (Cúbrese y vase.)
El nombre acudir me hace
donde me llaman. ¿Quién eres,
que de tu riesgo ignorante,
a mí me buscas?
FLOR DE LIS:
Porque
solo con la voz te espante,
y antes que con el acero
con el sonido te mate,
Flor de Lis soy yo.
ARGALÍA:
¡Ay de ti
infelice! Que no sabes
que la espada de Argalía
templada está en yerbas tales,
que a sus golpes derribó
cuanto se puso delante.
Muere a mis manos.
(Dentro.)
A la voz de Flor de Lis
allí todo el grueso carguen.
BRADAMANTE:
(Dentro.)
Sígueme, Rugero.
TODOS:
(Dentro.)
Moriremos en su alcance.
¡Arma, arma! ¡Guerra, guerra! (Tocan cajas, y salen riñendo RUGERO y MARFISA.)
MARFISA:
Ya que de uno en otro trance
barajada la batalla,
a la voz de Bradamante
te reconocí, y llamado
de mí a singular combate
has tenido a esta, del monte
la más retirada parte,
vuelve a la lid.
Bien creerás
no excusarla de cobarde,
sino de atento, al mirar
en mujer valor tan grande.
MARFISA:
¿Por qué?
RUGERO:
Porque si te venzo
dirán que es vitoria fácil
los que tu valor ignoran;
y si me vences, desaire
mi rendimiento; y así,
pues no es posible que gane,
ni vencedor ni vencido,
te suplico que dilates
conmigo el duelo, y me digas
¿qué te ha obligado a buscarme
a mí más que a otro?
Ser tú
el más vil, el más infame
de los hombres, más traidor (Sale BRADAMANTE.)
a ti, tu patria y tu sangre.
BRADAMANTE:
Yendo presa Flor de Lis,
y viendo que en semejante
empeño falta Rugero,
con temor vuelvo a buscarle;
pues no es posible que vivo,
a mí y a su opinión falte.
Hacia esta parte fue adonde
de vista le perdí: dame,
montes, dél noticia. Pero
con una africana aparte
retirado está.
No trates
desenojar con lisonjas
a quien matas con pesares.
BRADAMANTE:
¡Qué escucho!
MARFISA:
¿Tú eres aquel
paladín abencerraje,
que en real alimento tuvo
una leona por madre?
Pues ¿cómo desde prodigio
tan presto has pasado a ultraje,
que de tu patria y tu ley
y mi amor olvido haces,
tan del todo, que...?
Marfisa,
no me culpes de inconstante;
que aunque mudé religión
por más superior dictamen,
de amor no mudé; que el tuyo
es en el alma carácter.
Como te quise, te quiero,
y que no te quise, sabes,
para esposa.
No baste
aquesa satisfación;
que celos son unos males
tan fáciles de nacer,
que de cualquier amor nacen.
Cuando no me ofenda el gusto
¿puede el olvido dejarme
de ofender, con que abandonas
tu fama, pues que la abates
al ciego amor de...?
BRADAMANTE:
Detente,
no a decir su nombre pases,
africana; que no es
sujeto tan relevante
para los labios de quien
se da a partido tan fácil,
que en que la aman se consuela,
sin que para esposa la amen.
Quizá es más decoro que
ni aun para eso me mirase
su esperanza, por no haber
tenido primero amante
en quien me perdiese el miedo,
como alguna en Lisidante.
RUGERO:
¿Qué escuché, cielos?
BRADAMANTE:
A ser
servida una dama, no hace
consecuencia a los favores,
cuando constan las crueldades.
Y así, aunque no me desluzga
tu voz, que me enoje baste,
para que ya que no vengue,
castigue... (Va a embestirla.)
¿Habrá alguien
tenido entre dos afectos
poderosamente iguales,
el corazón dividido
en tan enteras mitades,
que aunque Marfisa me injuria
con sus despechos, la ampare,
y aunque me dé con sus celos
pena, valga a Bradamante,
siendo mi vida un acero
tirado de dos imanes,
tan a un tiempo?
(Dentro.)
Ya lo es,
de que él no se desengañe,
ni ninguna fe asegure. (Estando riñendo las dos, y él en medio, salen JAQUES y ZULEMA de leones y cargan con él, y suena un terremoto.)
(Sale.)
