La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán)/El infierno/Canto XXXII
CANTO XXXII.
Aquel pecador apartó su boca de tan horrible alimento, limpiándosela en los pelos de la cabeza cuya parte posterior acababa de roer; y luego empezó á hablar de esta manera: —«Tú quieres que renueve el desesperado dolor que oprime mi corazon, solo al pensar en él, y aun antes de hablar. Pero si mis palabras deben ser un gérmen de infamia para el traidor á quien devoro, me verás llorar y hablar à un mismo tiempo. No sé quién eres, ni de qué medios te has valido para llegar hasta aquí; pero al oirte, me pareces efectivamente florentino.
«Has de saber que yo fuí el conde Ugolino, y este el arzobispo Ruggieri[1]: ahora te diré por qué le trato así. No es necesario manifestarte, que por efecto de sus malos pensamientos, y fiándome de él, fuí preso y muerto despues. Pero te contaré lo que no puedes haber sabido; esto es, lo cruel que fué mi muerte, y comprenderás cuánto me ha ofendido.
«Un pequeño agujero abierto en la torre, que por mi mal se llama hoy del Hambre, y en la que todavía serán encerrados otros, me habia permitido ver por su hendidura ya muchas lunas[2], cuando tuve el mal sueño que descorrió para mi el velo del porvenir. Ruggieri se me aparecia como señor y caudillo, cazando el lobo y los lobeznos en el monte que impide á los pisanos ver la ciudad de Luca[3]. Se ha- bia hecho preceder de los Gualandi, de los Sismondi y los Lanfranchi, que iban á la cabeza con perros hambrientos, diligentes y amaestrados. El padre y sus hijuelos me parecieron rendidos despues de una corta carrera, y creí ver que aquellos les desgarraban los costados con sus agudas presas.
«Cuando desperté antes de la aurora, oí llorar entre sueños á mis hijos, que estaban conmigo, y pedian pan. Bien cruel eres, si no te contristas pensando en lo que aquello anunciaba á mi corazon; y si ahora no lloras, no sé lo que puede excitar tus lágrimas. Estábamos ya despiertos, y se acercaba la hora en que solian traernos nuestro alimento; pero todos dudábamos, porque cada cual habia tenido un sueño semejante. Oí que clavaban la puerta de la horrible torre[4], por lo cual miré al rostro de mis hijos sin decir palabra: yo no podia llorar, porque el dolor me tenia como petrificado: lloraban ellos, y mi Anselmito dijo:—¿Qué tienes, padre, que así nos miras?—Sin embargo, no lloré, ni respondí una palabra en todo aquel dia, ni en la noche siguiente, hasta que otro Sol alumbró el mundo. Cuando en- tró en la dolorosa prision uno de sus débiles rayos, y consideré en aquellos cuatro rostros el aspecto que debia tener el mio, empecé á morderme las manos desesperado; y ellos, creyendo que yo lo hacia obligado por el hambre, se levantaron con presteza y dijeron:—«Padre, nuestro dolor será mucho menor, si nos comes á nosotros: tu nos diste estas miserables carnes; despójanos, pues, de ellas.»
«Entonces me calmé para no entristecerlos más; y aquel dia y el siguiente permanecimos mudos. ¡Ay, dura tierra! ¿Por qué no te abriste? Cuando llegamos al cuarto dia, Gaddo se tendió á mis piés, diciendo: «Padre mio, ¿por qué no me auxilias?» Allí murió; y lo mismo que me estás viendo, ví yo caer los tres, uno á uno, entre el quinto y el sexto dia. Ciego ya[5], fuí á tientas buscando á cada cual, llamándolos durante tres dias despues de estar muertos; hasta que, al fin, pudo en mí más la inédia que el dolor[6].»
