Será mi vida infelice;
si enojado tengo al sol,
veré mi mortal eclipse.
REY:
¿Vos, Enrique, no sabéis
que más de un acero tiñe
el agravio en sangre real?
ENRIQUE:
Pues, ¿por quién, señor, lo dice
vuestra majestad?
REY:
Por vos
lo digo, por vos, Enrique.
El honor es reservado
lugar, donde el alma asiste;
yo no soy rey de las almas;
harto en esto sólo os dije.
ENRIQUE:
No os entiendo.
REY:
Si a la enmienda
vuestro amor no se apercibe,
dejando vanos intentos
de bellezas imposibles,
donde el alma de un vasallo
con ley soberana vive,
podrá ser de mi justicia
aun mi sangre no se libre.
ENRIQUE:
Señor, aunque tu precepto
es ley que tu lengua imprime
en mi corazón, y en él
como en el bronce se escribe,
escucha disculpas mías;
que no será bien que olvides
que con iguales orejas
ambas partes han de oírse.
Yo, señor, quise a una dama
--que ya sé por quién lo dices,
si bien con poca ocasión--;
en efeto, yo la quise
tanto...
REY:
¿Qué importa, si ella
es beldad tan imposible?
ENRIQUE:
Es verdad, pero...
REY:
Callad.
ENRIQUE:
Pues, señor, ¿no me permites
disculparme?
REY:
No hay disculpa;
que es belleza que no admite
objección.
ENRIQUE:
Es cierto, pero
el tiempo todo lo rinde,
el amor todo lo puede.
REY:
(¡Válgame Dios, qué mal hice Aparte
en esconder a Gutierre!)
Callad, callad.
ENRIQUE:
No te incites
tanto contra mí, ignorando
la causa que a esto me obligue.
REY:
Yo lo sé todo muy bien.
(¡Oh qué lance tan terrible!) Aparte
ENRIQUE:
Pues yo, señor, he de hablar.
En fin, doncella la quise.
¿Quién, decid, agravió a quién?
¿Yo a un vasallo...
GUTIERRE:
(¡Ay infelice!) Aparte
ENRIQUE:
...que antes que fuese su esposa
fue...?
REY:
No tenéis qué decirme.
Callad, callad, que ya sé
que por disculpa fingisteis
tal quimera. Infante, infante,
vamos mediando los fines.
¿Conocéis aquesta daga?
ENRIQUE:
Sin ella a palacio vine
una noche.
REY:
¿Y no sabéis
dónde la daga perdisteis?
ENRIQUE:
No, señor.
REY:
Yo sí, pues fue
adonde fuera posible
mancharse con sangre vuestra,
a no ser el que la rige
tan noble y leal vasallo.
¿No veis que venganza pide
el hombre que aun ofendido,
el pecho y las armas rinde?
¿Veis este puñal dorado?
Geroglífico es que dice
vuestro delito; a quejarse
viene de vos. Yo he de oírle.
Tomad su acero, y en él
os mirad. Veréis, Enrique,
vuestros defetos.
ENRIQUE:
Señor,
considera que me riñes
tan severo, que turbado...
REY;
Tomad la daga...
Dale la daga, y al tomarla, turbado, el infante corta al REY la mano