La Ilíada de Homero (García Malo)/Tomo I/Libro III

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​La Ilíada de Homero​ (1788) de Homero
traducción de Ignacio García Malo
Libro tercero
LA ILIADA DE HOMERO.

LIBRO TERCERO.

ARGUMENTO.

Los Griegos y Troyanos formalmente
Proponen un tratado permanente.
Páris y Menelao con gran brio
Combaten por Elena en desafío,
Y vencido el primero en la pelea
Lo libra de la muerte Citheréa.

Despues que estas Naciones diferentes
Se ponen en batalla, conducidas
Cada qual por su Xefe, se adelantan
Las tropas de los Teucros dando gritos
Con un ruído confuso, semejante
Al que hace un gran tropél de aves unidas,
Y asi como resuena el de las grullas
En la vaga region que habita el ayre,

Quando huyendo del yelo, y de las aguas
Del rigoroso Invierno, muy veloces
Vuelan ácia las costas de Oceano,
Y llevan el estrago y dura muerte
Al país donde habitan los Pigmeos,
Causandoles conflicto en Primavera;
Y los Acheos iban silenciosos
Respirando furores, y resueltos
A socorrerse todos mutuamente.
Como el viento fatal del Mediodía
Algunas veces cubre la eminencia
De las montañas de una niebla obscura,
Que á los Pastores es poco agradable,
Y mas util sin duda á los ladrones
Que la lóbrega noche, pues en ella
La mas perspicáz vista no es posible
Que hasta un tiro de piedra se prolongue;
De este modo la marcha violenta
De aquestos dos Exércitos briosos
Torbellinos de polvo levantaba,
Que verse unos á otros impedian.
En breve atravesaron aquel campo,
Y luego que llegaron á encontrarse
Y á ponerse en el punto de batalla,
Páris cuyo semblante era divino,

Se presenta á la frente de los Teucros
Cubierto con la piel de un gran Leopardo,
Con sus corvados arcos y su espada.
En sus manos tenia dos saetas
De acero refulgente guarnecidas,
Y desafia con semblante ayrado
Al Acheo mas fuerte y mas valiente
A pugnar contra él, frente por frente.
 Apenas lo percibe Menelao,
Y que con mucha priesa se avanzaba
Delante de las tropas de los Teucros,
Quando fue arrebatado de alegria.
Asi como un Leon rabiando de hambre
Se arroja contra un Ciervo muy ligero,
O contra alguna Cabra de los montes,
Que devora á pesar de los ladridos
De los veloces Perros que le siguen,
Y de los mas ardientes Cazadores;
Tal fue de Menelao el regocijo,
Viendo al divino Páris, pues pensaba
Vengar su traycion y su perfidia.
Salta á tierra velóz desde su carro
Con sus armas cubierto, y al instante
Que ve el divino Páris, que venia
En la primera fila, queda lléno

De espánto, y se retira ácia sus tropas
Para evitar la muerte, semejante
A un hombre temeroso que percibe
Una horrible Serpiente en la floresta,
Y temblando ácia trás vuelve sus pasos,
Cubierto de un palór mortal el rostro;
Asi asustado Páris á la vista
Del gran hijo de Atreo retrocede,
Y se oculta entre todos los Troyanos,
Para poder librarse de sus manos.
 Furioso Héctor al ver tanta flaqueza,
Le da aquestas terribles reprehensiones:
„¡Oh desgraciado Páris! vil cobarde,
„Que eres bueno tan solo en el semblante,
„Esclavo de mugeres, ó engañoso
„Pérfido seductor. ¡Pluguiese el Cielo
„Que nacido no hubieras, ó á lo menos
„Que hubieras perecido celibato!
„Para mí hubiera sido mayor dicha,
„Y para tí mas gloria , que no verte
„Siendo oprobio y vergüenza de los hombres.
„¡Cómo reirán los Griegos, que engañados
„De tu buena presencia te creían
„El defensor acerrimo de Troya,
„Quando vigor no tienes ni denuedo!

