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Prescindiendo aquí de las ideas trasnochadas y recalcitrantes, sería injusto negar a Selgas un ingenio móvil, sutil y penetrante: acaso no hay hombre más paradojal en España. No obstante, afanándose en rayar por agudo, peca más de una vez por incomprensible. Como abusa de la antífrasis, no sabemos si habla con seriedad o se burla de nosotros.
En él no
En el estilo, asmático entre los asmáticos, fatiga con los retruécanos, aburre con las antítesis, desconcierta con el rebuscamiento. Según la espresión de Voltaire, "pesa huevos de hormiga en balanzas de telaraña". No se le debe llamar domador de frases, sino martirizador de vocablos. Juega con palabras, como los prestidijitadores japoneses con puñales; y estrae del tintero líneas y más líneas de frases cortas y abigarradas, como los embaucadores de ferias se sacan del estómago varas y más varas de cintas angostas y multicoloras.
No le creamos cuando nos diga que "sólo amó verdaderamente a muertos y estatuas"; por el contrario, pensemos que debió repetirnos como el antiguo ''minnesänger'': "Yo me alimenté del amor, esa médula del alma". Nació con asombrosa precocidad de sentimientos. Niño, recitaba en la fiesta de un liceo el Buzo de Schiller; mas de pronto enmudece y queda como petrificado: sus ojos se habían fijado en los ojos azules de una hermosa joven. Amó con delirio a su prima Molly Heine y conservó siempre un cariño entrañable a su madre. Verdad que una y otra no escapan a los dardos de su ironía, como no se libraba ni él mismo, porque era propio de Heine velar con un chiste sus pasiones, disimular con una risotada sus dolores; como la heroína del cuento, baila con un puñal en las entrañas; como Voltaire, está con una pierna en la tumba y hace piruetas con la otra.
Odió con toda su alma. Casi moribundo, teniendo que levantarse los párpados para ver, escribe sus memorias y esclama en un arranque de regocijo febril: "Los he cojido. Muertos o vivos no se m'escaparán ya. ¡
Prusiano, escarnece a Prusia y se mofa de la vieja Alemania y del antiguo y buen derecho glorificado por Uhland. Poco después que Arndt había cantado la formación de la patria jermánica, tibias aún las cenizas de Koerner, Heine lleva el descaro hasta celebrar en ''los Dos Granaderos'' l'apoteosis de Napoleón Bonaparte, el hombre de Jena y Tilsitt. Nunca hizo gala de patriota, y un solo país amó invariablemente, Francia, donde vivió gran parte de su vida, donde contrajo matrimonio, donde exhaló el último suspiro. En una carta dirijida a su amigo Christian Sethe por los años de 1822, escribía ya: "Todo lo alemán m'es antipático, y tú eres alemán por desgracia. Todo lo alemán me produce efecto vomitivo. El idioma alemán me destroza las orejas".En nada cree, salvo perfidia y belleza de la mujer amada. "Yo no creo en Diablo, infierno ni penas infernales; sólo creo en tus ojos y en tu corazón diabólico". Llama a los dioses del Cristianismo "zorros con piel de cordero", al Catolicismo el "período mórbido de la Humanidad". Para todas las relijiones tuvo siempre la carcajada de Voltaire, y aunque judío de nacimiento y luterano de conveniencia o capricho, sólo rindió culto literario a las divinidades griegas. Enfermo, acometido ya de la parálisis, recorre las galerías del Louvre y no vuelve los ojos a las madonas de los pintores italianos, sino que vertiendo lágrimas como un pagano del siglo IV, cae de rodillas ante la Venus de Milo.
La
Mas, nada tan inexacto como calificar a Heine de griego; no pasa de un greco-alejandrino que viajó por Asia, leyó a Luciano y hojeó la ''Antología'' de Meleagro. El buen gusto helénico no abunda en Alemania; si las obras de los griegos parecen un ordenado parque inglés, las obras de los alemanes semejan un bosque virjen de América, donde no se penetra sin brújula ni machete. Heine, dotado de inspiración nómada y cosmopolita, coje sus argumentos donde los encuentra; pasa de la Biblia al Shah-nameh, del Shah-nameh al Ramayana, del Ramayana al Edda escandinavo y del Edda escandinavo a los romanos castellanos, alas baladas escocesas o a los ''flabiaux'' franceses.
Poeta y alemán, cede a
Sin embargo, entre la nube de poetas que desde principios del siglo surjieron en Alemania, Enrique Heine se dibuja como una personalidad; se distingue de todos, no se confunde con ninguno.
Pasar de Heine a Bécquer vale ir de maestro a discípulo que funda escuela. El pintor y poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer murió en la plenitud de la vida, sin haber podido encerrar en la tela ni el libro todas las creaciones fantásticas que revoloteaban en su cerebro.
:''Luz que temblaba en los pintados vidrios.''
En algunas ideas, parece alemán lejítimo, se penetra del espíritu
Cuando escribe:
descubre al discípulo de Heine, al amante del ''Intermezzo lírico''; cuando esclama:
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deja traslucir al español de buena raza, al hombre que lleva en sus venas sangre de ''García del Castañar'' y del ''Alcalde de Zalamea''. De su viaje ideal por la tierra de Hermann y Thusnelda regresa con la melancolía, esa flor nacida en las nieves del Norte y forma la fusión agradable y estraña de andaluz con alemán.
