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La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/El infierno/Canto XXIV

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CANTO XXIV.

Continuacion de la séptima fosa del octavo círculo.—El poeta encuentra en ella á Caco, bajo la forma de un Centauro, con un dragon sobre sus espaldas.—Encuentra además cinco florentinos. Trasformacion extraña de varios espíritus.

Al terminar estas palabras, el ladron alzó ambas manos haciendo un gesto indecente y exclamando:—Toma, Dios, esto es para tí.—Desde entónces fuí amigo de las serpientes: porque una de ellas se le enroscó en el cuello como diciendo: «No quiero que hables más:» y otra se agarró á sus brazos, sugetándolos de tal modo, que no le era posible al condenado hacer ningun movimiento.

¡Ah, Pistoya! ¡Pistoya! ¿Cómo no decides reducirte tu misma á cenizas, y dejar de existir, pues que tus hijos son peores que sus antepasados[1]? En todos los círculos del oscuro Infierno no he visto espíritu tan soberbio ante Dios, á no ser aquel que cayó desde los muros de Tebas[2].

El ladron huyó sin decir una palabra más. Entónces ví un Centauro lleno de ira, que acudia gritando:—¿Dónde está, dónde está el soberbio?

No creo que contengan las Marismas[3] tanto reptil como llevaba el Centauro sobre su grupa hasta el sitio en que empezaba la forma humana: sobre sus espaldas, detrás de la nuca, descansaba un dragon con las alas abiertas, el cual abrasaba cuanto salia á su encuentro.

Mi Maestro dijo:—Ese mónstruo es Caco, el que al pié de las rocas del monte Aventino formó más de una vez un lago de sangre. No va por el mismo camino que sus hermanos, porque robó fraudulentamente el gran rebaño que pacia en las inmediaciones del sitio que habia escogido por vivienda: pero sus inícuos hechos acabaron por fin bajo la clava de Hércules, que si le dió cien golpes con ella, aquel no llegó á sentir el décimo[4].

Mientras así hablaba Virgilio, Caco desapareció, al mismo tiempo que se acercaban tres espíritus por debajo del márgen donde estábamos, de lo cual no nos apercibimos ni mi Guia ni yo, hasta que les oimos gritar:—¿Quiénes sois?—Cesó entónces nuestra conversacion, y nos fijamos solamente en ellos. Yo no les conocia; pero sucedió, como suele acontecer algunas veces, que el uno tuvo necesidad de llamar al otro, diciéndole:—«Cianfa[5], ¿dónde te has metido?» Y yo, á fin de que estuviese atento mi Guia, me puse el dedo desde la nariz à la barba[6].

Ahora, lector, si te se hace difícil creer lo que te voy á decir, no será extraño, porque yo que lo ví, apenas lo creo. Mientras estaba contemplando á aquellos espíritus, se lanzó una serpiente con seis patas sobre uno de ellos, agarrán- dosele enteramente. Con las patas de en medio le oprimió el vientre; con las de delante le sujetó los brazos, y despues le mordió en ambas mejillas. Extendiendo en seguida las patas de detrás sobre sus muslos, le pasó la cola por entre los dos, y se la mantuvo apretada contra los riñones. Nunca se agarró tan fuertemente la yedra al árbol, como la horrible fiera adaptó sus miembros á los del culpable: despues una y otro se confundieron, como si fuesen de blanda cera, y mezclaron tan bien sus colores, que ninguno de ambos parecia ya lo que antes habia sido. Así con el ardor del fuego se extiende sobre el papel un color oscuro, que no es negro, y sin embargo deja de ser blanco.

Los otros dos condenados le miraban, exclamando cada cual:—«¡Ay, Agnel[7], cómo cambias! No eres ya uno ni dos.»— Las dos cabezas se habian convertido en una, y aparecian dos figuras mezcladas en una sola faz, quedando en ella confundidas entrambas. De los cuatro brazos se hicieron dos; los muslos y las piernas, el vientre y el tronco se convirtieron en miembros nunca vistos. Quedó borrado todo su primitivo aspecto: aquella imágen transformada parecia dos y ninguna de las anteriores; y en tal estado se alejaba á pasos lentos.

Como el lagarto, que bajo el ardor de los dias caniculares, cuando cambia de maleza, parece un rayo al atravesar el camino, tal parecia, dirigiéndose hácia el vientre de los otros dos espíritus, una pequeña serpiente irritada, lívida y negra como grano de pimienta. Picó á uno de ellos en aquella parte del cuerpo por donde nos alimentamos antes de nacer, y despues cayó á sus piés quedando tendida. El herido la miró sin decir nada; y permaneció inmóvil, en pié y bostezando, como si le hubiera sorprendido el sueño ó la fiebre[8]. Él y la serpiente se miraban, y el uno por la herida y la otra por la boca, lanzaban un denso humo que llegaba á confundirse.

