La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/El infierno/Canto XXIII
CANTO XXIII.
En la época del año nuevo en que templa el Sol su cabellera bajo el Acuario[1], y en que ya las noches van igualándose con los dias[2]; cuando la escarcha imita en la tierra, aunque por poco tiempo, el color de su blanca hermana, el campesino que carece de forrage, se levanta, mira, y al ver blanco todo el campo se golpea el muslo, vuelve á sú casa, y se lamenta contínuamente como el desgraciado que no sabe qué hacer; pero torna luego á mirar, y recobra la esperanza, viendo que la tierra ha cambiado de aspecto en pocas horas, y entonces coge su cayado y sale á apacentar sus ovejas: así mi Maestro me llenó de inquietud cuando ví tan turbado su rostro, y así tambien aplicó pronto remedio á mi mal; porque al llegar al derruido puente, se volvió hácia mí con aquel amable aspecto que tenia cuando le ví al pié del monte[3]. Despues de haber pensado la determinacion que habia de tomar, contemplando antes con cuidado las ruinas, abrió sus brazos, cogióme por detrás, y como aquel que trabaja, pensando siempre en la labor que emprenderá en seguida, del mismo modo, elevándome sobre la cima de una roca, contemplaba otra diciendo:—Agárrate bien á esa, pero tantea primero si tal cual es podrá sostenerte.
Aquel no era un camino á propósito para los que iban con capa[4]; pues apenas podíamos, Virgilio tan ágil y yo sostenido por él, trepar de piedra en piedra. Y á no ser porque en aquel recinto era más corto el camino que en otro alguno, no sé lo que á él le habria sucedido, pero á mí me hubiera vencido el cansancio.
Mas como Malebolge va siempre en declive hasta la boca del profundísimo pozo, cada fosa que se recorre presenta un márgen que se eleva y otro que desciende. Llegamos por fin al extremo en que se destaca la última piedra. Cuando estuve sobre ella, de tal modo me faltaba el aliento, que no podia más; así es que me senté en cuanto nos detuvimos.
—Ahora es preciso que sacudas tu pereza, me dijo el Maestro; que no se alcanza la fama reclinado en blanda pluma, ni al abrigo de colchas: y el que sin gloria consume su vida, deja en pos de sí el mismo vestigio que el humo en el aire ó la espuma en el agua. Ea, pues, levántate; domina la fatiga con el alma, que vence todos los obstáculos, mientras no se envilece con la pesadez del cuerpo. Tenemos que subir todavía una escala mucho más larga[5]; pues no basta haber atravesado por entre los espíritus infernales. Si me entiendes, deben reanimarte mis palabras.
Levantéme entonces, demostrando más resolucion de la que verdaderamente sentia en mi interior, y dije:—«Vamos, ya me siento fuerte y atrevido.»—Echamos á andar por el escollo, que era áspero, estrecho y escabroso, y más pendiente que el anterior. Iba hablando para disimular mi flaqueza, cuando oí una voz que salia de la otra fosa, articulando palabras ininteligibles. No sé lo que dijo, á pesar de encontrarme en la cima del arco que por allí pasa; mas el que hablaba parecia conmovido por la ira. Yo me habia inclinado; pero los ojos de un vivo no podian distinguir el fondo á través de aquella oscuridad; por lo cual dije:—Maestro, haz por llegar al otro recinto, y descendamos este muro, porque desde aquí oigo y no comprendo nada; miro hácia abajo y nada veo.—Te responderé, me dijo, haciendo lo que deseas; que las peticiones justas deben satisfacerse en silencio.
Bajamos por el puente desde lo alto hasta donde se une con el octavo márgen; y entonces descubrí la fosa, y vi una espantosa masa de serpientes, de tan diferentes especies, que su recuerdo me hiela todavía la sangre.
Deje la Libia de envanecerse con sus arenas; que si produce quelidras, yáculos y faras, cencros y anfisbenas[6], ni en ella, ni en toda la Etiopía con el país que está sobre el mar Rojo, existieron jamás tantas ni tan nocivas pestilencias como en este lugar. A través de aquella espantosa y cruel multitud de reptiles corrian gentes desnudas y aterrorizadas, sin esperanza de encontrar refugio ni eliótropo[7]. Tenian las manos atadas á la espalda con sierpes, las cuales, formando nudos por encima, les hincaban la cola y la cabeza en los riñones. Y he aquí que uno de aquellos desgraciados, que estaba cerca de nosotros, fué mordido por una serpiente en el punto en que el cuello se une á los hombros; y en el breve tiempo que se necesita para escribir una O y una I, se encendió, ardió y cayó reducido á cenizas. Pero apenas quedó consumido en el suelo, reuniéronse aquellas por sí mismas, y súbitamente se rehizo aquel espíritu como estaba antes.
