Diferencia entre revisiones de «La bruja (Ramos Carrión)»

De Wikisource, la biblioteca libre.
Contenido eliminado Contenido añadido
Línea 3590: Línea 3590:
¡Cáspita! ¡Pues al momento le digo yo a
¡Cáspita! ¡Pues al momento le digo yo a
nadie ni una palabra!
nadie ni una palabra!


Rosalía

¿Ni a mi madre tampoco?


La Bruja

Si es capaz de guardar el secreto...


Tomillo

Cuando sepa que en hablando desaparecen
las monedas, ya está más callada que mi
abuelo, que se murió hace treinta años.


La Bruja

En ese caso, os autorizo para que se lo
digáis, pero a ella sola.


Tomillo

Pues ahora mismo; las cosas, en caliente.


Rosalía

¡Si está durmiendo!


Tomillo

¡En cuanto oiga sonar esta bolsa, abrirá
cada ojo... así! Vamos, Rosalía. ¡Ah,
señora!... ¡Señora!...
(Haciendo cortesías.)


La Bruja

Basta, basta; id adentro.


Tomillo

(¡Rosalía!)


Rosalía

(¡Tomillo!)


Tomillo

(¿Me quieres mucho?)


Rosalía

(¡Más que nunca!)


Tomillo

(¡Bendita sea tu boca!)


Rosalía

(¡Anda, tonto!)
(Vanse.)



''Escena VII''


LEONARDO y LA BRUJA.



Leonardo

¡Oh, qué buena sois, qué buena!


La Bruja

Así mi alma se alboroza;

desgraciado el que no goza

al mirar la dicha ajena.

Y hecha su felicidad,

la tuya me resta hacer

¡hora es de satisfacer

tu justa curiosidad!

Para que lo oigas atento

y guardes en la memoria,

te voy a contar mi historia,

que va a parecerte un cuento.

(Se sientan en dos taburetes junto al hogar.)

Yo era una joven hermosa,

muy hermosa... y puedo hacer

mi elogio sin parecer

a tus ojos presuntuosa;

porque tal como yo era

de joven, audaz y osado,

me viste, mal de mi grado,

una noche en la ribera.


Leonardo

¡Erais vos!


La Bruja

Yo misma, sí.


Leonardo

¡Ah!

(Yendo a cogerla la mano.)


La Bruja

Respétame o me voy;

no me viste como soy,

que me viste como fui.

(Pausa.)

Allá en la corte vivía entre

el fasto y la grandeza,

y otra corte mi belleza

de adoradores tenía.

Disputábanse mi amor,

sin conseguir sus afanes,

entre otros, cuatro galanes

muy dignos de mi favor.

Mas yo a ninguno quería;

loca en sueños adoraba

a un hombre que no encontraba…

porque entre ellos no existía.

¡Un hombre que fuera así,

como tú, a quien luego hallé,

todo bondad, todo fe,

y todo amor para mí!

Con vil saña vengadora,

los amantes desdeñados

fueron a ver, despechados,

a una bruja encantadora.

Ella convencerse deja,

pone en mi contra su hechizo,

y les vende un bebedizo

para transformarme en vieja.


Leonardo

¡Qué horror!


La Bruja

Así, desgraciada,

empezó mi desventura.

¡Adiós, preciada hermosura,

adiós, juventud preciada!

Se arrugó mi tersa tez,

perdí belleza y salud,

y fui de la juventud

a la caduca vejez.

Para privarme de amores

aquella vieja zahorí,

la edad echó sobre mí,

de mis cuatro adoradores.


Leonardo

¡De los cuatro! ¿Y sostenéis

de tantos años el peso?


La Bruja

Por fuerza.


Leonardo

Mas según eso,

decidme ¿qué edad tenéis?


La Bruja

Contando como se debe

los propios y los extraños,

tengo ciento dieciocho años…

(LEONARDO se separa asustado.)

Voy para los diecinueve.

(Riendo.)

No lo debes extrañar,

que estoy bien envejecida.


Leonardo

No escuché en mi vida historia más

singular.


La Bruja

Por lo nueva y por lo varia

(Levantándose y avanzando hacia el

proscenio.)

comprendo que ha de asombrarte:

oye la segunda parte,

que es la más extraordinaria.

En la ruin transformación

que por mi mal he sufrido,

quedó el cuerpo envejecido,

mas joven el corazón.

Anheloso, palpitante,

con el amor se extasía:

éste es joven todavía…


Leonardo

(Con eso tengo bastante.)


La Bruja

Cuando tan vieja me vi,

desesperada lloré,

mas mi encanto averigüé,

y a deshacerlo corrí.

Vi a la maldita hechicera,

que tan infeliz me hizo,

y le pedí un contrahechizo,

pagando cuanto quisiera.

Pero… ¡ay!, la desgracia mía

era irreparable ya.

«Lo hecho, me dijo, hecho está,

no vale mi brujería».


Leonardo

¡Oh!


La Bruja

«Por mucho que me ofrezcas,

no encontrarás el remedio».

Y añadió: «Sólo hay un medio

para que rejuvenezcas».


Leonardo

¡Un remedio! ¿Es posible?


La Bruja

Sí.


Leonardo

(Con ansiedad.)

¿Y cuál es?, dime.


La Bruja

¡Qué tonto!

No te entusiasmes tan pronto.

La bruja me dijo así:

«Para volver a tu estado

de diez y seis primaveras,

preciso es que consiguieras

un imposible soñado.

Un galán a quien adores,

y que, aún mirándote así,

haga atrevido por ti

los sacrificios mayores;

que se lance con ardor

a una conquista que asombre,

que adquiera fortuna y nombre,

solo por lograr tu amor.

Y con su mano te dé,

ya alcanzada la victoria,

¡nombre, amor, fortuna y gloria!»


Leonardo

¡Basta, yo ese hombre seré!



'''Música (N.º 7)'''
'''Dúo de La Bruja y Leonardo'''


La Bruja

(Con voz de vieja.)

¡Así, así te quiero yo!

Mi corazón no se engañó.


Leonardo

¡Confía en mí, no dudes más,

tu juventud recobrarás!

¡Fortuna, gloria y nombre

por ti he de conquistar!


La Bruja

Laureles mil te ofrece

la vida militar.


Leonardo

Luchando por la patria,

la dicha lograré.


La Bruja

La alcanzarás si tienes

amor, constancia y fe.


Leonardo

¡Sí, los tendré!


La Bruja

Hoy luchan en Italia

las armas españolas;

la guerra allí te brinda

honor, fortuna y gloria.

Un general invicto,

el duque de Saboya,

las españolas huestes

conduce a la victoria.

Con este anillo solo…

(Quitándose uno del dedo.)

que al duque mostrarás,

en sus gloriosas filas,

un puesto lograrás.

(Le da el anillo, que él se pone en la mano
izquierda.)

Y si combates con valor,

serás el dueño de mi amor.


Leonardo

Allí luchando con valor,

digno me haré de tanto honor.

Será este anillo el talismán

con que se logre mi hondo afán.


La Bruja

Tanto como ese talismán

tus propios hechos te valdrán.


Leonardo

¡Mañana mismo partiré!


La Bruja

Yo aquí, tu vuelta esperaré…


Leonardo

Adiós, risueños campos

que nunca abandoné;

adiós, feraz ribera

adiós, mi humilde casa;

adiós, tranquilo hogar;

sin nombre y sin fortuna

no me veréis tornar.


La Bruja

Sí, volverás, que tienes fe;

yo aquí, tu vuelta esperaré.


Leonardo

¡Sí, volveré!


La Bruja

¡Cuánto me halaga el verle así,

buscando gloria para mí!

¡Un hombre así soñaba yo;

mi corazón no me engañó!


Leonardo

Me veo ya logrando allí

honor y gloria para ti.

Confía en mí, no dudes, no,

tu corazón no se engañó.


Leonardo

Confía en mí,

no dudes más.


La Bruja

Sí, volverás.


Leonardo

Tu juventud recobrarás.

Allí, luchando con valor

digno me haré de tal honor.


La Bruja

Un hombre así buscaba yo,

mi corazón no se engañó.


Leonardo

Será este anillo talismán

con que se logre mi hondo afán.


La Bruja

Tus propios hechos te valdrán

tanto como ese talismán.

Confío en ti, no dudo más,

mi juventud recobraré.


Leonardo

Confía en mí, no dudes más.

Tu juventud recobrarás.


'''Hablado'''


Leonardo

Todo cuanto es de valía

sin esfuerzo no se gana;

a Italia parto mañana,

en cuanto despunte el día.


La Bruja

¿Estás decidido?


Leonardo

Sí.


La Bruja

Piénsalo bien.


Leonardo

Lo he pensado.

De lauros vuelvo cargado,

o en la lucha muero allí.

Yo ofreceré a vuestras plantas

lo que conquiste arrogante.


La Bruja

¡Ve, mi caballero andante,

a ver si me desencantas!


Leonardo

¡A quién no inspiráis valor!


La Bruja

¡Ojalá no desfallezcas!


Leonardo

¡No!


La Bruja

Para que así merezcas

el ser dueño de mi amor.

Aunque, si bien se repara,

poco a la verdad merece

un amor que se te ofrece

con tal cuerpo y con tal cara.

(Ríe.)

Pero lucha decidido;

ya sabes que esta envoltura

humilde, triste, oscura,

guarda el gusano dormido;

y el calor de tus amores,

a tu vuelta venturosa,

¡nacerá la mariposa

con sus alas de colores!


Leonardo

¡Oh, sí, sí, renacerá!

(Óyese música lejana.)


'''Música. (N.º 8-A)'''
'''Pasacalle'''


''Hablado sobre la música''


La Bruja

¡Escucha! ¿Qué es eso? ¡Calla!


Leonardo

Es el son de una rondalla

que viene alegre hacia acá.


La Bruja

Quiero que nadie me vea,

y ya salir me precisa.


Leonardo

¡Tan pronto!


La Bruja

Sí, tengo prisa.

(De pronto.)

Me iré por la chimenea.


Leonardo

(Asustado.)

¿Cómo?


La Bruja

¡Je, je! ¡No me voy!

Pero tu asombro no creo

natural; por lo que veo,

te olvidas de lo que soy.


