La Disgregación del Reyno de Indias/Capítulo 2 parte 1

De Wikisource, la biblioteca libre.
Ir a la navegación Ir a la búsqueda

=

INTERPRETACION CRITICA DE LA REVOLUCION AMERICANA [1]

=

La historia que corrientemente se estudia y se enseña considera que la revolución americana fue desde sus comienzos un movimiento de liberación contra España y de rebelión contra el sistema monárquico, enraizado en ideas de independencia que tenía manifestaciones y antecedentes en alzamientos parciales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Por lo tanto esa historia, que llamamos clásica para darle un nombre general distintivo, impone el preconcepto de que durante la época colonial, América había sentido la necesidad de separación de España por el mal gobierno de ésta, los abusos del régimen, la inhabilidad política de las autoridades, etc. Determinando las causas que provocaron el estallido de la revolución considera las siguientes, fundamentalmente: la influencia de la Revolución Francesa; la influencia de la Revolución de los Estados Unidos; la mala distribución de los empleos públicos; el monopolio comercial.

Ahondando el estudio del tema y trayendo a su dilucidación muchos antecedentes que nadie hasta ahora había tomado en cuenta, llegamos a explicar de otra manera el proceso de la revolución americana, manera propia y enteramente distinta de de la que sostiene la historia clásica. Naturalmente que nuestra labor es doble: crítica, por una parte, demoliendo los argumentos de la concepción tradicional, mediante un severo análisis; y constructiva, por otra, fundamentando nuestra tesis mediante nutrida documentación.

EXAMEN DE LOS CONCEPTOS TRADICIONALES
[editar]

I – LA IDEA DEL SEPARATISMO

Empezaremos a detenernos a considerar la primera parte del asunto, sin perjuicio de nuevas ampliaciones cuando pasemos a la exposición positiva de la tesis.

Al partir del preconcepto de que la revolución americana trae caracteres y propósitos de una franca y definitiva independencia de España, la historia clásica deja de preocuparse de hechos que precisamente demuestran que el ambiente independentista no estaba formado en América antes de 1810 y eso es algo que no se improvisa. Así por ejemplo España no tenía tropas de ocupación en sus colonias y por lo tanto si antes de 1810 los americanos hubieran sentido verdaderos deseos de independizarse, no tenían por qué esperar a que España se hallara debilitada por la invasión napoleónica para proceder a un alzamiento. Otro ejemplo: a principios del siglo XIX, los peninsulares avecindados en la parte española del continente no alcanzaban a 300.000 mientras la población total en esa zona era de 15 a 16 millones de hombres. De modo que los peninsulares podían ser aplastados literalmente cuando quisieran los americanos; y si eso no ocurrió es también porque unos con otros se llevaban perfectamente. Sin embargo se nos dirá que hay alzamientos parciales, y esto es cierto; pero también lo es que estos alzamientos tienen motivos propios, específicos, particulares, y son como revoluciones internas de un país, las cuales no por ser revoluciones se han de definir como separatistas.

II – EL QUIETISMO COLONIAL

Siempre se incurre en error al hablar de quietismo colonial, cuando la época colonial fue pródiga de disturbios; y por lo tanto, también se incurre en error al considerar que algunos levantamientos del siglo XVIII eran signos de épocas nuevas por lo que tenían de insólito, de extraordinario. El levantamiento de los comuneros de Nueva Granada, por ejemplo, no fue más que una de las tantas protestas por los impuestos establecidos. El levantamiento de Tupac Amaru, aunque tal vez apoyado por los ingleses y los jesuitas, fue un movimiento indianista, combatido por los blancos, por los criollos que más tarde hicieron la revolución. Es más, entre los años 1804 y 1808 América tuvo ocasión de probar su lealtad a España. En 1805 el general venezolano Francisco Miranda verdadero precursor de la independencia, uno de los pocos que auténticamente la anhelaron y que por lo mismo fue perseguido por sus compatriotas, los mismos que luego hicieron la revolución de 1810, Miranda, repetimos, hizo con ayuda inglesa un desembarco en su patria para libertarla. No había entonces un ejército de ocupación, como no lo había en ninguna localidad de América; pero fueron las clases altas las que combatieron a Miranda. Más tarde Miranda volvió ayudado por Estados Unidos y sufrió idéntico fracaso. Por esa misma época los ingleses atacaron Puerto Rico y fueron rechazados. Atacaron el Río de la Plata y los heroicos esfuerzos de Montevideo y Buenos Aires los hicieron retirar, sin auxilio de España.