„¿Con qué cara, asociado de escogidos
„E ilustres compañeros, has osado
„Atravesar del mar las ondas tersas
„En baxeles veloces, y dar fondo
„En país extrangero, y has traído
„Una muger hermosa desde el Apia,
„Parienta de unos hombres belicosos?
„Tú eres el mayor daño de tu padre,
„De tu ciudad y tu nacion, la risa
„De nuestros enemigos, y la infamia
„Y oprobio de tí mismo. ¿Por qué, indigno,
„No esperas al valiente Menelao
„Discípulo de Marte? El te daría
„Muy breve á conocer quien es el Héroe,
„A quien la amada esposa tú has robado.
„Ni el sonido armonioso de tu Lira,
„Ni quantos dones te ha prestado Venus,
„Ni tus rubios cabellos ni hermosura,
„De sus golpes te hubieran libertado
„Quando te hubieras visto por la tierra
„Revolcado entre el polvo, y en tu sangre.
„Si tímidos no fuesen los Troyanos,
„Ya cubierto de piedras estarias
„En la tétrica tumba sepultado
„Por los males que tú les has causado.

 „Héctor (replíca Páris) con justicia
„Me das esas amargas reprehensiones;
„Mas no juzgues los otros por tí mismo.
„u corazon es siempre infatigable,
„Como una hacha acerada que se interna
„Con vigor en un leño, quando diestro
„Una viga naval un hombre labra,
„Y á éste infunde valor, y presta fuerza;
„Asi es el temple fuerte y vigoroso
„De tu invencible corazon valiente.
„Mas no por esto debes reprehenderme
„Los dones de la bella Diosa Venus.
„Los gloriosos presentes de los Dioses
„No son de despreciar quando se dignan
„Hacernos esta gracia, pues no pende
„El llegar á obtenerlos de los hombres.
„Si quieres que combata, haz á los Teucros
„Y á todos los Argivos que se sienten:
„Entonces yo entraré con Menelao
„En medio de unos y otros al combate,
„Por Elena, y por todas sus riquezas.
„Qualquiera de los dos que á vencer llégue,
„Tomando estas riquezas formalmente,
„La muger llevará luego á su casa;
„Y una amistad vosotros extrechando

„Con los pactos mas firmes y constantes
„Os podreis separar. Nuestros Troyanos
„En Troya habitarán tranquilamente,
„Y los Griegos darán vuelta á la Achaya,
„Su patria deseada y deliciosa,
„Que es de bellas mugeres muy copiosa.”
 Héctor con mucho gozo oyó el discurso,
Y avanzandose en medio de las tropas
Hizo que se sentasen los Troyanos
Valiendose del palo de su lanza.
Los Griegos, que ignoraban su designio,
Muchas piedras y flechas le despiden.
Agamenón entonces exclamando
En alta voz, les dice: „Deteneos,
„Y no tiréis ya mas, bravos Argivos.
„Héctor se acerca aqui con ardimiento,
„Y el hablarnos será solo su intento.”
 Dixo asi, y el tirar todos suspenden
Quedando silenciosos al instante.
Héctor entre unos y otros, asi dice:
„¡Oh valerosos Griegos y Troyanos!
„Oíd lo que yo vengo á proponeros
„De parte de Alexandro, que la causa
„Ha sido de encenderse tanta guerra.
„El pide que los Griegos y Troyanos

„Depongan sus furores y sus armas,
„Y que el gran Menelao y él, en medio
„De aquestos dos Exércitos briosos,
„Por Elena y por todas sus riquezas
„Solos combatirán en desafío:
„Que de los dos quien salga victorioso,
„Tomando estas riquezas formalmente,
„Se lleve la muger luego á su casa,
„Y despues, que los Griegos y Troyanos
„Juremos la alianza mas estable,
„Y una amistad sincéra é inmutable.”
 Héctor asi se explíca: todos guardan
Un profundo silencio, y Menelao
Dice, estando entre todos, de esta suerte:
„Oídme á mí tambien, porque mi alma
„De veros padecer está afligida.
„Mas juzgo que el momento ya ha llegado
„En que esperaba yo librar los Griegos
„Y Troyanos valientes de una guerra
„En la que tanta sangre han derramado
„Por la contienda mia contra Páris,
„Unico autor de todos estos males.
„Y asi, aquel de los dos, que los destinos
„Condenen á morir, perezca y muera.
„Unos y otros al punto se separen,

„Y cada uno á su casa se retíre.
„Traygan, pues, los Troyanos un Cordero
„Blanco como la nieve en el instante,
„Y una Cordera negra. Sea el uno
„Para hacer á la Tierra un sacrificio,
„Y otro al divino Sol; y otro nosotros
„A Júpiter supremo inmolarémos.
„Hagase aqui venir luego á Priämo,
„A fin de que el contrato júre él mismo,
„Y que nadie se atreva de esta suerte
„A quebrantar los grandes juramentos
„De que Jove va á ser depositario;
„Porque todos sus hijos son infidos,
„Protervos y engañosos, y la mente
„De los jovenes es siempre inconstante: (de,
„En vez de que un anciano en quanto emprehen
„Siempre ve lo pasado y lo futuro,
„Lo premedita bien, y nunca olvida
„Lo que es mas conveniente á las dos partes,
„Pesando sus ventajas igualmente,
„Que es lo que hace el tratado permanente.”
 Menelao asi dixo, y sus palabras
Dieron gozo á los Griegos y Troyanos,
Porque en breve esperaban verse libres
De una guerra tan dura y tan funesta.