Gracias, tal vez, al buen gusto de su editor y biógrafo, Bécquer se presenta con leve pero rico bagaje literario y logra escapar al defecto que Heine reconoció en sus propias obras, la monotonía. Cansa leer de seguido el ''Intermezzo'', el ''Regreso'' y la ''Nueva Primavera'', por la repetición de lo mismo con diferentes palabras, mientras se lee y se relee con incesante deleite la diminuta colección de ''Rimas''. ¿Qué poeta o aficionado no las sabe de memoria?
Menos irónico y amargo que Heine, tan melancólico y apasionado, el poeta español se distingue del alemán por un tinte de resignación y bondad. Bécquer, herido en el corazón por mano de una mujer, desea curarse con algún bálsamo, se cubre de vendas y aguarda en la misericordia de algo superior al hombre; todo lo contrario de Heine que rasga las ligaduras de su herida, vierte agua corrosiva en la carne irritada, y levanta los puños amenazando a Tierra y Firmamento. Las composiciones de ambos tienen "un dejo de lágrimas y de amor"; pero en las ''Rimas'' no
La estudiada neglijencia en el lenguaje, la rima jeneralmente asonantada, el ritmo suave aunque un tanto descuidado, hacen de Bécquer un versificador ''sui generis''. No presenta novedades en la estrofa ni en el verso, como las presentan Iriarte, Espronceda, Zorrilla, l'Avellaneda y Sinibaldo de Mas; pero en lo antiguo ha marcado el sello de su individual. L'asonantada estrofa de cuatro versos, el heptasílabo y el endecasílabo dirán: por aquí pasó Bécquer.
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Los que interpretan majistralmente a los alemanes imprimen el cuño español en el oro del Rhin; pero los que traducen al Heine de las traducciones francesas, los que imitan o calcan a Bécquer ¿se penetran del espíritu jermánico? Caminan a tientas, imitan y calcan por imitar y calcar; no merecen el calificativo de
A más de la poesía subjetiva del ''Intermezzo lírico'', abunda en Alemania la poesía objetiva de las baladas. ¿Por qué los jermanistas castellanos no aclimatan en su idioma el objetivismo alemán? ¿Por qué no toman el elemento dramático que predomina en las baladas de Bürger, Schiller, Uhland y muchas del mismo Heine? Ya que nuestra carece de perspectiva, relieve, claroscuro y ritmo ¿por qué los poetas no estudian la forma arquitectónica, escultural, pictórica y musical de Goethe? Sí, Goethe, a pesar de su frialdad marmórea (frialdad esplicable por el dominio del
Si refranes y cantos populares revelan el nacimiento de las literaturas, las composiciones alambicadas y pequeñas dan indicios de agotamiento y caducidad. El hombre anda con pasos cortos en la infancia y en la vejez. La decadencia se denuncia en el gusto por las bagatelas, no en el naturalismo de un prosador como Zola, ni el ateísmo de un poeta como Richepin.
En el orden físico, lo muy pequeño escapa de los cataclismos merced a su organización tenaz y relativamente perfecta, y en literatura, lo muy corto y muy bueno vive mucho. Donde perecen la historia y el poema, se salvan el cuento y la oda. Las producciones diminutas exigen un pensamiento orijinal y un estilo en armonía con el asunto: la forma da el mérito; n'olvidemos que sólo por la forma, el carbono se llama unas veces carbón y otras veces diamante.
Si el pensamiento rasa con lo vulgar, si el estilo carece de plasticidad ¿qué nos ofrecen los escritores
La improvisación pertenece a tribuna y diario. A oradores y periodistas se les tolera el atropellamiento en ideas, la escabrosidad en estilo y hasta la indisciplina gramatical. Verdad que en lo improvisado se cristaliza muchas veces lo mejor y más orijinal de nuestro injenio, algo como la secreción espontánea de la goma en el árbol; pero, acostumbrándonos al trabajo incorrecto y precipitado, nos volvemos incapaces de componer obras destinadas a vivir. Lo que poco cuesta, poco dura. Los libros que admiran y deleitan a la Humanidad, fueron pensados y escritos en largas horas de soledad y
Cierto que el mundo avanza y avanza: en la vorájine, de las sociedades modernas, nos sentimos empujados a vivir lijeramente, a pasar desflorando las cosas; n'obstante, disponemos de ocios para leer una novela de Pérez Galdós o presenciar un drama de García Gutiérrez. Felizmente, no ha sonado la hora de reducir el verso a seguidillas y la prosa a descosidos telegramas. Discernimos todavía que entre un centón de ''rimas'' seudo
No imajinéis, señores, que se desea preconizar la prosa anémica, desmayada y heteróclita, que toma lo ficticio por natural, el énfasis por magnificencia, la obesidad por robustez; la prosa de inversiones violentas, de exhumaciones arcaicas y de purismos seniles; la prosa de relativos entre relativos, de accidentes que modifican accidentes y de períodos inconmensurables y sin unidad; la prosa inventada por académicos españoles que tienden a resucitar el volapuk de la época terciaria; la prosa imitada por ''correspondientes'' americanos que en Venezuela y Colombia están modificando la valerosa y progresiva lengua castellana.