III – LAS CAUSAS DE LA REVOLUCION SEGÚN LA HISTORIA CLASICA

Analicemos ahora las causas que invoca la historia clásica para justificar su interpretación.

a) Una de ellas es la influencia de la revolución francesa. Este movimiento fue totalmente conocido por los americanos desde 1789 en adelante. En un principio la resonancia de esta revolución fue enteramente simpática; y no podía ser de otro modo dados los principios de igualdad, libertad y fraternidad humanas que proclamaba. Pero obsérvese que también los españoles, por estas mismas razones, debieron mirarla con simpatía, y así lo hicieron. Pero por ahí ¿hasta dónde puede llevarnos la lógica histórica? ¿Hasta el ideal separatista? No; simplemente hasta el anhelo de que las Españas copiaran el modelo francés; a una renovación de leyes y métodos, no a hacer una nueva nación. Pero la revolución francesa sigue su curso que los españoles y americanos observan con cuidado. Y, ¿qué se ve bien pronto? Que ese movimiento toma un sesgo anti-democrático y anti-monarquista y ya en ese momento por razones obvias esa simpatía empieza a decrecer porque se alarman convicciones profundas en españoles y americanos. Se produce “el terror” y presumiblemente nuestro clero, en sus principios, partidario en general de la revolución y que ahora ya la miraba con santo horror, divulga con exageración sus terribles persecuciones. Finalmente viene Napoleón al trono y el simplismo debe considerarlo lisa y llanamente como el fruto de la revolución con sus guerras imperialistas, el asolamiento de Europa, la prisión del Papa, etc. Si la Revolución Francesa influyó en la preparación de la nuestra del 10, habría que creer que los americanos se alelaron contemplando el espectáculo grandioso del 89 y no vieron nada de lo que siguió después…No fue ni podía ser así. En “La Gaceta”, de Buenos Aires, de 13 de noviembre de 1810 se insertó un artículo, obra tal vez de Mariano Moreno, en que se decía lo siguiente: “El día 20 de Junio de 1789 fue el más glorioso para Francia y habrá sido el principio de la felicidad de toda Europa, si un hombre ambicioso, agitado de vehementes pasiones y dotado de un talento extraordinario, ( se refiere a Napoleón), no hubiese hecho servir al engrandecimiento de sus hermanos, la sangre de un millón de hombres derramada por el bien de la patria”.

El 25 de octubre de 1810 fueron publicadas en “La Gaceta”de Buenos Aires unas décimas del poeta Valdenegro en que se censura el giro anti-monárquico de la Revolución Francesa. Dicen así:

No es la libertad que en Francia tuvieron Crueles regicidas vasallos perversos: Si aquellos regaron de su patria el suelo Con sangre, nosotros flores alfombraremos. La infamia y el vicio fue el blanco de aquellos Heroica virtud es el blanco nuestro: Allí la anarquía extendió su imperio Lo que es en nosotros natural derecho. Nuestro Rey Fernando tendrá en nuestros pechos Su solio sagrado con amor eterno: Por rey lo juramos lo que cumpliremos Con demostraciones de vasallos tiernos. Mas si con perfidia el Corso sangriento A nuestro Monarca le usurpase el Cetro Muro inexpugnable en unión seremos Para no admitir su tirano imperio. Si la dinastía del Borbón excelso Llega a recaer en José 1º Nosotros unidos con heroico esfuerzo No hemos de adoptar su intruso gobierno. La América tiene el mismo derecho Que tiene la España para elegir gobierno Si aquella se pierde por algún evento No hemos de seguir la suerte de aquella.