De sus carros se baxan al momento,
Y arreglando por orden los Caballos,
Se desnudan al punto de sus armas,
Y en tierra las colocan muy unidas,
Porque tan solo habia un corto espacio
Entre los dos Exércitos sobervios.
Héctor con grande priesa y diligencia
Dos Reyes de Armas á Ilión envia
Para hacer que viniese alli Priämo,
Y para que traxesen dos Corderos;
Y el Rey Agamenón mandó á Talthybio
Que conduxese otro, cuya orden
Obedeció el Rey de Armas. Entre tanto
Iris fue á referir quanto pasaba
A su querida Elena, en la figura
De Laodice la hija mas hermosa
De Priämo, y esposa muy amada
Del Rey Helicaón de Antenor hijo.
Encontró á Elena, pues, en su palacio
Trabajando un bordado refulgente
De un gran velo por una y otra parte,
Y en él representaba las fatigas
Y penosos trabajos que los Griegos
Y Troyanos sufrian por su culpa,
Causados por las manos del Dios Marte.

A Elena, pues, se acerca entonces Iris,
Y le habla de esta suerte: „Bella Ninfa,
„Cara á mi corazon, hermana mia,
„Levantate de ahí, vente conmigo,
„Y verás las acciones admirables
„De los valientes Griegos y Troyanos.
„Muy poco tiempo há que caminaban
„Los unos contra otros con extremo
„Animo y valentía, respirando
„Solamente el estrago pernicioso,
„Y sentados están con gran silencio,
„Aplacada la guerra, y apoyados
„En sus fuertes escudos, y las lanzas
„Fixadas cerca de ellos en la tierra.
„Páris y el valeroso Menelao
„Quieren combatir solos, cuerpo á cuerpo,
„Y tú serás muger del que animoso
„Salga del desafío victorioso.”
 Asi fue como habló la Diosa Iris;
Y le inspiró al instante un gran deséo
De volver con su esposo Menelao,
Y de ver sus parientes y su patria.
Cubierta con un velo blanco y grande
Sale con rapidéz desde su quarto,
Derramando las lagrimas mas tiernas.

La siguen dos esclavas, cuyos nombres
Eran Ethra, la hija de Pitheo,
Y la bella Clymenes. Luego que ellas
A las puertas Esceas arribaron,
Hallaron en lo alto de la torre
A Priämo, á Panthoo y á Thymetes,
A Lampo, á Clyto, á Hycetaon, que era
Muy digno descendiente del Dios Marte,
Al claro Ucalegon y Antenor sábio,
Llenos ambos á dos de gran prudencia,
Los que estaban sentados en la torre
De las puertas Esceas, como ancianos,
Porque su mucha edad los dispensaba
De exponerse al peligro de la guerra;
Mas eran Oradores excelentes;
Y asi como Cigarras, todo el dia
Encima de los arboles sentadas,
Cantan con voz suave y armoniosa;
De este modo sentados los ancianos
Encima de la torre, discurrian
El medio mas seguro y conveniente
Para evitar los males prolongados,
De los quales estaban agoviados.
 Al instante que ven llegar á Elena,
Llenos de admiracion entre sí mismos,

Con una voz sumisa, asi se dicen:
„No es indigno que sufran los Troyanos
„Y Acheos unos males tan prolixos,
„Por muger tan hermosa y tan perfecta.
„Parece en su semblante ciertamente
„A las divinas Diosas inmortales.
„Pero por mas hermosa que ella sea
„Que se vuelva á sus naves, y no cause
„Nuestra ruína funesta y desgraciada,
„Ni á nuestros hijos sea traspasada.”
 Asi dixeron estos sabios viejos;
Y el gran Priämo al punto llama á Elena:
„Acercate (le dice), hija querida,
„Sientate al lado mio á fin que puedas
„Ver tu primer marido, tus parientes
„Y tus caros amigos (pues la culpa
„No tienes de los males que padezco:
„Solamente los Dioses me los causan,
„Los quales esta guerra lagrimosa
„De los fuertes Acheos suscitaron).
„Ven, pues, dime quién es aquel gran hombre,
„Aquel Griego tan alto y tan ilustre.
„Es cierto que hay aún otros que en altura
„Le llevan la cabeza, mas no he visto
„Jamás en un mortal tanta belleza,

