Señora, jamás tuve pensamiento
en deservicio vuestro, solo siento
que vos lo imaginéis.
DOÑA JUANA:
Vuestro semblante
os manifiesta el alma.
CARLOS:
No os espante
que no esté muy alegre.
DOÑA JUANA:
¿Qué os da pena?
¿Son mis hijos acaso sangre ajena?
¿No son vuestros hermanos? ¿No es Fernando
digno de serlo?
CARLOS:
Estoy imaginando
que para defender vuestro partido
los de Beamonte deben de haber sido.
¿Quién de mi amor en tal sospecha os pone?
DOÑA JUANA:
Carlos, Carlos, no más; quien descompone
la paz del rayo es un mortal deseo
de veros rey, que yo no oigo, ni creo,
hombres aduladores y fingidos,
que tengo muy prudentes los oídos.
Retirad la ambición, que quien desea
corta vida a sus padres nunca crea
que se alargue la suya; sed discreto,
que conforme tuviéredes respeto
a vuestros padres, y obediente fuéredes,
os le tendrán los hijos que tuviéredes. (Vase.)