Calle Lucano al referir las miserias de Sabello y de Nasidio[9], y escuche atentamente lo que describo aquí: calle Ovidio al ocuparse de Cadmo y Aretusa; que si, en su poema, convirtió á aquel en serpiente y á esta en fuente, no le envidio[10]. Ovidio no transformó jamás dos naturalezas frente á frente, de tal modo que sus formas cambiaran tambien de materia[11].

El hombre y la serpiente se correspondieron de tal suerte[12], que cuando esta abrió su cola en forma de horquilla, el herido juntó sus dos piés. Las piernas y los muslos de este se estrecharon tanto, que en poco tiempo no quedaron vestigios de su natural separacion. La cola hendida de la serpiente tomaba la figura que desaparecia en el hombre, y su piel se hacia blanda al paso que dura la de aquel. Vi entrar los brazos del condenado en los sobacos; y las dos patas de la fiera, que eran cortas, se alargaban tanto cuanto aquellos se encogian. Las patas de detrás de aquella, retorciéndose, formaban el miembro que el hombre oculta, y el del miserable dividióse en dos patas. Mientras que el humo daba el color de la serpiente al hombre y viceversa, y hacia salir en aquella el pelo que quitaba á este, el uno, es decir, la fiera trasformada en hombre, se levantó, y cayó el otro; pero sin dejar de lanzarse miradas feroces, ante las cuales cada uno de ellos cambiaba de rostro. El que estaba en pié lo encogió hácia las sienes, y de la carne excedente se le formaron las orejas en sus lisos carrillos. La parte del hocico de la serpiente que no se replegó en la cabeza quedó fuera formando la nariz del rostro humano, y abultó al propio tiempo convenientemente los lábios.

El que estaba en el suelo extendió su boca hácia delante, é hizo entrar sus orejas en la cabeza, como el caracol hace con sus cuernos; y la lengua, que estaba antes unida y dispuesta á hablar, se hendió, al paso que se unía la lengua hendida del reptil, dejando de lanzar humo.

El alma que se habia convertido en serpiente huyó silbando por la fosa; y el otro, hablando detrás de ella, le escupia. Volvióle despues sus recien formadas espaldas, y dijo al otro condenado:—Quiero que Buoso[13] se arrastre por este camino como yo lo he hecho.

De tal suerte ví yo, en la séptima fosa, cambiarse y metamorfosearse dos naturalezas; y si mi lenguaje no es florido, sírvame de excusa la novedad del caso.

Aunque mis ojos estuviesen turbados y mi espíritu aturdido, no pudieron huir las otras dos sombras tan ocultamente, que yo no conociese á Puccio Sciancato[14], el único de los tres espíritus de los llegados anteriormente, que no habia cambiado de forma: el otro era aquel que tú lloras, ¡oh Gaville[15]!

  1. Creíase en tiempo de Dante que los secuaces de Catilina, fallida su conjuracion contra su patria, se refugiaron en Pistoya.
  2. Capaneo.
  3. Sitio pantanoso de Toscana, donde hay gran número de reptiles.
  4. Caco robó las vacas que Hércules apacentaba en el monte Aventino, y tirándoles de la cola, les hizo andar hácia atrás hasta su cueva, á fin de que Hércules no pudiera seguir sus huellas y descubrir el hurto; pero las vacas, mugiendo, hicieron vana la astucia de Caco, que cayó muerto bajo la clava de aquel.
  5. Cianfa, de la familia de los Donati, en Florencia. Este Cianfa, es un cuarto espíritu, que aparece luego en forma de serpiente. Los tres que aqui se presentan y que luego se irán nombrando, son tres altos funcionarios de Florencia, que se enriquecieron distrayendo á su favor las rentas públicas.
  6. En ademan de que guardara silencio.
  7. Agnolo Brunelleschi, florentino.
  8. En efecto, la picadura de algunas serpientes produce un sueño, precursor de la muerte.
  9. Soldados de Caton que, al atravesar la Libia, fueron mordidos por serpientes venenosas. El cuerpo de Sabello se destruyó por las heridas, de tal modo, que en breve quedó reducido á cenizas. Nasidio se hinchó tanto que reventó su coraza.
  10. Ovidio, metamórfosis de Cadmo, lib. III; y de Aretusa, lib. V.
  11. En las metamórfosis de Ovidio, no hay transmutacion reciproca de dos naturalezas diversas, una en presencia de otra, como aqui, que la serpiente toma la materia y la forma del hombre, y este las de la serpiente.
  12. Los movimientos sucesivos de la transformacion se efectuaron en una y otra simultáneamente.
  13. Buoso, florentino, de la familia de los Abatti.
  14. Puccio Sciancato, florentino; uno de los tres que se apoderaron de las rentas públicas.
  15. El que bajo la forma de serpiente hirió á Buoso en el ombligo, el cual se llama-