„Ni tan perfectas gracias reunidas.
„Tiene una magestad imponderable,
„Que á la de un grande Rey es comparable.”
 Asi le respondió la hermosa Elena:
„¡Oh venerado padre y señor mio!
„Llena estoy de temor y de respeto.
„Ojalá que la muerte mas acerba
„Me hubiera acometido quando vine
„Siguiendo á tu hijo amado incautamente,
„Y dexé abandonado mi marido,
„Mi casa, mi hija unica y hermanos,
„Y todos mis amables compañeros!
„Pero no ha sucedido, y esto es causa
„De las lagrimas tristes que derrámo.
„Mas voy á responder á tu pregunta:
„Aquel guerrero pues, cuya belleza
„Y excelente figura tanto admiras,
„Agamenón se llama, Rey tan grande,
„Como gran Capitan y valeroso.
„El era mi cuñado. ¡Ay de mí triste!
„Que aqueste nombre ya no pueda darle,
„Sin que yo me avergüence de injuriarle!”
 Diciendo Elena bella de esta suerte,
Lléno de admiracion Priämo, exclama:
„¡Ah felíz y dichoso hijo de Atreo,

„Que naciste con hado tan propicio!
„¡Qué afortunado eres! Ciertamente
„Tienes báxo tu imperio muchas tropas
„De jovenes Acheos valerosos.
„Yo estuve en otro tiempo en la alta Phrygia,
„Quando las Amazonas belicosas
„Fueron alli á llevar la infausta guerra.
„Ví yo en ella un gran número de Phrygios
„En manejar Caballos muy expertos,
„Que eran subditos todos y vasallos
„Del claro Rey Otreo, y de Mygdonte,
„Semejante á los Dioses del Olympo.
„Alli todos se hallaban acampados
„Junto al rio Sangar en sus riveras.
„Yo era del mismo Exército, y mandaba
„Las tropas auxiliares de los Teucros:
„Mas no llegaban todas juntamente
„Ni en número, ni en fuerza, á lo que entiendo,
„A las que ahora de Grecia estamos viendo.”
 Divisando despues al sábio Ulises,
A Elena preguntó otra vez Priämo:
„Dime tambien el nombre, amada hija,
„De aquel, á quien le lleva la cabeza
„El Rey Agamenón (mas sus espaldas
„Y pecho son mas anchos), que ha dexado

„En la tierra sus armas; y asi como
„Un Carnero que tiene mucha lana,
„Se pasea tranquílo por en medio
„De un rebaño de Obejas numerosas;
„ Asi por las escuadras va pasando,
„Y arregla los Soldados de su mando.”
 Elena, hija de Jove, le responde:
„El hijo de Laertes es quien dices,
„Ulises en astucias muy fecundo.
„No obstante que criado está en Ithaca,
„Que es un país grosero, ciertamente
„Es para dar consejos muy prudente.
 „Tienes mucha razon, divina Elena,
„Le replíca Antenor, pues quando Ulises
„Vino á aqui Embaxador, con el valiente
„Ilustre Menelao, por tu causa
„Los recibí en mi casa muy humano,
„Y les hice el honor que se debia
„A la hospitalidad. Con tal motivo
„Conocí yo su ingenio, su talento
„Y su grande prudencia. Mas al punto
„Que en alguna asambléa de los Teucros
„Los dos se levantaban, Menelao
„Mayor era que Ulises de estatura:
„Pero si estos guerreros se sentaban,

