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Revisión actual - 19:41 2 nov 2011

​Mitos y fantasías de los aztecas.​ de Guillermo Marín Ruiz
Mitos y fantasías sobre Hernán Cortés.

IX. MITOS Y FANTASÍAS SOBRE HERNÁN CORTÉS.

Que es un héroe de los mexicanos.

Los descendientes culturales de la Civilización del Anáhuac, saben, de manera consciente o inconsciente, que este “país” no les pertenece. Que han sufrido una ocupación y por ello mantienen una “cultura de resistencia”. El “sí, pero no” es el reflejo de este enfrentamiento silencioso y subterráneo, permanente. Cortés es un “héroe” para la cultura y la clase dominante, que en general está integrada por criollos y extranjeros, así como de mestizos des-culturizados, para quienes Cortés representa un símbolo de victoria y dominación sobre los pueblos del Anáhuac. “La gente bonita” y los nacos hasta nuestros días.


Quizás entonces Cortés es para un reducido grupo de “mexicanos” un héroe que valida y justifica su posición explotadora y depredadora. Pero en general, para la cultura de resistencia de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, representa un símbolo de la invasión, el genocidio y la colonización. Que era un hombre culto, valiente y respetuoso de ley.

Los historiadores hispanistas han tratado de “decorar” la figura de un ambicioso malandrín. Nadie le niega a Cortés que fue “un hombre de su tiempo” y que muchos otros quisieron hacer lo que él logró. Que era un hombre de carácter, con una gran fuerza de voluntad y sobre todo, que la ambición lo llevó a lograr algo que parecía imposible. Solo la acechanza de la muerte y la amenaza permanente de estar fuera de la ley y que en el siguiente paso podía caer en la desgracia, lo espoleó a niveles increíbles.

Pero lo mismo podríamos decir hoy en día de un poderoso narcotraficante que defiende su emporio ilícito de poder con arrojo y temeridad. Pero no podríamos ni remotamente pensar que es un héroe o un prohombre. Cortés no solo actuó fuera de la ley de España y de Cuba. De España porque no había autorizado una invasión a tierra firme y menos una colonización. De Cuba porque traicionó al gobernador y a sus socios que invirtieron en la expedición para recatar oro (robar). Pero también actuó de manera ilícita con los mexicas y los pueblos originarios, pues afirmó que lo había enviado desde el otro lado del mar el rey de España. Asoció inmoralmente al Rey de España con Quetzalcóatl, haciendo creer a los pueblos del Anáhuac que él era “el capitán de Quetzalcóatl” y que llegaba para hacer cumplir la profecía. Para la civilización del Anáhuac la palabra de un individuo, en especial de alguien que tiene un cargo muy importante, es sumamente respetada y de toda credibilidad. Cortés abusó de ese elemento cultural. Que era un hombre honorable y de confianza.

Cortés traicionó a amigos y a enemigos. Existen elementos para suponer que en su desequilibrio en 1525, Cortés acariciaba la idea de traicionar a la propia corona española al fundar "su propio" reino en el Anáhuac. Estas intrigas y las injusticias que cometió con sus propios compañeros, así con los roces que tuvo con los primeros burócratas que envió la corona, lo llevaron a sufrir un juicio de residencia, mismo que lo llevó a la quiebra material y moral en su tiempo. Muriendo en España en medio de luchas judiciales con la burocracia real. La verdad es que Cortés fue un hombre falsario, cleptómano, traidor y asesino.

Que escribió objetiva e imparcialmente sus “Cartas de Relación”.

Esta es otra de las fantasías sobre Cortés. Totalmente falso. Las Cartas de Relación son un alegato jurídico con el cual Cortés trató y logró, saltarse la autoridad del gobernador de Cuba Diego Velázquez, y entrar en trato directo con el rey. Lo escrito es totalmente parcial y fuera de la realidad, dado que se toma como una verdad inobjetable lo que escribió el conquistador. Lo sorprendente es que en la actualidad, este alegato jurídico a favor del autor, se toma como una “fuente”. No se toma en consideración que las apreciaciones antropológicas, etnográficas, culturales e históricas de los pueblos invadidos, aliados y enemigos, están escritas a partir de una ignorancia total de la verdadera historia, filosofía, religión, no solo de los mexicas, sino de toda la civilización del Anáhuac. Cortés no era un investigador del renacimiento, en cambio era un hombre sin escrúpulos, cínico e inclinado a la mentira, la intriga y la simulación.

