Diferencia entre revisiones de «¿Saben de qué voy a hablarles?»

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Debiendo un dia pronunciar un discurso en presencia de un auditorio numeroso y escogido el profesor Nasreddin ántes de entrar en materia preguntó á sus oyentes si sabian de qué les iba á hablar. Ellos le respondieron sencillamente que no.
Debiendo un dia pronunciar un discurso en presencia de un auditorio numeroso y escogido el profesor Nasreddin ántes de entrar en materia preguntó a sus oyentes si sabian de qué les iba a hablar. Ellos le respondieron sencillamente que no.


—Pues bien, yo tampoco —dijo Nasreddin Hodja escapándose a toda prisa.
—Pues bien, yo tampoco —dijo Nasreddin Hodja escapándose a toda prisa.


Despues de cierto tiempo, hallándose de nuevo delante de la misma reunión, comenzó Nasreddin con el mismo ecsordio.
Despues de cierto tiempo, hallándose de nuevo delante de la misma reunión, comenzó Nasreddin con el mismo exordio.


—¿Sabens de qué voy a hablarles?
—¿Saben de qué voy a hablarles?


—Sí lo sabemos —contestó el auditorio esperando obligarlo a tomar la palabra por la diferencia de la respuesta.
—Sí lo sabemos —contestó el auditorio esperando obligarlo a tomar la palabra por la diferencia de la respuesta.
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—En tal caso, los que lo saben pueden tomarse la molestia de referirlo a los que lo ignoran y de esa suerte todos quedarán satisfechos.
—En tal caso, los que lo saben pueden tomarse la molestia de referirlo a los que lo ignoran y de esa suerte todos quedarán satisfechos.


Y se retiró magestuosamente, y mas orgulloso y no menos admirado que Cicerón despues de una de sus arengas.
Y se retiró majestuosamente, y mas orgulloso y no menos admirado que Cicerón despues de una de sus arengas.


[[category:cuentos de Nasrudin|saben de qué voy a hablarles]]
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Revisión actual - 21:45 27 nov 2012

Debiendo un dia pronunciar un discurso en presencia de un auditorio numeroso y escogido el profesor Nasreddin ántes de entrar en materia preguntó a sus oyentes si sabian de qué les iba a hablar. Ellos le respondieron sencillamente que no.

—Pues bien, yo tampoco —dijo Nasreddin Hodja escapándose a toda prisa.

Despues de cierto tiempo, hallándose de nuevo delante de la misma reunión, comenzó Nasreddin con el mismo exordio.

—¿Saben de qué voy a hablarles?

—Sí lo sabemos —contestó el auditorio esperando obligarlo a tomar la palabra por la diferencia de la respuesta.

Pero el profesor, sin andarse por las ramas, les dijo:

—Puesto que lo saben, no tengo necesidad de repetírselo —y acto seguido se fue.

La misma escena se repitió el día siguiente por tercera y última vez, y hecha por Nasreddin la consabida pregunta uno de los concurrentes, que había tenido tiempo de reflexionar, respondió:

—Algunos lo saben y otros lo ignoran.

Por un momento, nada tuvo Nasreddin que replicar y se creyó perdido. Pero al cabo de corto rato encontró con qué salir de su apuro el intrépido orador:

—En tal caso, los que lo saben pueden tomarse la molestia de referirlo a los que lo ignoran y de esa suerte todos quedarán satisfechos.

Y se retiró majestuosamente, y mas orgulloso y no menos admirado que Cicerón despues de una de sus arengas.