„Mas venerable Ulises parecia,
„Y quando á hablar llegaban ante el pueblo
„No hacía largos discursos Menelao.
„El era reservado y muy conciso,
„Pues aunque era mas joven no gustaba
„De discursos inutiles y vanos.
„Pero quando llegaba á hablar Ulises
„El estaba de pie, sin movimiento
„Como si fuese estatua, con los ojos
„Fixados en la tierra, y mantenia
„Inmovible su cetro, como un hombre
„Que ignora la manera con que se habla
„En medio una asambléa, de tal suerte,
„Que por extravagante é insensato
„Lo hubierais graduado ; mas al punto
„Que la voz prorrumpia, y las palabras
„Salian de su boca mas espesas -.
„Que las nieves de Invierno, no habia hombre
„Que disputar pudiese con Ulises.
„Entonces no admirabamos nosotros
„Su semblante gracioso y venerable:
„Nadie estaba encantado en su presencia
„Sino de su dulzura y elocuencia.”
 Tercera vez mirando el viejo á Ayax,
A la divina Elena le pregunta:

„¿Quién es aquel guerrero que alli veo,
„Tan alto, tan robusto y vigoroso,
„Que á los mas altos Griegos sobrepuja
„En mas de la cabeza? Su presencia
„Es sin duda de un Rey magestuoso,
„O de un Héroe sobervio y valeroso.”
 Elena la divina le responde:
„Ayax es el guerrero que tú dices,
„Y un fuerte antemural de los Acheos.
„A Idomeneo mira al otro lado
„En medio de las tropas que hay de Creta,
„El qual á un Inmortal es parecido,
„Y cerca de él se juntan y congregan
„Los Xefes de los ínclitos Cretenses.
„Menelao valiente lo hospedaba
„Con frecuencia en su casa, quando iba
„Desde Creta á la gran Lacedemonia.
„Yo desde aqui conozco casi á todos
„Los grandes Capitanes de la Grecia,
„Cuyos nombres pudiera referirte;
„Pero á mis dos hermanos no divíso,
„Aquellos dos Caudillos de los pueblos,
„Castor tan celebrado en los combates
„Por diestro en el manejo de la brida,
„Y Polux tan nombrado por los triunfos

„Ganados en la lucha y en el cesto,
„Que de un parto dió á luz mi amada madre.
„¿Por qué causa los dos no habrán venido
„Desde la amena Esparta con los Griegos?
„O si los han seguido hasta esta costa
„En las naves veloces, ¿será causa
„De que ellos no combatan con los hombres
„El oprobio que yo les he causado,
„Y que en su frente llevan estampado?”
 Elena dixo asi, mas no sabía
Que en la Lacedemonia patria suya,
Las cenizas de ambos se quedaban,
Y en la tumba encerradas reposaban.
 Los Reyes de Armas, pues, al mismo tiempo,
Por medio la ciudad iban llevando
Las víctimas sagradas, destinadas
A hacer el sacrificio, dos Corderos,
Y un pellejo de Cabra con buen vino.
El Rey de Armas Ideo conducía
Un esplendido vaso, y copas de oro:
Y estando en pie inmediato al Rey Priämo
Le instaba á que partiese eficazmente.
„Hijo de Laomedonte (asi le dice)
„Levantate de ahí, porque te llaman
„Los Xefes de los Griegos y Troyanos,

„Y te ruegan que al campo baxes luego,
„A tratar una paz firme y durable.
„Páris y el valeroso Menelao
„Pugnarán por Elena con las lanzas,
„Y muger y riquezas, de quien venza
„Serán la recompensa. Despues de esto
„Formando una amistad inviolable
„Entre las dos Naciones, afirmada
„Con los pactos mas fuertes y solemnes,
„Nosotros los Troyanos gozarémos
„La mansion de Ilión en paz tranquíla,
„Y los Griegos se irán á Argos famosa,
„Y á la Achaya en bellezas asombrosa.”
 Asi dixo, y el viejo se horroriza.
Manda á sus compañeros que al instante
Enganchen los Caballos, y obedecen.
Sube al carro despues, toma las riendas,
Antenor cerca de él se sienta al punto,
Y agitan los Caballos velozmente,
Por las puertas Esceas ácia el campo.
Luego que se acercaron donde estaban
Los Troyanos y Griegos, se baxaron,
Y entre los dos Exércitos entraron.
 Agamenón y Ulises se levantan
Al punto que los ven. Los Reyes de Armas