Leonardo

Es verdad.


La Bruja

Más vale así;

yo prefiero no asustarte.

Llévame por otra parte.


Leonardo

Venid, venid por aquí.

(Derecha.)

Al campo hallaréis salida.


La Bruja

Y mañana…


Leonardo

Partiré…


La Bruja

Y ¿no perderás la fe?


Leonardo

¡Antes perderé la vida!

(Vanse.)



''Escena Última''


Desde poco antes de acabar la anterior, óyese
un pasacalle de guitarras que van acercándose
hasta llegar a la puerta del foro.
TOMILLO, MAGDALENA y ROSALÍA que
salen por la izquierda.


Tomillo

¡Señá Magdalena,

venid por acá;

sepa todo el mundo

mi felicidad!


Magdalena

(Mentira parece,

mas no hay que dudar,

pues de un modo u otro

la bolsa es verdad.))


'''Música (N.º 8-B)'''
'''Escena'''


Tomillo

(Abriendo la puerta del foro.)

¡No estéis en la calle,

amigos, entrad!


Coro de Hombres

¿Qué es esto, qué pasa?

¿Qué ocurre, qué hay?


Otros

¿Por qué a tales horas

nos mandas entrar?


Todos

¿Qué es esto, qué pasa?

¿Qué ocurre, qué hay?


Tomillo

Pues hay… ¡Que me caso!


Coro

¿De veras?


Tomillo

Sí, tal.

Aquí está mi novia,

(Presentando a ROSALÍA.)

mi suegra aquí está.

(A MAGDALENA.)

¡Y aquí estoy yo, loco

de felicidad!


Coro

(Con extrañeza.)

¿La madre consiente?


Magdalena

¿Por qué lo extrañáis?

Es mozo y honrado…

(Haciéndole una caricia.)

nunca pedí más.


Tomillo

(Imitándola.)

(En mi vida he visto

desvergüenza igual.)


Coro

(Cuando ella le quiere

por algo será.)


Tomillo

(Al fin, Rosalía,

te puedo abrazar.)


Rosalía

(¡Que mira mi madre!)


Tomillo

No me importa ya.

(Le da un abrazo cuando mira MAGDALENA
que finge no verlo.)


Leonardo

(Que ha entrado en escena cuando el CORO,
se acerca en este momento a ROSALÍA y
TOMILLO.)

Yo mañana mismo

parto del lugar,

y Dios sabe cuándo

vendré por acá.

En tanto que vuelvo,

aquí continuad,

que vuestros son siempre

mi casa y hogar.


Coro

¿Te marchas?


Magdalena

¿De veras?


Tomillo

Y ¿a dónde te vas?


Leonardo

¿A dónde? ¡Quién sabe!

¡Yo voy al azar…

por el mundo… en busca

de un sueño quizás!


Coro

(¡Siempre misterioso!

¿A dónde se irá?)


Tomillo

Para apadrinarnos,

como es natural,

tu marcha unos días

puedes retardar.


Leonardo

¡Imposible!


Tomillo

¡Basta!

(Aparte.)

(No me digas más.)

(A ROSALÍA.)

(Esto es que La Bruja

le manda marchar.)


Coro

(¡Siempre misterioso!

¿A dónde se irá?)


Leonardo

Hoy tanta alegría

no quiero turbar;

de vuestras guitarras

las cuerdas templad,

y hasta que la aurora

empiece a brillar,

de la jota a los sones alegres,

¡reíd y bailad!


Coro

¡Reíd y bailad!

(Jota. Durante el preludio, TOMILLO habla a
LEONARDO, como instándole a que cante, a
lo cual accede.)


'''Música (N.º 8-C)'''
'''Jota'''


Leonardo

No extrañéis, no, que se escapen…

suspiros de mi garganta,

la jota es alegre o triste

según está quien la canta.

¡Ay, canto alegre,

de mi país,

tal vez ya nunca

te vuelva a oír;

pero si acaso

no te oigo más,

siempre en el alma

resonarás!


Todos

Ésta es la jota

de mi país,

que a todas horas

me gusta oír;

sigue con ella

y ya verás,

al fin y al cabo

te alegrarás.


''Hablado sobre la música''


Tomillo

¡Viva la alegría

y vivan las suegras!

Y venga un abrazo,

(Abrazándola.)

señá Magdalena.


Magdalena

¡No aprietes, borrego!


Tomillo

Tengo poca fuerza.

(Sin soltarla.)

(¡Por eso te libras, que si la tuviera!… )


Leonardo

(Cantado.)

Como los pájaros cantan…

las penas de sus amores,

así canto yo la jota

para aliviar mis dolores.

¡Ay, canto alegre

de mi país!…


Todos

¡Ésta es la jota

de mi país!, etc.


(Durante el estribillo, TOMILLO obliga a
bailar con él a MAGDALENA. Risas y alegría
de TODOS. LEONARDO se deja caer en el
sillón en actitud de profunda melancolía,
contrastando con lo alegre del cuadro, que debe
ser animadísimo.)


FIN DEL PRIMER ACTO



== Segundo Acto ==


== Cuadro Segundo ==


Plazoleta a la entrada del pueblo. A la derecha, en primer término, la casa del CURA, con
emparrado sobre la puerta. En segundo término la iglesia, que hace esquina a una calle.
Formando la entrada de ésta, otra casa y detrás el bosque. Al foro, camino real. A la entrada de
éste, una cruz de piedra. Al foro izquierda, la montaña, con un camino practicable. En la cima,
el castillo. A la izquierda, la casa de LEONARDO, exterior de la decoración del Primer Acto y
llegando hasta el primer término la tapia del corral, cuya puerta da al público.

Revisión del 18:28 12 dic 2009

Primer Acto

Preludio


Cuadro Primero

Cocina de una casa de pueblo en Navarra. A la derecha, ocupando todo el ángulo y con una campana muy volada que llega casi hasta el primer término de la decoración, el hogar anchísimo en que arden carrascos y troncos de robles esparciendo viva claridad. Puerta grande y ventana al foro. Puertas laterales en primer término. Es de noche, y luce un candil suspendido de la campana de la chimenea.

Escena I


MUJERES jóvenes y viejas, delante del hogar dando la espalda al público e iluminadas por la lumbre, hilan acompasadamente, sentadas en taburetes de nogal. Entre ellas están ROSALÍA y MAGDALENA entregadas a la misma labor. A la izquierda, sentados alrededor de una mesa, juegan a las cartas EL CURA, TOMILLO y HOMBRES 1.° y 2°. Les rodea el CORO de HOMBRES del pueblo, que de pie ve jugar y bebe del jarro que pasa de mano en mano cuando el diálogo lo indica.


Música (N.º 1-A) Coro de Hilanderas


Mujeres

Al amor de la lumbre

que nos presta calor,

la velada pasemos

en la gracia de Dios.

Ya la blanca guedeja

de sedoso vellón,

en finísimos hilos

nuestra mano cambió.

La velada pasemos

en la gracia de Dios.

Hilemos todas,

hilemos todas

el copo suave

y dando vueltas

en nuestras manos,

en nuestras manos

el huso baile,

entretenidas

con la labor,

las horas corren

mucho mejor.

Hilemos todas

el copo suave

y en nuestras manos

el huso baile.

Entretenidas con la labor,

las horas pasan

mucho mejor,

mucho mejor.


Hombres

Teniendo el jarro lleno,

jugando cuatro al mus,

la noche alegre pasa

en un decir Jesús.


Unos

En tanto que éstos juegan

bebamos los demás.


Otros

No echarse tan encima,

hacerse un poco atrás.

(Ábrese el grupo que rodea a los jugadores de modo que el público los vea.)


Tomillo

Ahora verás,

ahora verás.


Hombres

Hacerse un poco atrás.


Hablado sobre la música


Tomillo

Mus.


Hombre 1.º

Mus.


Hombre 2.º

Mus.


El Cura

No hay mus.


Tomillo

Paso.


Hombre 1.º

Paso.


Hombre 2.º

Paso.


El Cura

Envido la chica.


Tomillo

Quiero. Pares tengo.


Hombre 1.º

No.


Hombre 2.º

No.


El Cura

Sí. Envido.


Tomillo

Siete.


El Cura

Me achicó.


Tomillo

Tengo juego. 3


Hombre 1.º

Yo no.


Hombre 2.º

Yo no.


El Cura

Yo sí.


Tomillo

Órdago.


El Cura

No puedo.


Tomillo

Una porque no. (Cantado.)


Coro

(Acercándose con interés.)

El juego ha sido fuerte,

veamos el tanteo;

(Viendo las cartas.)

de fijo que es Tomillo

quien ha ganado el juego.


Tomillo (Hablado.)

La grande pasada.

Dos de chica 4 y tres de duples, cinco.

(Dándole un tanteo que vale cinco.)

Amarraco limpio.

(Cantado.)

Pues yo de juego gano dos.

¡Estoy de suerte como hay Dios!


Coro

Teniendo el jarro lleno,

jugando cuatro al mus,

la noche alegre pasa

en un decir Jesús.

(Continúan jugando, mientras las MUJERES cantan la estrofa siguiente.)


Mujeres y Tomillo

Al volver de los campos,

cuando el día se va,

con la luz de la llama

nos alumbra el hogar.

Demos gracias al cielo

que en invierno nos da

secos troncos de roble

y blanquísimo pan.

De la alta rueca

bajando el copo,

se forma el hilo

poquito a poco.

Seguid, muchachas,

sin descansar,

que aquí el descanso

es trabajar…


Tomillo

(Dando un puñetazo sobre la mesa.)

Los veinte tantos ya saqué;

también en ésta les gané.


Música (N.º 1-B) Escena


El Cura

(Levantándose.)

Basta ya de vino y juego,

y dejad las ruecas luego.

(Levantándose todos; las MUJERES dejan la rueca en un rincón.)

Como siempre la más vieja

que nos cuente una conseja.


Rosalía

¿Una vieja? No. ¿Por qué?

Yo también contarla sé.


Coro

Que la cuente Rosalía.


Magdalena

Anda, hija mía.


Rosalía

Sí que lo haré.

Formad la rueda

y oído atento;

mucho cuidado

que va de cuento.


