REY:
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Esa acción es para mí,
de recatarme de vos,
pues sois acreedor, por Dios,
de mis honras; que yo os di
palabra, y con gran razón,
de que he de satisfacer
vuestro honor; y lo he de hacer
en la primera ocasión.
Don GUTIERRE dentro
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GUTIERRE:
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A besar, señor, tus plantas;
y de la mayor desdicha
de la tragedia más rara,
escucha la admiración
que eleva, admira y espanta.
Mencía, mi amada esposa,
tan hermosa como casta
virtuosa como bella
--dígalo a voces la Fama--
Mencía, a quien adoré
con la vida y con el alma,
anoche a un grave accidente
vio su perfección postrada,
por desmentirla divina
este accidente de humana.
Un médico, que lo es
el de mayor nombre y fama,
y el que en el mundo merece
inmortales alabanzas,
la recetó una sangría,
porque con ella esperaba
restituír la salud
a un mal de tanta importancia,
Sangróse en fin; que yo mismo,
por estar sola la casa,
llamé el barbero, no habiendo
ni criados ni criadas.
A verla en su cuarto, pues,
quise entrar esta mañana
--aquí la lengua enmudece,
aquí el aliento me falta--
veo de funesta sangre
teñida toda la cama,
toda la ropa cubierta,
y que en ella, ¡ay Dios!, estaba
Mencía, que se había muerto
esta noche desangrada.
Ya se ve cuán fácilmente
una venda se desata.
¿Pero para qué presumo
reducir hoy a palabras
tan lastimosas desdichas?
Vuelve a esta parte la cara,
y verás sangriento el sol,
verás la luna eclipsada,
deslucidas las estrellas,
y las esferas borradas;
y verás a la hermosura
más triste y más desdichada,
que por darme mayor muerte,
no me ha dejado sin alma.
Descubre a doña MENCÍA,
en una cama, desangrada
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