Diferencia entre revisiones de «La bruja (Ramos Carrión)»
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(Sin diferencias)
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Revisión del 18:23 9 dic 2009
Primer Acto
Preludio
Cuadro Primero
Cocina de una casa de pueblo en Navarra. A la derecha, ocupando todo el ángulo y con una
campana muy volada que llega casi hasta el primer término de la decoración, el hogar anchísimo
en que arden carrascos y troncos de robles esparciendo viva claridad. Puerta grande y ventana
al foro. Puertas laterales en primer término. Es de noche, y luce un candil suspendido de la
campana de la chimenea.
Escena I
MUJERES jóvenes y viejas, delante del hogar
dando la espalda al público e iluminadas por
la lumbre, hilan acompasadamente, sentadas en
taburetes de nogal. Entre ellas están ROSALÍA
y MAGDALENA entregadas a la misma labor.
A la izquierda, sentados alrededor de una mesa,
juegan a las cartas EL CURA, TOMILLO y
HOMBRES 1.° y 2°. Les rodea el CORO de
HOMBRES del pueblo, que de pie ve jugar
y bebe del jarro que pasa de mano en mano
cuando el diálogo lo indica.
Música (N.º 1-A)
Coro de Hilanderas
Mujeres
Al amor de la lumbre
que nos presta calor,
la velada pasemos
en la gracia de Dios.
Ya la blanca guedeja
de sedoso vellón,
en finísimos hilos
nuestra mano cambió.
La velada pasemos
en la gracia de Dios.
Hilemos todas,
hilemos todas
el copo suave
y dando vueltas
en nuestras manos,
en nuestras manos
el huso baile,
entretenidas
con la labor,
las horas corren
mucho mejor.
Hilemos todas
el copo suave
y en nuestras manos
el huso baile.
Entretenidas con la labor,
las horas pasan
mucho mejor,
mucho mejor.
Hombres
Teniendo el jarro lleno,
jugando cuatro al mus,
la noche alegre pasa
en un decir Jesús.
Unos
En tanto que éstos juegan
bebamos los demás.
Otros
No echarse tan encima,
hacerse un poco atrás.
(Ábrese el grupo que rodea a los jugadores de modo que el público los vea.)
Tomillo
Ahora verás,
ahora verás.
Hombres
Hacerse un poco atrás.
Hablado sobre la música
Tomillo
Mus.
Hombre 1.º
Mus.
Hombre 2.º
Mus.
El Cura
No hay mus.
Tomillo
Paso.
Hombre 1.º
Paso.
Hombre 2.º
Paso.
El Cura
Envido la chica.
Tomillo
Quiero. Pares tengo.
Hombre 1.º
No.
Hombre 2.º
No.
El Cura
Sí. Envido.
Tomillo
Siete.
El Cura
Me achicó.
Tomillo
Tengo juego. 3
Hombre 1.º
Yo no.
Hombre 2.º
Yo no.
El Cura
Yo sí.
Tomillo
Órdago.
El Cura
No puedo.
Tomillo
Una porque no. (Cantado.)
Coro
(Acercándose con interés.)
El juego ha sido fuerte,
veamos el tanteo;
(Viendo las cartas.)
de fijo que es Tomillo
quien ha ganado el juego.
Tomillo
(Hablado.)
La grande pasada.
Dos de chica 4 y tres de duples, cinco.
(Dándole un tanteo que vale cinco.)
Amarraco limpio.
(Cantado.)
Pues yo de juego gano dos.
¡Estoy de suerte como hay Dios!
Coro
Teniendo el jarro lleno,
jugando cuatro al mus,
la noche alegre pasa
en un decir Jesús.
(Continúan jugando, mientras las MUJERES cantan la estrofa siguiente.)
Mujeres y Tomillo
Al volver de los campos,
cuando el día se va,
con la luz de la llama
nos alumbra el hogar.
Demos gracias al cielo
que en invierno nos da
secos troncos de roble
y blanquísimo pan.
De la alta rueca
bajando el copo,
se forma el hilo
poquito a poco.
Seguid, muchachas,
sin descansar,
que aquí el descanso
es trabajar…
Tomillo
(Dando un puñetazo sobre la mesa.)