Coro

Pongamos todos

oído atento;

cuidado, amigos,

que va de cuento.


Rosalía

Contaré el del moro

(Aparte a TOMILLO.)

ponte aquí detrás:

si algo se me olvida

tú me apuntarás.


Tomillo

Anda ya sin miedo

y empezando ve;

si algo se te olvida,

yo te apuntaré.


(Les rodean todos menos EL CURA, que se sienta en el sillón junto a la mesa. Los demás personajes demuestran interés durante la relación, entusiasmándose a medida que avanza.)


Música (N.º 1-C) Romance Morisco


Rosalía

Pues, señor, éste era un rey,

un rey moro de Granada,

que tenía una hija moza,

que Zulima se llamaba.

Ocultábala su padre

en la torre de la Alhambra,

temeroso de que un día

un cristiano la robara.

Mas de estar siempre a la sombra

enfermó de cuerpo y alma,

y volviéronse azucenas

las dos rosas de su cara.


Coro

Y volviéronse azucenas

las dos rosas de su cara.


Rosalía

Cuidadoso el rey, su padre,

ordenó, para animarla,

grandes fiestas de torneos

y de toros y de zambras.

Un cristiano que lo supo

quiso allí medir sus armas,

y vistiéndose de moro

penetró por Bibarrambla.

Sale audaz a la palestra,

y al empuje de su lanza,

ruedan moros por el suelo

como en campo de batalla.


Coro

Ruedan moros por el suelo

como en campo de batalla.


Rosalía

Sale un toro, y el cristiano,

al primer rejón lo mata,

y con vítores le atruenan,

y por vencedor le aclaman.

Era el premio, rica joya

de rubíes y de plata,

que Zulima del turbante,

se quitó para entregarla.

Para recibir el premio,

el cristiano se adelanta,

y Zulima, al ver su rostro,

de él se queda muy prendada.


Coro

Y Zulima, al ver su rostro,

de él se queda muy prendada…


Rosalía

Ocasión de hablar a solas

ella busca y al fin halla;

mas sorpréndela el cristiano

al decir estas palabras:

«Hay un medio, linda mora,

de que yo te dé mi alma;

hay un medio solamente,

y es haciéndote cristiana».

El rey moro los descubre

cuando platicando estaban,

y en mazmorra oscura y triste

los sepulta sin tardanza.


Coro

Y en mazmorra oscura y triste

los sepulta sin tardanza…


Rosalía

El cristiano, que los salve

pídele a la Virgen Santa,

y la Virgen milagrosa,

les dejó salida franca.

Los amantes van huyendo,

van huyendo de Granada,

él, en su caballo blanco,

y a la grupa, ella montada.

Muchos moros van tras ellos,

ya se alejan, ya se escapan.


Coro

Ya se alejan, ya se escapan…


Rosalía

Mas los moros, bien montados,

les persiguen, les alcanzan.


Coro

Les persiguen, les alcanzan...


Rosalía

De repente, ¡oh, maravilla!

al caballo nacen alas,

y se pierde por los aires

la pareja enamorada.


Coro

Y se pierde por los aires

la pareja enamorada…


Rosalía

Mudos quedan los infieles,

que el milagro les espanta,

y Zulima y el mancebo

llegan a tierra cristiana.


Coro

Llegan a tierra cristiana...


Rosalía

Y bautizan a la mora,

que con el cristiano casa,

¡y por el amor bendito,

el demonio pierde un alma!


Coro

¡Y por el amor bendito,

el demonio pierde un alma!…


Rosalía

Y colorín, colorín, colorao,

este cuento se ha acabao.


Todos

¡Ah, qué poco, qué poco ha durao!

¡Colorín, colorao,

este cuento se ha acabao!

¡Colorín, colorao,

colorín, colorao!


Hablado


Tomillo

¡Y muy bien que lo ha contao! Pero a todos esos romances y cuentos, prefiero yo una conseja de duendes y aparecidos y brujas y ánimas del otro mundo. Eso sí que me gusta.


El Cura

¡Duendes y aparecidos!… Ya sabes, Tomillo, que la doctrina prohíbe creer en tales cosas.


Tomillo

Ya lo sé, señor cura: pero aunque la doctrina lo mande, cuando uno lo ve...


El Cura

¿Eh? ¿Qué dices? ¿Qué has visto tú, mastuerzo?


Tomillo

(Con ironía.) No he visto na, como quien dice na.


El Cura

Pues entonces...


Tomillo

¡Si no ha de creer uno lo que ve con sus propios ojos!…


Magdalena

Di, ¿qué es lo que has visto?


Tomillo

¡La Bruja!


El Cura

¿Eh?


Tomillo

Así, como suena.


El Cura

No le hagáis caso.


Magdalena

Pero, ¿dónde?


Rosalía

¿Cómo?


Hombre 1.º

¿Cuándo?


Tomillo

Hoy mismo.


El Cura

Ea, basta; te prohíbo hablar de semejante asunto.


Tomillo

Pues... punto en boca.


Hombre 1.º

Señor Cura, que nos lo cuente.


Rosalía

No lo creeremos, pero que nos diga lo que ha visto.


Todos

¡Que lo diga, que lo diga!


Magdalena

Lo oiremos como se oye un cuento.


Unos

Eso es.


El Cura

Está bien: refiérenos esa conseja que tú has soñado.


Tomillo

¿Soñar, eh? Pues, señor... (Pausa.) pues, como íbamos diciendo...


Magdalena

Pero si no íbamos diciendo na.


Tomillo

Bien, pero se dice así. Pues, señor, hoy volvía del campo con mis ovejas, y como me he entretenido y ya era tarde y se hacía noche, tomé por el atajo, y al llegar al barranco del soto me encontré con que estaba tóo lleno de agua por la lluvia de la noche anterior. Quedeme pensando un momento si volver atrás o vadear el arroyo que venía muy crecido y en estas dudas estaba cuando... ¡María Santísima del Carmen!, veo en la otra orilla, apoyándose en el báculo, toda arrugadita y como un fantasma negro, a la mismísima Bruja en persona.


Todos

¡Ah!


El Cura

¡Qué disparate! Basta de cuentos y de...


Tomillo

(Como resignándose a callar.) Ya lo oís.


Rosalía

Déjelo, señor Cura, que no lo creemos.


Varios

No, no lo creemos.


El Cura

Sigue, hombre, sigue, que todo lo sobrenatural tiene para vosotros un encanto irresistible.


Rosalía

Vamos, habla.


Tomillo

Pues, señor, que yo me quedé con los pelos de punta, y como si estuviese pasmao... Ni ánimos tuve para echar a correr. En esto, oigo que me dice…


Hombre 1.º

¿Quién?


Tomillo

La Bruja.


Rosalía

¿Pero las brujas hablan?


Tomillo

Sí, pero con una voz como la de un ánima o cosa del otro mundo. Pero va y me dice: «Necesito pasar a ese lado; ¿quieres vadear el arroyo y llevarme allí? No te pesará, y si te niegas has de llorarlo». Yo, al oír esto, me metí en el agua, llegué junto a la viejecilla temblando de miedo y de frío, y para no verla cerré los ojos. Ella entonces me volvió de espaldas, montó sobre mí, y como quien va a caballo, me hizo entrar en el arroyo... no le faltó más que decirme: ¡Arre! (Haciendo el sonido que suelen los que arrean.) Llegué a la orilla, se dejó caer y... ella dijo que no me pesaría, pero fue verdad, porque pesaba bien poco. Es tan ligera como una pluma.


Hombre 1.º

¡Claro, como que son espíritus!


Rosalía

Y después…


Tomillo

Después… sacó de entre el manto en que se envolvía una mano toda acartonada y rugosa y seca, y me dio este doblón. (Sacándolo.)


Todos

¡Un doblón!


Tomillo

Aquí está. Y que yo no se lo he quitado a nadie; con que a ver de dónde me ha venido, si no es cierto lo que he contado.


Hombre 1.º

¡Pues es verdad!


Magdalena

¡Un doblón! (Yendo a cogerlo, lo cual evita TOMILLO guardándolo vivamente.)


Tomillo

Y de nuevo cuño, y más reluciente que un lucero.


Rosalía

Entonces, ésa no es de las brujas que hacen daño, y que roban los niños y chupan el aceite de la iglesia y hacen mal de ojo.


Tomillo

¡Qué ha de ser! Después de darme la moneda, me dijo: «Sigue tu camino sin mirar atrás». Y yo me marché por la orilla hasta el sitio por donde podía pasar el ganado, sin volverme ni una vez siquiera, y como alma que lleva el diablo.


Hombre 1.º

Y entonces se montaría en la escoba desapareciendo por los aires, como dicen que hacen todas ellas.


Una

De seguro.


El Cura

¡Claro! ¡Qué cúmulo de disparates!


Tomillo

(Con energía.) Yo digo y afirmo que…


El Cura

(Con severidad.) Basta; ¿no comprendéis, insensatos, que si tuviera ese poder sobrenatural de viajar por los aires, no necesitaba que este mostrenco la llevara a cuestas para vadear el arroyo?


Hombre 1.º

Eso es mucha verdad.


Todos

Sí…


Tomillo

Pues también es verdad que yo la he visto.


Rosalía

¿La has visto volar?


Tomillo

No, eso no; y para que no la viera, sin duda, me prohibió volver la cara.


Hombre 1.º

Eso sería.


Mujer

De seguro.


Hombre 1.º

Yo ya la veo por los aires.


El Cura

Os prohíbo terminantemente hablar de tales cosas. Ni hay semejante bruja, ni…


Tomillo

Lo que es eso…


El Cura

¿Eh? Sería alguna mendiga la que has encontrado.


Tomillo

Sí, ¡Una mendiga que da doblones! ¡Je, je! Y además, ésta es la misma que a la luz de la luna vimos todos por primera vez entrar en el castillo la última Nochebuena, cuando salíamos de la Misa del Gallo. Siempre se dijo que en tal castillo habitaban duendes y fantasmas, aunque nadie los había visto; pero esa noche todo el pueblo vio a La Bruja que se colaba por una puerta. ¿No es verdad?


Varios

¡Sí que la vimos, sí!


