El trato de Argel (1922)
COMEDIA LLAMADA
TRATO DE ARGEL
HECHA POR MIGUEL DE CERVANTES, QUE ESTUVO CAUTIVO EN ÉL SIETE AÑOS [1]
Aurelio, cautivo.
Zahara, ama de Aurelio.
Silvia, cautiva, esclava de Yzuf.
Yzuf, renegado, amo de Aurelio.
Mamí (Aydar), soldado cosario.
Fátima, criada de Zahara.
Saavedra, soldado cautivo.
Leonardo, cautivo.
Sebastián, muchacho cautivo.
Un Pregonero.
Padre, Madre y dos muchachos cautivos (Juanico y Francisco).
Un Niño cautivo.
Un Demonio.
La Ocasión.
La Necesidad.
Pedro Alvarez, cautivo.
Azán, rey de Argel.
Dos Mercaderes moros (1º y 2º).
Un Moro.
Dos Muchachillos moros.
Otro Morillo.
Dos Esclavos cristianos.
Otro Cristiano.
Tres Esclavos cristianos más.
Dos Alárabes.
Un León.
Varios Moros.
Cuatro Turcos.
¡Triste y miserable estado!
¡Triste esclavitud amarga,
donde es la pena tan larga
cuan corto el bien y abreviado!
¡Oh purgatorio en la vida,
infierno puesto en el mundo,
mal que no tiene segundo,
estrecho do no hay salida!
¡Cifra de cuanto dolor
se reparte en los dolores,
daño que entre los mayores
se ha de tener por mayor!
¡Necesidad increíble,
muerte creíble y palpable,
trato mísero intratable,
mal visible e invisible!
¡Toque que nuestra paciencia
descubre si es valerosa;
pobre vida trabajosa,
retrato de penitencia!
Cállese aquí este tormento,
que, según me es enemigo,
no llegará cuanto digo
a un punto de lo que siento.
Pondérase mi dolor
con decir, bañado en lloros,
que mi cuerpo está entre moros
y el alma en poder de Amor.
Del cuerpo y alma es mi pena:
el cuerpo ya veis cuál va;
mi alma rendida está:
a la amorosa cadena.
Pensé yo que no tenía
Amor poder entre esclavos;
pero en mí sus recios clavos
muestran más su gallardía.
¿Qué buscas en la miseria,
Amor, de gente cautiva?
Déjala que muera o viva
con su pobreza y laceria.
¿No ves que el hilo se corta
desa tu amorosa estambre,
aquí con sed o con hambre,
a la larga o a la corta?
Mas creo que no has querido
olvidarme en este estrecho;
que has visto sano mi pecho,
aunque tan roto el vestido.
Desde agora claro entiendo
Que el poder que en ti se encierra
abraza el cielo y la tierra,
y más que no comprehendo.
Una cosa te pidiera,
si en esa tu condición
una sombra de razón
por entre mil sombras viera,
y es que, pues fuiste la causa
de acabarme y destruirme,
que en el continuo herirme
hagas un momento pausa.
Yo no te pido que salgas
de mi pecho, pues no puedes;
antes te pido que quedes,
y en este trance me valgas.
Mira que se me apareja
una muy fiera batalla,
y que no he de atropellalla
si tu consejo me deja.
Del lugar do me pusiste
me procuran derribar;
pero ¿quién podrá bajar
lo que tú una vez subiste?
Ya viene Zahara y su arenga;
¡ay, enfadosa porfía,
como que me falta el día
antes que la noche venga!
¡Valedme, Silvia, bien mío,
que, si yos me dais ayuda,
de guerra más ardua y cruda
llevar la palma confío!
¿Aurelio?
¿Aurelio?Señora mía...
Si tú por tal me tuvieras,
a fe que luego hicieras
lo que ruega mi porfía.
Lo que tú quieres yo quiero,
porque al fin te soy esclavo.
Esas palabras alabo;
mas tus obras vitupero.
¿Cuál ha sido por mí hecha
que en ella no te complaces?
Aquellas que no me haces
me tienen mal satisfecha.
Señora, no puedo más;
por agua me parto luego.
Otra agua pide mi fuego,
que no la que tú traerás.
No te vayas; está quedo.
De leña hay falta en la casa.
Basta la que a mí me abrasa.
¡Mi amo!...
¡Mi amo!...No tengas miedo.
Déjame, señora, ir,
no venga Yzuf, mi señor.
Quien queda con tanto amor,
mal te dejará partir.
No hay para qué más
porfíes, señora; déjame ya.
Aurelio, llégate acá.
Mejor es que te desvíes.
¿Ansí, Aurelio, me despides?
Antes te hago favor,
si con el compás de honor
lo compasas y lo mides,
¿No miras que soy cristiano,
con suerte y desdicha mala?
El amor todo lo iguala;
dame por señor la mano.
Zahara, señora mía,
dígote que me ha admirado
mirar en lo que ha parado
tu altivez y fantasía.
Ver, por cierto, es gentil cosa,
y digna de ser notada,
de un cristiano enamorada
una mora tan hermosa.
Y lo que más llega al cabo
tu afición tan sin medida,
es mirarte estar rendida
a un cristiano que es tu esclavo.
¡Y monta que corresponde
el perro a lo que le quieres!
Perdóname; frágil eres.
¿Dónde vas?
¿Dónde vas?Bien sé yo [adónde].
Dulce amiga verdadera,
lo que dices no lo niego;
mas ¿qué haré?, que amor es fuego
y mi voluntad es cera.
Y puesto que el daño veo
y el fin do habré de parar,
imposible es contrastar
las fuerzas de mi deseo.
Vuelve tu lengua e intento
a combatir esta roca,
que no será gloria poca
gozar de su vencimiento.
Quiero en esto complacerte,
pues al fin puedes mandarme.
Cristiano, vuelve a mirarme,
que no es mi rostro de muerte.
Más que muerte me causáis
con vuestros inducimientos.
Dejadme con mis tormentos,
porque en vano trabajáis.
¿No ves cómo se retira
el perro en su pundonor?
Ansí entiende él del amor
como el asno de la lira.
¿Cómo queréis que yo entienda.
de amor en esta cadena?
Eso no te cause pena,
que luego se hará la enmienda.
Las dos te la quitaremos.
Muy mejor será dejalla;
que no quiero, con quitalla,
pasar de un extremo a extremos.
¿A qué extremos pasarás?
Quitando al cuerpo este hierro,
caeré en otro mayor yerro,
que el alma fatigue más.
¿Alma tenéis los cristianos?
Sí; y tan ricas y extremadas
cuanto por Dios rescatadas.
¡Que son pensamientos vanos!
Pero si almas tenéis,
de diamante es su labor,
pues en la fragua de amor
muy mal os endurecéis.
Aurelio, ¡resolución!
Ten cuenta en lo que te digo;
no quieras ser tan amigo
de tu obstinada opinión.
Ya te ves sin libertad,
entre hierros apretado,
pobre, desnudo, cansado,
lleno de necesidad,
sujeto a mil desventuras,
a palos, a bofetones,
a mazmorras, a prisiones,
donde están contino a obscuras.
Libertad se te promete;
los hierros se quitarán
y después te vestirán.
No hay temor de obscuro brete [2].
Cuzcuz, pan blanco a comer,
gallinas en abundancia,
y aun habrá vino de Francia
si vino quieres beber.
Na te pido lo imposible,
ni trabajos demasiados,
sino blandos, regalados,
dulces lo más que es posible.
Goza de la coyuntura
que se te ríe delante;
no hagas del ignorante,
pues muestras tener cordura.
Mira tu señora Zahara
y lo mucho que merece.
Mira que al sol obscurece
la luz de su rostro clara.
Contempla su juventud,
su riqueza, nombre y fama.
Mira bien que agora llama
a tu puerta la salud.
Considera el interés
que en hacer esto te toca,
que hay mil que pondrían la boca
donde tú pondrás los pies.
¿Has dicho, Fátima?
¿Has dicho, Fátima?Si.
¿Quieres que responda yo?
Responde.
Responde.Digo que no.
¡Ay, Alá! ¿Qué os lo que oí?
Yo digo que no conviene
pedirme lo que pedís,
porque muy poco advertís
el peligro que contiene.
¿Qué peligro puede haber,
queriéndolo tu señora?
La ofensa que, siendo mora,
a Mahoma viene a hacer.
¡Déjame a mí con Mahoma,
que agora no es mi señor,
porque soy sierva de Amor,
que el alma sujeta y doma!
¡Echa ya el pecho por tierra,
y levantarte he a mi cielo!
Señora, tengo un recelo
que me consume y atierra.
¿De qué te recelas, dí?
Señora, de que no veo
ningún camino o rodeo
cómo complacerte a ti.
En mi ley no se recibe
hacer yo lo que me ordenas;
antes con muy graves penas
y amenazas se prohibe;
y aun si bautismo tuvieras,
siendo, como eres, casada,
fuera cosa harto excusada
si tal cosa me pidieras.
Por eso yo determino
antes morir que hacer
lo que pide tu querer,
y en esto estaré contino.
Aurelio, ¿estás en tu seso?
Y aun por estar tan en él
soy para vos tan cruel.
Ay, desdichado suceso!
¿Que es posible que tan poco
valgan mis ruegos contigo?
Sin duda que este enemigo
es muy cuerdo, o es muy loco.
¡Perro! ¿Tanta fantasía?
¿Pensáis que hablamos de veras?
¡Antes de mal rayo mueras
primero que pase el día!
¡Ruin sin razón ni compás,
nacido de vil canalla!
¿Pensábades ya triunfalla,
perrazo, sin más ni más?
Conmigo las has de haber,
y de modo que te aviso
que dirá el que nunca quiso:
«¡Más le valiera querer!»
No estés, Zahara, descontenta;
deja el remedio en mi mano,
que a este perro cristiano
yo le haré que se arrepienta.
No es bien que por mal se lleve.
Ni aun bien llevarlo por bien.
Cese, Aurelio, tu desdén.
Con eso el perro se atreve.
Ven, señora, al aposento;
que, en esta pena crecida,
o yo perderé la vida,
o tú tendrás tu contento.
¡Padre del cielo, en cuya fuerte diestra
está el gobierno de la tierra y cielo;
cuyo poder acá y allá se muestra
con amoroso, justo y santo celo!
Si tu luz, si tu mano no me adiestra
a salir deste caos, temo y recelo
que, como el cuerpo está en prisión esquiva,
también el alma ha de quedar cautiva.
En vos, Virgen santísima María,
[entr]e Dios y los hombres medianera,
de mi mar incierto cierta guía,
Virgen entre las vírgenes primera;
en vos, Virgen y Madre, en vos confía
mi alma, que sin vos en nadie espera,
que la habéis de guiar con vuestra lumbre
deste hondo valle a la más alta cumbre.
Bien sé que no merezco que se acuerde
vuestra eterna memoria de mi daño,
porque tengo en el alma fresco y verde
el dulce fruto del amor extraño;
mas vuestra alta clemencia, que no pierde
ocasión de hacer bien, mi mal tamaño
remedie, que ya estoy casi perdido,
de Scila y de Caribdis combatido.
Si el cuerpo esclavo está, está libre el alma,
puesto que Silvia tiene parte en ella,
y la amorosa triunfadora palma
sola ha de llevar mi Silvia della.
Ponga Zahara su amor, póngale en calma,
que mi firmeza no hay pensar rompella,
y aquello que a mi Dios y a Silvia debo,
me hace que aun mirarla no me atrevo.
¿Do estás, Silvia hermosa? ¿Qué destino,
qué fuerza insana de implacable hado
el curso de aquel próspero camino
tan sin causa y razón nos ha cortado?
¡Oh estrella, oh suerte, oh fortuna, oh signo!
Si alguno de vosotros ha causado
tamaña perdición, desde aquí digo
que mil cientos de veces le maldigo.
Yo moriré, por lo que al alma toca,
antes que hacer lo que mi ama quiere;
firme he de estar cual bien fundada roca
que en torno el viento, el mar combate y hiere.
Que sea mi vida mucha, o que sea poca,
importa poco; sólo el que bien muere
puede decir que tiene larga vida,
y el que mal, una muerte sin medida.
Saavedra, soldado cautivo; Leonardo, cautivo; Yzuf, amo de Aurelio; Aurelio; Sebastián, muchacho cautivo.