Acercan los Corderos, cuya sangre
Debia poner el sello á aquel tratado,
En el vaso sagrado el vino mezclan,
Y dan el aguamanos á los Reyes.
Agamenón, sacando su cuchillo,
Que llevaba pendiente á todas horas
Al lado de la vayna de su espada,
Corta de la cabeza algunos pelos
A los tiernos Corderos que alli habia,
Y los Reyes de Armas venerables
De Troyanos y Acheos los reparten
Entre todos los Principes y Xefes.
Despues el grande Atrida levantando
Las manos ácia el Cielo, hizo zeloso
En voz alta este ruego fervoroso:
 „¡Oh Padre Jove que en el Ida imperas
„De magestad y gloria revestido!
„¡Oh Sol que lo ves todo, y todo oyes!
„¡Oh Rios caudalosos, Tierra fértil,
„Y vosotras Deidades infernales,
„Que castigais á todos los perjuros
„Que van á la morada tenebrosa
„Sedme todos testigos y garantes
„Del tratado solemne que á hacer vamos.
„Si Páris vencedor le da la muerte

„Al grande Menelao, que retenga
„A Elena, y las riquezas que posee;
„Y á la patria nosotros volverémos
„Al punto en nuestras naves: mas si mata
„A Páris Menelao, los Troyanos
„Nos volverán á Elena y sus tesoros,
„Y siempre pagarán á los Argivos,
„Y á los que de ellos nazcan un tributo,
„Que indemnize los gastos de esta guerra.
„Si Priämo y sus hijos se negasen
„A pagar el tributo, como quede
„Alexandro postrado, yo aseguro
„Que aqui me quedaré siguiendo firme
„Solo por el tributo aqueste asedio,
„Hasta que ya la guerra esté acabada,
„Destruída Ilión y saqueada.”
 Dixo; y con el cuchillo en el instante
Degüella los Corderos, y los echa
Exánimes en tierra, y palpitando,
Porque de vida los privó el acero.
Sacan vino del vaso, llenan copas,
Hacen las libaciones, y dirigen
Sus votos á los Dioses sempiternos.
En medio de las tropas no se oye
Sino solo este ruego fervoroso:

„¡Gran Jove, que cercado estás de gloria,
„Y vosotros oh Dioses inmortales!
„Permitid que la sangre del primero
„Que á quebrantar se atreva este tratado,
„Corra como este vino por la tierra,
„Y asimismo la sangre de sus hijos,
„Y que á otros se entreguen sus mugeres.”
Cada qual estas súplicas hacía,
Mas Júpiter oírlas no queria.
 Hechas las libaciones, se levanta
El anciano Priàmo, y asi dice:
„¡Oh Troyanos callad, estad atentos,
„Y vosotros, Acheos, escuchadme.
„Yo á la excelsa Ilión me vuelvo al punto,
„Pues ánimo no tengo en modo alguno
„Para ver combatir á mi hijo amado,
„Con Menelao fuerte y belicoso.
„Solo Jove y los otros Inmortales
„Saben al que inflexible, y duro el Hado
„A la muerte feral ha destinado.”
 Dixo, y pone en el carro los Corderos
El anciano deiforme. En él se sube,
Toma otra vez las bridas: á su lado
Antenor sube al carro; y de esta suerte
A Ilión al instante se volvieron,

Por el mismo camino que vinieron.
 Héctor y el noble Ulises aquel campo
Miden primeramente, despues echan
En un yelmo las suertes, y las mueven,
Para ver de los dos quien el primero
Debia arrojar la aguda y ferrea lanza.
Las tropas dirigian mientras tanto,
Levantando las manos ácia el Cielo,
Sus ruegos á los Dioses, y se oían
Los gritos de unos y otros que decian:
 „¡Oh Padre Jove, que en el Ida imperas
„De magestad y gloria circuído!
„Haz que el autor funesto de estos males
„Que padeciendo estamos , quede muerto,
„Que á la casa de Averno baxe al punto,
„Y despues de su muerte miserable,
„Que hagamos una paz firme y durable.”
 Todos asi decian en voz alta.
En tanto el belicoso Héctor, volviendo
La cabeza ácia trás, mueve las suertes,
Y sale la de Páris la primera.
Despues de esto se sientan por su orden
Todas aquellas tropas, cada uno
Inmediato á sus armas y Caballos,
El esposo de Elena, el bello Páris

Se viste con sus armas exquisitas,
En las piernas se pone unos coturnos,
Que se afirmaban con hebillas de oro,
Cubre su pecho bien con la coraza,
Que Lycaon su hermano usaba siempre,
En sus hombros tambien su espada cuelga,
Que unos clavos de plata guarnecian,
Y adorna su cabeza con un yelmo
De un trabajo admirable, que tenia
Un penacho de crines de Caballo,
El que siempre ondeaba horriblemente.
En fin, toma despues un hasta larga
A su mano adaptada ; y Menelao
Se arma del mismo modo en el momento.
Asi armados los dos entran en medio
De las tropas Troyanas y las Griegas,
Con los ojos de rabia centellando.
Al verlos, tanto Teucros, como Argivos,
De estupór se sorprehenden. Quando estaban
Cuerpo á cuerpo en el campo señalado,
Se detienen un poco, y se disponen
Para entrar en combate, enfurecidos
E irritados el uno contra el otro.
Páris vibró primero su hasta larga,
Y en el escudo dió de Menelao,