Que quemó las naves para demostrar su valor y decisión. Este es uno de los mitos más usuales. Totalmente falso. Antes de llegar a Veracruz, Cortés estaba enfrentando el inicio de un motín por los hombres cercanos a la causa de Diego Velázquez, debido a la traición a la ley de Cuba, el gobernador y los inversionistas. Debemos de recordar que era una expedición para solo “rescatar oro” y que no eran soldados pertenecientes a un cuerpo disciplinado y monolítico. Eran un puñado de ambiciosos filibusteros que iban en pos de riqueza obtenida a partir de atacar, someter y robar. Que inversionistas habían puesto parte de su riqueza, pertrechando y avituallando a la expedición, y que algunos además, venían personalmente en la expedición, jugándose su fortuna y la vida misma.

Como el malestar crecía y la mayoría empezaba a compartir la idea de regresar a Cuba y entregar a Cortés a la ley, y que el gobernador les nombrara un nuevo y legal capitán, Cortés decidió quemar las naves para que no hubiera la posibilidad de regresar a Cuba y entregarlo a la ley. Así que después de quemar las naves inició el camino hacia Tenochtitlán. Que fundó el municipio de Veracruz como un acto civilizatorio.

Otra de las fantasías colonizadores. Total mente falso. Cortés era un hombre con mente criminal que había estudiado dos años leyes en la Universidad de Salamanca de la cual fue expulsado. Como salió prófugo de la ley de Cuba, necesitaba “legalmente” depender de un municipio y dejar su calidad de “prófugo”. La fundación del municipio de Veracruz, así como Las Cartas de Relación que de inmediato le envió al rey de España, fueron dos actos “legaloides” de un delincuente que pretendió “limpiar” la aventura de una empresa criminal. A pesar de que los historiadores hispanistas han tratado de justificar lo injustificable y hacer aparecer una empresa criminal como un acto humanista, justo y cristiano, y a un criminal como un héroe. La verdad es que Cortés fue actuando de mentira en mentira, de fraude en fraude, de traición en traición, de crimen en crimen, de matanza en matanza, de saqueo en saqueo.

Hacer de Cortés un héroe y un prohombre de Occidente, es parte de una larga y compleja labor de colonización mental y cultural de los ideólogos hispanistas, tanto criollos como nativos, que justifican el hecho de que un extranjero pueda llegar a matar, robar, saquear, explotar y esclavizar a un pueblo. Desde esta perspectiva histórica, resulta que Carlos Slim es la continuación de Cortés en nuestros tiempos. De manera que los “nativos”, los morenitos, los nacos, “los hijos de la conasupo y del canal de las barras y las estrellas” acepten y vean como algo “natural” la injusticia y la explotación.

Que trató con honorabilidad y respeto a sus aliados indígenas.

Como se dijo, Cortés no solo enfrentó a los propios hombres que venían en la expedición. Debemos de recordar que Cortés no tenía grandes méritos militares, ni influencias en la corte en España, ni una riqueza que lo respaldara y no tenía un carácter agradable para hacer amigos. Su autoridad venía de “la confianza” que depositó Diego Velázquez en él y, cabe señalar, que Cortés fue el último en aceptar las leoninas condiciones del gobernador de Cuba para llevar a cabo la expedición. Otros capitanes con mayores méritos de Cortés rechazaron la invitación de Velázquez. Por ello, al principio de la expedición la autoridad de Cortés era muy débil. Por estas razones Cortés siempre enfrentó a sus propios hombres y a cada uno, en privado, le pedía que vigilara a otro capitán.

Por lo miso, Cortés siempre actuó a través de la mentira, la intriga y la simulación con sus aliados indígenas, a los que nunca les dio su total confianza a pesar que en varias ocasiones le salvaron la vida y, fueron los que realmente hicieron militarmente posible la conquista de Tenochtitlán.

