Diferencia entre revisiones de «La consigna de Lara»

De Wikisource, la biblioteca libre.
Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
Sin resumen de edición
Línea 1: Línea 1:
{{encabezado|[[Tradiciones en Salsa Verde]] <br> La consigna de Lara|[[Ricardo Palma]]}}
{{Arreglar|Falta autor y categorías}}



El general Jacinto Lara era uno de los más guapos llaneros de Venezuela y el hombre más burdo y desvergonzado que Dios echara sobre la tierra; lo acredita la famosa proclama que dirigió a su división al romperse los fueros en Ayacucho.
El general Jacinto Lara era uno de los más guapos llaneros de Venezuela y el hombre más burdo y desvergonzado que Dios echara sobre la tierra; lo acredita la famosa proclama que dirigió a su división al romperse los fueros en Ayacucho.
Línea 7: Línea 8:
Verdad también que Bolívar, en ocasiones, se acordaba de que era colombiano y escupía palabrotas, sobre todo cuando estaba de sobremesa con media docena de sus íntimos; cuentan, y algo de ello refiere Pruvonena, que habiéndole preguntado uno de los comesales, si aún continuaba en relaciones con cierta aristocrática dama, contestó don Simón:
Verdad también que Bolívar, en ocasiones, se acordaba de que era colombiano y escupía palabrotas, sobre todo cuando estaba de sobremesa con media docena de sus íntimos; cuentan, y algo de ello refiere Pruvonena, que habiéndole preguntado uno de los comesales, si aún continuaba en relaciones con cierta aristocrática dama, contestó don Simón:


--Hombre, ya me he desembarcado, porque la tal es una fragata que empieza a hacer agua por todas las costuras.
Hombre, ya me he desembarcado, porque la tal es una fragata que empieza a hacer agua por todas las costuras.


Un domingo, en momentos que Bolívar iba a montar en el coche, llegó Lara a Palacio y el Libertador le dijo:
Un domingo, en momentos que Bolívar iba a montar en el coche, llegó Lara a Palacio y el Libertador le dijo:


--Acompáñame, Jacinto, a hacer algunas visitas, pero te encargo que estés en ellas más callado que un cartujo, porque tú no abres Ia boca sino para soltar alguna barbaridad; con que ya sabes, tu consigna es el silencio; tú necesitas aprender oratoria en escuela de sordomudos.
Acompáñame, Jacinto, a hacer algunas visitas, pero te encargo que estés en ellas más callado que un cartujo, porque tú no abres Ia boca sino para soltar alguna barbaridad; con que ya sabes, tu consigna es el silencio; tú necesitas aprender oratoria en escuela de sordomudos.


--Descuida, hombre, que sólo quebrantaré la consigna en caso de que tú me obligues. Te ofrezco ser más mudo que campana sin badajo.
Descuida, hombre, que sólo quebrantaré la consigna en caso de que tú me obligues. Te ofrezco ser más mudo que campana sin badajo.


Después de hacer tres o cuatro visitas ceremoniosas, en las que Lara se mantuvo correctamente fiel a la consigna, llegaron a una casa, en la que fueron recibidos, en el salón, por una limeñita, de esas de ojos tan flechadores que, de medio a medio, le atraviesan a un prójimo la anatomía.
Después de hacer tres o cuatro visitas ceremoniosas, en las que Lara se mantuvo correctamente fiel a la consigna, llegaron a una casa, en la que fueron recibidos, en el salón, por una limeñita, de esas de ojos tan flechadores que, de medio a medio, le atraviesan a un prójimo la anatomía.


--Excuse usted, señor general, a mi hermana, que se priva de la satisfacción de recibirlo, porque está en cama desde anoche en que dio a luz dos niños con toda felicidad.
Excuse usted, señor general, a mi hermana, que se priva de la satisfacción de recibirlo, porque está en cama desde anoche en que dio a luz dos niños con toda felicidad.


--Lo celebro --contestó el Libertador--, bravo por las peruanitas que no son mezquinas en dar hijos a la patria. ¿Qué te parece, Lara?
Lo celebro -contestó el Libertador-, bravo por las peruanitas que no son mezquinas en dar hijos a la patria. ¿Qué te parece, Lara?


El llanero, por toda respuesta, gruñó:
El llanero, por toda respuesta, gruñó:


--Hum... Hum!
Hum... Hum!