Entre la lluvia de frases que se ajitan con vertijinoso revoloteo de murciélago y
La llamada vestidura majestuosa de la lengua castellana consiste muchas veces en perifollo de lugareña con ínfulas de señorona, en pura fraseología que pugna directamente con el carácter de la época. El público se inclina siempre al escrito que nutre, en vez de sólo hartar, y prefiere la concisión y lucidez de un Condillac a la difusión ¡oscuridad de un bizantino. Quien escribe hoy y desea vivir mañana, debe pertenecer al día, a la hora, al momento en que maneja la pluma. Si un autor sale de su tiempo, ha de ser par'adivinar las cosas futuras, no para desenterrar ideas y palabras muertas.
Las lenguas no se rejuvenecen con retrogradar a la forma primitiva, como el viejo no se quita las arrugas con envolverse en los pañales del niño ni con regresar al pecho de las nodrizas. Platón decía que "en materia de lenguaje el pueblo era un escelente maestro". Los idiomas se vigorizan y retemplan en la fuente popular, más que en las reglas muertas de los gramáticos y en las exhumaciones prehistóricas de los eruditos. De las canciones, refranes y dichos del vulgo brotan las palabras orijinales, las frases gráficas, las construcciones atrevidas. Las multitudes trasforman las lenguas, como los infusorios modifican los continentes.
El purismo no pasa de un'afectación, y como dice muy bien Balmes, Ala afectación es intolerable, y la peor es la afectación de la naturalidad". En el estilo de los puristas modernos nada se dobla con la suavidad de
Los puristas pecan también por oscuros; y donde no hay nitidez en la elocución, falta claridad en el concepto. Cuando los pensamientos andan confundidos en el cerebro, como serpientes enroscadas en el interior de un frasco, las palabras chocan con las palabras, como lima contra lima. En el prosador de largo aliento, las ideas desfilan bajo la bóveda del cráneo, como hilera de palomas blancas bajo la cúpula de un templo, y períodos fáciles suceden a períodos naturales, como vibraciones de lámina de bronce sacudida por manos de un coloso.
Basados, pues, en la tradición de independencia literaria, que puede remontarse hasta los poetas ibérico-latinos como Séneca y Lucano, dejemos las andaderas de la infancia y busquemos en otras literaturas nuevos elementos y nuevas impulsiones. Al espíritu de naciones ultramontanas y monárquicas prefiramos el espíritu libre y democrático del Siglo.
Volvamos los ojos a los autores castellanos, estudiemos sus obras maestras, enriquezcamos su armoniosa lengua; pero recordemos constantemente que la dependencia intelectual de España significaría para nosotros la indefinida prolongación de la niñez. Del español nos separan ya las influencias del clima, los cruzamientos etnográficos, el íntimo roce con los europeos, la educación afrancesada y 64 años de tempestuosa vida republicana. La inmigración de los estranjeros no viene al Perú como ráfaga momentánea, sino como atmósfera estable que desaloja a
No hablamos hoy como hablaban los conquistadores: las lenguas americanas nos proveen de neolojismos que usamos con derecho, por no tener equivalentes en castellano, por espresar ideas esclusivamente nuestras, por nombrar cosas íntimamente relacionadas con nuestra vida. Hasta en la pronunciación ¡cuánto hemos cambiado! Tendemos a eludir la ''n'' en la partícula ''trans'', y a cambiar por ''s'' la ''x'' de la preposición latina ''ex'', antes de consonante, en principio de vocablo. Señores, el que habla en este momento ¿qué sería en alguna academia de Madrid? Casi un bárbaro, que pronuncia la ''ll'' como la ''y'', confunde la ''b'' con la ''v'' y no distingue la ''s'' de la ''z'' ni de la ''c'' en sus sonidos suaves.
Inútil resultaría la emancipación política, si en la forma nos limitáramos al exajerado purismo de Madrid, si en el fondo nos sometiéramos al ''Syllabus'' de Roma. Despojándonos de la tendencia que nos induce a preferir el follaje de las palabras al fruto de las ideas, y el repiqueteo del consonante a la música del ritmo, pensemos con la independencia jermánica y espresémonos en prosa como la prosa francesa o en verso como el verso inglés. A otros pueblos y otras épocas, otros gobiernos, otras relijiones, otras literaturas.
Acabemos ya el viaje milenario por rejiones de idealismo sin consistencia y regresemos al seno de la realidad, recordando que fuera de la Naturaleza no
Las Matemáticas, las Ciencias Naturales y la Industria nada envidian a los siglos pasados: sólo la Literatura y el Arte claman por que venga un soplo del antiguo mundo helénico a perfumar de ambrosía el Universo, a desvanecer las místicas alucinaciones del fanatismo católico y a rehabilitar la materia injustamente vilipendiada por las hipocresías del tartufo.
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