Estas décimas tienen un valor sintomático grande porque están inspiradas en el sentido de la época.

En síntesis: los Americanos conocieron totalmente el proceso de la revolución francesa ( esto puede documentarse a fondo ); pero le negaron su simpatía cuando vieron que los procedimientos y los propósitos que los gobernantes surgidos de esa revolución no coincidían con los que ellos querían para alcanzar mayor libertad civil y un reajuste en la administración según veremos más adelante. Y se puede afirmar que después de 1798 cuando Francia estaba ya en pleno gobierno napoleónico no se tenía para nada en cuenta en América la revolución francesa.

Precisamente cuando analizamos esta revolución y la americana notamos serias diferencias. En aquélla el órgano de la revolución eran los tres brazos clásicos, reunidos en estados generales; en América la revolución parte del Cabildo, del órgano municipal, a semejanza de lo que ocurre en España. Además en América, los más revolucionarios, los que con más brío impulsaban a la revolución pertenecían al núcleo religioso y eran conservadores y monárquicos; por eso el clero desempeñó en ella una labor de primer orden. Es cierto que a veces, puesta ya en marcha la revolución, nos encontramos con una serie de decisiones que tienen gran parecido externo con las adoptadas por la Revolución Francesa; pero con averiguaciones serias notaremos que esas innovaciones fueron implantadas por las Cortes de Cádiz que tuvieron una perniciosa tendencia a artificializar la revolución española con la imitación de modelos políticos extranjeros. Por ejemplo: la Asamblea Constituyente, reunida en Buenos Aires en enero de 1813 decretó la abolición de mayorazgos y señoríos, antiguas instituciones españolas, y esto es tomado de la Constituyente de Cádiz que en parte siguió la influencia francesa. La mayor parte de las veces la influencia sobre los textos constitucionales vino de Inglaterra y de Estados Unidos: fue después de 1812 que se hizo sentir la repercusión externa de la Revolución francesa y fue por intermedio de la Constituyente de Cádiz.

En América, entre 1793 y 1798 hubo conatos de revolución que se presentan como resonancias de la Revolución Francesa. Y entonces los historiadores clásicos razonan de este modo: en un momento determinado (1808-1810), estando España debilitada por la invasión napoleónica, los revolucionarios quisieron hacer lo que antes no habían podido por la falta de fuerzas. El argumento es doblemente falso. En primer lugar ya dijimos que las tropas que existían en este continente estaban formadas por americanos ya que nunca hubo ejércitos de ocupación. Si se hubiera querido, la revolución habría podido hacerse antes. Pero además esos movimientos americanos del 93 al 98 tuvieron por líderes a españoles peninsulares. ¿Qué había ocurrido? España había declarado la guerra a Francia y con tal motivo se dispuso que fueran vigilados los franceses residentes en América. Estos, que eran numerosos en algunas regiones, trataron de promover dificultades a los gobiernos por medio de una agitación de clases inferiores. De manera que cuando las clases superiores ya estaban desencantadas de la revolución francesa, las clases inferiores estaban satisfechas por haber encontrado un motivo de oposición y de lucha frente a las clases superiores. Un solo movimiento fue llevado a cabo por individuos de jerarquía social y eran desterrados de España, precisamente por haber hecho en Madrid en 1795 un conato de revolución republicana. Este movimiento fracasó porque le faltó aceptación en el ambiente. Entonces sus autores que eran Andrés Picornell y Cortés Campomanes fueron desterrados a Venezuela. A ellos se unieron Manuel Gual, militar retirado y José María España, Justicia Mayor de la población de Maento, quienes reunieron adeptos entre el mestizaje, siempre listo para cualquier asonada y en 1797 trataron de hacer un motín que fracasó completamente. Los criollos blancos se declararon en contra de la revolución.