En la veloz carrera, apresuradas
las horas del ligero tiempo veo,
contra mí con el cielo conjuradas.
Queda atrás la esperanza, y no el deseo,
y así la vida dél, la muerte della,
el daño, el mal aumentan que poseo.
¡Ay dura inicua, inexorable estrella!
¡Cómo de los cabellos me has traído
al terrible dolor que me atropella!
El llanto en tales tiempos es perdido,
pues si llorando el cielo se ablandara,
ya le hubieran mis lágrimas movido.
A la triste fortuna alegre cara
debe mostrar el pecho generoso:
que a cualquier mal buen ánimo repara.
El cuello enflaquecido, al trabajoso
yugo de esclavitud amarga puesto,
bien ves que a cuerpo y alma es peligroso;
y más aquel que tiene prosupuesto
de dejarse morir antes que pase
un punto el modo del vivir honesto.
Si acaso yo tus obras imitase,
forzoso me sería que al momento
en brazos de la hambre me entregase.
Bien sé que en el cautivo no hay contento;
mas no quiero creer yo mi fatiga,
teniendo en ella siempre el pensamiento.
A mi patrona tengo por amiga;
trátame cual me ves; huelgo y paseo;
«cautivo soy» el que quisiere diga.
Triunfa, Leonardo, y goza ese trofeo;
que, si por ser cautivo le hermoseas,
yo sé que es torpe, desgraciado y feo.
Amigo Saavedra, si te ar[r]eas
de ser predicador, ésta no es tierra
do alcanzarás el fruto que deseas.
Déjate (d)eso y escucha de la guerra
que el gran Filipo hace nueva cierta,
y un poco la pasión de ti destierra.
Dicen que una fragata de Viserta
llegó esta noche allí con un cautivo
que ha dado vida a mi esperanza muerta.
Quitóle libertad el hado esquivo,
de Málaga pasando a Barcelona:
cautivóle Mamí, corsario esquivo.
En su manera muestra ser persona
de calidad, y que es ejercitado
en el duro ejercicio de Belona.
Dice el número cierto que ha pasado
de soldados a España forasteros,
sin los tres tercios nuestros que han bajado;
los príncipes, señores, caballeros,
que a servir a Filipo van de gana;
los naturales y los extranjeros,
y la muestra hormosísima lozana
que en Badajoz hacer el rey pretende
de la pujanza de la unión cristiana [3].
Dice con esto que ninguno entiende
el designio del rey, y el hablar desto,
al grande y al pequeño se defiende.
Rompeos ya, cielos, y llovednos presto
el librador de nuestra amarga guerra
si ya en el suelo no le tenéis puesto.
Cuando llegué cautivo y vi esta tierra
tan nombrada en el mundo, que en su seno
tantos piratas cubre, acoge y cierra,
no pude al llanto detener el freno,
que, a pesar mío, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro de agua lleno.
Ofrecióse a mis ojos la ribera
y el monte donde el grande Carlo tuvo
levantada en el aire su bandera,
y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo,
pues, movido de envidia de su gloria,
airado entonces más que nunca estuvo [4].
Estas cosas volviendo en mi memoria,
las lágrimas trajeran a los ojos,
forzados de desgracia tan notoria.
Pero si el alto cielo en darme enojos
no está con mi ventura conjurado,
y aquí no lleva muerte mis despojos,
cuando me vea en más seguro estado,
o si la suerte o si el favor me ayuda
a verme ante Filipo arrodillado,
mi lengua balbuciente y casi muda
pienso mover en la real presencia,
de adulación y de mentir desnuda,
diciendo: «Alto señor, cuya potencia
sujetas trae las bárbaras naciones
al desabrido yugo de obediencia;
a quien los negros indios con sus dones
reconocen honesto vasallaje,
trayendo el oro acá de sus rincones;
despierte en tu real pecho coraje
la desvergüenza con que una vil oca
aspira de continuo a hacerte ultraje.
Su gente es mucha, mas su fuerza es poca,
desnuda, mal armada, que no tiene
en su defensa fuerte muro o roca.
Cada uno mira si tu armada viene,
para dar a los pies el cargo y cura
de conservar la vida que sostiene.
De la esquiva prisión amarga y dura,
adonde mueren quince mil cristianos,
tienes la llave de su cerradura.
Todos, cual yo, de allá puestas las manos,
las rodillas por tierra, sollozando,
cerrados de tormentos inhumanos,
poderoso señor, te están rogando
vuelvas los ojos de misericordia
a los suyos, que están siempre llorando;
y pues te deja ahora la discordia,
que tanto te ha oprimido y fatigado,
y amor en darte sigue la concordia,
haz, ¡oh buen rey!, que sea por ti acabado
lo que con tanta audacia y valor tanto
fué por tu amado padre comenzado.
El solo ver que vas pondrá un espanto
en la bárbara gente, que adivino
ya desde aquí su pérdida y quebranto.»
¿Quién duda que el real pecho begnino
no se muestre, oyendo la tristeza
donde están estos míseros contino?
Mas ¡ay! ¡Cómo se muestra la bajeza
de mi tan rudo ingenio, pues pretende
hablar tan bajo ante tan alta alteza!
Mas la ocasión es tal, que me defiende.
Pero a todo silencio poner quiero,
que creo que mi plática te ofende,
y al trabajo he de ir adonde muero.
¿Hase visto tal maldad?
¿Hay tierra tan sin concordia,
do falta misericordia:
y sobra la crueldad?
¿Dónde se halla disculpa
de maldad tan insolente:
que pague el que es inocente
por el que tiene la culpa?
¡Oh cielos! ¿Qué es lo que he visto?
¡Este sí que es pueblo injusto,
donde se tiene por gusto
matar los siervos de Cristo!
¡Oh España, patria querida!
Mira cuál es nuestra suerte,
que, si allá das justa muerte,
quitan acá justa vida.
Sebastián, dinos qué tienes,
que hablas razones tales.
Una infinidad de males
y una penuria de bienes.
En ser, como eres, esclavo,
se encierra todo dolor.
Otra pena muy mayor
me tiene a mí tan al cabo.
¿De dónde puede causarse
la pena que dices brava?
Dé una vida que hoy se acaba
para jamás acabarse.
Ya sabes que aquí en Argel
se supo cómo en Valencia
murió por justa sentencia
un morisco de Sargel;
digo que en Sargel vivía,
puesto que era de Aragón,
y, al olor de su nación,
pasó el perro en Berbería,
y aquí corsario se hizo,
con tan prestas crueles manos,
que con sangre de cristianos
la suya bien satistizo.
Andando en corso, fué preso,
y, como fué conocido,
fué en la Inquisición metido,
do lo formaron proceso;
y allí se le averiguó
cómo, siendo bautizado,
de Cristo había renegado
y en Africa se pasó,
y que por su industria y manos,
traidores tratos esquivos,
habían sido cautivos
más de seiscientos cristianos;
y como se le probaron
tantas maldades y errores,
los justos inquisidores
al fuego le condenaron.
Súpose del moro acá,
y la muerte que le dieron,
porque luego la escribieron
los moriscos que hay allá.
La triste nueva sabida
de los parientes del muerto,
juran y hacen concierto
de dar al fuego otra vida.
Buscaron luego un cristiano
para pagar este escote,
y halláronle sacerdote,
y de nación valenciano.
Prendieron éste a gran priesa
para ejecutar su hecho,
porque vieron que en el pecho
traía la cruz de Montesa,
y esta señal de victoria
que le cupo en buena suerte,
si le dió en el suelo muerte,
en el cielo le dió gloria;
porque estos ciegos sin luz,
que en él tal señal han visto,
pensando matar a Cristo,
matan al que trae su cruz.
De su amo lo compraron,
y, aunque eran pobres, a un punto
el dinero todo junto
de limosna lo allegaron.
En nuestro pueblo cristiano,
por Dios se pide a la gente
para sanar al doliente,
no para matar al sano.
Mas entre esta descreída
gente y maldito lugar,
no piden para sanar,
mas para quitar la vida.
Hoy en poder de sayones
he visto al siervo de Dios,
no sólo puesto entre dos,
sino entre dos mil sayones.
Iba el sacerdote justo
entre injusta gente puesto,
marchito y humilde el gesto,
a morir por Dios con gusto.
En darle penas dobladas
todo el pueblo se desvela:
cuál sus blancas canas pela,
cuál le da mil bofetadas.
Las manos que a Dios tuvieron
mil veces, hoy son tenidas
de dos sogas retorcidas
con que atrás se las asieron.
Al yugo de otro cordel
puesto el cuello humilde lleva,
haciendo seis moros prueba
cuánto pueden tirar dél.
A ningún lado miraba
que descubra un solo amigo:
que todo el pueblo enemigo
en torno le rodeaba.
Con voluntad tan dañada
procuran su pena y lloro,
que se tuvo por mal moro
quien no le dió bofetada.
A la marina llegaron
con la víctima inocente,
do con barbaria insolente
a un áncora le ligaron.
Dos áncoras a una mano
vi yo allí en contrario celo:
una, de hierro, en el suelo;
otra, de fe, en el cristiano.
Y, la una a la otra asida,
la de hierro se convierte
a dar cruda y presta muerte;
la de fe, a dar larga vida.
Ved si es bien contrario el celo
de las dos en esta guerra:
la una en el suelo afierra;
la Otra se ase del cielo;
y aunque corra tal fortuna
que espante al cuerpo y al alma,
como si estuviera en calma,
no hay desasirse la una.
Sin hierro al hierro ligado,
el siervo de Dios se hallaba,
y en su cuerpo atado estaba
espíritu desatado.
El cuerpo no se rodea,
que le ata más de un cordel;
mas el espíritu dél
todos los cielos pasea.
La canalla, que se enseña
a hacer nueva crueldad,
trajo luego cantidad
de seca y humosa leña,
y una espaciosa corona.
hicieron luego con ella
dejando encerrada en ella
la santa humilde persona;
y aunque no tienen sosiego
hasta verle ya expirar,
para más le atormentar
encienden lejos el fuego.
Quieren, como el cocinero
que a su oficio más mirase,
que se ase y no se abrase
la carne de aquel cordero.
Sube el humo al aire vano,
y a veces le da en los ojos;
quema el fuego los despojos
que le vienen más a mano;
vase ar[r]ugando el vestido
con el calor violento,
y el fuego, poco contento,
busca lo más escondido.
Esperad, simple cordero,
que esta ardiente llama insana,
si os ha quemado la lana,
os quiere abrasar el cuero.
Combátenle fuegos dos:
el uno, humano y visible;
el otro, santo invisible,
que es fuego de amor de Dios.
Yo no sé a cuál más debía,
puesto que a los dos pagaba:
al que el cuerpo le abrasaba
o al que el alma le encendía.
Los que estaban a miralle,
la ira ansí les pervierte,
que mueren por darle muerte,
y entretiénense en matalle.
Y, en medio deste tormento,
no movió el santo varón
la lengua a formar razón
que fuese de sentimiento;
antes dicen, y yo he visto
que si alguna vez hablaba,
en el aire resonaba
el eco o nombre de Cristo;
y cuando en el agonía
última el triste se vió,
cinco o seis veces llamó
la Virgen Santa María.
Al fuego el aire le atiza
y con tal ardor revuelve,
que poco a poco resuelve
el santo cuerpo en ceniza.
Mas ya que morir le vieron,
tantas piedras le tiraron,
que las piedras acabaron
lo que las llamas no hicieron.
¡Oh Santisteban segundo,
que me asegura tu celo
que miraste abierto el cielo
en tu muerte desde el mundo!
Queda el cuerpo en la marina
quemado y apedreado;
el alma el vuelo ha tomado
hacia la región divina.
Queda el moro muy gozoso
del injusto y crudo hecho;
el turco está satisfecho;
el cristiano, temeroso.
Yo he venido a referiros
lo que no pudisteis ver,
si os lo ha dejado entender
mis lágrimas y suspiros.
Deja el llanto, amigo, ya;
que no es bien que se haga duelo
por los que se van al cielo,
sino por quien queda acá:
que, aunque parece ofendida
a humanos ojos su suerte,
el acabar con tal muerte
es comenzar mejor vida.
Mide por otro nivel
tu llanto, que no hay paciencia
que las muertes de Valencia
se venguen acá en Argel.
Muéstrase allá la justicia
en castigar la maldad;
muestra acá la crueldad
cuánto puede la injusticia.
