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fango. A veces sus miembros se crispan convulsivamente, los ojos parecen saltársele de las órbitas, i se vuelve con presteza a la derecha o la izquierda buscando la causa de aquel estruendo que, como un pistoletazo, acaba de resonar en sus oídos. Su existencia, durante la semana que acaba de transcurrir, ha sido una orjía contínua. Aquella mañana se encontró tirado en el arroyo frente a la taberna. Se levantó i echó a andar como un autómata. Una vez en la caleta, un leve esfuerzo le bastó para que flotara el bote, pues, la marea comenzaba ya a lamer su filosa quilla. Sentado en el banco, nada recuerda, en nada piensa. En su cerebro hai un enorme vacío, i ve las mas estrañas i raras figuras desfilar por delante de sus ojos. Todo lo que mira se transforma al punto en algo estravagante. El dorso de un arrecife es un disforme monstruo que le acecha a la distancia, i la estremidad del remo se convierte en un diablillo que le hace burlescos visajes. Por todas partes seres estraños, con vestimentas azules o escarlatas, bailan infernales zarabandas.
fango. A veces sus miembros se crispan convulsivamente, los ojos parecen saltársele de las órbitas, i se vuelve con presteza a la derecha o la izquierda buscando la causa de aquel estruendo que, como un pistoletazo, acaba de resonar en sus oídos. Su existencia, durante la semana que acaba de transcurrir, ha sido una orjía contínua. Aquella mañana se encontró tirado en el arroyo frente a la taberna. Se levantó i echó a andar como un autómata. Una vez en la caleta, un leve esfuerzo le bastó para que flotara el bote, pues, la marea comenzaba ya a lamer su filosa quilla. Sentado en el banco, nada recuerda, en nada piensa. En su cerebro hai un enorme vacío, i ve las mas estrañas i raras figuras desfilar por delante de sus ojos. Todo lo que mira se transforma al punto en algo estravagante. El dorso de un arrecife es un disforme monstruo que le acecha a la distancia, i la estremidad del remo se convierte en un diablillo que le hace burlescos visajes. Por todas partes seres estraños, con vestimentas azules o escarlatas, bailan infernales zarabandas.


{{brecha}}De súbito un balcon marino se precipita de lo alto i se hunde en el agua, a pocos metros de un arrecife. El ruido de ln caída i el blanco penacho de espuma que levanta el choque, producen en el pescador una ajitacion estraordinaria. Mira con ojos estraviados i el sopor de su espíritu se desvanece. Está en en el sitio i mui cerca del escollo junto al cual se hundiera la rubia cabeza del náufrago. I estremecido, preso de infinito terror se acurruca en el
{{brecha}}De súbito un halcon marino se precipita de lo alto i se hunde en el agua, a pocos metros de un arrecife. El ruido de ln caída i el blanco penacho de espuma que levanta el choque, producen en el pescador una ajitacion estraordinaria. Mira con ojos estraviados i el sopor de su espíritu se desvanece. Está en en el sitio i mui cerca del escollo junto al cual se hundiera la rubia cabeza del náufrago. I estremecido, preso de infinito terror se acurruca en el

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fango. A veces sus miembros se crispan convulsivamente, los ojos parecen saltársele de las órbitas, i se vuelve con presteza a la derecha o la izquierda buscando la causa de aquel estruendo que, como un pistoletazo, acaba de resonar en sus oídos. Su existencia, durante la semana que acaba de transcurrir, ha sido una orjía contínua. Aquella mañana se encontró tirado en el arroyo frente a la taberna. Se levantó i echó a andar como un autómata. Una vez en la caleta, un leve esfuerzo le bastó para que flotara el bote, pues, la marea comenzaba ya a lamer su filosa quilla. Sentado en el banco, nada recuerda, en nada piensa. En su cerebro hai un enorme vacío, i ve las mas estrañas i raras figuras desfilar por delante de sus ojos. Todo lo que mira se transforma al punto en algo estravagante. El dorso de un arrecife es un disforme monstruo que le acecha a la distancia, i la estremidad del remo se convierte en un diablillo que le hace burlescos visajes. Por todas partes seres estraños, con vestimentas azules o escarlatas, bailan infernales zarabandas.

 De súbito un halcon marino se precipita de lo alto i se hunde en el agua, a pocos metros de un arrecife. El ruido de ln caída i el blanco penacho de espuma que levanta el choque, producen en el pescador una ajitacion estraordinaria. Mira con ojos estraviados i el sopor de su espíritu se desvanece. Está en en el sitio i mui cerca del escollo junto al cual se hundiera la rubia cabeza del náufrago. I estremecido, preso de infinito terror se acurruca en el