Son con tanto fundamento
tus quejas, doña María;
tan justo tu sentimiento,
tan grande la culpa mía,
tanto mi arrepentimiento,
que el silencio sólo puede
responderte, pues en él,
porque más confuso quede
de mi descuido cruel,
la pena el agravio excede.
¡Seis años de amor perdidos,
tus méritos ofendidos,
tus favores mal pagados,
sin premio tantos cuidados
y yo con tantos olvidos!
Si disculpas les buscara,
mayor mi delito hiciera,
más tu enojo provocara
y mayores causas diera
A que el mundo me afrentara.
¿De qué servirá alegar
olvidos de tanto amor
con la ausencia y con el mar,
si hago mi culpa mayor,
pudiéndome despertar
un hijo en cuyo retrato
contemplando cada rato
su hermoso original veía?
¡Ay, cara doña María,
dame muerte por ingrato!