En tan amarga querella,
¿quién detendrá los gemidos?
Ellos con culpa punidos;
nosotros, muertos sin ella.
Bastábanos ser cautivos,
sin temer más desconciertos,
pues si allá queman los muertos,
abrasan acá los vivos.
Usa Valencia otros modos
en castigar renegados
no en público sentenciados;
¡mueran a tóxico todos!
Mas un moro viene acá;
no estemos juntos aquí:
Saavedra, por allí;
tú, Sebastián, por allá [5].
Trecientos escudos di,
Aurelio, por la doncella.
Esto di al turco; que a ella
alma y vida le rendí,
y es poco, según es bella.
Vendiómela de aburrido,
que dice que no ha podido,
mientras la tuvo en poder,
en ningún modo atraer
al amoroso partido.
Púsela en casa de un moro,
sin osarla traer acá,
y allí está donde ella está
todo mi bien y tesoro
y la gloria que amor da.
Allí se ve la bondad
junto con la crueldad
mayor que se vió en la tierra,
y juntas, sin hacer guerra,
belleza y honestidad.
No pueden prometimientos
ablandar su duro pecho.
Veme en lágrimas deshecho,
y ofrece siempre a los vientos
cuantos servicios la he hecho.
No hecha de ver su ventura,
ni cómo el dolor me apura
poco a poco sospirando;
antes, cuando yo más blando,
entonces ella más dura.
A casa quiero traella
y reclinar en tu mano
mi gozo más soberano;
quizá tú podrás movella,
siendo, como ella, cristiano,
y desde aquí te prometo
que, si conduces a efecto
mi amorosa voluntad,
de darte la libertad
y serte amigo perfecto.
En todo lo que quisieres
he, señor, de complacerte,
por ser tu esclavo y por verte
que melindres de mujeres
te tengan de aquesa suerte.
¿De qué nación es la dama
que te enciende en esa llama
sin mirar a su interés?
Española dicen que es.
¿Y el nombre?
¿Y el nombre?Silvia se llama.
¿Silvia? Una Silvia venía
adonde yo cautivé,
y, según que la miré,
no en tanto allá se tenía.
Esa es; yo la compré.
Si ella es, yo sé decir
que es hermosa sin mentir
y que no es tan cruda altiva,
que su condición esquiva
a ninguno hace morir.
Traela a casa, señor, luego,
y ten las riendas al miedo;
y tú verás, si yo puedo,
cómo a mis manos y ruego
amaina el casto denuedo.
Yo voy, y mientras se ordena
su venida, por estrena
del contento que me has dado,
yo diré a mi renegado
que te quite esa cadena.
¿Qué es esto, cielos? ¿Qué he oido?
¿Es mi Silvia? Silvia es, cierto.
¿Es posible, ¡oh hado incierto!,
que he de ver quién me ha tenido
vivo en muerte, en vida muerto?
Esta es mi Silvia, a quien llamo,
a quien quiero y a quien amo
más que a todo lo del suelo.
¡Gracias hago y doy al cielo,
que a los dos ha dado un amo!
Tregua tendrán mis enojos
entre tanta desventura,
pues por extraña ventura
vendrán a mirar mis ojos
tu sin igual hermosura.
Y si della está rendido
mi amo, está conocido,
que quien la supo mirar
es imposible escapar
de preso o de mal herido.
Y pues que con tales bríos
él descubre sus amores,
si nos vemos, sus dolores
se callarán, y los míos
te diré, que son mayores.
Y mientras pudiere ver
tu hermosura y gentil ser,
templaré mi desconsuelo,
hasta que disponga el Cielo
de entrambos lo que ha de ser.
Vase Aurelio, y entran Mercaderes moros primero y segundo, y Padre y Madre, y dos hijos cautivos.
En fin, Aydar, ¿que en Cerdeña
habéis hecho la galima? [6]
Sí; y aun no de poca estima,
según se vió en la reseña.
Dícennos que os dieron caza
de Nápoles las galeras.
Sí dieron; mas no de veras,
que el peso las embaraza.
El ladrón que va a hurtar,
para no dar en el lazo,
ha de ir muy sin embarazo,
para huir, para alcanzar.
Las galeras de cristianos,
sabed, si no lo sabéis,
que tienen falta de pies
y que no les sobran manos;
y esto lo causa que van
tan llenas de mercancías,
que, si bogasen dos días,
un pontón no tomarán.
Nosotros, a la ligera;
listos, vivos como el fuego,
y, en dándonos caza, luego
pico al viento y ropa fuera,
las obras muertas abajo,
árbol y entena en crujía,
y así hacemos nuestra vía
contra el viento sin trabajo;
y el soldado más lucido,
el más flaco y más membrudo,
luego se muestra desnudo
y del bogavante asido.
Pero allá tiene la honra
el cristiano en tal extremo,
que asir en un trance el remo
le parece que es deshonra;
y mientras ellos allá
en sus trece están honrados,
nosotros, dellos cargados,
venimos sin honra acá.
Esa honra y ese engaño
nunca salga de su pecho,
pues nuestro mayor provecho
nace de su propio daño.
Un mozo de poca edad
destos sendos comprar quiero.
Ya los trae el pregonero
vendiendo por la ciudad.
¿Hay españoles entre ellos?
Sí hay; que también tomamos
una nave, y allí hallamos
hasta veinticuatro dellos.
¿Hay quien compre los perritos,
y el viejo, que es el perrazo,
y la vieja y su embarazo?
¡Pues a fe que son bonitos!
Deste me dan ciento y dos;
deste docientos me dan;
pero no los llevarán.
¡Pasá acá, perrazo, vos!
¿Qué es esto, madre? ¿Por dicha
véndennos aquestos moros?
Sí, hijo; que sus tesoros
los crece nuestra desdicha.
¿Hay quien a comprar acierte
el niño y la madre junto?
¡Oh amargo y terrible punto,
más terrible que la muerte!
Sosegad, señora, el pecho;
que si mi Dios ha ordenado
ponernos en este estado,
El sabe por qué lo ha hecho.
Destos hijos tengo pena,
que no sé por dónde han de ir.
Dejad, señora, cumplir
lo que el alto cielo ordena.
¿Qué han de dar deste, decí?
Ciento y dos escudos dan.
¿Por ciento y diez, darlo han?
No, si no pasáis de ahí.
¿Está sano?
¿Está sano?Sano está.
Abre; no tengas temor.
¡No me la saque, señor;
que ella mis[ma se caerá]!
¿Piensa que sacalle quiero
el rapaz alguna muela?
¡Paso, señor, no me duela;
tenga quedo, que me muero!
Destotro, ¿cuánto dan dél?
Docientos escudos dan.
Y ¿por cuánto le darán?
Trecientos piden por él.
Si te compro, ¿serás bueno?
Aunque vos no me compréis,
seré bueno.
seré bueno.¿Serlo eis?
Ya lo soy, sin ser ajeno.
Por este doy ciento y treinta.
Vuestro es; venga el dinero.
En casa dároslo quiero.
El corazón me revienta.
Comprad, compañero, esotro.
Ven, niño, vente a holgar.
No, señor; no he de dejar
mi madre por ir con otro.
Ve, hijo; que ya no eres
sino del que te ha comprado.
¡Ay, Madre! ¿Habéisme dejado?
¡Ay, Cielo, cuán crudo eres!
Anda, rapaz; ven conmigo.
Vámonos juntos, hermano.
No puedo, ni está en mi mano;
el Cielo vaya contigo.
¡Oh mi bien y mi alegria!
¡No se olvide de ti Dios!
¿Dónde me llevan sin vos,
padre mío y madre mía?
¿Quieres que hable, señor,
a mi hijo aún no un momento?
Dame este breve contento,
pues es eterno el dolor.
Cuanto quisieres le di,
pues será la vez postrera.
Sí; pues esta es la primera
que en este trance me vi.
Tenedme con vos aquí,
madre, que voy no sé dónde.
La ventura se te esconde,
hijo, pues yo te parí.
Hase obscurecido el cielo,
turbado los elementos,
conjurado mar y vientos
todos en tu desconsuelo.
No conoces tu desdicha,
aunque estás bien dentro della,
puesto que el no conocella
lo puedes tener a dicha.
Lo que te ruego, alma mía,
pues el verte se me impide,
es que nunca se te olvide
rezar el Avemaría;
que esta Reina de bondad,
de virtud y gracia llena,
ha de limar tu cadena
y volver tu libertad.
¡Mirad la perra cristiana
qué consejo da al muchacho!
¡Si que no estaba el borracho
como tú, sin seso, vana!
Madre, al fin, ¿que no me quedo?
¿Que me llevan estos moros?
Contigo van mis tesoros.
A fe que me ponen miedo.
Más miedo me queda a mí
de verte ir donde vas,
que nunca te acordarás
de Dios, de mí, ni de ti,
porque esos tus tiernos años,
¿qué prometen sino esto,
entre inicua gente puesto,
fabricadora de engaños...?
¡Calla, vieja y mala pieza,
si no quieres, por más mengua,
que lo que dice tu lengua
que lo pague la cabeza!
¿Destotro hay quién me dé más?
Que es más bello y más lozano
que no es el otro su hermano.
Sus, ¿en cuánto le darás?
¿No os he dicho que trecientos
escudos de oro por cuenta?
¿Quies docientos y cincuenta?
Es dar voces a los vientos.
Enamorado me ha
el donaire del garzón.
Yo los doy en conclusión.
Dinero o señal me da.
Cómo te llamas me di.
Señor, Francisco me llamo.
Pues que has mudado de amo,
muda el Francisco en Mamí.
¿Para qué es mudar el nombre,
si no he de mudar la fe?
Eso agora no lo sé.
No hay castigo que me asombre.
Alto; venidos tras mí.
¡Amados padres, adiós!
¡El mesmo vaya con vos!
¡Francisco!
¡Francisco!No, no; Mamí.
Eso no, señor patrón;
Francisco me has de llamar.
El palo os hará trocar
el nombre y aun la intención.
Pues me aparta el hado insano
de vos, señor, ¿qué mandáis?
Sólo, hijo, que viváis
como bueno y fiel cristiano.
Hijo, no las amenazas,
no los gustos y regalos,
no los azotes y palos,
no los conciertos y trazas,
no todo cuanto tesoro
cubre el suelo, el cielo ha visto,
te mueva a dejar a Cristo
por seguir al pueblo moro.
En mí se verá, si puedo,
y mi buen Jesús me ayuda,
cómo en mi alma no muda
la fe la promesa o miedo.
¡Oh, qué cristiano se muestra
el rapaz! ¡Pues yo os prometo
que alcéis con santo aprieto
la flecha y la mano diestra!
Estos rapaces cristianos,
al principio muchos lloros,
y luego se hacen moros
mejor que los más ancianos.
Dejad, Silvia, el llanto agora;
poned tregua al ansia brava,
que no os compré para esclava,
sino para ser señora.
Mirad que imagino y creo
que vuestra gran desventura,
para daros más ventura
ha traído este rodeo.
Con vos Fortuna en su ley,
no usa de nuevas leyes:
que esclavos se han visto reyes,
aunque vos sois más que rey.
Limpiad los húmedos ojos,
que sujetan cuanto miran
y, al tiempo que se retiran,
llevan de almas los despojos;
y no cubra el blanco velo
esa divina hermosura,
que es como la nieve obscura,
que impide la luz del cielo.
Esme ya tan natural,
señor, el llanto y tormento,
que, si me deja un momento,
lo tengo por mayor mal;
y aunque así estoy, estaré
alegre al obedeceros,
pues distes tantos dineros
de mí sin saber por qué,
que si acaso lo habéis he ho
pensando sacar de mí
gran rescate, desde aquí
se apoca vuestro provecho;
porque os prometo, señor,
que de miseria y pobreza
tengo cuanto de riqueza,
si la riqueza es dolor;
y de dolor soy tan rica,
cuanto, por darme pasión,
este caudal la ocasión
por puntos le multiplica.
Silvia, vives engañada:
que yo no quiero de tí
sino que quieras de mí
ser servida y respetada;
que el provecho que yo espero,
Silvia, de haberte comprado
es ver tu rostro extremado
y no doblar el dinero:
que el amor que se mejora
en mostrar su fuerza brava,
me ha hecho esclavo de mi esclava,
esclava que es mi señora;
y quedo tan satisfecho
de perder la libertad,
que alabo la crueldad
deste crudo y nuevo hecho.