Los veinte tantos ya saqué;
también en ésta les gané.
Música (N.º 1-B)
Escena
El Cura
(Levantándose.)
Basta ya de vino y juego,
y dejad las ruecas luego.
(Levantándose todos; las MUJERES dejan la rueca en un rincón.)
Como siempre la más vieja
que nos cuente una conseja.
Rosalía
¿Una vieja? No. ¿Por qué?
Yo también contarla sé.
Coro
Que la cuente Rosalía.
Magdalena
Anda, hija mía.
Rosalía
Sí que lo haré.
Formad la rueda
y oído atento;
mucho cuidado
que va de cuento.
Coro
Pongamos todos
oído atento;
cuidado, amigos,
que va de cuento.
Rosalía
Contaré el del moro
(Aparte a TOMILLO.)
ponte aquí detrás:
si algo se me olvida
tú me apuntarás.
Tomillo
Anda ya sin miedo
y empezando ve;
si algo se te olvida,
yo te apuntaré.
(Les rodean todos menos EL CURA, que se sienta
en el sillón junto a la mesa. Los demás personajes
demuestran interés durante la relación,
entusiasmándose a medida que avanza.)
Música (N.º 1-C)
Romance Morisco
Rosalía
Pues, señor, éste era un rey,
un rey moro de Granada,
que tenía una hija moza,
que Zulima se llamaba.
Ocultábala su padre
en la torre de la Alhambra,
temeroso de que un día
un cristiano la robara.
Mas de estar siempre a la sombra
enfermó de cuerpo y alma,
y volviéronse azucenas
las dos rosas de su cara.
Coro
Y volviéronse azucenas
las dos rosas de su cara.
Rosalía
Cuidadoso el rey, su padre,
ordenó, para animarla,
grandes fiestas de torneos
y de toros y de zambras.
Un cristiano que lo supo
quiso allí medir sus armas,
y vistiéndose de moro
penetró por Bibarrambla.
Sale audaz a la palestra,
y al empuje de su lanza,
ruedan moros por el suelo
como en campo de batalla.
Coro
Ruedan moros por el suelo
como en campo de batalla.
Rosalía
Sale un toro, y el cristiano,
al primer rejón lo mata,
y con vítores le atruenan,
y por vencedor le aclaman.
Era el premio, rica joya
de rubíes y de plata,
que Zulima del turbante,
se quitó para entregarla.
Para recibir el premio,
el cristiano se adelanta,
y Zulima, al ver su rostro,
de él se queda muy prendada.
Coro
Y Zulima, al ver su rostro,
de él se queda muy prendada…
Rosalía
Ocasión de hablar a solas
ella busca y al fin halla;
mas sorpréndela el cristiano
al decir estas palabras:
«Hay un medio, linda mora,
de que yo te dé mi alma;
hay un medio solamente,
y es haciéndote cristiana».
El rey moro los descubre
cuando platicando estaban,
y en mazmorra oscura y triste
los sepulta sin tardanza.
Coro
Y en mazmorra oscura y triste
los sepulta sin tardanza…
Rosalía
El cristiano, que los salve
pídele a la Virgen Santa,
y la Virgen milagrosa,
les dejó salida franca.
Los amantes van huyendo,
van huyendo de Granada,
él, en su caballo blanco,
y a la grupa, ella montada.
Muchos moros van tras ellos,
ya se alejan, ya se escapan.
Coro
Ya se alejan, ya se escapan…
Rosalía
Mas los moros, bien montados,
les persiguen, les alcanzan.
Coro
Les persiguen, les alcanzan...
Rosalía
De repente, ¡oh, maravilla!
al caballo nacen alas,
y se pierde por los aires
la pareja enamorada.
Coro
Y se pierde por los aires
la pareja enamorada…
Rosalía
Mudos quedan los infieles,
que el milagro les espanta,
y Zulima y el mancebo
llegan a tierra cristiana.
Coro
Llegan a tierra cristiana...
Rosalía
Y bautizan a la mora,
que con el cristiano casa,
¡y por el amor bendito,
el demonio pierde un alma!
Coro
¡Y por el amor bendito,
el demonio pierde un alma!…
Rosalía
Y colorín, colorín, colorao,
este cuento se ha acabao.