Tomillo

Y además, cuando el chico de los Camuños se rompió la pierna y estuvo tan malo del golpe, que ni los médicos de Pamplona ni nadie acertaban a curarlo, sus padres se encontraron una noche sobre la mesa de la cocina un unto amarillo envuelto en un papel, en que había escritas estas palabras: «aplicad esto al niño y se curará». Y por ahí anda el muchacho tan robusto, jugando al chito. Y a La Bruja se lo debe, que si no es por el unto ya tenía cojera para toa la vida. (Cojeando cómicamente.)


El Cura

Basta ya; he sido demasiado complaciente al permitir esta conversación, que no debo autorizar con mi presencia.


Magdalena

Punto en boca. ¡A callar, Tomillo, que el señor Cura se incomoda!


Tomillo

Pero… ¡si no digo palabra!


Magdalena

Haces lo que debes.


Tomillo

Pues si su mercé supiera lo que dicen por el pueblo de su mercé…


El Cura

(Alarmado.) ¿Qué, qué dicen?


Magdalena

Vaya, vaya, tengamos la fiesta en paz; ¡a callar, he dicho!


El Cura

No, por cierto; ahora sí que le obligo yo a que hable. Mis actos son públicos y notorios, y yo quiero saber cómo se juzgan.


Tomillo

No, si no es nada malo.


El Cura

Sea lo que quiera, dilo.


Tomillo

Pues dicen que la capilla de ese castillo de Acevedo, abandonado hace tantos años, se ha compuesto con dinero que a su mercé le ha proporcionado La Bruja.


El Cura

(Santiguándose.) ¡Jesús!


Tomillo

Y que la misa que todos los domingos y fiestas de guardar dice allí su mercé, aplicándola siempre por el alma del difunto conde, la oye La Bruja escondida en la tribuna alta, detrás de las celosías.


El Cura

¡Válgame Dios!


Tomillo

Ello será invención, pero así lo dicen.


El Cura

Es claro; y como lo dicen, hay que creerlo. Yo os ruego, hijos míos, que no deis crédito a las hablillas de los tontos.


Magdalena

Eso de tonto lo ha dicho por ti.


Tomillo

Bueno, bueno; yo no creeré lo que no vea, pero lo demás…


Rosalía

No seas terco. ¿Querrás saber más que el señor Cura?


Tomillo

De brujas, sí.


(Se oye la campana de la queda.)


Música (N.º 2) El Toque de la Queda


Coro

La triste queda ya sonó,

con Dios quedad;

hasta que brille el nuevo día,

descansad.

Para el trabajo hay que dormir,

vamos allá;

con su reposo el blando lecho

brinda ya.


Unos

Con Dios quedad.


Otros

Dormid en paz.


(Vanse por el foro.)


Hablado


Escena II


ROSALÍA, MAGDALENA y TOMILLO, que se han sentado junto al hogar.


Magdalena

Tan tarde ya y Leonardo sin venir. Todas las noches me tiene intranquila.


Rosalía

Y a mí.


Tomillo

Y a mí también.


Magdalena

¡Ah, te has quedado tú!


Tomillo

Por esperar a Leonardo hasta que venga.


Magdalena

Ya, ya, por esperar a Leonardo... oye Tomillo, es menester que hablemos con toda franqueza y sin tapujos ni rodeos. No me conviene que sigas haciendo arrumacos a la muchacha.


Tomillo

¡Señá Magdalena!…


Magdalena

¡Que no me conviene, ea! Y estoy decidida a ponerte de patitas en la calle si persistes en tu propósito.


Tomillo

¡Señá Magdalena!…


Magdalena

¡Pues no faltaba más! Mi hija ha de casarse con un hombre bien acomodado y no con un zagalón sin oficio ni beneficio.


Tomillo

Pero…


Magdalena

¡No hay pero que valga! Vas a dar lugar a que coja una vara de fresno, y a ti y a ella os ponga como merecéis.


Tomillo

(¡Ármate de paciencia, Tomillo!)


Magdalena

¡Vaya, sin duda creéis que como estoy sola en el mundo, sin un hombre que me defienda, podéis burlaros de mí! Pues no ha de ser. Si Leonardo, que es quien debiera evitar todo esto y prohibirte venir a su casa, como está medio tonto y no sé en lo que piensa, no defiende a su segunda madre, a la que le crió a sus pechos y le quiso como a un hijo propio, yo me bastaré para no tolerar tus amoríos. ¡Vaya, si me bastaré!


Tomillo

(¡Ya lo creo. Ella se basta y se sobra para esto y mucho más!)


Magdalena

Con que ya lo sabes; renuncia de grado a lo que, si no, tendrías que renunciar por fuerza.


Rosalía

(¡Pobrecita de mí!)


Tomillo

Señá Magdalena, tenga compasión de nosotros. Yo no como, ni duermo, ni sosiego, ni descanso, ni hago cosa a derechas pensando en Rosalía. Si hoy no tengo dote que ofrecerle, quién sabe, andando el tiempo, lo que sucederá; y sobre todo, ella y yo estamos conformes con el refrán: «contigo pan y cebolla». ¿Verdad, Rosalía?


Rosalía

(Sollozando.) Sí, Tomillo, sí, y pan solo.


Magdalena

Cuando digo que vais a comprometerme a hacer una que sea sonada…


Tomillo

Si viviera vuestro marido, que en gloria esté, no me despreciaríais de esa manera.


Rosalía

¡Ya lo creo!


Magdalena

Mi Pedro era un hombre pobre que no sabía de la misa la media, y que no tenía genio para nada, y que se ablandaba con cualquier cosa.


Tomillo

(Y que se murió por no aguantarte.)


Magdalena

Yo sé hacer lo que conviene y se acabó.


Tomillo

No, no se acabó, señá Magdalena. Mientras Rosalía siga queriéndome, yo seguiré adorándola, y aunque se oponga el mundo entero, ni ella, ni yo dejaremos de amarnos.


Magdalena

¡Tomillo!


Tomillo

Juntos desde chicuelos hemos andado por esos campos; juntos hemos crecido; ella mirándose en mis ojos y yo en los suyos. Si no soy rico, no es culpa mía, que yo bien quisiera serlo para ofrecerle montes de oro; pero renunciar a ella… ¡eso no! Antes me llevarán al hoyo más tieso que un palo... (Echándose a llorar cómicamente.) ¿Lo veis?... También ella está haciendo pucheros.


Magdalena

¡Rosalía! ¡Y ese Leonardo sin venir! Yo os aseguro que esta misma noche he de decirle lo que conviene. Su casa es ésta, y por consecuencia, yo no puedo arrojar de ella a nadie; pero si consiente en que sigas viniendo para atormentarme y sorber el seso a esta tontuela, yo seré quien salga de aquí y viviré en una choza donde no pondrás los pies; eso te lo juro. Y cuidado no coja a la chica y me la lleve a Pamplona y la haga entrar en un convento para toda su vida. Si tantas ganas tiene de casarse, que se case con Dios, que mejor esposo no ha de encontrar en el mundo.


Tomillo

(Sí, y será el único yerno que pueda sufrirte.)


Magdalena

Y basta de conversación. Dame la rueca. Ya arreglaré yo todo esto con Leonardo. (Se sienta a la lumbre.) Y tú, hila también; la ociosidad es madre de todos los vicios. (Bosteza.) Hoy, por lo visto, Leonardo va a venir más tarde que nunca. No sé qué diablos andará cazando por el monte a estas horas y en una noche oscura como boca de lobo. ¡Aaah! ¡Ese mozo tiene también algo que le preocupa!


(Mientras hilan bosteza ruidosamente. Empieza la música en la orquesta.)


Música (N.º 3) Terceto de Rosalía, Tomillo y Magdalena


Tomillo

(Hablado.) (Sentado en el sillón.) Nada; esto no puede seguir así. No espero más. ¡Ay, Rosalía de mis ojos, yo necesito ser tu marido, aunque sea a costa de... a costa de lo que sea. ¡Con qué gracia hila! ¡Con qué primor lo hace todo! Quisiera ser copo de lana para que fuera adelgazando entre sus deditos de nieve... ¡Borrega mía!

(Tirándole un beso. Ella le corresponde con otro, cuando su madre no lo ve.)


Rosalía

(Cantado.)

(Chito, que ya mi madre

da cabezadas.)


Tomillo

(¡Cuándo estaremos lejos

de sus miradas!)


Rosalía

(¡Ojo, que se despierta!)


Tomillo

(¡Ay, qué tormento!)


Magdalena

Dame el rosario, chica.


Rosalía

Voy al momento.

(Lo coge de un clavo donde está colgado.)


Tomillo

(Ahora sí que se duerme

entre oraciones,

y ya no se

despierta ni a tres tirones.)


Rosalía

Tome el rosario, madre.


Tomillo

(Con alegría.)

Ya lo cogió.


Magdalena

(Levantándose.)

Ven a rezar conmigo.


Tomillo

¡Nos fastidió!


Magdalena

(Corre el sillón hasta frente y cerca de la concha del apuntador.)

Con el calorcillo

se me aumenta el sueño,

y me voy quedando

lo mismo que un leño.

Deja que me siente

lejos del fogón;

aquí 12 rezaremos

con más devoción.

(Se sienta.)


Rosalía

(¡Ay madre del alma,

(Sentándose en un taburete a la derecha de MAGDALENA. TOMILLO a su izquierda, algo más separado.)

no es buena ocasión,

que tendré por fuerza,

poca devoción!)


Tomillo

(¡Ay, ay, Rosalía

de mi corazón,

tú sí que eres santo

de mi devoción!)


Magdalena

(Persignándose.)

En el nombre del Padre

y del Hijo…


Rosalía

(Antes de dos «dieces»

se duerme de fijo.)


Magdalena

Padre nuestro,

que estás en los cielos…


Tomillo

(¡Dame a mí paciencia

para estos desvelos!)


Magdalena

Hágase tu voluntad…


Tomillo

(¡Si hiciera la mía,

qué felicidad!)


Rosalía

El pan nuestro de cada día

dánosle hoy.


Tomillo

(¡Ya lo creo que te lo daría,

y no es culpa mía

si no te lo doy!)


Rosalía

Perdonamos…

(ROSALÍA hace señas a TOMILLO de que MAGDALENA se duerme.)

a nuestros deudores.