En las mismas Cartas de Relación les quita todo mérito a sus aliados indígenas. En las batallas siempre habla de él, de la la “divina intervención” a favor de su causa, y en muy pocas ocasiones exalta la labor de sus capitanes. Pero nunca habla con la verdad sobre todo el apoyo que recibió de los pueblos indígenas. Comenzando con el Señor de Cempoala, quien no solo lo hospedó, sino que además de darle mucha información sobre los mexicas, le entregó un pequeño ejército y tal vez lo más importante, que siempre recibió Cortés de todos los pueblos indígenas: “un ejército de mujeres y hombres que les daban de comer y servían a los invasores". En efecto, la logística de los invasores siempre estuvo a cargo de los pueblos indígenas, hasta de los propios mexicas, que los tuvieron como invitados de honor en Tenochtitlán. Para medir el tamaño moral de Cortés, pese a la importancia que tuvo en su empresa el Señor de Cempoala, en las cartas de Relación jamás pone su nombre, acaso le llama “el cacique gordo”.

Que él dirigió la toma de Tenochtitlán.

Totalmente falso. El estratega de la toma de Tenochtitlán fue del texcocano Ixtlilxóchitl, quien el Tlatócan mexica no había reconocido como tlatoani de Texcoco, a pesar que su difunto padre Netzahualpilli lo designó para esa responsabilidad, por lo cual vio en la llegada de Cortés la oportunidad de aliarse y enfrentarse con sus enemigos mexicas. Fue Ixtlilxóchitl el que al conocer profundamente la ciudad de Tenochtitlán, hablar la misma lengua de los capitanes de los ejércitos que se unieron a Cortés, así como compartir las técnicas militares indígenas, le permitió dirigir a cientos de miles de guerreros texcocanos, tlaxcaltecas, xochimilcas, etc., que se enfrentaron con los debilitados guerreros mexicas que defendían una Tenochtitlán azotada por la pandemia de la viruela, sin agua, sin alimentos y sin ayuda.

Que no asesinó a Fray Juan de Tecto.

Hernán Cortés desde que pisó el Anáhuac vivió fuera de la ley. Trasgredió a ley española y la del Anáhuac a las dos culturas engañó y trató de sacar provecho de sus errores y deficiencias. Cortés en tal sentido fue un oportunista, mentiroso y abusivo. Debido a tantas injusticias con españoles e indígenas (aliados y vencidos), el rey de España Carlos V envió al “confesor real”, para que diera cuenta personal de lo que sucedía con Cortés del otro lado del océano.

Esta responsabilidad recayó en Fray Juan de Tecto, Fraile franciscano de la rama observante quien fue un hombre instruido y fue profesor de teología en París por más de 14 años, lo que le daba un sólido fundamente de la “ley de Dios y la ley de los hombres”. Llegó en agosto de 1523 al puerto de Veracruz y se incorporó a su misión evangelizadora en Texcoco, pero realmente su misión era reportar directamente a Carlos V lo que hacía Cortés. En octubre de 1524 acompaña a Cortés a la fallida expedición de las Hibueras, en lo que hoy es Honduras para castigar la rebelión de Cristóbal de Olid, por haber traicionado a Cortés. Llevaba prisionero y como rehén a Cuauhtémoc. En la debacle de la expedición, Cortés empezó a alucinar que Cuauhtémoc estaba preparando una rebelión en su contra y decidió asesinarlo. Motivo por el cual, Fray Juan de Tecto se opuso, aduciendo que Cortés no podía asesinar a un rey y que de hacerlo, él lo denunciaría ante el rey de España. Cortés entonces decidió asesinar a los dos.

La historia hispanista que siempre le lava las manos llenas de sangre a Cortés, monta una nube difusa sobre este lamentable hecho, en el que es asesinado “el primer mártir” de la Iglesia Católica en México. De esta manera, “se dice” que el fraile murió de hambre en las selvas de Honduras o que murió en un naufragio. La historia la escribió el vencedor.

Que amó a Malinche y que su hijo fue el primer mestizo de México.

Cortés desde Madrid demostró que las mujeres tenían un bajo nivel en su escala de valores. Ya que se dedicaba a “frecuentar lechos de mujeres casadas”, mientras esperaba embarcarse en una expedición para Italia, hasta que un marido ofendido lo sorprendió en adulterio y le dio tal golpiza que “lo dejó por bien muerto”. Para recuperarse tardó meses y esa fue la razón por la cual ya no se embarcó a Italia y al recuperarse se fue a América.