Cuando hubo pronunciado estas palabras, torciendo los ojos, volvió á coger el miserable cráneo con los dientes, que royeron el hueso como los de un perro. ¡Ah, Pisa, vituperio de las gentes del hermoso país donde el si suena[7]! Ya que tus vecinos son tan morosos en castigarte, muévanse la Capraja y la Gorgona[8], y formen un dique á la embocadura del Arno, para que sepulte en sus aguas á todos tus habitantes; pues si el conde Ugolino fué acusado de haber vendido tus castillos, no debiste someter á sus hijos á tal suplicio. Su tierna edad patentizaba ¡oh nueva Tebas! la inocencia de Uguccion y del Brigata, y la de los otros dos que ya he nombrado.
Seguimos luego más allá, donde el hielo oprime duramente á otros condenados, que no están con el rostro hácia abajo, sino vueltos hácia arriba[9]. Su mismo llanto no les deja llorar; pues las lágrimas, que al salir encuentran otras condensadas, se vuelven adentro, aumentando la angustia; porque las primeras lágrimas forman un dique, y como una visera de cristal, llenan debajo de los párpados toda la cavidad del ojo.
Y aunque mi rostro, á causa del gran frio, habia perdido toda sensibilidad, como si estuviera encallecido, me pareció que sentia algun viento, por lo cual dije :—Maestro, ¿qué causa mueve este viento? ¿No está extinguido aquí todo vapor[10]? —A lo cual me contestó:—Pronto llegarás á un sitio donde tus ojos te darán la respuesta, viendo la causa de ese viento.—Y uno de los desgraciados de la helada charca nos gritó:—«¡Oh almas tan culpables, que habeis sido destinadas al último recinto! Arrancadme de los ojos este duro velo, á fin de que pueda desahogar el dolor que me hincha el corazon, antes que mis lágrimas se hielen de nuevo.»
Al oir tales palabras, le dije:—Si quieres que te alivie, dime quién fuiste; y si no te presto ese consuelo, véame sumergido en el fondo de ese hielo.—Entonces me contestó: —Yo soy fray Alberigo[11]: soy aquel, cuyo huerto ha producido tan mala fruta, que aquí recibo un dátil por un higo[12].—¡Oh! le dije: ¿tambien tú has muerto[13]?—No sé como estará mi cuerpo allá arriba, repuso: esta Ptolomea[14] tiene el privilegio de que las almas caigan con frecuencia en ella antes de que Atropos[15] mueva los dedos; y para que de mejor grado me arranques las congeladas lágrimas del rostro, sabe que en cuanto un alma comete alguna traicion como la que yo cometí, se apodera de su cuerpo un demonio, que despues dirige todas sus acciones, hasta que llega el término de su vida. En cuanto al alma, cae en esta cisterna; y por eso tal vez aparezca todavía en el mundo el cuerpo de esa sombra que está detrás de mí en este hielo. Debes conocerle, si es que acabas de llegar al Infierno: es ser Branca d' Oria[16], el cual hace ya muchos años que fué encerrado aquí.
—Yo creo, le dije, que me engañas; porque Branca d'Oria no ha muerto aun, y come, y bebe, y duerme, y va vestido.
—Aun no habia caido Miguel Zanche, repuso aquel, en la fosa de Malebranche, allí donde hierve continuamente la pez, cuando Branca d'Oria ya dejaba un diablo haciendo sus veces en su cuerpo y en el de uno de sus parientes, que fué cómplice de su traicion. Extiende ahora la mano y ábreme los ojos.—Yo no se los abrí, y creo que fué una lealtad el ser con él desleal. ¡Ah, genoveses! ¡hombres diversos de los demás en costumbres, y llenos de toda iniquidad! ¿por qué no sois desterrados del mundo? Junto con el peor espíritu de la Romanía[17], he encontrado uno de vosotros, que, por sus acciones, tiene el alma sumerjida en el Cocyto, mientras que su cuerpo aparece aun vivo en el mundo.