Tomillo

(¡Esto marcha bien!)


Rosalía

Mas líbranos de mal...


Tomillo

Amén.


Magdalena

(Medio dormida.)

Amén.


Rosalía

¡Amén!

(MAGDALENA deja caer el rosario al suelo.)


Tomillo

¡Amén!


Rosalía

Mira, Tomillo,

ya se durmió.


Tomillo

Del primer Padrenuestro

(Acercándose a ROSALÍA por detrás de MAGDALENA.)

nunca pasó.


Rosalía

Ahora que en calma

mi madre duerme,

no metas ruido,

no se despierte,

ya que logramos

tan pocas veces,

hablar a solas

tranquilamente.


Tomillo

Pa que tu madre

no se despierte,

bajo, bajito,

di si me quieres.

Dilo, mi dueño,

una y mil veces

que, embelesado,

lo escucho siempre.


Rosalía

Habla más quedo,13

sé más prudente.


Tomillo

Pues anda, y pronto

di si me quieres.

¿Me quieres, di?


Rosalía

¡Qué pesadez!

Te quiero, sí.


Tomillo

Dilo otra vez.

¿Me olvidarás?


Rosalía

¡Ay, eso no!


Tomillo

¡Que otra vez más

lo escuche yo!

¡La última vez!

¿Me quieres, di?


Rosalía

¡Qué pesadez!

Cien veces sí.


Tomillo

¿Sí?


Rosalía

¡Sí!


Tomillo

¿Sí?


Rosalía

¡Sí!


Tomillo

Tú eres mi encanto;

mírame así.


Rosalía

¡Quiéreme tanto

como yo a ti!


Tomillo

¿Sí?


Rosalía

¡Sí!…

(Apianando hasta casi no oírse. MAGDALENA ronca muy fuerte.)


Tomillo

¡Ay, qué susto me ha dado!

(Soltando la mano de ROSALÍA, dando un salto y viniendo a sentarse en su taburete.)


Rosalía

Buena señal,

cuando ronca tan fuerte,

bien dormirá.

(Otro ronquido.)


Tomillo

¡Agua va! ¡Pues ya escampa!

¡Qué atrocidad!

En la iglesia el piporro 14

no suena más!

(ROSALÍA pasa al lado de TOMILLO y, juntos, avanzan hacia el proscenio.)


Rosalía

Ahora ya puedes

estar tranquilo,

que tiene el sueño

muy bien cogido.

Mas, por si acaso,

habla bajito,

sé más prudente,

no metas ruido.


Tomillo

¡Ay, Rosalía!

Tú eres mi hechizo,

por ti no duermo,

por ti no vivo.

Y si no logro

ser tu marido,

me ves un día,

colgao de un pino.

Dame un abrazo.


Rosalía

Quieto, Tomillo.


Tomillo

No te me escapas.

(Persiguiéndola por delante de MAGDALENA.)


Rosalía

¡Ya me has cogido!


Tomillo

Di si me quieres.


Rosalía

¡Vuelta a lo mismo!


Tomillo

¡Yo no me canso

nunca de oírlo!

¿Me quieres, di?


Rosalía

¡Qué pesadez!

Te quiero, sí.


Tomillo

Dilo otra vez.

¿Me olvidarás?


Rosalía

¡Ay, eso no!


Tomillo

¡Que otra vez más

lo escuche yo!

¡La última vez!

¿Me quieres, di?


Rosalía

¡Qué pesadez!

Cien veces sí.


Tomillo

¿Sí?


Rosalía

¡Sí!


Tomillo

¿Sí?


Rosalía

¡Sí!


Tomillo

Tú eres mi encanto,

mírame así.


Rosalía

Quiéreme tanto

como yo a ti.


Tomillo

¿Sí?


Rosalía

(Con el aliento.)

¡Sí!…


Magdalena

(Estornudando ruidosamente.)

¡Achís!


(ROSALÍA se deja caer sobre el taburete y TOMILLO viene rápidamente a sentarse en el suyo.)


Hablado


Magdalena

¡Achís, achís, achís!


Rosalía, Tomillo y Magdalena

¡Jesús!


Magdalena

Vaya, me he constipado; dejemos el rezo por hoy.


Rosalía

Como su mercé disponga.


Magdalena

Creo que para acabar el rosario faltaba algo todavía, ¿verdad?


Rosalía

Sí, algo faltaba...


Tomillo

Sí, faltaba algo.


Magdalena

Bueno, pues mañana lo rezaremos de más. Hoy no puedo tenerme ya en pie. (Levantándose.)


Tomillo

(Ni sentada.)


Magdalena

Y puesto que Tomillo se empeña en esperar a Leonardo, vamos a acostarnos nosotras.


Tomillo

(¡Maldita sea tu estampa!) Bueno, aguardaré aquí solito... (y llevado de los demonios.)


Magdalena

Enciende el candil, Rosalía.


(Mientras ésta le obedece, encendiendo en el que pende de la chimenea otro más pequeño que está colgado de un clavo en la pared, MAGDALENA recoge el huso y la rueca cuidadosamente y los coloca en un rincón.)


Tomillo

(Acercándose al taburete en que ROSALÍA está de pie.) (Luego vendré a darte música con todos los mozos, que estamos citados en la plaza. No dejes de salir a la puerta.)


Rosalía

(¿Y si mi madre lo oye?)


Tomillo

(Anda y que rabie, que bastante saliva trago yo por ella.)


Magdalena

¿Eh, qué es eso? ¿Otra vez de palique? Mira, Tomillo, que estoy harta de contemplaciones…


Tomillo

¡Señá Magdalena, si la quiero mucho!


Magdalena

(Remedándole.) ¡La quiero mucho, la quiero mucho! Con tu querer sacará ella bastante… cuando tengas cien doblones como ése que te ha dado La Bruja, vente por aquí y hablaremos. Hasta entonces, perdona por Dios, hijo...


Tomillo

¡Cien doblones!


Magdalena

Ni más ni menos. En eso ha dotarla el que se case con ella. Andando, chica.


Rosalía

Vamos, madre.


Magdalena

Buenas noches.


Tomillo

¡Felices, señá Magdalena, que durmáis bien. (Así tengas una pesadilla que te dure toda la noche.)


Rosalía

(¡Adiós!)


Tomillo

(Junto a la puerta de la izquierda.) (Adiós. ¿Me quieres?)


Rosalía

(Sí.)


Tomillo

(¿Mucho, mucho?)


Rosalía

(Mucho.)


Tomillo

(Dímelo otra vez.)


Rosalía

(Que sí.)


Tomillo

(¿Mucho?)


Magdalena

¡Vamos, muchacha!


Rosalía

(Desde la puerta.) Mucho, mucho, mucho.


Escena II


TOMILLO solo.


Tomillo

¡Cien doblones! ¡Ya lo creo que los vale! ¡Y un millón de ellos! ¡Pero facilillo es buscar tanto dinero! ¡Si yo lo tuviese!… Alquilaba el molino del tío Salvaó y quién me tosía a mí entonces… Con Rosalía y con mi molino … ya había yo de moler, ya.


(LEONARDO fuera y lejos, acercándose. Canta.)


Música (N.º 4) Canción de Leonardo


Leonardo

¡Noche oscura que amedrentas

al perdido caminante,

aún más negras son las nubes

en el alma de un amante!…

¡Ay de mí,

que en vano por buscarte

el mundo recorrí!,

¡Ay de mí!


Hablado


Tomillo

Vamos, ahí está Leonardo. Siempre con canciones tristes. No comprendo que haya quien cante eso habiendo una jota que, sólo de oírla, parece que le nacen a uno castañuelas en el corazón.

(Abre la puerta.)


Escena IV


TOMILLO y LEONARDO, éste con arcabuz, avíos de caza y una bocina pendiente de un cordón y colocado a la bandolera.


Leonardo

Buenas noches, Tomillo.


Tomillo

Felices las tengas.


Leonardo

¿Y Magdalena y Rosa?


Tomillo

A la cama se fueron cansadas de esperarte, y con cuidado por tu tardanza.


Leonardo

¡Bah! Pues ya debieran haberse acostumbrado. (Colgando el arma en la panoplia.)


Tomillo

¿Y qué tal la caza, ha sido buena? ¡Toma!... ¡Pues si vienes con el zurrón vacío! (Mirándolo.)


Leonardo

Más que lo fue a la madrugada, porque entonces llevaba las provisiones para el día.


Tomillo

¿Sabes que si continúas de ese modo, bien pronto has de perder la fama de buen cazador que tienes en el pueblo?


Leonardo

Me cuido poco de ella. (Sentándose en el sillón.)


Tomillo

Antes no había corzo ni jabalí seguro en esos bosques cuando ibas con tu arcabuz, y ahora dices que vas a perseguirlos y, por lo visto, pasan por delante de ti sin tenerte ya miedo, y vuelves a casa sin una triste liebre, ni cosa que se le parezca.


Leonardo

Es verdad.


Tomillo

¿Pero qué diablos te sucede hace algún tiempo? Enamorado, no lo estás, porque tú no sales de estos contornos, y yo conozco todas las mozas en diez leguas a la redonda y en ninguna fijas tus miradas, por lo cual andan ellas muy mustias y cariacontecidas.


Leonardo

(Distraído.) ¿Si, eh?


Tomillo

¡Vaya, pues qué más quisieran que un mancebo gallardo, como tú, las requebrara! ¡Y que al cabo y al fin eres hidalgo!


Leonardo

Si, hidalgo de gotera. Mi hidalguía no se extiende más allá de los límites de este pueblo. Saliendo de él soy tan plebeyo como tú. En esta casa que me dejó mi padre, donde él vio la luz, como mis abuelos, conforme con la suerte humilde, dueño de escaso patrimonio, pero suficientemente para mis cortas necesidades, pasaré mi vida.


Tomillo

Pues si yo estuviera en tu caso, ya había volao por esos mundos a probar fortuna. ¡Qué diantre! Un hidalguillo tan pobre como tú era, según dicen, don Fernando de Valenzuela, y a la corte se fue, y gracias a la protección de la augusta madre de nuestro rey don Carlos II, que Dios guarde, llegó a ministro y marqués y qué sé yo qué más en bien poco tiempo.