Y por que lo que aquí digo
lo entiendas, Silvia, mejor,
nunca me llames señor,
sino siervo o caro amigo.
Aunque tamaña mudanza
hace Fortuna en mi estado,
no creo se me ha olvidado
el término de crianza.
Bien sé cómo he de llamarte,
y sé que es de obligación
que en lo que fuera razón
procure de contentarte.
Tu habla tan comedida,
tu donaire, gracia y ser,
claro me dan a entender
que eres, Silvia, bien nacida;
y aunque pudiera esperar
de ti un rescate crecido,
a tal término he venido,
que tú me has de rescatar.
Mas en tanto que a la clara
veas cuanto hago por ti,
ven, Silvia, vente tras mí:
verás a tu ama Zahara.
Vamos, señor, en buen hora.
Silvia, no tanto señor,
pues mi ventura y amor
os ha hecho a vos mi señora.
Seáis, Yzuf, bien llegado.
¿Cúya es la esclava rumía? [7]
Vuestra soy, señora mía.
Verdad es; yo la he comprado.
Por cierto, la compra es bella,
si cual hermosa es honesta.
Decid, señor: ¿cuánto os cuesta?
Dado he mil doblas por ella.
¿Espera ser rescatada?
De muy rica tiene fama.
¿Su nombre?
¿Su nombre?Silvia se llama.
¿Es doncella o es casada?
Casada soy y doncella.
¿Cómo es eso, Silvia? Di.
Señora, ello es ansí,
que ansí lo quiso mi estrella.
El Cielo me dió marido,
no para que le gozase,
sino para que quedase
yo perdida y él perdido.
Yzuf, a llamarte envía
apriesa el rey nuestro Azán [8].
¿Dónde está agora?
¿Dónde está agora?En Duán [9],
metido en grande agonía.
Amet, jenizar agá [10],
y los bolucos bajíes [11],
y también los debajíes [12]
y oldajes [13] están allá.
Hanse juntado a consejo
sobre que es averiguado
que el rey de España ha juntado
de guerra grande aparejo.
Dicen que va a Portugal;
mas témese no sea maña,
y es bien que tema su saña
Argel, que le hace más mal.
En la guerra hay mil ensayos
de fraude y de astucia llenos:
acullá suenan los truenos,
y acá disparan los rayos.
Vamos; que el cielo, que toma
por suya nuestra defensa,
a España hará, con su ofensa,
sujecta y sierva a Mahoma.
Y vos, señora, ordenad
a Silvia lo que ha de hacer,
y vos, Silvia, a su querer
sujetad la voluntad.
Cristiana, di: ¿de adónde eres?
¿Eres pobre, o eres rica?
¿De suerte ensalzada, o chica?
No me lo niegues, si quieres,
porque soy, cual tú, mujer,
y no de entrañas tan duras
que tus tristes desventuras
no me hayan de enternecer.
Señora, soy de Granada,
y de suerte ansí abatida,
cual lo muestra el ser vendida
a cada paso y comprada.
Dicen que fuí rica un tiempo;
pero toda mi riqueza
se ha vuelto en mayor pobreza
y ha pasado con el tiempo.
¿Has algún tiempo tenido
enamorado deseo?
Al estado en que me veo
el crudo amor me ha traído.
¿Fuiste acaso bien querida?
Fuilo; y quise con ventaja
tal, que apenas la mortaja
borrará fe tan subida.
¿Fuiste querida primero,
o empezó el amor de ti?
Primero querida fuí
del que quise, querré y quiero.
¿Es mozo?
¿Es mozo?Y aun gentilhombre.
¿Es cristiano?
¿Es cristiano?Pues ¡qué!, ¿moro?
¡No sale de su decoro
quien ha de cristiano el nombre!
¿Y es pecado querer bien
a un moro?
Yo no sé nada;
sé que es cosa reprobada,
y a cristianas no está bien.
¿Y querer mora a cristiano?
Eso tú mejor lo entiendes.
¡Ay, Silvia! ¡Cómo me ofendes
y me lastimas temprano!
¿Yo, mi señora? ¿En qué suerte?
Escucha y te lo diré:
que, en oyéndome, bien sé
que vendrás de mí a dolerte.
Has de saber, ¡oh Silvia!, que estos días
partieron deste puerto con buen tiempo
doce bajeles, de cosarios todos,
y con próspero viento caminaron
la vuelta de las islas de Cerdeña,
y allí, en las calas, vueltas y revueltas,
y puntas que la mar hace y la tierra,
se fueron a esconder, estando alerta
si algún bajel de Génova o de España,
o de otra nación, con que no fuese
francesa, por el mar se descubría.
En esto, un bravo viento se levanta,
que maestral se llama, cuya furia
dicen los marineros que es tan fuerte,
que las tupidas velas y las jarcias
del más recio navío y más armado
no pueden resistirla, y es forzoso
acudir al abrigo más cercano,
si su rigor acaso lo concede.
Las levantadas hondas, el ruido
del atrevido viento detenía
los cosarios bajeles en las calas,
sin dejarles salir al mar abierto,
y en otra parte, con furor insano,
mostrando su braveza, fatigaba
una galera de cristiana gente
y de riquezas llena, que, corriendo
por el hinchado mar sin remo alguno,
venía a su albedrío, temerosa
de ser sorbida de las bravas hondas;
pero después, a cabo de tres días,
del recio mar y viento contrastada,
descubrió tierra, y fué el descubrimiento
de su mayor dolor y desventura,
porque a la misma isla de San Pedro [14]
vino a parar, adonde recogidos
estaban los bajeles enemigos,
los cuales, de la presa codiciosos,
salen, y de furor bélico armados,
la galera acometen destrozada
y de solos deseos defendida.
Una pelota pasa en el momento
al capitán el pecho, y a su lado
del lusitano fuerte, muerto cae
un caballero ilustre valenciano.
El robo, las riquezas, los cautivos
que los turcos hallaron en el seno
de la triste galera me ha contado
un cristiano, que allí perdió la dulce
y amada libertad para quitarla
a quien quiere rendirse a su rendido.
Este cristiano, Silvia, este cristiano,
este cristiano es, Silvia, quien me tiene
fuera del ser que a moras es debido,
fuera de mi contento y alegría,
fuera de todo gusto, y estoy fuera,
que es lo peor, de todo mi sentido.
Compróle mi marido, y está en casa,
y puesto que con lágrimas y ruegos,
con suspiros, ternezas y con dádivas,
procuro de ablandar su duro pecho,
al mío, que contino es blanda cera,
el suyo se me muestra de diamante;
ansí que, Silvia hermana, como has dicho
que al cristiano no es lícito dé gusto
en cosas del amor a mora alguna,
tus razones me tienen ofendida,
y con aquesas mesmas se defiende
Aurelio, a quien a hecho tan cristiano
el Cielo para darme a mí la muerte.
¿Aurelio dices que por nombre tiene,
señora, ese cristiano?
señora, ese cristiano?Ansí se llama.
La galera que dices, según creo,
se llamaba San Pablo, y era nueva,
y de la sacra religión de Malta [15].
Yo en ella me perdí, y aun imagino
que conozco a ese Aurelio, y es un mozo
de rostro hermoso y de nación hispano.
Sin duda has acertado; ¡ay, Silvia mía!
¿Quién es este enemigo de mi gloria?
¿Es caballero, o rústico villano?
Que todo lo parece en su apostura
y dura condición: el talle ilustre,
de la ciudad; la condición, del monte.
A mí, pobre escudero me parece,
según en la galera se trataba;
que de su hacienda no sé más, señora.
Ni yo sé qué te diga, ¡oh, Silvia, Silvia!,
sino que a tal extremo soy venida,
que le tengo de amar sea quien se fuere.
Sólo te ruego que procures, Silvia,
de ablandar esta tigre y fiera hircana,
y atraerla con dulces sentimientos
a que sienta la pena que padece
esta mísera esclava de su esclavo;
y si esto, Silvia, haces, yo te juro
por todo el Alcorán de buscar modo
cómo con brevedad alegre vuelvas
al patrio dulce suelo deseado.
Deja, señora, el cargo a Silvia dello,
que tú verás lo que mi industria hace,
por gusto tuyo y por provecho mío.
¡Oh sancta edad; por nuestro mal pasada,
a quien nuestros antiguos le pusieron
el dulce nombre de la edad dorada!
¡Cuán seguros y libres discurrieron
la redondez del suelo los quen ella
la caduca mortal vida vivieron!
No sonaba en los aires la querella
del mísero cautivo, cuando alzaba
la voz a maldecir su dura estrella.
Entonces libertad dulce reinaba
y el nombre odioso de la servidumbre
en ningunos oídos resonaba.
Pero después que sin razón, sin lumbre,
ciegos de la avaricia, los mortales,
cargados de terrena pesadumbre,
descubrieron los rubios minerales
del oro que en la tierra se escondía,
ocasión principal de nuestros males,
éste que menos oro poseía,
envidioso de aquél que, con más maña,
más riquezas en uno recogía,
sembró la cruda y la mortal cizaña
del robo, de la fraudes y del engaño,
del cambio injusto y trato con maraña.
Mas con ninguno hizo mayor daño
que con la hambrienta, despiadada guerra,
que al natural destruye y al extraño.
Esta consume, abrasa, echa por tierra
los reinos, los imperios populosos,
y la paz hermosísima destierra,
y sus fieros ministros, codiciosos
más del rubio metal que de otra cosa,
turban nuestros contentos y reposos,
y, en la sangrienta guerra peligrosa,
pudiendo con el filo de la espada
acabar nuestra vida temerosa,
la guardan de prisiones rodeada,
por ver si prometemos por libralla
nuestra pobre riqueza mal lograda.
Y así, puede el que es pobre y que se halla
puesto entre esta canalla al daño cierto,
su libertad a Dios encomendalla,
o contarse, viviendo, ya por muerto,
como el que en rota nave y mar airado
se halla solo, sin saber do hay puerto.
Y no tengo por menos desdichado
al que tiene con qué y el modo ignora
cómo llegar al punto deseado,
porque esta gente, do bondad no mora,
no dió jamás palabra que cumpliese,
como falsa, sin ley, sin fe y traidora.
Guardará por su Dios al interese,
y do éste no interviene, no se espere
que por sola virtud bondad hiciese.
Aquí en diverso traje ves que muere
el ministro de Dios, y por su oficio
más abatido es, peor se quiere,
y el mancebo cristiano al torpe vicio
es dedicado desta gente perra,
do consiste su gloria y ejercicio.
¡Oh cielo santo! ¡Oh dulce, amada tierra!
¡Oh Silvia! ¡Oh gloria de mi pensamiento!
¿Quién de tu alegre vista me destierra?
Pero, si no me engaño, pasos siento.
Yzuf, mi amo, es éste que aquí viene.
¡Cuán ajeno de sí le trae el tormento!
Quien con amor amargo se entretiene,
y al duro yugo de su servidumbre
el flaco cuello ya inclinado tiene,
si del cielo no viene nueva lumbre
que aquella ceguedad de los sentidos
con claros rayos de razón alumbre,
todos estos remedios son perdidos:
que al fin irán por tierra derribados
los amigos consejos más sabidos.
Más viejos y más pláticos soldados
tiene el rey a su mando y su servicio;
déjeme a mí, que tengo otros cuidados;
mejor será que el trabajoso oficio
de reparar los fosos y muralla
entregue al que de amor aun es novicio;
que yo más cruda y más fiera batalla
espero a cada paso, ¡ay suerte dura!,
que teme el alma y ha de atropellalla.
¡Oh Silvia, reina de la hermosura!
Por vos a los oficios doy de mano
que pudieran honrarme y dar ventura.
Pero ¿qué es lo que he dicho? ¡Oh ciego insano!
¿No vale más gozar de aquellos ojos,
que ser señor del aureo suelo hispano?
Tu beldad, Silvia, adoro aquí de hinojos.
¿Son éstos los despojos, señor mío,
que el gran cuidado mío te procura?
Por cierto que es locura averiguada
mostrar tan derribada la esperanza.
Ten, señor, confianza; espera un poco,
que das muestras de loco en lo que haces.
Poco me satisfaces y contentas,
si consolarme tientas con razones
¿Has visto las facciones de mi diosa?
Señor, no he visto cosa, ¿Es ya venida?
Si lo es, retraída está allá dentro.
