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Revisión del 17:46 6 oct 2012

​Once poemas​ (1916) de Rubén Darío
introducción por Pedro Henríquez Ureña, traducción de Wikisource
ONCE POEMAS DE
RUBÉN DARÍO
PUBLICACIONES DE LA

SOCIEDAD HISPÁNICA DE AMÉRICA

No. 105
ONCE POEMAS DE

RUBÉN DARÍO


TRADUCCIONES POR
THOMAS WALSH
Y
SALOMÓN DE LA SELVA


INTRODUCCIÓN POR
PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA



G. P. PUTNAM'S SONS
NUEVA YORK Y LONDRES
1916

FACSÍMIL DE POEMA MANUSCRITO "PAX"




Primaveral


M

ES de rosas. Van mis rimas

en ronda a la vasta selva
a recoger miel y aromas
en las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
es nuestro templo; allí ondea
y flota un santo perfume
de amor. El pájaro vuela
de un árbol a otro y saluda
tu frente rosada y bella
como un alba; y las encinas
robustas, altas, soberbias,
cuando tú pasas agitan
sus hojas verdes y trémulas,
y enarcan sus ramas como
para que pase una reina.
¡Oh, amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.

Allá hay una clara fuente
que brota de una caverna,
donde se bañan desnudas
las blancas ninfas que juegan.
Ríen al son de la espuma,

hienden la linfa serena;
entre polvo cristalino
esponjan sus cabelleras;
y saben himnos de amores
en hermosa lengua griega,
que en glorioso tiempo antiguo
Pan inventó en las florestas.
Amada, pondré en mis rimas
la palabra más soberbia
de las frases de los versos
de los himnos de esa lengua;
y te diré esa palabra
empapada en miel hiblea...
¡oh, amada mía, en el dulce
tiempo de la primavera!




Autumnal


E

N las pálidas tardes

yerran nubes tranquilas
en el azul; en las ardientes manos
se posan las cabezas pensativas.
¡Ah, los suspiros! ¡Ah, los dulces sueños!
¡Ah, las tristezas íntimas!
¡Ah, el polvo de oro que en el aire flota,
tras cuyas ondas trémulas se miran
los ojos tiernos, húmedos,
las bocas inundadas de sonrisas,
las crespas cabelleras
y los dedos de rosa que acarician!

En las pálidas tardes
me cuenta un Hada amiga
las historias secretas
llenas de poesía:
lo que cantan los pájaros,
lo que llevan las brisas,
lo que vaga en las nieblas,
lo que sueñan las niñas.

Una vez sentí el ansia
de una sed infinita.
Dije al Hada amorosa:
"Quiero en el alma mía

tener la inspiración honda, profunda,
inmensa: luz, calor, aroma, vida."
Ella me dijo: ¡Ven! con el acento
con que hablaría un arpa. En él había
un divino idioma de esperanza.
¡Oh sed del ideal!
Sobre la cima
de un monte, a media noche,
me mostró las estrellas encendidas.
Era un jardín de oro
con pétalos de llamas que titilan.
Exclamé: ¡Más!
La aurora
vino después. La aurora sonreía,
con la luz en la frente,
como la joven tímida
que abre la reja, y la sorprenden luego
ciertas curiosas mágicas pupilas.
Y dije: ¡Más!
Sonriendo
la celeste Hada amiga
prorrumpió: "Y bien! ¡las flores!"
Y las flores
estaban frescas, lindas,
empapadas de olor: la rosa virgen,
la blanca margarita,
la azucena gentil y las volúbiles
que cuelgan de la rama estremecida.
Y dije: ¡Más!...
El viento
arrastraba rumores, ecos, risas,

murmullos misteriosos, aleteos,
músicas nunca oídas.
El Hada entonces me llevó hasta el velo
que nos cubre las ansias infinitas,
la inspiración profunda
y el alma de las liras.
Y lo rasgó. Y allí todo era aurora.
En el fondo se veía
un bello rostro de mujer.
¡Oh, nunca,
Piérides, diréis las sacras dichas
que el alma sintiera!
Con su vaga sonrisa
"¿más…?" dijo el Hada.
Y yo tenía entonces
clavadas las pupilas
en el azul; y en mis ardientes manos
se posó mi cabeza pensativa....