Así dicen los grandes sábios que muere el Fénix, y renace cuando está cercano á su quinto siglo: no se alimenta de yerba ni de trigo durante su vida, sino de amomo y lágrimas de incienso, y su último nido está formado con nardo y mirra[8]. Y como aquel que cae y no sabe cómo, á impulsos del demonio que lo arroja en el suelo ó de algun accidente producido por su temperamento enfermizo, cuando se levanta, se queda asombrado de la cruel angustia que ha sufrido y suspira al mirar en torno suyo, así se levantó el pecador ante nosotros.
¡Oh, cuán severa es la justicia de Dios, que hace estallar su cólera por medio de tales golpes!
Mi Guia le preguntó despues quién era, y él le contestó: —Yo caí hace poco tiempo desde Toscana en este horrible abismo. La vida salvaje me agradó más que la humana; fuí lo mismo que un mulo: soy Vanni Fucci, el bestia, y Pistova fué mi digno cubil.
Entonces dije á mi Guia:—Dile que no huya, y pregúntale qué delito le ha precipitado aquí; pues yo le conocí ya hombre colérico y sanguinario.—El pecador, que me oyó, no se ocultó, sino que dirigió hácia mí atentamente su mirada, y se cubrió el rostro de triste vergüenza. Despues dijo:—Siento más que me hayas encontrado en la miseria en que me ves, de lo que sentí verme privado de la vida; pero no puedo negarme á satisfacer tus preguntas. Estoy sumido aquí, porque robé en la sacristía los hermosos ornamentos, de cuyo delito fué otro acusado falsamente[9]. Mas para que no te goces en mi desgracia, si acaso llegas á salir de estos lugares sombríos, abre tus oidos á mi anuncio, y escucha:—Primeramente, Pistoya quedará despoblada de Negros[10]; despues Florencia renovará sus habitantes[11] y su forma de gobierno; Marte hará salir del valle de Magra un vapor, que envuelto en sombrías nieblas y en tempestad impetuosa y terrible, se desencadenará sobre el campo Piceno[12]; y allí, desgarrándose de repente la nube, aniquilará todos los Blancos. Te he dicho esto para que te cause dolor.
- ↑ El mes de Febrero.
- ↑ Es decir: y en que ya las largas noches del invierno van disminuyendo hasta ser iguales á la mitad de un dia entero.
- ↑ Como cuando se lo apareció la primera vez.
- ↑ Para los hipócritas, que llevaban capas de plomo.
- ↑ Se refiere á la del Purgatorio.
- ↑ Quelidra: serpiente acuática. Se ha dado últimamente este nombre á la tortuga serpentina de América.—Yáculo: serpiente que se arroja desde los árboles para acometer.—Fara: espécie de serpiente de África, que hace un surco cuando camina.—Cencro: reptil del género boa.—Anfisbena: reptil cuyo cuerpo es igualmente voluminoso en toda su extension, y cuya cola de igual forma y tamaño que la cabeza, suele confundirse con esta, por lo cual se las llamó serpientes de dos cabezas, y es lo que hizo creer á los antiguos que andaban hácia atrás y hácia delante.—Esta descripcion es imitada de la de Lucano: Farsal. lib. VIII.
- ↑ Eliótropo, piedra preciosa, especie de cuarzo verde con manchas rojas, á la cual antiguamente se atribuia la virtud de hacer invisible al que la llevaba.
- ↑ Imitacion de Ovidio.
- ↑ Vanni Fucci robó los vasos sagrados de San Jacobo de Pistoya, siendo sus cómplices Vanni de la Mona y Vanni de Mirone. Dos años duraba el proceso imputándose el delito á un tal Rampino de Ranuccio, que iba á ser condenado, cuando Vanni de la Mona, comprando la impunidad, reveló quienes eran los verdaderos autores del robo. Puesto en libertad Rampino, los dos ladrones Fucci y Mirone fueron atados á la cola de un caballo y arrastrados.
- ↑ Para la inteligencia de este pasaje, hay que tener presente: que en 1301, los Blancos pistoyeses, con ayuda de los Blancos florentinos, arrojaron de su ciudad á los Negros; los cuales, refugiándose en Florencia y unidos á los florentinos de su mismo partido, hicieron que este prevaleciese en dicha república sobre los Blancos, imponiéndoles su gobierno. Florencia, dominada así por los Negros, deliberó ir contra Pistoya, donde mandaban los Blancos, y para ello se coligó con la república de Luca, nombrando jefe de los coligados á Moroello Malaspina, marqués de Giovagallo, en Val di Magra: pusieron sitio á Seravalle; salieron á su encuentro los de Pistoya, y sufrieron una completa derrota.
- ↑ Admitiendo á los Negros, procedentes de Pistoya.
- ↑ Campo Piceno, donde los Blancos fueron derrotados por el marqués Moroello Malaspina que mandaba los Negros en 1302.