- ↑ Ugolino de la Gherardesca, conde de Donoratico, de concierto con el arzobispo Ruggieri degli Ubaldini, se apoderó del gobierno de Pisa. Posteriormente, en 1288, el Arzobispo, ya fuese por odio de partidos, ó por vengarse de Ugolino, que habia dado muerte á un sobrino suуo, sublevó al pueblo contra él, esparciendo la voz de que habia vendido á los florentinos y luqueses algunos castillos (lo cual no era verdad), y con ayuda de los Gualandi, de los Sismondi y de los Lanfranchi, nobles familias pisanas, atacó á las casas del Conde, y le hizo prisionero, junto con sus dos hijos Gaddo y Uguccion, y sus dos sobrinos Ugolino, llamado el Brigata, y Anselmito. Habiéndolos encerrado en la torre de los Gualandi, al cabo de siete meses, hizo arrojar al Arno las llaves de la prision, que desde entonces fué llamada Torre del Hambre, á fin de que nadie pudiese dar ningun alimento á los prisioneros.
- ↑ Quiere decir, que habian pasado muchos meses.
- ↑ El monte de San Julian, que está entre Pisa y Luca. El lobo y sus lobeznos figu- ran ser el Conde y sus hijos. Los perros hambrientos significan las turbas populares, capitaneadas por los nobles pisanos.
El conde Ugolino era güelfo, y por eso, en su sueño, se simboliza á sí mismo en el lobo. Como se hace frecuente mencion en este poema de los güelfos y gibelinos, ó mejor dicho, guibelinos (ghibelini), conviene explicar el orígen de estos nombres, con que se distinguian los dos partidos, que durante tantos años agitaron la Alemania y la Italia. A la muerte de Enrique V, acaecida en 1120, dos animosos rivales, Lotario Wolf y Conrado Guebeling, se disputaron el trono imperial: entonces empezaron los dos partidos, que continuaron luego transmitiéndose los odios de generacion en generacion. Andando el tiempo, los papas se colocaron á la cabeza de los güelfos, y los emperadores á la de los guibelinos. Wolf, en lengua alemana significa lobo, por lo cual los italianos llamaban á los güelfos lupi (lobos); y así vemos que Dante, al principio del poema, simboliza á Roma en una loba; en otros varios pasajes designa con ese mismo nombre á los güelfos, y en el canto XIV del Purgatorio llama á Florencia la maladetta e sventurata fossa de 'lupi.
- ↑ Cuando el Arzobispo dispuso que se arrojaran las llaves al Arno.
- ↑ Debilitada su vista por el hambre.
- ↑ Pudo más el hambre, porque le quitó la vida.
- ↑ En otra de sus obras llama Dante lengua del si á la italiana, así como lengua de oc á la provenzal, y lengua de oill á la francesa.
- ↑ Dos islas del mar de Toscana, en la embocadura del Arno.—Los vecinos á que alude son los luqueses, florentinos y sieneses.
- ↑ Entran en el tercer recinto del noveno circulo, el de Ptolemeo.
- ↑ Costa interpreta así esta pregunta: La causa del viento es el calor del sol que produce la evaporacion. Por eso la pregunta: «¿No está extinguido aqui todo vapor?» Equivale á esta otra: ¿No está privado este sitio de la actividad del sol? y si asi es, ¿de dónde sopla el viento?
- ↑ Alberigo de Manfredi, señor de Faenza, que ingresó en la órden de los hermanos Gozosos, se habia enemistado con sus parientes. Un dia, fingiendo reconciliarse con ellos, les invitó á un gran banquete, y en el momento de servirse los postres, les hizo asesinar. De aquí tuvo origen el proverbio italiano: «Ese ha probado la fruta de Alberigo.»
- ↑ Esto es; por el daño que hizo en el mundo, lo recibe mayor en el Infierno.
- ↑ El Poeta hace esta pregunta, porque sabia que fray Alberigo vivia aun.
- ↑ El recinto de Ptolomea, donde están los traidores á sus huéspedes y á sus amigos.
- ↑ Atropos, una de las tres parcas, encargada de cortar el hilo de la vida.
- ↑ Branca d'Oria, genovés, que mató á traicion á su suegro Miguel Zanche, á quien colocó el poeta en la fosa de los prevaricadores.
- ↑ Fray Alberigo.