Todos
¡Ah, qué poco, qué poco ha durao!
¡Colorín, colorao,
este cuento se ha acabao!
¡Colorín, colorao,
colorín, colorao!
Hablado
Tomillo
¡Y muy bien que lo ha contao! Pero a todos esos romances y cuentos, prefiero yo una conseja de duendes y aparecidos y brujas y ánimas del otro mundo. Eso sí que me gusta.
El Cura
¡Duendes y aparecidos!… Ya sabes, Tomillo, que la doctrina prohíbe creer en tales cosas.
Tomillo
Ya lo sé, señor cura: pero aunque la doctrina lo mande, cuando uno lo ve...
El Cura
¿Eh? ¿Qué dices? ¿Qué has visto tú, mastuerzo?
Tomillo
(Con ironía.) No he visto na, como quien dice na.
El Cura
Pues entonces...
Tomillo
¡Si no ha de creer uno lo que ve con sus propios ojos!…
Magdalena
Di, ¿qué es lo que has visto?
Tomillo
¡La Bruja!
El Cura
¿Eh?
Tomillo
Así, como suena.
El Cura
No le hagáis caso.
Magdalena
Pero, ¿dónde?
Rosalía
¿Cómo?
Hombre 1.º
¿Cuándo?
Tomillo
Hoy mismo.
El Cura
Ea, basta; te prohíbo hablar de semejante asunto.
Tomillo
Pues... punto en boca.
Hombre 1.º
Señor Cura, que nos lo cuente.
Rosalía
No lo creeremos, pero que nos diga lo que ha visto.
Todos
¡Que lo diga, que lo diga!
Magdalena
Lo oiremos como se oye un cuento.
Unos
Eso es.
El Cura
Está bien: refiérenos esa conseja que tú has soñado.
Tomillo
¿Soñar, eh? Pues, señor... (Pausa.) pues, como íbamos diciendo...
Magdalena
Pero si no íbamos diciendo na.
Tomillo
Bien, pero se dice así. Pues, señor, hoy volvía del campo con mis ovejas, y como me he entretenido y ya era tarde y se hacía noche, tomé por el atajo, y al llegar al barranco del soto me encontré con que estaba tóo lleno de agua por la lluvia de la noche anterior. Quedeme pensando un momento si volver atrás o vadear el arroyo que venía muy crecido y en estas dudas estaba cuando... ¡María Santísima del Carmen!, veo en la otra orilla, apoyándose en el báculo, toda arrugadita y como un fantasma negro, a la mismísima Bruja en persona.
Todos
¡Ah!
El Cura
¡Qué disparate! Basta de cuentos y de...
Tomillo
(Como resignándose a callar.) Ya lo oís.
Rosalía
Déjelo, señor Cura, que no lo creemos.
Varios
No, no lo creemos.
El Cura
Sigue, hombre, sigue, que todo lo sobrenatural tiene para vosotros un encanto irresistible.
Rosalía
Vamos, habla.
Tomillo
Pues, señor, que yo me quedé con los pelos de punta, y como si estuviese pasmao... Ni ánimos tuve para echar a correr. En esto, oigo que me dice…
Hombre 1.º
¿Quién?
Tomillo
La Bruja.
Rosalía
¿Pero las brujas hablan?
Tomillo
Sí, pero con una voz como la de un ánima o cosa del otro mundo. Pero va y me dice: «Necesito pasar a ese lado; ¿quieres vadear el arroyo y llevarme allí? No te pesará, y si te niegas has de llorarlo». Yo, al oír esto, me metí en el agua, llegué junto a la viejecilla temblando de miedo y de frío, y para no verla cerré los ojos. Ella entonces me volvió de espaldas, montó sobre mí, y como quien va a caballo, me hizo entrar en el arroyo... no le faltó más que decirme: ¡Arre! (Haciendo el sonido que suelen los que arrean.) Llegué a la orilla, se dejó caer y... ella dijo que no me pesaría, pero fue verdad, porque pesaba bien poco. Es tan ligera como una pluma.
Hombre 1.º
¡Claro, como que son espíritus!