Sin duda, contra nosotros
hoy Argalía se vale
de Merlín, a quien le dieron
torpe espíritu por padre
(Terremoto.)
tantas diabólicas ciencias,
siendo siempre favorables
al África sus encantos;
y así, porque no embarace
el que cobre a Flor de Lis
y con toda África acabe
de una vez, nuestra conquista
será la cueva en que yace
hasta que abrasado vuele
en cenizas su cadáver.
(Vase.)
Todos en tan alta empresa
te ayudaremos constantes,
luego que cobrar el sol,
diga, publicando paces:
«Cesen, cesen rigores, cesen crueldades.» (Vanse todos.)
MÚSICA:
«Cesen, cesen rigores, cesen crueldades,
y cobrando fuentes, flores y aves,
sus matices, sus voces y sus cristales,
firmen blandas treguas, ya que no paces,
luna, sol, agua, fuego, tierra y aire.
(Con esta música se descubre el teatro de los jardines, y en un cenador o nicho se ve FALERINA vestida de ninfa en acción de estatua de una fuente, y sacan dos leones a RUGERO haciendo canciones lo que dicen los versos.)
RUGERO:
Pues que desde las primeras
luces que gocé, en mí son
verdad y contradición
veros piadosas y fieras,
oh crueldades lisonjeras,
(o por decir más verdades,
crueles lisonjas), piedades
o iras de una vez usad,
o vida o muerte me dad:
no para contrariedades...
ÉL y MÚSICA:
Cesen, cesen rigores...
ZULEMILLA:
¡Oh, quien hablalde pudiera,
ya que mi amo moro ser...!
Su primero resplandor
en bello jardín me veo,
que no pudiera el deseo
imaginarle mejor...
Mil aromas cada flor,
cada fuente mil raudales,
cada ave mil celestiales
tonos... en prodigio tanto,
todo junto es un encanto,
pues que suspenden iguales...
¡Oh tú, que en confusa calma
tienes, de jazmín vestida,
para estatua mucha vida,
para deidad poca alma!
Si deste jardín la palma
eres, pues de cuanto aplaces
vitoriosamente haces
triunfos a tu pie rendidos,
haz que también mis sentidos
entre asombros y solaces...
MÚSICA:
Firmen blandas treguas, ya que no paces.
RUGERO:
Luna es, pues siente desmayos;
sol, pues brilla luces tales;
agua, pues toda es cristales;
fuego, pues que toda es rayos;
tierra, pues florece mayos,
y aire, pues a su donaire
no hay lustre que no desaire:
con que viene en mi consuelo
a ser de todo esto el cielo,
pues padecen su desaire...
¿Cúya eres, oh peregrina,
bella imagen soberana?
¿De Venus u de Diana?
Que uno y otro te imagina
el que, dos veces divina,
en ti adoradas deidades.
Si a mi llanto te persuades,
sepa; pues ídolo eres,
y responderás si quieres,
¿Qué me dicen tus piedades?
MÚSICA:
Cesen, cesen rigores, cesen crueldades,
y cobrando fuentes, flores y aves
sus matices, sus voces y sus cristales
firmen blandas treguas, ya que no paces,
luna, sol, agua, fuego, tierra y aire.
Joven, cuyo valor
nació a más alto fin,
que a caudillo africano,
ni a francés paladín;
no solo mi voz creas,
viendo restitüir
a vida y alma un mármol,
pues hablarán por mí,
para mayor abono... (Salen todas las músicas que puedan, vestidas de ninfas, con cendales en los rostros, y mientras ella representa y ellas cantan, él está suspenso.)
LA MÚSICA:
Deste hermoso jardín
en fuentes el cristal,
en flores el matiz...
El grande origen tuyo
que te trajo hasta aquí
de la otomana luna
a la francesa Lis,
presagio fue que dijo
cuán bajo has de vivir
de una en otra ley, hasta
dar en la de gentil,
de cuyos dioses vienes.
LA MÚSICA:
Dígalo el ver vivir
fatigas de un cincel,
afanes de un buril.
Estatua viva te habla
la diosa, que feliz
ídolo es deste templo,
deidad deste pensil.
No es Venus, ni Diana,
ninfa celeste sí,
en cuyas sacras bodas
estrella has de lucir
cuando goces por ella...
LA MÚSICA:
En ese azul viril,
dosel de rosicler,
tálamo de zafir.