Sí está, y aun en el centro de mi pecho.
Ten cierto tu provecho desde hoy más.
Vamos, y verla has, y ten cuidado
de lo que te he rogado, Aur[elio amigo].
El Cielo será dello buen testigo [16].
El esperado punto es ya llegado
que pide la no vista hechicería
para poder domar el no domado
pecho, que domará la ciencia mía.
Por la región del cielo, el estrellado
carro lleva la noche obscura y fría,
y la ocasión me llama do haré cosas
horrendas, estupendas, espantosas.
El cabello dorado al aire suelto
tiene de estar, y el cuerpo desceñido;
descalzo el pie derecho; el rostro vuelto
al mar, adonde el sol se ha zabullido;
al brazo este sartal será revuelto
de las piedras preñadas que en el nido
del águila se hallan, y esta cuerda
con mi intención la virtud suya acuerda.
Aquestas cinco cañas, que cortadas
fueron en luna llena por mi mano,
en esta mesma forma acomodadas,
lo que quiero harán fácil y llano;
también estas cabezas, arrancadas
del jáculo, serpiente, en el verano
ardiente, allá en la Libia, me aprovechan,
y aun estos granos, sí en el suelo se echan.
Esta carne, quitada de la frente
del ternecillo potro cuando nace,
cuya virtud rarísima, excelente,
en todo a mi deseo satisface
envuelta en esta hierba, a quien el diente
tocó del corderillo cuando pace,
hará que Aurelio venga cual cordero
mansísimo y humilde a lo que quiero.
Esta figura, que de cera es hecha,
en el nombre de Aurelio fabricada,
será con blanda mano y dura flecha
por medio el corazón atravesada.
Quedará luego Zahara satistecha
de aquella voluntad desordenada,
y el helado cristiano vendrá luego
ardiendo en amoroso y dulce fuego.
A vosotros, ¡oh justo Radamanto
y Minos!, que con leyes inmutables
en los obscuros reinos del espanto
regís las almas tristes miserables;
si acaso tiene fuerza el ronco canto
o mormurio de versos detestables,
por ellos os conjuro, ruego y pido
ablandéis este pecho endurecido.
¡Rápida, Ronca, Run, Raspe, Riforme,
Gandulandin, Clifet, Pantasilonte,
ladrante tragador, falso triforme,
herbárico pestífero del monte,
Herebo, engendrador del rostro inorme
de todo fiero dios, a punto ponte
y ven sin detenerte a mi presencia,
si no desprecias la zoroastra ciencia!
La fuerza incontrastable de tus versos
y mormurios perversos me han traído
del reino del olvido a obedecerte;
mas, ¡oh mora!, quel verte en esta empresa
infinito me pesa, porque entiendo
que es ir tiempo perdiendo.
que es ir tiempo perdiendo¿Por qué causa?
Pon al conjuro pausa, y al momento
satisfaré tu intento en lo que pides,
si acaso tú te mides y acomodas
a mis palabras todas y consejos.
Todos tus aparejos son en vano,
porque un pecho cristiano, que se arrima
a Cristo, en poco estima hechicerías.
Por muy diversas vías te conviene
atraerle a que pene por tu amiga.
¿Ansí questa fatiga no aprovecha?
En balde ha sido hecha. Mas escucha,
que con presteza mucha y sin rodeo
cumplirás tu deseo en este modo:
en el infierno [todo no] hay quien haga
más cruda y fiera plaga entré cristianos,
aunque muestren más sanos corazones
y limpias intenciones, que es la dura
necesidad, que apura la paciencia.
No tiene resistencia esta pasión.
La otra es la ocasión. Si estas dos vienen
y con Aurelio tienen estrecheza,
verás a su braveza derribada
y en blandura tornada, y con sosiego,
regalarse en el fuego de Cupido.
Pues esas dos te pido que me envíes,
y que no te desvíes desta empresa.
Tu mandado se hará con toda priesa.
Salen dos Esclavos y dos Muchachillos moros, que les salen diciendo estas palabras, que se usan decir en Argel: «Joan, o Juan, non rescatar, non fugir. Don Juan no venir; acá morir, perro, acá morir; don Juan no venir; acá morir.»
¡Bien decís, perros; bien decís, traidores!
Que si don Juan el valeroso de Austria
gozara del vital amado aliento,
a solo él, a sola su ventura
la destruición de vuestra infame tierra
guardara el justo y piadoso Cielo.
Mas no le mereció gozar el mundo;
antes, en pena de tan graves culpas
como en él se cometen, quiso el hado
cortar el hilo de su dulce vida
y arrebatar el alma el alto Cielo.
¡Don Juan no venir; acá morir!
¡Si él acaso viniera, yo sé cierto
que huyérades vosotros, gente infame!
¡Don Juan no venir; acá morir!
¡Tú morirás, y no podrás huirte
del duro cativerio del infierno!
¡Don Juan no venir; acá morir!
Vendrá su hermano, el ínclito Filipo,
el cual, sin duda, ya venido hubiera
si la cerviz indómita y erguida
del luterano Flandes no ofendiese
tan sin vergüenza a su real corona.
¡Acá morir!
Primero espero ver puestas por tierra
estas flacas murallas, y este nido
y cueva de ladrones abrasado,
pena que justamente le es debida
a sus continos y nefandos vicios.
Será nunca acabar si respondemos;
déjalos ya, Per Alvarez amigo,
que ellos se cansarán, y dime agora
si todavía piensas de huirte.
¡Y cómo!
¡Y cómo!¿En qué manera?
¡Y cómo! ¿En qué manera?¿En qué manera?
Por tierra, pues no puedo de otra suerte.
¡Dificultosa empresa, cierto, emprendes!
Pues ¿qué quieres que haga, dime, hermano?
Que mis ancianos padres que son muertos,
y un hermano que tengo se ha entregado
en la hacienda y bienes que dejaron,
el cual es tan avaro, que, aunque sabe
la esclavitud amarga que padezco,
no quiere dar, para librarme della,
un real de mi mismo patrimonio.
Como esto considero, y veo que tengo
un amo tan cruel como tú sabes,
y que piensa que yo soy caballero,
y que no hay modo que limosna alguna
llegue a dar el dinero que él me pide,
y la insufrible vida que padezco,
de hambre, desnudez, cansancio y frío,
determino morir antes huyendo,
que vivir una vida tan mezquina.
¿Has hecho la mochila?
¿Has hecho la mochila?Sí; ya tengo
casi diez libras de bizcocho bueno.
¿Pues hay desde aquí a Orán sesenta leguas,
y no piensas llevar más de diez libras?
No; porque tengo hecha ya una pasta
de harina y huevos, y con miel mezclada,
y cocida muy bien, la cual me dicen
que da muy poco della gran sustento;
y si esto me faltare, algunas hierbas
pienso comer con sal, que también llevo.
¿Zapatos llevas?
¿Zapatos llevas?Sí; tres pares buenos.
¿Sabes bien el camino?
¿Sabes bien el camino?¡Ni por pienso!
¿Pues cómo piensas ir?
¿Pues cómo piensas ir?Por la marina;
que agora, como es tiempo de verano,
los alárabes todos a la sierra
se retiran, buscando el fresco viento.
¿Llevas algunas señas por do entiendas
cuál es de Orán la deseada tierra?
Sí llevo, y sé que he de pasar primero
dos ríos: uno del Bates (sic) nombrado,
río del azafrán, que está aquí junto;
otro el de Hiqueznaque, que es más lejos.
Cerca de Mostagán, y a man derecha,
está una levantada y grande cuesta,
que dicen que se llama el Cerro Gordo,
y puesto encima della se descubre
frente por frente un monte, que es la silla
que sobre Orán levanta la cabeza.
¿Caminarás de noche?
¿Caminarás de noche?¿Quién lo duda?
¿Por montañas, por riscos, por honduras
te atreves a pasar, en las tinieblas
de la cerrada noche, sin camino
ni senda que te guíe adonde quieres?
¡Oh libertad y cuánto eres amada!
Amigo dulce, el cielo sancto haga
salir con buen suceso tu trabajo.
Dios te acompañe.
Dios te acompañeY El vaya contigo.
Dádome ha la Fortuna, por descuento
de todo mi trabajo, Silvia mía,
la gloria de mirarte y el contento.
Mi pena será vuelta en alegría
de hoy más, pues que te veo, Silvia amada,
y mi cerrada noche en claro día.
Yo soy, mi bien, la bien afortunada,
pues que torno a gozar de tu presencia,
de lo que estaba ya desconfiada.
¿Cómo os ha ido, esposa, en esta ausencia,
en poder desta gente, que no alcanza
razón, virtud, valor, almas, conciencia?
Como he tenido y tengo la esperanza
puesta en el Hacedor de tierra y cielo,
con cristiana y segura confianza,
por su bondad, aun tengo el casto velo
guardado, y con su ayuda sancta espero
no tener de mancharle algún recelo.
Sabrás, esposa dulce, que el artero
y vengativo Amor ha salteado
con áspero rigor, airado y fiero,
el pecho de mi ama, y le ha llagado
de una llaga incurable, pues le tiene
deste pecho, que es tuyo, enamorado,
y a doquiera que voy conmigo viene;
y según que la mora me declara,
con el solo mirarme se entretiene.
Todo ese cuento ya me ha dicho Zahara;
y me ha pedido que yo a ti te pida
no quieras desdeñarla así a la clara.
También no pasa, menos triste vida
Yzuf, nuestro amo, que también me adora,
con fe que, a lo que creo, no es fingida.
¡Oh pobre moro!
¡Oh pobre moro!¡Oh desdichada mora!
¡Cómo enviais en vano al varo viento
vuestros vanos suspiros de hora en hora!
También me ha dicho Yzuf todo su intento
y me ha rogado que yo a vos os ruegue
algún alivio deis a su tormento.
Mas antes con airada furia llegue
una saeta que me pase el pecho,
y esta alma de las carnes se despegue,
que tan a costa mía su provecho
y tan en daño vuestro procurase,
aunque él quede de mí mal satisfecho.
Si en este caso, Aurelio, nos bastase
mostrar a éstos voluntad trocada,
sin que el daño adelante más pasase,
tendríalo por cosa yo acertada,
porque deste fingir se granjearía
el no estorbarnos nuestra vista amada.
Dirás a Zahara que por causa mía
no te muestras tan áspero, y yo al moro
diré que mucho puede tu porfía,
y guardando los dos este decoro
con discreción, podremos fácilmente
aplacar con el vernos nuestro lloro.
El parecer que has dado es excelente,
y haráse cual lo ordenas, y entretanto
quizá se aplacará el hado inclemente.
Yo escribiré a mi padre en el quebranto
en que estamos los dos. Tú, Silvia, puedes
escribir a los tuyos otro tanto.
Y porque a veces tienen las paredes,
según se dice, oídos, Silvia mía,
agradeciendo al Cielo estas mercedes,
pasemos esta plática a otro día.
Necesidad, fiel ejecutora
de cualquiera delicto que te ofrece
la pública ocasión o la secreta:
ya ves cuán apremiadas y forzadas
del Herebo infernal habemos sido,
para venir a combatir la roca
del pecho encastillado de un cristiano
que está rebelde y muestra que no teme
del niño y ciego dios la grande fuerza.
Es menester que tú le solicites
y te le muestres siempre, a todas horas,
en el comer, y en el vestir, y en todas
las cosas que pensare o pretendiere.
Yo, por mi parte, de continuo pienso
ponérme[le] delante y la melena
de mis pocos cabellos ofrecerle,
y detenerme un rato, por que pueda
asirme della, cosa poco usada
de mi ligera condición y presta.
Bien puedes, Ocasión, estar segura
que yo haré por mi parte maravillas
si tu favor y ayuda no me falta.
Pero ves, aquí viene el indomable;
apercíbete, hermana, y derribemos
la vana presunción deste cristiano.
¿Que no ha de ser posible, pobre Aurelio,
el defenderte desta mora infame
que por tantos caminos te persigue?
Sí será, sí, si no me niega el Cielo
el favor que hasta aquí no me ha negado.
De mil astucias usa y de mil mañas
para traerme a su lascivo intento:
ya me regala, ya me vitupera,
ya me da de comer en abundancia,
ya me mata de hambre y de miseria.
Grande es, por cierto, Aurelio, la que tienes.
Grande necesidad, cierto, padezco.
Rotos traes los zapatos y vestido.