Bolívar no se dio por satisfecho con el gruñido, e insistió:
Bolívar no se dio por satisfecho con el gruñido, e insistió:


--Contesta, hombre... ¿en qué estás pensando?
Contesta, hombre... ¿en qué estás pensando?

Pues con su venia, mi general, y con la de esta señorita, estaba pensando... en cómo habrá quedado el coño de ancho, después de tal parto.

— ¡Bárbaro! -exclamó Bolívar, saliendo del salón más que de prisa.


La culpa es tuya y no mía. ¿Por qué me mandaste romper la consigna? Yo no sé mentir y largué lo que pensaba.
--Pues con su venia, mi general, y con la de esta señorita, estaba pensando... en cómo habrá quedado el coño de ancho, después de tal parto.


Desde entonces el Libertador quedó escarmentado para no hacer visitas acompañado de don Jacinto.
--!Bárbaro! --exclamó Bolívar, saliendo del salón más que de prisa.


--La culpa es tuya y no mía. ¿Por qué me mandaste romper la consigna? Yo no sé mentir y largué lo que pensaba.


[[Categoría:ES-L]]
Desde entonces el Libertador quedó escarmentado para no hacer visitas acompañado de don Jacinto
[[Categoría:Tradiciones en Salsa Verde]]

Revisión del 00:53 23 abr 2008

Error: parámetro 1 no reconocido
Error: parámetro 2 no reconocido


El general Jacinto Lara era uno de los más guapos llaneros de Venezuela y el hombre más burdo y desvergonzado que Dios echara sobre la tierra; lo acredita la famosa proclama que dirigió a su división al romperse los fueros en Ayacucho.

El Libertador tuvo siempre predilección por Lara, y lo hacían reir sus groserías y pachotadas; decía, Don Simón, que como sus colombianos no eran ángeles, había que tolerar el que fuesen desvergonzados y sucios en el lenguaje.

Verdad también que Bolívar, en ocasiones, se acordaba de que era colombiano y escupía palabrotas, sobre todo cuando estaba de sobremesa con media docena de sus íntimos; cuentan, y algo de ello refiere Pruvonena, que habiéndole preguntado uno de los comesales, si aún continuaba en relaciones con cierta aristocrática dama, contestó don Simón:

— Hombre, ya me he desembarcado, porque la tal es una fragata que empieza a hacer agua por todas las costuras.

Un domingo, en momentos que Bolívar iba a montar en el coche, llegó Lara a Palacio y el Libertador le dijo:

— Acompáñame, Jacinto, a hacer algunas visitas, pero te encargo que estés en ellas más callado que un cartujo, porque tú no abres Ia boca sino para soltar alguna barbaridad; con que ya sabes, tu consigna es el silencio; tú necesitas aprender oratoria en escuela de sordomudos.

— Descuida, hombre, que sólo quebrantaré la consigna en caso de que tú me obligues. Te ofrezco ser más mudo que campana sin badajo.

Después de hacer tres o cuatro visitas ceremoniosas, en las que Lara se mantuvo correctamente fiel a la consigna, llegaron a una casa, en la que fueron recibidos, en el salón, por una limeñita, de esas de ojos tan flechadores que, de medio a medio, le atraviesan a un prójimo la anatomía.

— Excuse usted, señor general, a mi hermana, que se priva de la satisfacción de recibirlo, porque está en cama desde anoche en que dio a luz dos niños con toda felicidad.

— Lo celebro -contestó el Libertador-, bravo por las peruanitas que no son mezquinas en dar hijos a la patria. ¿Qué te parece, Lara?

El llanero, por toda respuesta, gruñó:

— Hum... Hum!

Bolívar no se dio por satisfecho con el gruñido, e insistió:

— Contesta, hombre... ¿en qué estás pensando?

— Pues con su venia, mi general, y con la de esta señorita, estaba pensando... en cómo habrá quedado el coño de ancho, después de tal parto.

— ¡Bárbaro! -exclamó Bolívar, saliendo del salón más que de prisa.

— La culpa es tuya y no mía. ¿Por qué me mandaste romper la consigna? Yo no sé mentir y largué lo que pensaba.

Desde entonces el Libertador quedó escarmentado para no hacer visitas acompañado de don Jacinto.