No, pues es consorte humana,
llegues a permitir
que las distancias mida
que hay del alta cerviz
del monte al valle; pues
aunque es noble, es así
que lo humano más noble,
con lo divino es vil,
y más cuando los hados...
LA MÚSICA:
Te saben prevenir
en rayos de otro sol,
luces de otro cenit.
Hasta entonces conmigo
goza deste país,
donde dichoso vivas,
sin llegarte a afligir
de Bradamante ausencias
que ella no ha de sentir,
ni de Marfisa celos,
que sabrá echar de sí,
y cuando no los eche...
LA MÚSICA:
El que en mejor confín
tiene que merecer,
¿qué tiene que sentir?
Vuelve a ver ese alcázar
que labró para ti
arquitecto el amor,
en cuyo camarín
son el bronce y el jaspe
material más civil;
pues de pórfido y oro
contienen entre sí
colunas y dinteles...
LA MÚSICA:
Cuestión sobre argüir
cual desangró más venas:
el Catay o el Ofir.
Vuelve a ver el vergel,
cuya menor raíz
da en hojas de esmeralda
claveles de rubí.
Aroma es de coral
cada flor carmesí,
zafiro cada lirio,
también cada alhelí
topacio, en cuya aurora...
LA MÚSICA:
Perla es cada jazmín,
que se engendró al llorar,
y se cuajó al reír.
FALERINA:
Eterna primavera
el año será aquí,
sin que de doce meses
sepas más que el abril.
Tu mesa será el ampo,
sin que, por acudir
su blancura al mantel,
su frío deje de ir
al néctar y ambrosía...
En copas, que sutil
filigrana de oro
guarnezcan el perfil.
FALERINA:
Tu lecho será el mayo,
pues le verás mullir
rasos de primavera
en catres de marfil;
siendo regazo de uno
y de otro transportín;
las plumas de aquel ave,
que al nacer del morir
reservará la hoguera...
LA MÚSICA:
Cuyo hermoso terliz
del colchado algodón,
respirará ámbar gris.
Tendrás a todas horas
en continuo festín
mis damas, en quien hay
aun más que ver, que oír;
y cuando echares menos
tu espíritu la lid,
también sabré batallas
en el aire fingir
que tu valor diviertan...
LA MÚSICA:
Viendo en embestir
escuadras ciento a ciento,
y tropas mil a mil.
FALERINA:
En fin, tendrás, Rugero,
bien que no tendrás fin,
pues semidiós conmigo
eterno has de vivir,
mientras de colocarte
no llegue el tiempo en mí,
un alma que te adore,
con quien siempre feliz
vivirás, cuando el iris...
Desplegará por ti
las hojas de esmeralda,
de gualda y de carmín.
RUGERO:
Hermoso enigma, en quien,
no sin asombro, vi
que pudo alcanzar más
el ver que el discurrir.
Si deidad eres, ¿cómo
puedes dudar de mí,
que al decirme que soy
más noble que creí,
en más obligación
me pones de acudir
a esa misma nobleza?
Y siendo aquesto así,
¿contradición no implica
que intentes conseguir
el hacerme más noble
para verme más ruin?
...que mentir?
Y más a una mujer,
obligándome aquí
a que te ofrezca un alma,
que ya a otro dueño di.
Verdad es que a Marfisa
la quiero como a mí;
mas no como a mi esposa.
Y si grosero fui,
dígalo la contienda
en que a los dos perdí
en querer allá dos;
¿qué será a tres aquí?
Y pues desengañar
más noble es que fingir,
permíteme que vuelva
donde estaba, al oír
que estoy en mi fortuna,
desde que merecí
para admitirme esposo
de Bradamante el sí,
tan feliz que no puedes
hacerme más feliz.
Por ser estrella yo,
¿cómo he de permitir
que ella mi sol no sea,
llegando a preferir
a todo un sol un astro?
Y así, humilde...
¡Ay de ti!
Que no sabes que solo
no es el engaño vil
que se hace a declarada
mujer, pues siempre vi
sentir más el desprecio
que el engaño; que, en fin,
uno da que temer,
pero otro que sentir.
RUGERO:
Eso es juzgarla a ella,
mas no juzgarme a mí,
que soy el que no quiero
finezas deslucir
con engañarte; fuera
de que ¿eres, como oí,
deidad, o no? Si lo eres,
¿cómo he de presumir
engañarte? Y si no,
¿qué aventuro en huir
de quien me engaña?