Leonardo

Y cayó luego y fue desterrado a las Filipinas y nadie se acuerda ya del santo de su nombre.


Tomillo

Sí, pero él hizo su suerte.


Leonardo

Y su desgracia; vale más no alimentar sueños de ambición, que difícilmente habrán de realizarse, y vivir tranquilo y ateniéndose cada cual a lo que tiene. Hidalgo pobre nací, hidalgo pobre moriré. (Se levanta.)


Tomillo

Sí, pero hidalgo dado a todos los diablos. Porque a lo que se ve, tú no estás muy resignado con tu suerte.


Leonardo

Por completo.


Tomillo

Entonces, ¿cuál es la causa de tu tristeza; qué es lo que te pasa? Vamos hombre, dímelo, confíame tus penas, que aunque no sepa tanto como tú, porque no haya tenido un tío cura que me haya enseñado de letras y sea un rústico pastor, no dejo de tener alguna luz natural y quién sabe si se me ocurrirá algo que te consuele.


Leonardo

Gracias, Tomillo, gracias. Estimo en lo que vale tu buena intención, y...


Tomillo

Vaya, vaya, déjate de tonterías; dime lo que te sucede, que debe de ser cosa muy grave.


Leonardo

¡Y tanto!


Tomillo

¿Eh? Ya lo decía yo y lo decíamos todos.


Leonardo

Voy a confiarte mi secreto; pero con la condición de reservarlo siempre.


Tomillo

Soy un pozo.


Leonardo

Estoy enamorado.


Tomillo

¡Ya apareció aquello! ¿Pero de quién?


Leonardo

De un fantasma.


Tomillo

¡Caracoles! (Retrocediendo.)


Leonardo

¡No, no estoy loco. Escucha y sabe la causa de esta melancolía que hace ya un año me devora.


Música (N.º 5) Racconto de Leonardo


En una noche plácida

del ardoroso estío,

y al pie de un sauce lánguido,

que presta sombra al río,

tranquilo yo aguardaba,

durmiendo en la ribera,

del día ya cercano

la dulce luz primera.

De pronto, me despierto

y miro allí asombrado,

que una mujer bellísima

cruzaba el río a nado.

Envuelta en blanca túnica,

que apenas la cubría

a mis pasmados ojos,

la hermosa se ofrecía.

Su espalda tersa y pura

de blanco mármol era;

caía en sueltas ondas

la rubia cabellera;

y al sostenerla a flote

con su corriente fría,

en torno acariciarla

el agua parecía.

Yo absorto contemplándola

suspenso me quedé,

y con mirada atónita

sus formas admiré.


Tomillo

Pues si yo estoy allí,

aunque no sé nadar,

me zambullo de fijo en el agua

sin vacilar.


Leonardo

De mi estupor saliendo

me adelanté imprudente,

y ella asustada entonces

hundiose en la corriente.

¡Me lanzo al agua loco

dispuesto a perseguirla

y aparecer la veo

allá en la opuesta orilla!

Medrosa recatándose

de la mirada impura,

desaparece rápida

en la floresta oscura.

Yo nado, llego, busco,

recorro el bosque entero,

sin perdonar ramaje,

sin olvidar sendero;

mas todo, todo en vano,

buscando el bien que huía,

me sorprendió rendido

la luz del nuevo día.

¡Y aún dudo, triste y mísero,

si fue aquella beldad

aparición fantástica

o hermosa realidad.


Tomillo

Sueño fue, sueño fue;

yo también, ¡ay de mí!;

entre sueños 17 mil veces he visto

mujeres así…


Hablado


Tomillo

Vaya, Leonardo, déjate de bobadas y cree que todo ello fue una ilusión y nada más. Estarías adormilado, viste en el río a cualquier moza del pueblo que se bañaban como suelen y...

Leonardo

No; era un ser desconocido, ideal…


Tomillo

Calla, tonto; aunque fuera alguna chica de por acá, tú la desconocerías, y no tiene nada de extraño; como no acostumbramos a verlas en ese traje...


Leonardo

Esa mujer misteriosa existe sólo para mí. ¿Sabes quién me lo ha dicho?


Tomillo

¿Quién ?


Leonardo

La Bruja.


Tomillo

¿Eh? ¿Cómo?


Leonardo

Sí. Ella me lo ha asegurado. Ella, echándome las cartas aquí mismo, me ha repetido: «Ten fe, ten esperanza y ese ser realizará tus sueños de amor y ventura».


Tomillo

Oye, oye; ¿y cuándo te ha dicho todo eso?


Leonardo

Muchas veces.


Tomillo

¿Pero, tú la ves?


Leonardo

Sí.


Tomillo

¡Y luego dice el señor Cura que son ilusiones mías y paparruchas!


Leonardo

Tú ignoras, como todos, que fue a consecuencia de aquella misteriosa aparición el caer yo gravemente enfermo el año pasado.


Tomillo

¡Ah! ¿Con que fue de eso?


Leonardo

Sí, la excitación que me produjo el dudar si era realidad o sueño aquella imagen que me robó los sentidos, me puso en un estado tal, que temieron por mi vida.


Tomillo

Ya lo creo; como que más estuviste en el otro mundo que en éste.


Leonardo

Pues bien; ella veló mi sueño muchas veces.


Tomillo

¿Quién, La Bruja?


Leonardo

Sí.


Tomillo

¿Y entraba por la chimenea?


Leonardo

No sé por dónde entraba. Varias noches, al despertar la vi en la cabecera de mi lecho, cuidándome con cariño de madre. El asombro que la primera vez me inspiró trocose bien pronto en gratitud y afecto, y ella, que siempre venía cuando yo estaba solo, me dio no sé qué filtros y bebidas en lugar de los que el médico me mandaba y curé pronto, gracias a sus cuidados. ¡Oh! ¡No lo dudo; le debo la vida!


Tomillo

¡Canastos con la brujita! ¡Si vale más oro que pesa!


Leonardo

Ella me ha asegurado que la mujer aparecida flotando sobre las aguas del río será la dulce compañera de mi hogar, pero que para conseguirlo es necesario que pase mucho tiempo. Siempre me dice lo mismo: «Ten fe y espera».


Tomillo

Y tú...


Leonardo

Espero y tengo fe; pero a veces mi ánimo se abate, y desesperado y medio loco recorro esos bosques en busca de aquel ser ideal.


Tomillo

Vaya, ahora me explico que vuelvas con el morral vacío. ¿Y tú tienes confianza en lo que La Bruja te asegura?


Leonardo

¡Ya lo creo! Es mi protectora. Si hubiese querido dinero, lo tendría. Mil veces me lo ha ofrecido con insistencia; pero yo lo he rehusado siempre.


Tomillo

¡Qué bobo! (Pausa corta.) ¿Y la ves muy a menudo?


Leonardo

No tanto como yo desearía. Pero me ha dicho: «Siempre que para algo me necesites, llámame y acudiré enseguida. Al oír el toque de tu bocina repetido tres veces, volaré a tu lado».


Tomillo

¿Y la has llamado así?


Leonardo

Y siempre ha acudido.


Tomillo

(Bueno es saberlo.) ¿Con que… tres toques?


Leonardo

¿Comprendes ahora mi desesperación, mi tristeza? ¡Oh!, no hay un hombre más desgraciado. (Se sienta junto al hogar, meditabundo, casi de espaldas a TOMILLO.)


Tomillo

Así son las cosas en este mundo; se cree más infeliz que nadie, porque está enamorado de un fantasma y no lo encuentra. Más desgraciado soy yo, que quiero con toda mi alma a un ser de carne y hueso, y para mí como si fuera un duende.


Escena V


Dichos y ROSALÍA, que se detiene al ver a LEONARDO.


Rosalía

¡Ah! ¡Leonardo! (Se detiene al verle.)


Tomillo

(Acercándose a ella con sigilo.) ¿Y tu madre?


Rosalía

Duerme, y yo venía a decirte que no vuelvas más aquí, que ella lo ha prohibido y que me amenaza con llevarme a un convento…


Tomillo

No te llevará. ¿Tienes valor para afrontar un peligro muy grande?


Rosalía

Todo lo que quieras.


Tomillo

¿Te atreverías a pedir conmigo protección a La Bruja?


Rosalía

Me atrevo a todo.


Tomillo

¿Sí? Pues espera. (Coge la bocina de LEONARDO abre de pronto la ventana, y volviéndose hacia ella, toca tres veces. A la primera, LEONARDO sale de su abstracción, poniéndose en pie violentamente; luego se acerca con rapidez a TOMILLO y, sin poder evitar que dé el último toque, le arrebata la bocina.)


Leonardo

¿Eh, qué es esto? ¡Desgraciado! ¿Qué haces?


Tomillo

Llamo a La Bruja.


Leonardo

¿Por qué te lo habré dicho?


Tomillo

¡Perdóname, Leonardo; yo necesito protección! Yo soy más desgraciado que tú.


Leonardo

¡Te has hecho indigno de mi aprecio!


Tomillo

¿Pero crees que vendrá?


Leonardo

¡Mira!


(Ábrese la puerta del foro y aparece en ella LA BRUJA. ROSALÍA y TOMILLO, aterrados, retroceden hasta cerca del hogar de modo que ella, al entrar no los vea. Es una vieja octogenaria y muy caduca. Viste falda y manto negro y se apoya en un alto báculo.)


Escena VI


Dichos y LA BRUJA.


Música (N.º 6) Cuarteto de Tomillo, Rosalía, La Bruja y Leonardo


Tomillo y Rosalía

(Con voz sofocada.)

(¡Oh, ya está aquí!)


La Bruja

(Con voz de vieja.)

¡Ya estoy aquí!

Cual siempre a tu llamada,

solícita acudí.

¿Qué quieres? Di.


Leonardo

¡Ah, perdonad!

No os llamé yo.


La Bruja

¡Arriba en mi castillo

tranquila estaba yo

y el son de tu bocina

el viento a mí llevó!

¿Quién me llamó?


Leonardo

Un mozo, cuya audacia

castigaré.

(Yendo amenazador hacia TOMILLO.)


La Bruja

(Reparando en ROSALÍA y TOMILLO.)