Zapatos y vestidos tengo rotos.
En un pellejo duermes, y en el suelo.
En el suelo me acuesto en un pellejo.
Corta traes la camisa, sucia y rota.
Sucia, corta camisa y rota traigo.
Pues yo sé, si quisieses, que hallarías
ocasión de salir dese trabajo.
Pues yo sé, si quisiese, que podría
salir desta miseria a poca costa.
Con no más de querer a tu ama Zahara,
o con dar muestras sólo de quererla.
Con no más de querer bien a mi ama,
o fingir que la quiero, me bastaba.
Mas ¿quién podrá fingir lo que no quiere?
Necesidad te fuerza a que lo hagas.
Necesidad me fuerza a que lo haga.
¡Oh, cuán rica es Zahara y cuán hermosa!
¡Cuán hermosa y cuán rica que es mi ama!
Y liberal, que hace mucho al caso,
que te dará a montón lo que quisieres.
Y, siendo liberal y enamorada,
daráme todo cuanto le pidiere.
¡Extraña es la ocasión que se te ofrece!
¡Extraña es la ocasión que se me ofrece!
Mas no podrá torcer mi hidalga sangre
de lo que es justo y a sí misma debe.
¿Quién tiene de saber lo que tú haces?
Y un pecado secreto, aunque sea grave,
cerca tiene el remedio y la disculpa.
¿Quién tiene de saber lo que yo hago?
Y una secreta culpa no merece
la pena que a la pública le es dada.
Y más que la ocasión mil ocasiones
te ofrecerá secretas y escondidas.
Y más que a cada paso se me ofrecen
secretas ocastones infinitas.
¡Cerrar quiero con una! ¡Aurelio, paso,
que no es de caballero lo que piensas,
sino de mal cristiano, descuidado
de lo que a Cristo y a su sangre debe!
Misericordia tuvo y tiene Cristo,
con que perdona siempre las ofensas
que por necesidad pura le hacen.
Pero bien sabe Dios que aquí me fuerza
pura necesidad, y esto reciba
el Cielo por disculpa de mi culpa.
Agora es tiempo, Aurelio; agora puedes
asir a la ocasión por los cabellos.
Mira cuán linda, dulce y amorosa
la mora hermosa viene a tu mandado!
Aurelio, ¿solo estás?
Aurelio, ¿solo estás?¡Y acompañado!
¿De quién?
¿De quién?De un amoroso pensamiento.
¿Quién es la causa, di?
¿Quién es la causa, di?Si te la digo,
podría ser que ya no me llamases
riguroso, cruel, desamorado.
¡Obrando va tu fuerza, compañera!
¿Pues no ha de obrar? Escucha en lo que para.
Si eso ansí fuese, Aurelio, dichosísima
sería mi ventura, y tú serías
no menos venturoso, dulce Aurelio,
Y porque más de espacio y más a solas
me puedas descubrir tu pensamiento,
sígueme, Aurelio, agora que se ofrece
la ocasión de no estar Yzuf en casa.
Sí seguiré, señora; que ya es tiempo
de obedecerte, pues que soy tu esclavo.
Por tierra va, Ocasión, el fundamento
del bizarro cristiano.. ¡Ya se rinde!
¡Tales combates juntas le hemos dado!
Entrémonos con Zahara en su aposento,
y allí de nuevo, cuando Aurelio entrare,
tornaremos a darle tientos nuevos.
Aurelio, ¿dónde vas? ¿Para do mueves
el vagaroso paso? ¿Quién te guía?
¿Con tan poco temor de Dios te atreves
a contentar tu loca fantasía?
Las ocasiones fáciles y leves
que el lascivo regalo al alma envía
tienen de persuadirte y derribarte
y al vano y torpe amor blando entregarte.
¿Es éste el levantado pensamiento
y el propósito firme que tenías
de no ofender a Dios, aunque en tormento
acabases tus cortos, tristes días?
¿Tan presto has ofrecido y dado al viento
las justas, amorosas fantasías,
y ocupas la memoria de otras vanas,
inhonestas, infames y livianas?
¡Vaya lejos de mí el intento vano!
¡Afuera, pensamiento mal nacido!
¡Que el lazo enredador de Amor insano,
de otro más limpio amor será rompido!
¡Cristiano soy, y he de vivir cristiano;
y aunque a términos tristes conducido,
dádivas o promesa, astucia o arte,
no harán que un punto de mi Dios me aparte!
¿Has visto, Aurelio, a mi hermano?
¿Dices a Juanico?
¿Dices a Juanico?Sí.
Poquito habrá que le vi.
¡Oh sancto Dios soberano!
¿Padeces algún tormento,
Francisco?
Francisco?Sí, una fatiga
que no sé cómo la diga,
aunque sé cómo la siento;
y no quieras saber más,
para entender mi cuidado,
sino que mi hermano ha dado
el ánima a Satanás.
¿Ha renegado, por dicha?
¿Dicha llamas renegar?
Si él lo viene a efectuar,
ello será por desdicha.
Ha dado ya la palabra
de ser moro, y este intento
en su tierno pensamiento
con regalos siempre labra.
Vesle, Francisco, a do asoma,
¡Bizarro viene, por cierto!
Estos vestidos le han muerto:
que él ¿qué sabe que es Mahoma?
Vengáis norabuena, Juan.
¿No saben ya que me llamo...
¿Cómo?
¿Cómo?...ansi como mi amo?
¿En qué modo?
¿En qué modo?Solimán.
¡Tosigo fuera mejor
que envenenara aquel hombre
que ansi te ha mudado el nombre!
¿Qué es lo que dices, traidor?
Perro, poquito de aqueso,
que se lo diré a mi amo.
¿Porque Solimán me llamo
me amenaza? ¡Bueno es eso!
¡Abrázame, dulce hermano!
¿Hermano? ¿De cuándo acá?
¡Apártese el perro allá;
no me toque con la mano!
¿Por qué conviertes en lloro
mi contento, hermano mío?
Ese es grande desvarío.
¿Hay más gusto que ser moro?
Mira este galán vestido,
que mi amo me le ha dado,
y otro tengo de brocado,
más bizarro y más polido.
Alcuzcuz como sabroso,
sorbeta [17] de azúcar bebo.
y el corde [18], que es dulce, pruebo,
y pilao [19], que es provechoso.
Y en vano trabajarás
de aplacarme con tu lloro;
mas, si tú quieres ser moro,
a fe que lo acertarás.
Toma mis consejos sanos,
y veráste mejorado.
Adiós, porque es gran pecado
hablar tanto con cristianos.
¿Hay desventura igual en todo el suelo?
¿Qué red tiene el demonio aquí tendida,
con que estorba el camino de ir al cielo?
¡Oh tierna edad! ¡Cuán presto eres vencida,
siendo en esta Sodoma requestada
y con falsos regalos combatida!
¡Oh cuán bien la limosna es empleada
en rescatar muchachos, que en sus pechos
no está la santa fe bien arraigada!
¡Oh, si de hoy más, en caridad deshechos
se viesen los cristianos corazones,
y fuesen en el dar no tan estrechos,
para sacar de grillos y prisiones
al cristiano cativo, especialmente
a los niños de flacas intenciones!
Es esta sancta obra así excelente,
que en ella sola están todas las obras
que a cuerpo y alma tocan juntamente.
Al que rescatas, de perdido cobras,
reduces a su patria el peregrino,
quítasle de cien mil y más zozobras:
de hambre, que le aflige de contino;
de la sed insufrible, y de consejos
que procuran cerrarle el buen camino;
de muchos y continos aparejos
que aquí el demonio tiende, con que toma
a muchachos cristianos y aun a viejos.
¡Oh secta fementida de Mahoma,
ancha casaca, poco escrupulosa!
¡Con qué facilidad los simples doma!
¿Mándasme, buen Aurelio, alguna cosa?
Dios te guíe, Francisco, y ten paciencia;
que la mano bendita poderosa
curará de tu hermano la dolencia.
¿Do vas, Aurelio, dulce amado esposo?
A verte, Silvia, pues tu vista sola
es el perfecto alivio a mis trabajos.
También el verte yo, mi caro Aurelio,
es el remedio de mis graves daños.
¡Perra! ¿Y esto se sufre ante mis ojos?
No, no, señor; no tiene culpa Aurelio,
que al fin es hombre, sino aquesta esclava.
¿La esclava? No, señora. ¡Este maldito,
forjador e inventor de mil embustes,
tiene la culpa destas desvergüenzas!
Si esta lamida, si esta descarada
no le diera ocasión, no se atreviera
Aurelio ansí abrazarla estrechamente.
No, por cierto, señores; no ha nacido
nuestra desenvoltura de ocasiones
lascivas, según da las muestras dello,
sino que a Silvia le rogaba agora
me hiciese una merced que ha muchos días
que se la pido, y no por mi interese,
y ella también a mí me ha persuadido
un servicio le hiciese que conviene
para mejor servir la casa vuestra.
Y por habernos concedido entrambos
aquello que pedía el uno al otro,
en señal de contento nos hallastes
de aquel modo que vistes abrazados,
sin manchar los honestos pensamientos.
¿Es verdad esto, Silvia?
¿Es verdad esto, Silvia?Verdad dice.
¿Qué pediste tú a él?
¿Qué pediste tú a él?Poco te importa
saber lo que yo a Aurelio le pedía.
¿Concediótelo, en fin?
¿Concediótelo, en fin?Como yo quise.
Entraos adentro, que por fuerza os creo;
porque, si no os creyese, convendría
castigar vuestro exceso con mil penas.
Sabréis, señora, que en este mismo punto,
viniendo por el zoco, me fué dicho
cómo el rey me mandaba que llevase
a Silvia con Aurelio a su presencia,
y tengo para mí que algún tresleño [20]
y mal cristiano, que a los dos conoce,
al rey debe de haber significado
cómo son de rescate estos cativos;
y como el rey está tan mal conmigo,
porque acetar no quise el cargo y honra
de reparar los fosos y murallas,
quiéremelos quitar, sin duda alguna.
El remedio que en esto se me ofrece
es advertir a Aurelio que no diga
al rey que es caballero, sino un pobre
soldado que iba a Italia, y que esta Silvia
es su mujer; y si esto el rey creyese,
no querrá por el tanto que costaron
quitártelos; que el precio es muy subido.
Muy bien dices, señora; ven, entremos,
y demos este aviso a los dos juntos.
Vanse y entra el Cautivo que se huyó, descalzo, roto el vestido, y las piernas señaladas como que trae muchos rasgones, de las espinas y zarzas por do ha pasado.
Este largo camino,
tanto pasar de breñas y montañas,
y el bramido contino
de fieras alimañas,
me tienen de tal suerte,
que pienso de acabarle con mi muerte.
El pan se me ha mojado,
y roto entre jarales el vestido;
los zapatos, rasgado;
el brío, consumido:
de modo que no puedo
un pie del otro pie pasar un dedo.
Ya la hambre me aqueja,
y la sed insufrible me atormenta;
ya la fuerza me deja;
ya espero desta afrenta
salir con entregarme
a quien de nuevo quiera cautivarme.
He ya perdido el tino;
no sé cuál es de Orán la cierta vía;
ni senda ni camino
la triste suerte mía
me ofrece; mas, ¡ay laso!,
que, aunque la hallase, no hay mover el paso.
¡Virgen bendita y bella,
remediadora del linaje humano!
Sed vos aquí la estrella
que en este mar insano
mi pobre barca guíe
y de tantos peligros me desvíe.
¡Virgen de Monserrate,
que esas ásperas sierras hacéis cielo!
Enviadme rescate,
sacadme deste duelo,
pues es hazaña vuestra
al mísero caído dar la diestra.
Entre estas matas quiero
asconderme, porque es entrado el día;
aquí morir espero;
santísima María,
en este trance amargo,
el cuerpo y alma dejo a vuestro cargo.
Echase a dormir entre unas matas, y sale un león y échase junto a él muy manso, y luego sale otro cristiano, que también se ha huido de Argel, y dice:
Estas pisadas no son,
por cierto, de moro, no;
cristiano las estampó,
que con la misma intención
debe de ir que lleyo, yo.
De alárabes las pisadas
son anchas y mal formadas,
porque es ancho su calzado;
el nuestro más escotado,
y así son diferenciadas.
Yo seguro que no está
muy lejos de aquí escondido,
porque el rastro he ya perdido;
mas el sol alto está ya,
y yo mal apercibido.