Esto
es que, pues yo por ti
pasé de estatua a viva,
pases tú ahora por mí
de vivo a estatua, siendo
mármol deste jardín,
para que en mi venganza
mejor pueda decir...
RUGERO:
También lo diré yo,
por si descanso así:
¡ay mísero de mí...
Y si,
aunque a otros león parezca,
soy puerco, y aún respira,
¿cómo he de defenderle?
FALERINA:
No temáis, porque aquí
lo formidable basta;
y para resistir,
si alguien se atreve a entrar,
el que pueda salir
continuamente el eco
que aduerme, repetid
vosotros, mientras yo
siembro todo el confín
de venenosas yerbas,
que al pisarlas, herir
puedan la planta a cuantos
entrar osen aquí.
Fuera de que, ¿qué temo,
si mientras de Merlín
dure el sepulcro y nadie
se atreve a descubrir
lo que en sí encierra el pacto
de sus ciencias, el fin
nadie ha de haber? En cuyo
asombro ha de vivir,
hecho mármol a todos,
quien lo fue para mí.
A cuyo encanto una
y mil veces decid...
MÚSICA TODA:
¡Ay mísero de ti,
que lo feliz desdeñas
y eliges lo infeliz!
(Vuélvese a cerrar la cortina, y sale por una parte ROLDÁN y DURANDARTE, deteniendo a MARFISA. Y por otra LISIDANTE, OLIVEROS y REINALDOS, deteniendo a BRADAMANTE.)
UNOS:
Tente, Bradamante.
OTROS:
Tente,
africana.
LAS DOS:
Es desvarío...
BRADAMANTE:
Que yo he de ser la primera
que examine ese prodigio,
de cuya boca las fieras
salieron, que el dueño mío
me robaron de los ojos;
que como a esposo le estimo...
(Aparte.)
Aunque me ofendan sus celos.
Que solo ha de ser mi brío
el que examine el portento
de aquese insulto retiro,
de cuyo bostezo fueron
partos los monstruos esquivos
que a Rugero arrebataron...
(Aparte.)
Aunque me ofenda su olvido
que como amante le adoro.
LISIDANTE:
Aunque pudiera, ofendido
de ti, darme por vengado,
fuera a mi valor indigno;
porque la mejor venganza
que para una dama ha habido
es, cuando ella ha un desprecio,
vengarle con un servicio.
Que habiendo tú anoche dicho
que para cobrar a Flor,
y acabar la lid, camino
no hay mientras militaren
los diabólicos hechizos
del cadáver de Merlín
por África, conferimos
que era bien reconocer
qué contiene el laberinto
de sus intrincadas quiebras,
para aplicar los disignios,
más a su ruina conformes:
a que Bradamante dijo...
Rugero, de dos leones,
que no sé si compasivos
o crueles le ausentaron,
vivo o muerto en su distrito
yace, y así a nadie toca
más que a mí entrar en su abismo.
Si es muerto, a morir con él,
o a vivir con él si es vivo.
LISIDANTE:
Prosiguió a esto esa africana...
MARFISA:
Habiendo anoche perdido,
con la oscura confusión
de aquel terremoto, el tino,
que impidió mi retirada;
y habiendo entre otros cautivos
quedado a ser prisionero.
[Aparte.]
(Lo que me movió no digo:
quien lo ha de saber, lo sabe.)
Proseguí: siempre fue estilo
de averiguar de las simas
los secretos escondidos,
abandonar un esclavo;
y pues yo lo soy, me obligo
a la ley de serlo, entrando
la primera.
LISIDANTE:
Yo el peligro
de Bradamante excusaba.
ROLDÁN:
Yo el de esta mujer, movido
a que basta ser mujer;
pues no hay tan opuesto rito
que sus privilegios rompa.
En cuanto a que es buen acuerdo
saber que haya contenido
aquesa gruta, convengo;
pero no me determino
a cuál haya de vosotros
de ser el que ha de inquerirlo.
Escúchame a mí: quizá
a una razón convencido
que milita en mí y no en otro,
podré a todos reduciros.
Ya sabéis que por la bella
Angélica perdí el juicio,
y que le cobré sabéis
en virtud de aqueste anillo,
que el mágico Malgesí
me dio. Pues si yo conmigo
llevo tal contraveneno
que fue bastante aforismo
contra el hechizo de celos,
¿qué hará contra otros hechizos?
