Sancho, yo sé bien si acierto.
Ve a hablar al rey Alfonso;
que si aquí te quedas, pienso
que te han de quitar la vida.
SANCHO
Pues eso, Nuño, deseo.
NUÑO
Yo tengo un rocín castaño,
que apostará con el viento
sus crines contra sus alas,
sus clavos contra su freno.
Parte en él, y irá Pelayo
en aquel pequeño overo
que suelo llevar al campo.
SANCHO
Por tu gusto te obedezco.
Pelayo, ¿irás tú conmigo
a la corte?
PELAYO
Y tan contento
de ver lo que nunca he visto,
Sancho, que los pies te beso.
Dícenme acá, de la corte,
que con huevos y torreznos
empiedran todas las calles,
y tratan los forasteros
como si fueran de Italia
de Flandes o de Marruecos.
Dicen que es una talega
donde junta los trebejos
para jugar la fortuna,
tanto blancos como negros.
Vamos, por Dios, a la corte.