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Revisión del 20:35 7 feb 2021
165 - las condiciones de mando en las fisonomias de otros hom- bres, se sintieron, como la india dominados por ese «algo» que emanaba de él. Y ya iban á asentir cuando Ipona, que dirigia la mira- da perspicaz y atento el oido hacia un bosque cercano, les dijo, en voz baja y precipitada: -Por allt vicne Curú... Cuidado «amigos, y si es ne. cesario defended al que, desde hoy, será vuestro jefe, como yo lo defendere contra todo peligro. Y añadió, con sentenciosa vehemencia, señalando al joven: - Mirad que de su vida dependerá la vuestra... -¡Qué haceis abi, pelmazos! - les increpó á los cuatro con quienes primero se topara un nuevo personaje que, acompañado de otros hombres, armados como él, se pre- sentara luego. Era Martin Pereyra, alias Curú, teniente de la banda del sanguinario Palomino. -¿Acaso os he mandado-aqui-añadió en touo desabri- do-para que convirtáis este campo en salón de conferen- cias? A ver, pronto, llevad esa india y ese hombre á pre. sencia del capitán. -Es que, teniente-contestó Bruno Páez, mientras los otros enmudecian y bajaban la inirada ante la amenaza- dora acción del terrible Curú,- esta india es Ipond, a quien no has reconocido. --¡Cómo!. ¡Iponá aquil..-exclamo ente de la banda, cambiando su actitud, dura y zaharena, al recono- cerla.-¿Eras tú, Ipona?.., y yo que te habla tomado por espia de los blandengues. -Sí, yo soy, Martin Pereyra -contestó la india, miran- dolo al soslayo. -¿Y qué hacias - preguntólo el teniente de la banda, junto á ese hombre de nuestra raza? - señalando al joven, cuyo gesto de altivez habla crecido a su llegada. - Ese hombre de tu raza-replicó la india, mirándolo ya cara á cara, fruncido el ceño y con gesto despreciativo -ha sido salvado por mí de la picadura de Curú.