Seguro, pues con él voy,
de que haya tan noscivo
espíritu que me ofenda;
y así, a tus plantas te pido
me nombres, pues no es desdén
para los que no han tenido
igual antídoto.
Argalía, que no he querido
fiar de otro que de mi
prática en que solicito,
embajatriz de mí misma,
participarte motivos
que a esto me obligan.
CARLOS:
Di, pues.
ARGALÍA:
Anoche mi valor hizo
a Flor de Lis prisionera;
y aunque triunfo tan altivo
pudo anticiparme medios
de adelantar mis partidos
con tantas ventajas cuantas
me propusiera el arbitrio,
pues no hay canje que ser pueda
de tanto mérito digno;
con todo, en su estimación,
no tocando mi delirio
en la locura de hacer
la dicha a desprecio indigno,
vengo hacer liberal trueco
della a dos vidas, que han sido,
si no precio suyo, precio
de mi odio y de mi cariño.
Marfisa, una dama mía,
que criándose conmigo
ha merecido tener
las llaves de mi albedrío,
predominante estrella,
en mí gozando el dominio;
si es que escapó viva anoche,
de tanto mortal conflito,
es la una; la otra es
Rugero, un advenedizo
hijo espúreo de los hados,
que infiel, desagradecido
y ingrato a tantos honores,
como mi padre le hizo
contra mí, contra su ley
y contra su patria ha sido
tan vil traidor, que ha tomado
las armas en tu servicio.
Y así, volviendo a la salva
de que no cuerda remito,
por los dos a Flor de Lis,
disculpen el desvarío
lo que a Rugero aborrezco
y lo que Marfisa estimo.
CARLOS:
Sepa antes que responda,
quién esta esclava haya sido,
y si vive.
MARFISA:
Sí señor.
Y a tus plantas te suplico
me des licencia de que
la mano a mi dueño invicto
bese por tanta fineza.
No solo eso te permito,
mas que con ella te vayas,
sin pasar a más partidos
en cuanto a la libertad
de Flor de Lis; que indeciso,
no me atreveré a tratarlos,
por no atreverme a cumplirlos.
ARGALÍA:
¿Por qué?
CARLOS:
Porque aun no tocando
en humanos ni en divinos
fueros de ser ya cristiano,
que importa más que mis hijos,
y estar en mi protección,
aun hay otro requisito.
Que no se sabe dél,
de que Marfisa es testigo;
pues sabe que en esa cueva
de Merlín, despojo ha sido
de dos leones: a cuya
causa abrasar solicito
su cadáver, y acabar
de una vez con sus prodigios. (Sale ROLDÁN.)
ROLDÁN:
Aun en sabiendo, señor,
cuán raros, cuán exquisitos
son, mejor lo dirás.
Como dentro de ese risco
entrando, sin que llegase
ninguna guarda a impedirlo,
solo vi reales palacios
entre jardines tan ricos
y tan hermosos, que son
retratos de un paraíso;
de suerte que sin horror
ninguno, yendo conmigo,
pues conmigo vais seguros
de que sus encantos rindo,
podréis todos entrar dentro.
CARLOS:
Guía, pues, que ya te sigo,
que no es tan no visto asombro
para dejar de ser visto.
(Entran todos por una puerta, y sale por otra FALERINA, descubriéndose otra vez los jardines con RUGERO, y los leones a sus pies.)
FALERINA:
Ea, ministros,
ya dentro de mis jardines
todos nuestros enemigos
están, pues con Bradamante
y Marfisa, que han tenido
la culpa de mis desprecios,
vienen cuantos destruirnos
tratan. Y pues a Roldán,
en virtud de aquel anillo
que entre Malgesí y Merlín
pacto contra pacto hizo,
no le alcancen mis rencores;
los demás, a ellos rendidos,
sientan las dos venenosas
fuerzas de los dos hechizos
de la yerba y de la voz,
mientras que yo me retiro
al sepulcro de Merlín;
porque no dando conmigo
Roldán, contra quien no tengo
poder, no tema el castigo
de la venganza de todos.
Pues no podemos hablarnos
como en aquel tiempecillo
en que hablaban los leones,
en tiempo del rey Perico,
dime por señas si anda
en el jardín algún ruido.