b) En cuanto a la revolución de los Estados Unidos podemos decir que también fue bastante bien conocida desde sus comienzos. Especialmente muchos ex jesuitas que se habían consagrado a la propaganda revolucionaria en nuestros países se establecieron en Filadelfia y desde allí se comunicaban con sus relaciones de Hispano-América enviándoles datos y a veces objetos de propaganda revolucionaria. Pero la independencia de Estados Unidos no influyó como causa determinante de la revolución hispano-americana, que era de reajuste hispánico y no de separación. Y la prueba definitiva y primera de ello la encontramos en el hecho de que aquella revolución no es seguida por la nuestra que viene a producirse medio siglo después, siendo así que si el ejemplo hubiese sido aceptado tendríamos que habernos levantado de inmediato, ya que había fuerzas y facilidades para ello. La revolución de Estados Unidos se consideró como un ejemplo por tenerse una referencia de oidores de Buenos Aires correspondiente a 1810 según la cual desde 1809 se buscaba con mucho interés en Buenos Aires la Constitución de Estados Unidos, lo que significa que desde ese momento había quien pensaba en imitar a los americanos del norte.


c) Otra causa invocada por la historia clásica para justificar la revolución es la desigualdad entre criollos y españoles para la provisión de cargos públicos. Esta desigualdad no existió jurídicamente nunca, y prácticamente sólo se muestra en forma relativa como una cuestión de hecho dependiente de factores que nada tienen que ver con el “sistema de gobierno”; por ejemplo: el factor cultura o el factor ideas del gobernante. Con respecto al primero nos referimos a lugar y tiempo en que resulta evidente que los peninsulares están más capacitados para el manejo de la cosa pública. En cuanto al segundo, aludimos al hecho de que mientras algunos gobernantes preferían emplear solamente peninsulares, otros iban al sistema de mitad y mitad y otros al de mayoría de americanos y así nos encontramos con que en Méjico en 1810 el cuadro de empleados en las oficinas centrales del virreinato es como sigue: sobre un total de 414 empleados, 76 solamente eran europeos. Pero todavía cabe hacer otra observación nunca señalada por los clásicos y es ésta: cuando se habla de españoles en la época colonial se sobreentiende no peninsulares sino blancos, sean criollos o europeos; y de ahí esta curiosa rectificación que podemos hacer a los clásicos: mientras ellos interpretan gruesamente que empleado español quiere decir peninsular, nosotros verificamos que tanto puede ser español como americano y que por tanto en todos los casos es necesario afirmar después de verificaciones atentas e individuales.


d) Los clásicos invocan también el monopolio comercial como causa justificante de la revolución americana. Hay que hacer notar por lo pronto, que el monopolio era el sistema empleado por todas las naciones colonizadoras. Pero además hay que convencerse de que el libre comercio no beneficiaba a toda la América: había regiones en que las trabas comerciales permitían el progreso de industrias rudimentarias o nacientes. En el virreinato del Río de la Plata, por ejemplo, el libre comercio convenía a Buenos Aires porque podía colocar mejor sus ganados. Las provincias del norte y oeste argentino mandaban paños, cueros, ponchos, etc. , y en cambio recibían yerba, ganado, etc., de Mesopotamia, Paraguay, Buenos Aires y Banda Oriental. Con un régimen de libertad comercial aquellas le habrían tenido que comprar igual su ganado a Buenos Aires sin mandarle los productos de su industria que la capital habría comprado en Europa, a mejor calidad y precio. Y así ocurría en general. Las regiones dedicadas a industrias extractivas o ganaderas tenían en general interés en la libertad de los cambios; las de industrias manufactureras se sentían más protegidas con un régimen de trabas. Una causa de esta índole, exclusivamente local no puede ser considerada como causa de un movimiento que agitó a un continente.

En síntesis, las causas explicativas que invoca la historia clásica no resisten a un severo análisis crítico. Consideramos que el error reside en la interpretación del movimiento, tal como lo hacen los clásicos.


Fuente[editar]

  1. Publicado por la Comisión Fraternidad de la Universidad de Mujeres. Montevideo. Junio de 1934