Aquí me quiero esconder
hasta que al anochecer
torne a seguir mi viaje;
que en este mismo paraje
Mostagán viene a caer.
Pues el sol sale de allí,
el Norte hacia aquí se inclina,
no está lejos la marina.
¡Oh que mal que estoy aquí!
¡Buen Jesús, tú me encamina,
que mucho alárabe pasa
por esta campaña rasa!
Si hoy me he acertado a esconder,
no me despido de ver
mis hijos, mujer y casa.
Escóndese, y luego sale un morillo, como que va buscando hierbas, y ve escondido a este segundo cristiano, y comienza a dar voces: «¡Nizara, nizara!» [21], a las cuales acuden otros moros, y cogen al cristiano, y dándole mojicones se entran. En entrando, despierta el primer cristiano que está junto al león, y, viéndole, se espanta y dice:
¡Sancto Dios! ¿Qué es lo que veo?
¡Qué manso y fiero león!
Saltos me da el corazón;
cumplido se ha mi deseo;
libre estoy ya de pasión,
pues lo quiere mi ventura.
Este, con su fuerza dura,
mis días acabará,
y su vientre servirá
al cuerpo de sepultura.
Pero tanta mansedumbre
no se ve ansí fácilmente
en animal tan valiente,
aunque su fiera costumbre
muestra a las veces clemente.
Mas ¿quién sabe si, movido
el Cielo de mi gemido,
este león me ha enviado
para ser por él tornado
al camino que he perdido?
Sin duda es divina cosa,
y asegúrame este intento
que en mis espíritus siento,
con fuerza maravillosa,
un nuevo crecido aliento;
y ya es caso averiguado
que otro león ha llevado
a la Goleta a un cativo
que le halló en un monte esquivo,
huído y descaminado,
¡Obra es ésta, Virgen pía,
de vuestra divina mano,
porque ya está claro y llano
que el hombre que en vos confía
no espera y confía en vano!
Espérame, compañero,
que yo determino y quiero
seguirte doquier que fueres;
que ya me parece que eres,
no león, sino cordero.
Nunca con menos afán
he caminado camino,
y, a lo que yo imagino,
no está muy lejos de Orán.
¡Gracias te doy, rey divino!
¡Virgen pura, a vos alabo!
Yo ruego llevéis al cabo
tan extraña caridad;
que, si me dais libertad,
prometo seros esclavo.
Siete escudos de oro he granjeado
con mi solicitud, industria y maña,
y aun son pocos, según he trabajado.
Nunca tuve otros tantos en España,
cuando anduve en la guerra de Granada [23],
armado nueve meses en campaña.
¿Cómo cayeron, Pedro, en la celada
los siete escudos hoy, por vida mia?
¿Cualque nueva campaña fabricada?
Muy mal se negará a tu cortesía
cualquier secreto mío. Escucha agora,
y verás lo que he hecho en este día.
En esta casa grande de Yzuf mora,
renegado español, que está casado
con Zahara, la ilustre hermosa mora,
está un cativo nuevo que es llamado
Aurelio, y una Silvia, hermosa dama,
de quien está el Aurelio enamorado.
Los dos de principales tienen fama,
y helo dicho yo al rey, y mandó darme
los tres escudos destos.
los tres escudos destos¡Gentil trama!
Gentil o no gentil, si remediarme
no puedo de otra suerte, y cada día
he de dar mi jornal y sustentarme,
¿quieres que cate y guarde cortesía
a quien puede pagar bien su rescate?
¡No reza esa oración mi ledania!
¿Los otros cuatro?
¿Los otros cuatro?Son de un jaque y mate
que he dado en una bolsa de un cristiano
con un muy concertado disparate.
Hele hecho tocar casi con mano
que tengo ya una barca medio hecha,
debajo de la tierra, allá en un llano.
Queda desta verdad bien satisfecha
su voluntad, y cierto, el bobo piensa
alcanzar libertad ya desta hecha,
y para ayuda, el gasto y la despensa
de tablas, vela, pez, clavos y estopa,
los cuatro dió con que compró su ofensa.
¡Desdichado de aquel que acaso topa
contigo, Pedro, y tú más desdichado,
que así cudicias la cristiana ropa!
¡En peligroso golfo has engolfado
tu barca, de mentiras fabricada,
y en ella tú serás sólo anegado!
La de Noé, que está bien ancorada
en las sierras de Armeña, sería buena,
sino vale la mía acaso nada.
Quizá nos llevará a Sierra Morena.
Pero por cuatro escudos, buena es ésta,
si acuden otros cuatro a caer carena [24].
Ajenos pies han de subir la cuesta
agria de mi trabajo, y yo, holgando,
haré gasajo, regocijo y fiesta.
¿Qué piensas, Sayavedra?
¿Qué piensas, Sayavedra?Estoy pensando
cómo se echa a perder aquí un cristiano,
y más, mientras más va, va peorando.
Cautivo he visto yo que da de mano
a todo aquello que su ley le obliga,
y vive a veces vida de pagáno.
A otro le avasalla su fatiga,
y en Dios y en ella ocupa el pensamiento;
la abraza y la quiere como amiga.
Y de ti sé que tienes el intento
holgazán, embaidor y cudicioso,
fundado sobre embustes sin cimiento.
Tarde habrá libertad...
Tarde habrá libertad...¡Estás donoso!
Antes la tengo ya cierta y segura,
sino que estoy un poco vergonzoso.
Pienso mudar de nombre y vestidura,
y llamarme Mamí.
y llamarme Mamí¿Renegar quieres?
Sí quiero. Mas entiende de qué hechura.
Reniega tú del modo que quisieres,
que ello es muy gran maldad y horrible culpa,
y correspondes mal a ser quien eres.
Bien sé que la conciencia ya me culpa;
pero tanto el salir de aquí deseo,
que esta razón daré por mi disculpa.
Ni niego a Cristo, ni en Mahoma creo;
con la voz y el vestido seré moro,
por alcanzar el bien que no poseo.
Si voy en corso, séme yo de coro
que, en tocando en la tierra de cristianos,
me huiré, y aun no vacío de tesoro.
Lazos son esos cudiciosos, vanos,
con que el demonio tienta fácilmente
con el alma ligarte pies y manos.
Un falso bien te muestra aquí aparente,
que es tener libertad, y en renegando,
se te irá el procurarla de la mente,
que siempre esperarás el cómo y cuándo:
«Este año no; el otro será cierto.»
Y ansí lo irás por años dilatando.
Tiéneme en estos casos bien experto
muchos que he visto con tu mismo intento,
y a ninguno llegar nunca a buen puerto.
Y puesto que llegases, ¿es buen cuento
poner un tan inorme y falso medio
para alcanzar el fin de tu contento?
Daño puedes llamarle tal remedio.
Si no puede esperarse, ni es posible
de mi necesidad otra salida
para alcanzar la libertad gozosa,
¿es mucho aventurarse algunos días
a ser moro no más de en la aparencia,
si con esta cautela se granjea
la amada libertad que va huyendo?
Si tú supieses, Pedro, a do se extiende
la perfectión de nuestra Ley cristiana,
verías cómo en ella se nos manda
que un pecado mortal no se cometa
aunque se interesase en cometerle
la universal salud de todo el mundo.
Pues ¿cómo quieres tú, por verte libre
de libertad del cuerpo, echar mil hierros
al alma miserable, desdichada,
cometiendo un pecado tan inorme
como es negar a Cristo y a su Iglesia?
¿Dónde se niega a Cristo ni su Iglesia?
¿Hay más de retajarse [25] y decir ciertas
palabras de Mahoma, y no otra cosa,
sin que se miente a Cristo ni a sus santos,
ni yo le negaré por todo el mundo,
que acá en mi corazón estará siempre,
y El sólo el corazón quiere del hombre?
¿Quieres ver si lo niegas? Está atento.
Fíngete ya vestido a la turquesca,
y que vas por la calle y que yo llego
delante de otros turcos y te digo:
«Sea loado Cristo, amigo Pedro.
¿No sabéis cómo el martes es vigilia
y que manda la Iglesia que ayunemos?»
A esto, dime, ¿qué responderías?
Sin duda que me dieses mil puñadas
y dijeses que a Cristo no conoces,
ni tienes con su Iglesia cuenta alguna,
porque eres muy buen moro, y que te llamas,
no Pedro, sino Aydar o Mahometo.
Eso haríalo yo; mas no con saña,
sino por que los turcos que lo oyesen
pensasen que, pues dello me pesaba,
que era perfecto moro y no cristiano;
pero acá, en mi intención, cristiano siempre.
¿No sabes tú que el mismo Cristo dice:
«Aquel que me negare ante los hombres,
de mí será negado ante mi Padre;
y el que ante ellos a mí me confesare,
será de mí ayudado ante el Eterno
Padre mío»? ¿Es prueba ésta bastante
que te convenza y desengañe, amigo,
del engaño en que estás en ser cristiano
con sólo el corazón, como tú dices?
Y ¿no sabes también que aquel arrimo
con que el cristiano se levanta al cielo,
es la cruz y pasión de Jesucristo,
en cuya muerte nuestra vida vive,
y que el remedio para que aproveche
a nuestras almas el tesoro inmenso
de su vertida sangre por bien nuestro,
depositado está en la penitencia,
la cual tiene tres partes esenciales,
que la hacen perfecta y acabada:
contrición de corazón la una,
confesión de la boca la segunda,
satisfacción de obras la tercera?
Y aquel que contrición dice que tiene,
como algunos cristianos renegados,
y con la boca y con las obras niegan
a Cristo y a sus sanctos, no la llames
aquella contrición, sino un deseo
de salir del pecado; y es tan flojo,
que respetos humanos le detienen
de ejecutar lo que razón le dice;
y así, con esta sombra y apariencia
deste vano deseo, se les pasa
un año y otro, y llega al fin la muerte
a ponerle en perpetua servidumbre
por aquel mismo modo que él pensaba
alcanzar libertad en esta vida.
¡Oh cuántas cosas puras, excelentes,
verdaderas, sin réplica, sencillas,
te pudiera decir que hacen al caso,
para poder borrar de tu sentido
esta falsa opinión que en él se imprime!
Mas el tiempo y lugar no lo permite.
Bastan las qué me has dicho, amigo; bastan
y bastarán de modo, que te juro
por todo lo que es lícito jurarse
de seguir tu consejo y no apartarme
del santísimo gremio de la Iglesia
aunque en la dura esclavitud amarga
acabe mis amargos tristes días.
Si a ese parecer llegas las obras,
el día llegará, sabroso y dulce,
do tengas libertad; que el Cielo sabe
darnos gusto y placer por cien mil vías
ocultas al humano entendimiento;
y así, no es bien ponerse en contingencia
que por sola una senda y un camino
tan áspero, tan malo y trabajoso,
nos venga el bien de muchos procurado
y hasta aquí conseguido de muy pocos.
¡Mis obras te darán señales ciertas
de mi arrepentimiento y mi mudanza!
¡El Cielo te dé fuerzas y te quite
las ocasiones malas que te incitan
a tener tan malvado y ruin propósito!
El mesmo a ti te ayude, cual merece
la sana voluntad con que me enseñas.
¡Adiós, que es tarde!
¡Adiós, que es tarde!¡Adiós, amigo!
De ira y de dolor hablar no puedo;
y es la ocasión de mi pesar insano
el ver que don Antonio de Toledo
ansí se me ha escapado de la mano.
Los arraces, sus amos, con el miedo
que yo no les tomase su cristiano,
a Tetuán con priesa le enviaron,
y en cinco mil ducados le tallaron.
¿Un tan ilustre y rico caballero
por tan vil precio diste, vil canalla?
¿Tanto os acudiciastes al dinero,
tan grande os pareció que era la talla,
que le añadisteis otro compañero,
el cual solo pudiera bien pagalla?
¿Francisco de Valencia no podía
pagar solo por sí mayor cuantía?
En fin, favorecióles la ventura,
que pudo más que no mi diligencia;
que ésta es la que concierta y asegura
lo que no puede hacer humana ciencia.
Conocieron el tiempo y coyuntura,
y huyeron de no verse en mi presencia:
que si yo a don Antonio aquí hallara,
cincuenta mil ducados me pagara.
Es hermano de un conde y es sobrino
de una principalísima duquesa,
y en perderse, perdió en este camino
ser coronel en una ilustre empresa.