¡Y cómo que andar! Mas no
atreverme ni aun a oírlo;
que la reina bailarina
por qui travesar he visto,
hacendo no bon mandanca
y así, callar el hocico,
por no poderse decer
por los dos callar el pico.
CARLOS:
¿Quién vio jamás tan hermoso,
bello, deleitable sitio?
ARGALÍA:
Ni aun la imaginación pudo
atreverse a describirlo.
TODOS:
¿Debajo de tierra, ¡cielos!,
cupo tan grande edificio?
En esta galería,
que Amor para sí hizo,
y que tirano dueño
se la entregó al olvido,
todos han de sentir tan sin sentido,
que a ser vengan, estatuas de sí mismos.
CARLOS:
¡Qué dulce voz! A sus ecos
quedé absorto y suspendido.
En esta galería,
que Amor para sí hizo,
y que tirano dueño
se la entregó al olvido,
todos han de sentir tan sin sentido,
que a ser vengan estatuas de sí mismos.
Ajenos de sí, elevados,
atónitos y rendidos
a profundo embargo, yacen
cuantos la voz han oído,
sino yo solo, ¡ay de mí!,
a cuya cuenta ha corrido
su riesgo. Y pues a mi cuenta
habrá de correr su alivio,
sea desta suerte. Fieras,
ya que a vosotros me libro,
no a mí os libraréis vosotras.
De Durandana a los filos
moriréis, ya que sois
tan fantásticos vestiglos,
¿no me decís quién es dueño
deste encanto?
ZULEMILLA:
¿Quién decirlo
poder, si no tener voz,
que no sonar a rogido?
Sea galán de mondonga
usted un rato, por Cristo,
y sabrá hablar por la mano.
ROLDÁN:
A aquella parte me han dicho
sus señas, donde lo inculto
del jardín abre un resquicio.
Veré qué hay en él, en tanto
que dicen voz y gemido... (Entra por una puerta y sale por otra, y FALERINA huyendo, y ROLDÁN en su seguimiento.)
TODOS y MÚSICA:
En esta galería,
que Amor para sí hizo,
y que tirano dueño
se la entregó al olvido,
todos han de sentir tan sin sentido,
que a ser vengan estatua de sí mismo.
¿Quién eres, ¡oh prodigiosa
mujer!, que en este retiro
te ocultas acompañando
un hierto cadáver frío,
de cuyas manos quité
en fe de no haber temido
su horror, esta de metal
lámina?
FALERINA:
¿Quién, de haber visto
que tú, Roldán, la has quitado
de donde hasta hoy no ha podido
quitarla nadie, ni aun yo,
con haberlo pretendido
muchas veces, a tus pies
postrada de sus prodigios,
rendirá la fuerza a precio
de la vida.
De aquesta galería,
que Amor para sí hizo,
aunque tirano dueño
se la entregó al olvido.
Cese, cese el encanto, y en su sentido
vuelva los que estatuas son de sí mismo.
Muestra
pues, que yo podré decilo.
(Lee.)
«¡Ay, Falerina, de ti,
el día que los dos hijos
de Agramante se conozcan
por herederos de Egipto!
Que es el término en que está
el pacto comprometido
que hice, para haber obrado
tantos extraños prodigios.
A cuya causa, teniendo
en sus fortunas dominio,
y no en sus vidas, porque
nunca llegase, atrevido
hurté a los dos de sus cunas,
a los ásperos retiros
de Aglante huyendo con ellos;
y para más dividirlos,
al uno en un barco al mar
entregué, y entre unos riscos
el otro a las fieras. Esto
en el último suspiro
de mi vida te declaro;
porque vivas sobre aviso,
que en tu sueño y en la mira
con que siempre los asisto.
Marfisa y Rugero son
en quien está su peligro.»
No más, no más; que al oír
que el fatal plazo cumplido
está a mis hados, al mar
me echaré desde este risco,
donde despeñada muera
en trágico precipicio. (Con terremoto se vuelven a cubrir los jardines.)
Con que a una acción reducidos,
ambos ejércitos, paces
firmaron.
ARGALÍA:
Y habiendo sido
Flor de Lis el iris de ella,
verás que al punto la envío,
si no festejada, al menos
servida de mis cariños.
Con que podremos dar fin
todos, a los pies rendidos
de dos vidas, que del cielo
nos deje gozar mil siglos.