¿Qué es esto? ¿No estás solo?


Tomillo

(Temblando.)

¡Ay, Dios! ¿Qué haré?

¡Perdón, yo fui

(Arrodillándose.)

quien os llamó!


La Bruja

¿Quién eres tú?


Tomillo

(LIorando.)

Pues yo... soy yo.


La Bruja

¡Je, je! ¡Je, je!

Ya sé, ya sé.


Leonardo

¡Tanta osadía castigaré!


La Bruja

No, déjale.

(Obligándole a levantarse.)

Esta tarde en el campo,

me hiciste un favor

y yo quiero pagarte

con otro mayor.

Cuando tú me has llamado

por algo será.

¿Qué deseas? ¿Qué pides?

Vamos, dilo ya.


Tomillo

(A ROSALÍA.)

(Como tú no me ayudes

nada le diré.)


Rosalía

(Pues yo estoy que no puedo

ni tenerme en pie.)


La Bruja

Nunca a nadie hice daño,

no tembléis así.

¿A qué viene ese miedo?

¿Qué queréis de mí?


Tomillo

(Basta ya de temores

y vacilación.)

Pues queremos, señora,

vuestra protección.


Rosalía

Concedednos, señora,

vuestra protección.


La Bruja

(A LEONARDO.)

Di si son dignos de ella.


Leonardo

Cierto que lo son.


La Bruja

¿Para qué necesitan

de mi protección?


Leonardo

Por favor, concededles

vuestra protección.


Rosalía y Tomillo

Por favor, concedednos

vuestra protección.


Tomillo

(Ligero y con acento quejumbroso.)

Soy un pastor de ovejas

muy desgraciado,

y estoy de esta muchacha

enamorado.

Mas como soy tan pobre,

su madre fiera

me ha dicho que no quiere

que yo la quiera.

Y aunque suplico y lloro,

dice que nones,

si no doto a la novia en cien doblones.

Ciento lo menos pide,

¡válgame Dios!,

como éste que esta tarde

me disteis vos.


Leonardo y La Bruja

¡Válgate Dios!


Tomillo y Rosalía

(Gimiendo.)

¡Válgame Dios!…


Tomillo

Vos que tenéis ungüentos

para mil cosas,

y polvos que hacen curas

maravillosas,

por Dios, señora Bruja,

dadnos un unto,

que el pecho de las suegras

ablande al punto.

Porque si no permite

que nos casemos,

ésta y yo de tristeza

nos moriremos.

Si la madre no cede,

¡válgame Dios!,

que el entierro

preparen para los dos.


Leonardo y La Bruja

¡Válgate Dios!


Tomillo y Rosalía

(Llorando a lágrima viva.)

¡Válgame Dios!…


La Bruja

Yo un talismán poseo

y te lo voy a dar,

que ablanda, cual ninguno,

pechos de pedernal.


Tomillo

¿De veras?


La Bruja

Sí, no hay otro

con que se logre más.

Al golpe de mi báculo

lo vais a ver brotar.

¿Cifráis en cien doblones

vuestra felicidad?

Pues bien, en esta bolsa

(Da en eso un golpe con el báculo y cae un bolsón.)

tenéis algunos más.


Tomillo

¡Oh! ¿Qué decís?


La Bruja

Cógelo ya.


Tomillo

(Cogiéndolo.)

Soñando estoy.


La Bruja

No; que es verdad.


Tomillo

¿Y es para mí?


La Bruja

¡Pues claro está!


Tomillo

(Enseñándolo a ROSALÍA.)

¡Y es oro, ve!


Leonardo

(Aparte a LA BRUJA.)

(¡Cuánta bondad!)


La Bruja

Yo, desgraciadamente,

no puedo por mi edad;

mas ya que no me case,

cásense los demás.


Tomillo

No es bruja, es una santa,

debémosla adorar.


Tomillo y Rosalía

A vuestros pies de hinojos...


La Bruja

¡Muchachos, levantad!


Rosalía

¡Tomillo!


La Bruja y Leonardo

¡Ja, ja, ja, ja!


Tomillo

¡Rosalía!

Lo cierto es que me dan

deseos de reír

y ganas de llorar.


La Bruja

El oro siempre ha sido

soberbio talismán;

no hay magia en este mundo

con que se alcance más.

¡Dichoso el que lo tiene

sabiéndolo emplear

y pródigo lo siembra

en bien de los demás!


Leonardo

(¡Se ve en los hondos surcos

de su arrugada faz,

un resto de hermosura

que aumenta su bondad!)


Tomillo

(¡No sé lo que me pasa,

no sé lo que me da!

¡Señor, si esto es un sueño,

no quiero despertar!)


Rosalía

(Si es el creer en brujas

un pecado mortal

de fijo, de esta hecha,

me voy a condenar)…


Hablado


Tomillo

¡Ah, señora Bruja!, ¿qué podremos hacer para demostraros nuestra gratitud y nuestro... ?


La Bruja

Guardar la mayor reserva, y ni más ni menos. En el momento mismo en que el secreto se divulgue, veréis convertirse esos doblones en víboras que os morderán sin que podáis evitarlo.


Tomillo

¡Cáspita! ¡Pues al momento le digo yo a nadie ni una palabra!


Rosalía

¿Ni a mi madre tampoco?


La Bruja

Si es capaz de guardar el secreto...


Tomillo

Cuando sepa que en hablando desaparecen las monedas, ya está más callada que mi abuelo, que se murió hace treinta años.


La Bruja

En ese caso, os autorizo para que se lo digáis, pero a ella sola.


Tomillo

Pues ahora mismo; las cosas, en caliente.


Rosalía

¡Si está durmiendo!


Tomillo

¡En cuanto oiga sonar esta bolsa, abrirá cada ojo... así! Vamos, Rosalía. ¡Ah, señora!... ¡Señora!... (Haciendo cortesías.)


La Bruja

Basta, basta; id adentro.


Tomillo

(¡Rosalía!)


Rosalía

(¡Tomillo!)


Tomillo

(¿Me quieres mucho?)


Rosalía

(¡Más que nunca!)


Tomillo

(¡Bendita sea tu boca!)


Rosalía

(¡Anda, tonto!) (Vanse.)


Escena VII


LEONARDO y LA BRUJA.


Leonardo

¡Oh, qué buena sois, qué buena!


La Bruja

Así mi alma se alboroza;

desgraciado el que no goza

al mirar la dicha ajena.

Y hecha su felicidad,

la tuya me resta hacer

¡hora es de satisfacer

tu justa curiosidad!

Para que lo oigas atento

y guardes en la memoria,

te voy a contar mi historia,

que va a parecerte un cuento.

(Se sientan en dos taburetes junto al hogar.)

Yo era una joven hermosa,

muy hermosa... y puedo hacer

mi elogio sin parecer

a tus ojos presuntuosa;

porque tal como yo era

de joven, audaz y osado,

me viste, mal de mi grado,

una noche en la ribera.


Leonardo

¡Erais vos!


La Bruja

Yo misma, sí.


Leonardo

¡Ah!

(Yendo a cogerla la mano.)


La Bruja

Respétame o me voy;

no me viste como soy,

que me viste como fui.

(Pausa.)

Allá en la corte vivía entre

el fasto y la grandeza,

y otra corte mi belleza

de adoradores tenía.

Disputábanse mi amor,

sin conseguir sus afanes,

entre otros, cuatro galanes

muy dignos de mi favor.

Mas yo a ninguno quería;

loca en sueños adoraba

a un hombre que no encontraba…

porque entre ellos no existía.

¡Un hombre que fuera así,

como tú, a quien luego hallé,

todo bondad, todo fe,

y todo amor para mí!

Con vil saña vengadora,

los amantes desdeñados

fueron a ver, despechados,

a una bruja encantadora.

Ella convencerse deja,

pone en mi contra su hechizo,

y les vende un bebedizo

para transformarme en vieja.


Leonardo

¡Qué horror!


La Bruja

Así, desgraciada,

empezó mi desventura.

¡Adiós, preciada hermosura,

adiós, juventud preciada!

Se arrugó mi tersa tez,

perdí belleza y salud,

y fui de la juventud

a la caduca vejez.

Para privarme de amores

aquella vieja zahorí,

la edad echó sobre mí,

de mis cuatro adoradores.


Leonardo

¡De los cuatro! ¿Y sostenéis

de tantos años el peso?


La Bruja

Por fuerza.


Leonardo

Mas según eso,

decidme ¿qué edad tenéis?


La Bruja

Contando como se debe

los propios y los extraños,

tengo ciento dieciocho años…

(LEONARDO se separa asustado.)

Voy para los diecinueve.

(Riendo.)

No lo debes extrañar,

que estoy bien envejecida.


Leonardo

No escuché en mi vida historia más

singular.


La Bruja

Por lo nueva y por lo varia

(Levantándose y avanzando hacia el

proscenio.)

comprendo que ha de asombrarte:

oye la segunda parte,

que es la más extraordinaria.

En la ruin transformación

que por mi mal he sufrido,

quedó el cuerpo envejecido,

mas joven el corazón.

Anheloso, palpitante,

con el amor se extasía:

éste es joven todavía…


Leonardo

(Con eso tengo bastante.)


La Bruja

Cuando tan vieja me vi,

desesperada lloré,

mas mi encanto averigüé,

y a deshacerlo corrí.

Vi a la maldita hechicera,

que tan infeliz me hizo,

y le pedí un contrahechizo,

pagando cuanto quisiera.

Pero… ¡ay!, la desgracia mía

era irreparable ya.

«Lo hecho, me dijo, hecho está,

no vale mi brujería».


Leonardo

¡Oh!


La Bruja

«Por mucho que me ofrezcas,

no encontrarás el remedio».

Y añadió: «Sólo hay un medio

para que rejuvenezcas».


Leonardo

¡Un remedio! ¿Es posible?


La Bruja

Sí.


Leonardo

(Con ansiedad.)

¿Y cuál es?, dime.


La Bruja

¡Qué tonto!

No te entusiasmes tan pronto.

La bruja me dijo así:

«Para volver a tu estado

de diez y seis primaveras,

preciso es que consiguieras

un imposible soñado.