Rosalía
Y después…
Tomillo
Después… sacó de entre el manto en que se envolvía una mano toda acartonada y rugosa y seca, y me dio este doblón. (Sacándolo.)
Todos
¡Un doblón!
Tomillo
Aquí está. Y que yo no se lo he quitado a nadie; con que a ver de dónde me ha venido, si no es cierto lo que he contado.
Hombre 1.º
¡Pues es verdad!
Magdalena
¡Un doblón! (Yendo a cogerlo, lo cual evita TOMILLO guardándolo vivamente.)
Tomillo
Y de nuevo cuño, y más reluciente que un lucero.
Rosalía
Entonces, ésa no es de las brujas que hacen daño, y que roban los niños y chupan el aceite de la iglesia y hacen mal de ojo.
Tomillo
¡Qué ha de ser! Después de darme la moneda, me dijo: «Sigue tu camino sin mirar atrás». Y yo me marché por la orilla hasta el sitio por donde podía pasar el ganado, sin volverme ni una vez siquiera, y como alma que lleva el diablo.
Hombre 1.º
Y entonces se montaría en la escoba desapareciendo por los aires, como dicen que hacen todas ellas.
Una
De seguro.
El Cura
¡Claro! ¡Qué cúmulo de disparates!
Tomillo
(Con energía.) Yo digo y afirmo que…
El Cura
(Con severidad.) Basta; ¿no comprendéis, insensatos, que si tuviera ese poder sobrenatural de viajar por los aires, no necesitaba que este mostrenco la llevara a cuestas para vadear el arroyo?
Hombre 1.º
Eso es mucha verdad.
Todos
Sí…
Tomillo
Pues también es verdad que yo la he visto.
Rosalía
¿La has visto volar?
Tomillo
No, eso no; y para que no la viera, sin duda, me prohibió volver la cara.
Hombre 1.º
Eso sería.
Mujer
De seguro.
Hombre 1.º
Yo ya la veo por los aires.
El Cura
Os prohíbo terminantemente hablar de tales cosas. Ni hay semejante bruja, ni…
Tomillo
Lo que es eso…
El Cura
¿Eh? Sería alguna mendiga la que has encontrado.
Tomillo
Sí, ¡Una mendiga que da doblones! ¡Je, je! Y además, ésta es la misma que a la luz de la luna vimos todos por primera vez entrar en el castillo la última Nochebuena, cuando salíamos de la Misa del Gallo. Siempre se dijo que en tal castillo habitaban duendes y fantasmas, aunque nadie los había visto; pero esa noche todo el pueblo vio a La Bruja que se colaba por una puerta. ¿No es verdad?
Varios
¡Sí que la vimos, sí!
Tomillo
Y además, cuando el chico de los Camuños se rompió la pierna y estuvo tan malo del golpe, que ni los médicos de Pamplona ni nadie acertaban a curarlo, sus padres se encontraron una noche sobre la mesa de la cocina un unto amarillo envuelto en un papel, en que había escritas estas palabras: «aplicad esto al niño y se curará». Y por ahí anda el muchacho tan robusto, jugando al chito. Y a La Bruja se lo debe, que si no es por el unto ya tenía cojera para toa la vida. (Cojeando cómicamente.)
El Cura
Basta ya; he sido demasiado complaciente al permitir esta conversación, que no debo autorizar con mi presencia.
Magdalena
Punto en boca. ¡A callar, Tomillo, que el señor Cura se incomoda!
Tomillo
Pero… ¡si no digo palabra!
Magdalena
Haces lo que debes.
Tomillo
Pues si su mercé supiera lo que dicen por el pueblo de su mercé…
El Cura
(Alarmado.) ¿Qué, qué dicen?
Magdalena
Vaya, vaya, tengamos la fiesta en paz; ¡a callar, he dicho!
El Cura
No, por cierto; ahora sí que le obligo yo a que hable. Mis actos son públicos y notorios, y yo quiero saber cómo se juzgan.
Tomillo
No, si no es nada malo.
El Cura
Sea lo que quiera, dilo.
Tomillo
Pues dicen que la capilla de ese castillo de Acevedo, abandonado hace tantos años, se ha compuesto con dinero que a su mercé le ha proporcionado La Bruja.