Airado el Cielo se mostró y begnino
en hacerle cautivo y darse priesa
a darle libertad por tal rodeo,
que no pudo pedir más el deseo.
Pero, pues ya no puede remediarse,
el tratar más en ello es excusado [26].
Mirad si viene alguno a querellarse.
Señor, aquí está Yzuf, el renegado.
Entre con intención de aparejarse
a obedecer en todo mi mandado;
si no, a fe que le trate en mi presencia
cual merece su necia inobidencia.
¿Dónde están tus cristianos?
¿Dónde están tus cristianos?Allí fuera.
¿Cuánto diste por ellos?
¿Cuánto diste por ellos?Mil ducados.
Yo los daré por ellos.
Yo los daré por ellos.No se espera
de tu bondad agravios tan sobrados.
¿En esto me replicas?
¿En esto me replicas?Da siquiera
algún alivio en parte a mis cuidados.
Al esclavo te doy, rey, sin dinero,
y déjame la esclava, por quien muero.
¿Tal osaste decir, oh moro infame?
Llevalde abajo, y dalde tanto palo,
hasta que con su sangre se derrame
el deseo que tiene torpe y malo.
Dame, señor, mi esclava, y luego dame
la muerte en fuego, a hierro, a gancho, en palo.
¡Quitádmele delante! ¡Acabad presto!
¿Por pedirte mi hacienda soy molesto?
Sacan fuera a Yzuf a empujones, y entran luego dos Alárbes con el cristiano que se huyó, que asieron en el campo, y estos dos moros dicen al Rey: «Alicun çalema çultam adarzimi guaharan çal çul» [27].
¿Adónde ibas, cristiano?
¿Adónde ibas, cristiano?Procuraba
llegarme a Orán, si el Cielo lo quisiera.
¿Adónde cautivaste?
¿Adónde cautivaste?En la almadraba.
¿Tu amo?
¿Tu amo?Ya murió; que no debiera,
pues me dejó en poder de una tan brava
mujer, que no la iguala alguna fiera.
¿Español eres?
¿Español eres?En Málaga nacido.
Bien lo muestras en ser ansí atrevido.
¡Oh yuraxa caur! [28]. Dalde seiscientos
palos en las espaldas muy bien dados,
y luego le daréis otros quinientos
en la barriga y en los pies cansados.
¿Tan sin razón ni ley tantos tormentos
tienes para el que huye aparejados?
Cito cifuti breguedi, ¡atalde,
abrilde, desollelde y aun matalde!
Atanle con cuatro cordeles de pies y de manos, y tiran cada uno de su parte, y dos le están dando, y de cuando en cuando el cristiano se encomienda a Nuestra Señora, y el Rey se enoja y dice en turquesco, con cólera: «Laguedi denicara, bacinaf; ¡a la testa, a la testa!», y está diciendo, mientras le están dando:
¡No sé qué raza es ésta destos perros
cautivos españoles! ¿Quién se huye?
Español. ¿Quién no cura de los hierros?
Español. ¿Quién hurtando nos destruye?
Español. ¿Quién comete otros mil hierros?
Español. Que en su pecho el Cielo influye
un ánimo indomable, acelerado,
al bien y al mal continuo aparejado.
Una virtud en ellos he notado:
que guardan su palabra sin reveses,
y en esta mi opinión me han confirmado
dos caballeros Sosas portugueses.
Don Francisco también la ha sigurado
que tiene el sobrenombre de Meneses,
los cuales sobre su palabra han sido
enviados a España, y la han cumplido.
Don Fernando de Ormaza también fuése
sobre su fe y palabra, y ansí ha hecho,
un mes antes que el término cumpliese,
la paga, con que bien me ha satisfecho.
De darles libertad, un interese
se sigue tal, que dobla mi provecho:
que como van sobre su fe prendados,
les pido los rescates tresdoblados.
Y éste dalde a su amo, y llamad luego
un cristiano de Yzuf, que está allí fuera,
que quiero que granjee su sosiego,
por ver si mi opinión es verdadera.
De pérdida y ganancia en este juego.
Señor, del bien hacer siempre se espera
galardón, y si falta deste suelo,
la paga se dilata para el cielo.
Ya sé quién eres, cristiano;
tu virtud, valor y suerte,
y sé que presto has de verte
en el patrio suelo hispano.
Esta Silvia, ¿es tu mujer?
Sí, señor.
Sí, señor.¿Y adónde ibas
cuando en las hondas esquivas
perdiste todo el placer?
Yo se lo diré, señor,
en verdaderas razones.
De otro rey y otras prisiones
fuí yo esclavo, que es Amor.
Desta Silvia enamorado
anduve un tiempo en mi tierra,
y la fuerza desta guerra
me ha traído en este estado.
A su padre la pedí
muchas veces por mujer;
pero nunca a mi querer
sólo un punto le rendí;
y viendo que no podía
por aquel modo alcanzalla,
determiné de roballa,
que era la más fácil vía.
Cumplí en esto mi deseo,
y pensando ir a Milán,
trújome el hado al afán
y esclavitud do me veo.
No pierdas la confianza
en esta vida importuna,
pues sabes que de Fortuna
la condición es mudanza.
Yo te daré libertad
a ti y a Silvia al momento,
si tienes conocimiento
de pagar tal voluntad,
Mil ducados he de dar
por los dos, y sólo quiero
que me deis dos mil; empero
habéismelo de jurar,
y así sobre vuestra fe
os partiréis luego a España.
Señor, a merced tamaña,
¿qué gracias te rendiré?
Yo prometo de enviallos
dentro de un mes, sin mentir,
aunque los sepa pedir
por Dios, y si no, hurtallos.
Pues luego os aparejad,
y en la primer saetía
tomad de España la vía,
que a los dos doy libertad.
El suelo y cielo te trate
cual merece tu bondad,
y toma mi voluntad
por prenda deste rescate;
que yo perderé la vida
o cumpliré mi palabra:
que este bien la escarba y labra
en mi sangre bien nacida.
Señor, un navío viene.
¿De qué parte?
¿De qué parte?De Occidente.
Mejor es que no de Oriente.
¿Es de gavia? [29].
¿Es de gavia?Gavia tiene.
Debe ser de mercancía.
Podría ser; aunque se suena
que la mercancía es buena,
si es limosna.
si es limosnaSí sería.
Vamos. Tú, Aurelio, procura
tu partida, y ten cuidado
de aquello que me has jurado.
Crezca el Cielo tu ventura.
¡Gracias te doy, eterno Rey del cielo,
que tan sin merecerlo has permitido
que, por la mano de que más temía,
tanto bien, tanta gloria me viniese!
¡Albricias, caro, Aurelio!; que es llegado
un navío de España, y todos dicen
que es de limosna cierto, y que en él viene
un fraile trinitario cristianísimo,
amigo de hacer bien, y conocido,
porque ha estado otra vez en esta tierra
rescatando cristianos, y da ejemplo
de mucha cristiandad y gran prudencia.
Su nombre es fray Juan Gil [30].
Su nombre es fray Juan GilMira no sea
fray Jorge de Olivar, que es de la Orden
de la Merced, que aquí también ha estado,
de no menos bondad y humano pecho;
tanto, que ya después que hubo expendido
bien veinte mil ducados que traía,
en otros siete mil quedó empeñado.
¡Oh, caridad extraña! ¡Oh sancto pecho!
¡Qué buen día, compañeros!
La limosna está en el puerto.
Mi remedio tengo cierto,
porque aquí me traen dineros.
No tengo bien, ni le espero,
ni siento en mi tierra quien
me pueda hacer algún bien.
Pues yo no me desespero.
Dios nos ha de remediar,
hermanos; mostrad buen pecho,
que el Señor que nos ha hecho
no nos tiene de olvidar.
Roguémosle, como a padre,
nos vuelva a nuestra mejora,
pues es nuestra intercesora
su Madre, que es nuestra Madre;
porque, con tan sancto medio,
nuestro bien está seguro:
que ella es nuestra fuerza y muro,
nuestra luz, nuestro remedio.
¡Vuelve, Virgen Santísima María,
tus ojos, que dan luz y gloria al cielo,
a los tristes que lloran noche y día
y riegan con sus lágrimas el suelo!
Socórrenos, bendita Virgen pía,
antes que este mortal corpóreo velo
quede sin alma en esta tierra dura
y carezca de usada sepultura.
Reina de las alturas celestiales,
Madre y Madre de Dios, Virgen y Madre,
espanto de las furias infernales,
Madre y Esposa de tu mismo Padre,
remedio universal de nuestros males;
si con tu condición es bien que cuadre
usar misericordia, úsala agora,
y sácame de entre esta gente moral [31].
En vos, Virgen dulcísima María,
entre Dios y los hombres medianera,
de nuestro mar incierto cierta guía,
Virgen entre las vírgenes primera:
en vos, Virgen y Madre, en vos confía
mi alma, que sin vos en nadie espera,
que me habréis de sacar con vuestras manos
de dura servidumbre de paganos.
Si yo, Virgen bendita, he conseguido
de tu misericordia un bien tan alto,
¿cuándo podré mostrarme agradecido,
tanto que al fin no quede corto y falto?
Recibe mi deseo, que, subido
sobre un cristiano obrar, dará tal salto,
que toque ya, olvidado deste suelo,
el alto trono del impéreo cielo.
Y en tanto que se llega el tiempo y punto
de poner en efecto mi deseo,
al ilustre auditorio que está junto,
en quien tanta bondad discierno y veo,
si ha estado mal sacado este trasunto
de la vida de Argel y trato feo,
pues es bueno el deseo que ha tenido,
en nombre del autor, perdón le pido.
- ↑ Sólo estuvo cinco (de 26 de septiembre de 1575 a 19 de septiembre de 1580).
- ↑ Calabozo, mazmorra.
- ↑ Alude a la revista que Felipe II mandó pasar en Cantillana a las fuerzas reunidas para la conquista de Portugal.
- ↑ Alusión a la expedición de Carlos V contra Argel, en 1541, y a la tormenta que hundió las naos y galeras.
- ↑ Esta relación de Sebastián reproduce un hecho real. El 18 de mayo de 1577 fué martirizado el caballero valenciano de la Orden de Montesa Fray Miguel de Aranda.
- ↑ Presa, despojo de cristianos.
- ↑ Rumía o romía equivale a romana, cristiana, esclava y se aplicaba a las cristianas cautivadas en la guerra.
- ↑ El famoso y cruel Azán Agá, bay de Argel, en cuyo poder estuvo Cervantes.
- ↑ Duán, consejo y casa del consejo.
- ↑ Agá de los jenízaros, o jefe de ellos.
- ↑ Los boluchajís o comandantes,
- ↑ Dabajíes son jefes de diez soldados.
- ↑ Oldají es el primer grado de jenízaro.
- ↑ Lugar en donde se acogen los corsarios cuando les sucede algún contratiempo.
- ↑ Hecho histórico.
- ↑ El manuscrito original es ilegible en estas palabras.
- ↑ Cocimientos do frutas pasas.
- ↑ Ozarde, arroz guisado con miel.
- ↑ Arroz guisado con caldo de ternero; se come seco y con pasas de Alejandría.
- ↑ Degenerado, infiel.
- ↑ Cristianos.
- ↑ Debía de terminar la jornada tercera con la escena anterior, en alguna otra versión.
- ↑ Debe de referirse al levantamiento de los moriscos (1569).
- ↑ El modismo usual es «dar carena».
- ↑ Circuncidarse.
- ↑ Son históricos los dos personajes.
- ↑ Supone Gaspar Remiro—consultado por Bonilla—que la frase significa: ¡Sea sobre ti la salutación, oh sultán de los dos palacios y sagrada agua dulce!
- ↑ Acaso signifique ¡oh, jefe cristiano!
- ↑ «Cestón o castillejo tejido de mimbres que está en lo alto del mástil de la nave.» (Covarrubias.)
- ↑ Este fraile rescató a Cervantes en 1580.
- ↑ Esta octava no consta en la edición de Sancha. En su lugar hay ésta:
«Virgen bendita, que del Padre Eterno
fuiste escogida para dar el fruto
que quebrantó las puertas del infierno,
y del primer pecado quitó el luto:
vuelve tu rostro piadoso y tierno
a la grande miseria y al tributo
que aquí pasamos en tan triste calma,
pues está en peligro cada día el alma.»