Lo mismo le pasó en Cuba, en donde para hacerse amigo del gobernador, empezó a frecuentar a la hermana de la prometida del gobernador. Pero como era su costumbre, “la burló" y no quiso casarse con ella. Por esta razón Diego Velázquez se enfrentó a Cortés exigiéndole que “cumpliera” y se casara con la mujer que había deshonrado. Después da varias peripecias, pues Cortés se refugió en una iglesia para huir de la autoridad del gobernador, terminó casándose con Catalina Juárez a lo que después de la toma de Tenochtitlán la llevó a vivir a Coyoacán.

Nuevamente los historiadores hispanistas le lavan las manos manchadas de sangre a Cortés. Se sabe que tuvo un enfrenamiento público con su esposa y esa noche, Catalina murió estrangulada en su aposento. Cortés ordenó de inmediato su entierro y como tenía el poder no se le enjuició, sino hasta más tarde sin llegar a esclarecerse completamente el crimen.

Pero el mito del “amor” de Malinche y Cortés, es otra fantasía para construir el complejo de los mestizos bastardos, como producto del “encuentro amoroso de dos culturas”. Totalmente falso. Por una parte Cortés, por sus hechos verdaderos, no fue un hombre de generosa nobleza y de sensibilidad amorosa. La mujer para él fue un objeto: de placer en España, de acceso al poder en Cuba y de dominio y de información en el Anáhuac.

Malinche representó para Cortés un eficiente y confiable “sistema de inteligencia”, así como de penetración y traducción cultural muy importante y decisivo. Malinche fue para Cortés, no solo el puente lingüístico entre Jerónimo de Aguilar, que sabía hablar castellano y maya. Ya que ella hablaba maya y náhuatl, por lo cual Cortés no solo se enteró con detalle del momento histórico y político que se vivía en el Anáhuac. Siendo 1519 el año “uno caña” con el profético regreso de Quetzalcóatl. Sino que se enteró de que la Triple Alianza vivía un momento de debilidad y que existía un sentimiento de hartazgo entre los aliados y pueblos sojuzgados. Las reformas ideológicas y religiosas de Tlacaelel se habían agotado, existía un malestar del sangriento rito de Huitzilopochtli, comenzando con una buena parte de la dirigencia mexica y tlaltelolca. La necesidad de rectificar el camino y volver a las antiguas prácticas toltecas del culto a la figura virtuosa y espiritual de Quetzalcóatl era algo que flotaba en el ambiente, especialmente que se cumplía el ciclo de 52 años en el que el año "uno caña" podía ser el del profetizado regreso, toda vez de los extraños presagios ocurridos antes de 1519.

Malinche representó el arma religiosa e ideológica más efectiva que tuvo Cortés para engañar al Consejo Supremo mexica y a los tlatoanis de Cempoala, Tlaxcala, Texcoco, entre otros. Cortés supo qué decirles y cómo engañarlos gracias a la información que le daba Malinche.

Por la propia historia personal de Cortés, Malinche fue un ariete de Cortés. No solo procreó un hijo con ella, sino con varias indígenas de manera abierta, pues era una costumbre indígena que los Señores podían tener varias mujeres y Cortés se asumió indistintamente como “un Señor” enviado de Quetzalcóatl y de Carlos V, de acuerdo como le convenía en cada caso. Cortés en un momento “regalo” a Malinche a otros capitanes. Finalmente, debe decirse también que Malinche no fue “una pobre mujer”. Por el contrario, fue un personaje central en la conquista y al inicio de la Colonia. Malinche por su asociación con los invasores y en especial con Cortés, se convirtió en una mujer de poder y de prestigio, tanto en el mundo de los invasores como con los invadidos. Interactuó y negoció entre las dos culturas, siempre sacando provecho personal. La sabiduría popular no se equivoca, cuando ha acuñado el término de “malinchismo”, que implica la actitud traidora frente a “lo propio” y la entrega a “lo ajeno”. Cortés le puso Martín al hijo que tuvo con Juana de Zúñiga en segundas nupcias, pero también le puso Martín al hijo que tuvo con Malinche.