El Cura
(Santiguándose.) ¡Jesús!
Tomillo
Y que la misa que todos los domingos y fiestas de guardar dice allí su mercé, aplicándola siempre por el alma del difunto conde, la oye La Bruja escondida en la tribuna alta, detrás de las celosías.
El Cura
¡Válgame Dios!
Tomillo
Ello será invención, pero así lo dicen.
El Cura
Es claro; y como lo dicen, hay que creerlo. Yo os ruego, hijos míos, que no deis crédito a las hablillas de los tontos.
Magdalena
Eso de tonto lo ha dicho por ti.
Tomillo
Bueno, bueno; yo no creeré lo que no vea, pero lo demás…
Rosalía
No seas terco. ¿Querrás saber más que el señor Cura?
Tomillo
De brujas, sí.
(Se oye la campana de la queda.)
Música (N.º 2)
El Toque de la Queda
Coro
La triste queda ya sonó,
con Dios quedad;
hasta que brille el nuevo día,
descansad.
Para el trabajo hay que dormir,
vamos allá;
con su reposo el blando lecho
brinda ya.
Unos
Con Dios quedad.
Otros
Dormid en paz.
(Vanse por el foro.)
Hablado
Escena II
ROSALÍA, MAGDALENA y TOMILLO, que se
han sentado junto al hogar.
Magdalena
Tan tarde ya y Leonardo sin venir. Todas las noches me tiene intranquila.
Rosalía
Y a mí.
Tomillo
Y a mí también.
Magdalena
¡Ah, te has quedado tú!
Tomillo
Por esperar a Leonardo hasta que venga.
Magdalena
Ya, ya, por esperar a Leonardo... oye Tomillo, es menester que hablemos con toda franqueza y sin tapujos ni rodeos. No me conviene que sigas haciendo arrumacos a la muchacha.
Tomillo
¡Señá Magdalena!…
Magdalena
¡Que no me conviene, ea! Y estoy decidida a ponerte de patitas en la calle si persistes en tu propósito.
Tomillo
¡Señá Magdalena!…
Magdalena
¡Pues no faltaba más! Mi hija ha de casarse con un hombre bien acomodado y no con un zagalón sin oficio ni beneficio.
Tomillo
Pero…
Magdalena
¡No hay pero que valga! Vas a dar lugar a que coja una vara de fresno, y a ti y a ella os ponga como merecéis.
Tomillo
(¡Ármate de paciencia, Tomillo!)
Magdalena
¡Vaya, sin duda creéis que como estoy sola en el mundo, sin un hombre que me defienda, podéis burlaros de mí! Pues no ha de ser. Si Leonardo, que es quien debiera evitar todo esto y prohibirte venir a su casa, como está medio tonto y no sé en lo que piensa, no defiende a su segunda madre, a la que le crió a sus pechos y le quiso como a un hijo propio, yo me bastaré para no tolerar tus amoríos. ¡Vaya, si me bastaré!
Tomillo
(¡Ya lo creo. Ella se basta y se sobra para esto y mucho más!)
Magdalena
Con que ya lo sabes; renuncia de grado a lo que, si no, tendrías que renunciar por fuerza.
Rosalía
(¡Pobrecita de mí!)
Tomillo
Señá Magdalena, tenga compasión de nosotros. Yo no como, ni duermo, ni sosiego, ni descanso, ni hago cosa a derechas pensando en Rosalía. Si hoy no tengo dote que ofrecerle, quién sabe, andando el tiempo, lo que sucederá; y sobre todo, ella y yo estamos conformes con el refrán: «contigo pan y cebolla». ¿Verdad, Rosalía?
Rosalía
(Sollozando.) Sí, Tomillo, sí, y pan solo.
Magdalena
Cuando digo que vais a comprometerme a hacer una que sea sonada…
Tomillo
Si viviera vuestro marido, que en gloria esté, no me despreciaríais de esa manera.
Rosalía
¡Ya lo creo!
Magdalena
Mi Pedro era un hombre pobre que no sabía de la misa la media, y que no tenía genio para nada, y que se ablandaba con cualquier cosa.
Tomillo
(Y que se murió por no aguantarte.)
Magdalena
Yo sé hacer lo que conviene y se acabó.
