La Ilíada de Homero (García Malo)/Tomo I/Libro IV

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​La Ilíada de Homero​ (1788) de Homero
traducción de Ignacio García Malo
Libro cuarto
Libro V
LA ILIADA DE HOMERO.

LIBRO QUARTO.

ARGUMENTO.

Despues de este combate el Dios Tonante
Junta los Inmortales al instante,
Y sale del Consejo decretado
Que se quebrante luego aquel tratado:
Con lo qual los Argivos y Troyanos,
Nuevamente se envisten inhumanos.

Los Dioses inmortales, asentados
Al rededor de Jove en un excelso
Pavimento de oro, consultaban,
Y Hebe hermosa mezclaba el dulce nectar.
Con las copas de oro todos ellos
A beber mutuamente se convidan
Mirando á la ciudad de los Troyanos.
El hijo de Saturno de improviso,

Queriendo hacer que Juno se irritase,
Le dice estas palabras tan amargas,
Haciendo un paralelo muy odioso,
Y lléno de un desprécio pesaroso:
 „Hay dos Diosas excelsas, que protegen
„Al valiente guerrero Menelao,
„Juno Argiva, y Minerva poderosa
„Para prestar socorro; pero ahora
„Sentadas lexos de él, solo se ocupan
„En mirar quanto pasa indiferentes:
„Quando Venus amante de la risa,
„Siempre está en compañia del que ama,
„Y cuidadosa de él alexa el Hado.
„Le ha sacado al presente de un peligro
„En que él juzgaba ya que moriria:
„Mas es de Menelao la victoria.
„Consultémos ahora entre nosotros
„El fin que le daremos á esta empresa,
„Si otra vez esta guerra perniciosa,
„Y contienda tan grave excitarémos,
„O bien si inspirarémos á ambas partes
„Una paz y amistad constante y firme.
„Si á todos igualmente esto agradase
„Quedaría habitada la alta Troya,
„Y el grande Menelao llevaría

„A Elena á su palacio y compañia.”
 A estas palabras, pues, Juno y Minerva,
Que sentadas estaban inmediato
La una de la otra, y meditaban
A todos los Troyanos muchos males,
Gemian, apretandose los labios.
Aunque estaba Minerva enfurecida
Contra el supremo Jove, se reprime,
Y queda silenciosa; pero Juno
No puede contener la íra en su pecho,
Y asi la manifiesta en sus palabras:
„¿Qué has dicho, cruel hijo de Saturno?
„¿Cómo quieres hacer que mis trabajos
„Inutiles y vanos considére,
„Y que todas las penas que he tenido
„Se queden sin efecto? He fatigado
„Mis Caballos en ir á todas partes
„A congregar los pueblos y naciones
„Contra el viejo Priämo, y aún sus hijos,
„¿Y todo será en vano? Haz lo que quieras:
„Mas sabe que ninguno de los Dioses
„Seremos de tu acuerdo, ni á tu intento
„Daremos el menor consentimiento.”
 Indignado el gran Jove le responde:
„¡Oh Diosa enfurecida é implacable!

„¿Qué daños, ni qué males te han causado
„El anciano Príamo, ni sus hijos,
„Para que siempre anheles impaciente
„Destruír de Ilión aun los cimientos?
„»Pero sin duda alguna, si pudieses
„Penetrar sus murallas y sus puertas,
„Y comerte á Priämo y á sus hijos,
„Y á los demás Troyanos y Troyanas,
„Aplacado tu enójo entonces fuera.
„Obra como te agrade, y este objeto
„No sea en adelante entre nosotros
„Motivo de disputas ni de quexas.
„Pero conserva bien en la memoria
„Lo que voy á decirte: Si irritado
„Alguna vez concibo yo el designio
„De destruír qualquier ciudad que tengas
„Báxo tu proteccion , nunca retardes
„Mis íras ni venganzas un momento.
„Con tal pacto, aunque sea á pesar mio,
„A la sobervia Troya yo te cedo.
„De todas las ciudades que el Sol dora,
„Y que báxo del Cielo luminoso,
„Están de los mortales habitadas,
„A ninguna yo honraba con mas gusto
„Que á Ilión la sagrada y eminente,

„Al guerrero Priämo y á sus pueblos,
„Porque jamás en ella me han faltado
„Altares, sacrificios, libaciones,
„Ni olorosos perfumes. Este es solo
„El honor y homenage que debemos
„Exigir de los míseros mortales,
„Que prueba sus afectos cordiales.”
 La venerable Juno le responde:
„Solo son tres ciudades las que amo
„Con preferencia á todo el Universo,
„Argos, la bella Esparta, y la Mycenas.
„Destruyelas al punto que se atraygan
„Tu justa indignacion, pues yo no envidio
„Esta gloria de tí, ni en ningun modo
„Contra tí me opondré por defenderlas.
„Aun quando yo á tu intento me opusiese,
„Y su ruína constante resistiera,
„Nada mi resistencia serviría,
„Porque eres tú mas fuerte y poderoso.
„Pero no es conveniente en modo alguno
„Que todos mis trabajos queden vanos;
„Pues yo tambien soy Diosa y descendiente
„Del origen y estírpe que tú eres.
„El grande Dios Saturno me ha engendrado,
„La Diosa mas ilustre y respetable,