Un galán a quien adores,

y que, aún mirándote así,

haga atrevido por ti

los sacrificios mayores;

que se lance con ardor

a una conquista que asombre,

que adquiera fortuna y nombre,

solo por lograr tu amor.

Y con su mano te dé,

ya alcanzada la victoria,

¡nombre, amor, fortuna y gloria!»


Leonardo

¡Basta, yo ese hombre seré!


Música (N.º 7) Dúo de La Bruja y Leonardo


La Bruja

(Con voz de vieja.)

¡Así, así te quiero yo!

Mi corazón no se engañó.


Leonardo

¡Confía en mí, no dudes más,

tu juventud recobrarás!

¡Fortuna, gloria y nombre

por ti he de conquistar!


La Bruja

Laureles mil te ofrece

la vida militar.


Leonardo

Luchando por la patria,

la dicha lograré.


La Bruja

La alcanzarás si tienes

amor, constancia y fe.


Leonardo

¡Sí, los tendré!


La Bruja

Hoy luchan en Italia

las armas españolas;

la guerra allí te brinda

honor, fortuna y gloria.

Un general invicto,

el duque de Saboya,

las españolas huestes

conduce a la victoria.

Con este anillo solo…

(Quitándose uno del dedo.)

que al duque mostrarás,

en sus gloriosas filas,

un puesto lograrás.

(Le da el anillo, que él se pone en la mano izquierda.)

Y si combates con valor,

serás el dueño de mi amor.


Leonardo

Allí luchando con valor,

digno me haré de tanto honor.

Será este anillo el talismán

con que se logre mi hondo afán.


La Bruja

Tanto como ese talismán

tus propios hechos te valdrán.


Leonardo

¡Mañana mismo partiré!


La Bruja

Yo aquí, tu vuelta esperaré…


Leonardo

Adiós, risueños campos

que nunca abandoné;

adiós, feraz ribera

adiós, mi humilde casa;

adiós, tranquilo hogar;

sin nombre y sin fortuna

no me veréis tornar.


La Bruja

Sí, volverás, que tienes fe;

yo aquí, tu vuelta esperaré.


Leonardo

¡Sí, volveré!


La Bruja

¡Cuánto me halaga el verle así,

buscando gloria para mí!

¡Un hombre así soñaba yo;

mi corazón no me engañó!


Leonardo

Me veo ya logrando allí

honor y gloria para ti.

Confía en mí, no dudes, no,

tu corazón no se engañó.


Leonardo

Confía en mí,

no dudes más.


La Bruja

Sí, volverás.


Leonardo

Tu juventud recobrarás.

Allí, luchando con valor

digno me haré de tal honor.


La Bruja

Un hombre así buscaba yo,

mi corazón no se engañó.


Leonardo

Será este anillo talismán

con que se logre mi hondo afán.


La Bruja

Tus propios hechos te valdrán

tanto como ese talismán.

Confío en ti, no dudo más,

mi juventud recobraré.


Leonardo

Confía en mí, no dudes más.

Tu juventud recobrarás.


Hablado


Leonardo

Todo cuanto es de valía

sin esfuerzo no se gana;

a Italia parto mañana,

en cuanto despunte el día.


La Bruja

¿Estás decidido?


Leonardo

Sí.


La Bruja

Piénsalo bien.


Leonardo

Lo he pensado.

De lauros vuelvo cargado,

o en la lucha muero allí.

Yo ofreceré a vuestras plantas

lo que conquiste arrogante.


La Bruja

¡Ve, mi caballero andante,

a ver si me desencantas!


Leonardo

¡A quién no inspiráis valor!


La Bruja

¡Ojalá no desfallezcas!


Leonardo

¡No!


La Bruja

Para que así merezcas

el ser dueño de mi amor.

Aunque, si bien se repara,

poco a la verdad merece

un amor que se te ofrece

con tal cuerpo y con tal cara.

(Ríe.)

Pero lucha decidido;

ya sabes que esta envoltura

humilde, triste, oscura,

guarda el gusano dormido;

y el calor de tus amores,

a tu vuelta venturosa,

¡nacerá la mariposa

con sus alas de colores!


Leonardo

¡Oh, sí, sí, renacerá!

(Óyese música lejana.)


Música. (N.º 8-A) Pasacalle


Hablado sobre la música


La Bruja

¡Escucha! ¿Qué es eso? ¡Calla!


Leonardo

Es el son de una rondalla

que viene alegre hacia acá.


La Bruja

Quiero que nadie me vea,

y ya salir me precisa.


Leonardo

¡Tan pronto!


La Bruja

Sí, tengo prisa.

(De pronto.)

Me iré por la chimenea.


Leonardo

(Asustado.)

¿Cómo?


La Bruja

¡Je, je! ¡No me voy!

Pero tu asombro no creo

natural; por lo que veo,

te olvidas de lo que soy.


Leonardo

Es verdad.


La Bruja

Más vale así;

yo prefiero no asustarte.

Llévame por otra parte.


Leonardo

Venid, venid por aquí.

(Derecha.)

Al campo hallaréis salida.


La Bruja

Y mañana…


Leonardo

Partiré…


La Bruja

Y ¿no perderás la fe?


Leonardo

¡Antes perderé la vida!

(Vanse.)


Escena Última


Desde poco antes de acabar la anterior, óyese un pasacalle de guitarras que van acercándose hasta llegar a la puerta del foro. TOMILLO, MAGDALENA y ROSALÍA que salen por la izquierda.


Tomillo

¡Señá Magdalena,

venid por acá;

sepa todo el mundo

mi felicidad!


Magdalena

(Mentira parece,

mas no hay que dudar,

pues de un modo u otro

la bolsa es verdad.))


Música (N.º 8-B) Escena


Tomillo

(Abriendo la puerta del foro.)

¡No estéis en la calle,

amigos, entrad!


Coro de Hombres

¿Qué es esto, qué pasa?

¿Qué ocurre, qué hay?


Otros

¿Por qué a tales horas

nos mandas entrar?


Todos

¿Qué es esto, qué pasa?

¿Qué ocurre, qué hay?


Tomillo

Pues hay… ¡Que me caso!


Coro

¿De veras?


Tomillo

Sí, tal.

Aquí está mi novia,

(Presentando a ROSALÍA.)

mi suegra aquí está.

(A MAGDALENA.)

¡Y aquí estoy yo, loco

de felicidad!


Coro

(Con extrañeza.)

¿La madre consiente?


Magdalena

¿Por qué lo extrañáis?

Es mozo y honrado…

(Haciéndole una caricia.)

nunca pedí más.


Tomillo

(Imitándola.)

(En mi vida he visto

desvergüenza igual.)


Coro

(Cuando ella le quiere

por algo será.)


Tomillo

(Al fin, Rosalía,

te puedo abrazar.)


Rosalía

(¡Que mira mi madre!)


Tomillo

No me importa ya.

(Le da un abrazo cuando mira MAGDALENA que finge no verlo.)


Leonardo

(Que ha entrado en escena cuando el CORO, se acerca en este momento a ROSALÍA y TOMILLO.)

Yo mañana mismo

parto del lugar,

y Dios sabe cuándo

vendré por acá.

En tanto que vuelvo,

aquí continuad,

que vuestros son siempre

mi casa y hogar.


Coro

¿Te marchas?


Magdalena

¿De veras?


Tomillo

Y ¿a dónde te vas?


Leonardo

¿A dónde? ¡Quién sabe!

¡Yo voy al azar…

por el mundo… en busca

de un sueño quizás!


Coro

(¡Siempre misterioso!

¿A dónde se irá?)


Tomillo

Para apadrinarnos,

como es natural,

tu marcha unos días

puedes retardar.


Leonardo

¡Imposible!


Tomillo

¡Basta!

(Aparte.)

(No me digas más.)

(A ROSALÍA.)

(Esto es que La Bruja

le manda marchar.)


Coro

(¡Siempre misterioso!

¿A dónde se irá?)


Leonardo

Hoy tanta alegría

no quiero turbar;

de vuestras guitarras

las cuerdas templad,

y hasta que la aurora

empiece a brillar,

de la jota a los sones alegres,

¡reíd y bailad!


Coro

¡Reíd y bailad!

(Jota. Durante el preludio, TOMILLO habla a LEONARDO, como instándole a que cante, a lo cual accede.)


Música (N.º 8-C) Jota


Leonardo

No extrañéis, no, que se escapen…

suspiros de mi garganta,

la jota es alegre o triste

según está quien la canta.

¡Ay, canto alegre,

de mi país,

tal vez ya nunca

te vuelva a oír;

pero si acaso

no te oigo más,

siempre en el alma

resonarás!


Todos

Ésta es la jota

de mi país,

que a todas horas

me gusta oír;

sigue con ella

y ya verás,

al fin y al cabo

te alegrarás.


Hablado sobre la música


Tomillo

¡Viva la alegría

y vivan las suegras!

Y venga un abrazo,

(Abrazándola.)

señá Magdalena.


Magdalena

¡No aprietes, borrego!


Tomillo

Tengo poca fuerza.

(Sin soltarla.)

(¡Por eso te libras, que si la tuviera!… )


Leonardo

(Cantado.)

Como los pájaros cantan…

las penas de sus amores,

así canto yo la jota

para aliviar mis dolores.

¡Ay, canto alegre

de mi país!…


Todos

¡Ésta es la jota

de mi país!, etc.


(Durante el estribillo, TOMILLO obliga a bailar con él a MAGDALENA. Risas y alegría de TODOS. LEONARDO se deja caer en el sillón en actitud de profunda melancolía, contrastando con lo alegre del cuadro, que debe ser animadísimo.)


FIN DEL PRIMER ACTO


Segundo Acto

Cuadro Segundo

Plazoleta a la entrada del pueblo. A la derecha, en primer término, la casa del CURA, con emparrado sobre la puerta. En segundo término la iglesia, que hace esquina a una calle. Formando la entrada de ésta, otra casa y detrás el bosque. Al foro, camino real. A la entrada de éste, una cruz de piedra. Al foro izquierda, la montaña, con un camino practicable. En la cima, el castillo. A la izquierda, la casa de LEONARDO, exterior de la decoración del Primer Acto y llegando hasta el primer término la tapia del corral, cuya puerta da al público.