Tomillo
No, no se acabó, señá Magdalena. Mientras Rosalía siga queriéndome, yo seguiré adorándola, y aunque se oponga el mundo entero, ni ella, ni yo dejaremos de amarnos.
Magdalena
¡Tomillo!
Tomillo
Juntos desde chicuelos hemos andado por esos campos; juntos hemos crecido; ella mirándose en mis ojos y yo en los suyos. Si no soy rico, no es culpa mía, que yo bien quisiera serlo para ofrecerle montes de oro; pero renunciar a ella… ¡eso no! Antes me llevarán al hoyo más tieso que un palo... (Echándose a llorar cómicamente.) ¿Lo veis?... También ella está haciendo pucheros.
Magdalena
¡Rosalía! ¡Y ese Leonardo sin venir! Yo os aseguro que esta misma noche he de decirle lo que conviene. Su casa es ésta, y por consecuencia, yo no puedo arrojar de ella a nadie; pero si consiente en que sigas viniendo para atormentarme y sorber el seso a esta tontuela, yo seré quien salga de aquí y viviré en una choza donde no pondrás los pies; eso te lo juro. Y cuidado no coja a la chica y me la lleve a Pamplona y la haga entrar en un convento para toda su vida. Si tantas ganas tiene de casarse, que se case con Dios, que mejor esposo no ha de encontrar en el mundo.
Tomillo
(Sí, y será el único yerno que pueda sufrirte.)
Magdalena
Y basta de conversación. Dame la rueca. Ya arreglaré yo todo esto con Leonardo. (Se sienta a la lumbre.) Y tú, hila también; la ociosidad es madre de todos los vicios. (Bosteza.) Hoy, por lo visto, Leonardo va a venir más tarde que nunca. No sé qué diablos andará cazando por el monte a estas horas y en una noche oscura como boca de lobo. ¡Aaah! ¡Ese mozo tiene también algo que le preocupa!
(Mientras hilan bosteza ruidosamente. Empieza
la música en la orquesta.)
Música (N.º 3)
Terceto de Rosalía, Tomillo y
Magdalena
Tomillo
(Hablado.) (Sentado en el sillón.) Nada; esto no puede seguir así. No espero más. ¡Ay, Rosalía de mis ojos, yo necesito ser tu marido, aunque sea a costa de... a costa de lo que sea. ¡Con qué gracia hila! ¡Con qué primor lo hace todo! Quisiera ser copo de lana para que fuera adelgazando entre sus deditos de nieve... ¡Borrega mía!
(Tirándole un beso. Ella le corresponde con otro, cuando su madre no lo ve.)
Rosalía
(Cantado.)
(Chito, que ya mi madre
da cabezadas.)
Tomillo
(¡Cuándo estaremos lejos
de sus miradas!)
Rosalía
(¡Ojo, que se despierta!)
Tomillo
(¡Ay, qué tormento!)
Magdalena
Dame el rosario, chica.
Rosalía
Voy al momento.
(Lo coge de un clavo donde está colgado.)
Tomillo
(Ahora sí que se duerme
entre oraciones,
y ya no se
despierta ni a tres tirones.)
Rosalía
Tome el rosario, madre.
Tomillo
(Con alegría.)
Ya lo cogió.
Magdalena
(Levantándose.)
Ven a rezar conmigo.
Tomillo
¡Nos fastidió!
Magdalena
(Corre el sillón hasta frente y cerca de la concha del apuntador.)
Con el calorcillo
se me aumenta el sueño,
y me voy quedando
lo mismo que un leño.
Deja que me siente
lejos del fogón;
aquí 12 rezaremos
con más devoción.
(Se sienta.)
Rosalía
(¡Ay madre del alma,
(Sentándose en un taburete a la derecha de MAGDALENA. TOMILLO a su izquierda, algo más separado.)
no es buena ocasión,
que tendré por fuerza,
poca devoción!)
Tomillo
(¡Ay, ay, Rosalía
de mi corazón,
tú sí que eres santo
de mi devoción!)
Magdalena
(Persignándose.)
En el nombre del Padre
y del Hijo…
Rosalía
(Antes de dos «dieces»
se duerme de fijo.)