Mas no penetró el bronce, cuyo temple
La punta remachó del duro acero.
El gran hijo de Atreo Menelao,
Preparando su lanza, de esta suerte
A Júpiter supremo le suplíca:
„¡Oh Rey supremo Jove! haz que al presente
„Castígue á Páris yo que me ha ultrajado,
„Y que al impulso de mis manos cayga,
„Para que asi los hombres venideros
„Teman hacer ultrage al que oficioso
„Les dé hospitalidad en su palacio,
„Con la señal mas cierta y verdadera
„De su amistad y estimacion sincéra.”
 Dixo asi Menelao : vibró el hasta,
Y dió tan fuerte golpe en el escudo
Del hijo de Priämo el bello Páris,
Que todo lo pasó de parte á parte.
Penetró la coraza, é igualmente
La túnica rompió por el costado;
Pero Páris al ver partir el golpe
Se inclinó y evitó la muerte fiera.
Mas sacando al momento Menelao
Con enojo su espada, da tal golpe
En el yelmo que cubre á su enemigo,
Que la espada se rompe en varias piezas,

Y se le cae al punto de la mano.
Da un gemido profundo el grande Atrida;
Y mirando ácia el Cielo exclama, y dice:
„¡Oh gran Jove ninguno de los Dioses
„Mas dañoso es que tú, pues yo esperaba
„Vengarme del ultrage y de la injuria
„Que Páris me ha causado ; mas ya veo
„Mi espada hecha pedazos en la mano,
„Y que arrojé mi lanza muy en vano.”
 Dixo; y acometiendole furioso
Le coge por el yelmo, y con fiereza
Lo arrastra ácia la parte de los Griegos.
La correa brillante con que atado
Iba el yelmo por báxo de la barba,
Ya sufocaba á Páris, y sin duda
Se lo hubiera llevado y adquirido
Una gloria inmortal, si en el instante
Venus, hija de Jove, no lo advierte,
Y la fuerte correa le desata.
Como el yelmo no estaba ya afirmado,
Sigue la mano fuerte de este Héroe,
Quien lo arroja furioso ácia los Griegos.
Sus amigos de tierra lo levantan,
Y él siempre deseoso de su sangre,
Segunda vez le invade con denuedo.

Pero Venus le libra facilmente
De su fiera venganza, como Diosa.
Con una nube densa lo circuye,
Y lo lleva á su tálamo fragante
De olores exquisitos perfumado;
Y despues va á llamar la Diosa misma
A la divina Elena, á quien encuentra
Encima de la torre, rodeada
De diversas Troyanas. Con la mano
Le tira de su velo suntuoso,
Y al hablarle la Diosa, se transforma
En una muger vieja muy experta
En labores de lana, quien le hacía
Quando estaba en la gran Lacedemonia
Telas muy exquisitas, y por tanto
Mas que á ninguna otra la estimaba.
Con este aspecto, pues, la Diosa Venus
Se acerca á ella, y le dice de esta suerte:
„Divina Elena ven, te ruega Páris
„Que á su palacio vayas, pues te espera
„En su tálamo hermoso, despidiendo
„Del vestido y semblante resplandores.
„Al verle no dirás que viene ahora
„De pugnar con un Héroe valeroso,
„Antes bien juzgarás que es algun hombre

„Que se ha vestido para alguna fiesta,
„O que despues de haber muy bien danzado
„Se sienta á reposar algo cansado.”
 Al oír esta voz se turba Elena;
Mas habiendo á la Diosa conocido
Por los brillantes rayos de sus ojos,
Por su pecho mas blanco que la nieve,
Y su garganta hermosa y peregrina,
De espánto y de temor queda sorpresa,
Y le habla de esta suerte: „¡Oh bella Diosa!
„¿Por qué aún cruel pretendes engañarme?
„¿A qué ciudad de Phrygia ó de Meonia,
„Intentas conducirme nuevamente?
„¿Tienes que complacer á algun amigo
„Que estimable te sea, á costa mia?
„Ahora que Menelao victorioso
„De Páris infelíz está en el punto
„De llevarme á su casa, aunque merezco
„Por mi culpa su encóno, ¿ tú aqui vienes
„A maquinar aún nuevos engaños?
„Anda, pues, vive al lado de ese ilustre
„Magnánimo guerrero, y nunca habites
„En la eterea region, que están los Dioses:
„No vuelvas ya jamás al alto Olympo,
„Ve á llorar cerca de él, guardalo siempre,

