Diferencia entre revisiones de «Página:Barreda Cronicas.djvu/158»

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— ¹Y si yo pudiera llevarte á, mi pais?
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--¿Y si yo pudiera llevarte á mi pais?
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-Pues... ¿quién eres?-le preguutó Ipona, dudando de
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-Ya te lo he dicho: un pobre aventurero que corre en
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— Y qué objeto tendria, mi querida
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suerte está, unida para siempre. Huiré de aqui y tu ven-
-¡Tú me engañas!
drás conmigo; pero antes buscaremos en las entranas de
-Y qué objeto tendria, mi querida Ipond. Nuestra
esta tierra los fabulosos tesoros que esconde. Yo no ignoro
suerte está unida para siempre. Huiré de aquí y ven-
que aqui hay minas de oro y piedras preciosas...
drás conmigo; pero antes buscaremos en las entrañas de
— Si, las hay en las sierras de Santo Domingo Soriano
esta tierra los fabulosos tesoros que esconde. Yo no ignoro
y en los llanos de sus campos brillan las piedras preciosas
que aqui hay minas de oro y piedras preciosas...
y las pepitas de metal amarillo; pero todos esos tesoros,
-Si, las hay en las sierras de Santo Domingo Soriano
que hay alli y en otras partes, se encuentran vigilados por
y en los llanos de sus campos brillan las piedras preciosas
las tropas del invasor.
y las pepitas de metal amarillo; pero todos esos tesoros,
— gTodos? — preguntó el joven, con lentitud y fuerza de
que hay alli y en otras partes, se encuentran vigilados por
expresión.
las tropas del invasor.
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--¿Todos?--preguntó el joven, con lentitud y fuerza de
charrua conoce otros, que brillan en las cuevas de las
expresión.
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tadora del soberbio cristiano; donde se encuentran con-
charrua conoce otros, que brillan en las cuevas de las
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montañas, allí donde no ha llegado aún la mirada devas.
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tadora del soberbio cristiano; donde se encuentran cón-
jOh mi adorada hija de la tribu charrua, iremos alli!
cavos que, en su fondo, reflejan piedras de hermosos co-
— exclamo e»tusiasmado el aventurero.— Y mientras yo
lores.
-¡Oh mi adorada hija de la tribu charrua, iremos alli!
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158 ija. --¿Y si yo pudiera llevarte á mi pais? -¿De veras?--le preguntó Ipond jubilosa.-¿No me abandonarás?-agregó, queriendo leer en lo profundo de sus ojos. -¡Abandonar á mi salvadora!.., á mi esposa .., más! -¿Y en tu puis serás de los grandes elegidos y tendrás boinbres que se prosternen ante ti y te reconozcan por señor? - Desgraciadamente no es asi, salvadora mia-le con- testó él sonriendo. -Pues... ¿quién eres?-le preguutó Ipona, dudando de su sonrisa. -Ya te lo he dicho: un pobre aventurero que corre en pos de fortuna - volvió a contestarle el joven; pero era tau irónica su expresión; habia tanta tristeza en su voz que la india repuso: -¡Tú me engañas! -Y qué objeto tendria, mi querida Ipond. Nuestra suerte está unida para siempre. Huiré de aquí y tú ven- drás conmigo; pero antes buscaremos en las entrañas de esta tierra los fabulosos tesoros que esconde. Yo no ignoro que aqui hay minas de oro y piedras preciosas... -Si, las hay en las sierras de Santo Domingo Soriano y en los llanos de sus campos brillan las piedras preciosas y las pepitas de metal amarillo; pero todos esos tesoros, que hay alli y en otras partes, se encuentran vigilados por las tropas del invasor. --¿Todos?--preguntó el joven, con lentitud y fuerza de expresión. --¡Todos... 00!-replicó Iponá, con orgullo.-La india charrua conoce otros, que brillan en las cuevas de las montañas, allí donde no ha llegado aún la mirada devas. tadora del soberbio cristiano; donde se encuentran cón- cavos que, en su fondo, reflejan piedras de hermosos co- lores. -¡Oh mi adorada hija de la tribu charrua, iremos alli! - exclamó entusiasmado el aventurero.-Y mientras yo