Pórtico


Y

O soy aquel que ayer no más decía

el verso azul y la canción profana;
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
 
El dueño fuí de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas; el dueño
de góndolas y liras en los lagos.
 
Y muy siglo diez y ocho; y muy antiguo;
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte, y con Verlaine ambiguo;
y una sed de ilusiones infinita.
 
Yo supe de dolor desde mi infancia;
mi juventud... ¿fué juventud la mía?
Sus rosas aun me dejan su fragancia,—
una fragancia de melancolía...
 
Potro sin freno se lanzó mi instinto;
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto...
Si no cayó, fué porque Dios es bueno.
 

En mi jardín se vió una estatua bella;
se juzgó mármol, y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
 
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía.
 
Hora de ocaso y de discreto beso;
hora crepuscular y de retiro;
hora de madrigal y de embeleso,
de ¡te adoro!, de ¡ay! y de suspiro
 
Y entonces era en la dulzaina un juego
de misteriosas gamas cristalinas,
un renovar de notas del Pan griego
y un desgranar de músicas latinas,
 
con aire tal y con ardor tan vivo,
que a la estatua nacían de repente
en el muslo viril patas de chivo
y dos cuernos de sátiro en la frente.
 
Como la Galatea gongorina
me encantó la marquesa verleniana;
y así juntaba a la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;
 

todo ansia, todo ardor, sensación pura,
y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia, y sin literatura...
Si hay un alma sincera, esa es la mía.
 
La torre de marfil tentó mi anhelo;
quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.
 
Como la esponja que la sal satura
en el jugo del mar, fué el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.
 
Mas por gracia de Dios, en mi conciencia
el bien supo elegir la mejor parte;
y si hubo áspera hiel en mi existencia,
melificó toda acritud el arte.
 
Mi intelecto libré de pensar bajo,
lavó el agua castalia el alma mía;
peregrinó mi corazón, y trajo
de la sagrada selva la armonía.
 
¡Oh la selva sagrada! ¡Oh, la profunda
emanación del corazón divino
de la sagrada selva! ¡Oh, la fecunda
fuente cuya virtud vence al destino!
 

Bosque ideal que lo real complica;
allí el cuerpo arde y vive, y Psiquis vuela;
mientras abajo el sátiro fornica,
ebria de azul deslíe Filomela.
 
Perla de ensueño y música amorosa
en la cúpula en flor del laurel verde;
Hipsipila sutil liba en la rosa,
y la boca del fauno el pezón muerde.
 
Allí va el dios en celo tras la hembra
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna Vida sus semillas siembra
y brota la armonía del gran Todo.
 
El alma que entra allí debe ir desnuda,
temblando de deseo y fiebre santa,
sobre cardo heridor y espina aguda.
¡Así sueña, así vibra y así canta!
 
Vida, luz y verdad: tal triple llama
produce la interior llama infinita.
El Arte puro, como Cristo, exclama:
Ego sum Lux et Veritas et Vita.
 
Y la vida es misterio; la luz ciega,
y la verdad inaccesible asombra.
La adusta perfección jamás se entrega
y el secreto ideal duerme en la sombra.
 

Por eso ser sincero es ser potente.
De desnuda que está, brilla la estrella.
El agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.
 
Tal fué mi intento: hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora.
 
Del crepúsculo azul que da la pauta
que los celestes éxtasis inspira:
bruma y tono menor ¡toda la flauta!
y aurora, hija del sol ¡toda la lira!
 
Pasó una piedra que lanzó una honda,
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fué a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
 
La virtúd está en ser tranquilo y fuerte.
con el fuego interior todo se abrasa,
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... la caravana pasa.