„Hasta que al fin te tome por su esposa,
„O al menos por su esclava. Yo no puedo
„Volver jamás con él, porque sería
„Una accion muy indigna y vergonzosa,
„Además de que todas las Troyanas
„Infinitos oprobios me dirian,
„Y estaría de penas agitada,
„Y de una gran tristeza rodeada.”
 Enojada la Diosa le responde:
„Infelíz, no me irrites, si no quieres
„Que irritada te dexe, y aborrezca
„Mucho mas que te amo. Yo haré luego
„Nacer entre los Griegos y Troyanos
„Rencores implacables y crueles,
„Y tú serás la víctima sensible
„De su encóno y furor inextinguible.”
 Elena la divina hija de Jove,
Al oír sus palabras, se intimida.
Se cubre con su velo refulgente,
Se va sin hacer ruído, y sin ser vista
De las damas Troyanas; pues la Diosa
Iba delante de ella presurosa.
Luego que ambas llegaron al palacio,
Donde habitaba Páris el divino,
Fueron á las labores de su sexô

Las doncellas de Elena, y la Princesa
Subió á la estancia hermosa de Alexandro.
La risueña y brillante Diosa Venus
Tomó luego una silla para Elena,
Que colocó á la frente de la cama
De Páris el divino. Elena al punto
En ella se sentó ; pero volviendo
Con desprécio los ojos á otro lado,
Le dió estas reprehensiones tan amargas:
„¿Asi estás ya de vuelta del combate?
„¡Ojalá que domado por la mano
„Del Héroe que antes tuve por esposo,
„Hubieras perecido en esta lucha!
„Ya que antes te jactabas de que eras
„Mejor que Menelao belicoso
„Por tu fuerza, tus brazos y tu lanza,
„Atrevete otra vez á provocarlo,
„Y á combatir con él en desafío.
„Pero yo te aconséjo que reposes,
„Y no entres temerario en un combate
„Tan desigual con él, si no deseas
„Que de tí tome ayrado la venganza,
„Dexandote postrado con su lanza.”
 Páris rompe la voz, y asi le dice:
„No me ultrages asi, mi amada esposa,

„Con oprobios tan duros y sangrientos.
„Si el grande Menelao me ha vencido,
„Es porque á Palas tuvo en su socorro.
„Yo llegaré á vencerlo en otro dia,
„Porque tambien tenemos los Troyanos
„Dioses que nos protegen. Mas gocemos
„En paz de las dulzuras de hymenéo.
„Nunca el amor me ha hecho que sintiese
„Su poder y atractivo como ahora,
„Ni quando yo te traxe en mis baxeles
„Desde la Esparta amena y deliciosa,
„Ni tampoco en el día tan felice,
„Que llegando á la Isla de Cranaa
„De mi mayor contento poseído
„Consentiste en que fuese tu marido.”
 Dixo asi, y al instante subió al lecho,
Le siguió su muger, y juntamente
Se durmieron en él plácidamente.
Menelao entre tanto iba corriendo,
Semejante á una fiera por las filas,
Buscando al divo Páris, que habia huído,
Pero ningun Troyano, ni aliado
Pudieron descubrir donde se hallaba.
Si alguno donde estaba hubiera visto
No lo hubiera ocultado por afecto,

Porque todas las tropas le tenian
Un ódio tan fatal é imponderable,
Que era á la negra muerte comparable.
 En fin, Agamenón Rey de los hombres,
Levantando la voz, asi les dice:
„Escuchadme Troyanos y Dardanios,
„Y vosotras oh tropas auxiliares!
„Ya veis que Menelao belicoso
„Victoria manifiesta ha conseguido.
„Volvedle, pues, á Elena y sus riquezas;
„Y pagad el tributo, como es justo,
„Para que siempre tengan en memoria,
„Los que nazcan despues, esta victoria.”
 Agamenón habló de esta manera;
Y los Griegos por tal razonamiento
Le dieron mil aplausos de contento.