Siendo la mujer mi hermana,
yo Castro y Portocarrero,
no hay que preguntar quién es.
Si la herida de don Diego
fue riñendo en ocasión,
como honrado caballero,
y él me pudo herir a mí,
bien sabéis que no le ofendo;
pero si estáis ofendidos...
DON PEDRO:
Señor don Juan, yo no siento
más herida que perder
la esperanza y el deseo;
pero no se pierda todo,
dadme los brazos, que quiero
ser vuestro amigo, y de todos.
DON JUAN:
Honrad, señor, vuestro yerno,
que aunque pobre, tiene sangre
del conde de Andrada y Lemos.
DON ANTONIO:
Cien mil ducados de dote
os quiero dar, porque al premio
del bien hablar demos fin.
DON JUAN:
No le deis sin que primero
salgan Martín y Rufina.