„Tanto por lo que toca al nacimiento,
„Como por ser llamada tu consorte,
„Si bien eres tú Rey entre los Dioses.
„De igual á igual conviene nos tratemos,
„Yo hacer tu voluntad, y tú la mia,
„Y asi nos seguirán los demás Dioses.
„Manda, pues, á Minerva prontamente
„Que vaya á los Troyanos y á los Griegos,
„Y encienda entre unos y otros grave guerra,
„Obligando á los Teucros á que rompan
„Los primeros sus pactos y tratados,
„E insulten á los Griegos valerosos,
„Que hasta ahora se jactan victoriosos.”
 El padre de los Dioses y los hombres
A Juno concedió lo que pedia,
Y al punto dió esta orden á Minerva:
„Anda luego al Exército Troyano,
„Y al de los fuertes Griegos, y procura
„Tentar á los Troyanos de algun modo
„A que rompan primero su tratado,
„E insulten á los Griegos valerosos,
„Que hasta ahora se jactan victoriosos.”
 Dixo asi; y excitó con sus palabras
A Minerva, que estaba ya propensa.
Desciende de la cumbre del Olympo,

Con un vuelo tan rápido y ligero,
Como un astro que Júpiter envia
A una Armada ó Exército copioso
Por señal prodigiosa, que luciente
De sí despide chispas muy brillantes;
Asi se arroja Palas á la tierra
Entre los dos Exércitos briosos.
Al verla, pues, los Griegos y los Teucros,
Atónitos se quedan y admirados,
Y los unos á otros se decian:
„O vamos á tener aún una guerra
„Del todo perniciosa, ó pugna grave,
„O Júpiter, que es árbitro supremo
„De la paz y la guerra entre los hombres,
„Ahora ya quiere hacer se perpetúe
„Entre estas dos naciones la alianza,
„Aplacando el furor de su venganza.”
 Asi hablaban Acheos y Troyanos;
Y tomando Minerva la figura
Del deiforme Laodoco, que era hijo
Del ínclito Antenor, entra en las filas
De los Teucros, buscando en todas partes
A Pandaro valiente y gran guerrero.
Le halla en pie entre las tropas belicosas,
Que desde el rio Esepo le seguian,

Y de grandes broqueles van armadas.
La Diosa, pues, se acerca al gran Pandaro,
Y mirandole atenta, asi le dice:
„Hijo de Lycaón, Héroe valiente,
„¿Que sigas mi consejo esperar puedo?
„¿Despedirás audázá Menelao
„Una de tus veloces fuertes flechas?
„¡Qué gloria y recompensa esperar debes
„De todos los Troyanos, mayormente
„Del Rey Páris, que asi será el primero
„A hacerte unos esplendidos regalos,
„Si llega á ver delante de sus ojos
„Al belicoso y grande hijo de Atreo
„Domado y abatido por tu dardo,
„Y arder en una pira muy funesta
„Ea, despide luego un dardo agudo
„Contra ese gran guerrero, que glorioso
„Está de su victoria. Mas primero
„Haz tu súplica atenta á Apolo Lycio,
„Que preside al tirar con arte flechas:
„Ruegale que tu dardo bien dirija,
„Y ofrecele que luego que retornes
„A tu casa de Zelia la sagrada,
„Le ofrecerás un ínclito hecatombe
„De los Corderos tiernos, que primero

„Llegasen á nacer en tu ganado,
„Todo á su honor y gloria consagrado.”
 Dixo asi; y al instante persuade
Esta Diosa á Pandaro. El insensato
Toma al momento el arco suntuoso,
El qual era de cuernos de una Cabra
Salteadora, y criada entre los montes,
La que esperó, Pandaro en emboscada,
Y al saltar de un escollo le hirió el pecho,
Y cayó boca arriba en el escollo.
Le quitó los dos cuernos, que tenian
Diez y seis palmos largos, y al instante
Los entregó á un artífice industrioso,
Que despues los pulió perfectamente;
Hizo de ellos un arco muy precioso,
Y guarneció de oro sus dos puntas.
Pandaro encorva, pues, su grande arco,
Y ácia tierra lo inclina. Sus amigos
Con sus grandes broqueles lo cubrian,
No fuese que los Griegos, percibiendo
El designio formado, le invadiesen
Antes de herir al fuerte Menelao
Capitan de las tropas de los Griegos.
Abre su gran carcax, saca una flecha
Que no estaba estrenada todavia,

Tan velóz como el viento, que era origen
De dolores acerbos y mortales.
Luego que aquesta flecha tan terrible
Pone sobre la cuerda, le promete
A Apolo que al instante que retorne
A la ciudad sagrada de la Zelia,
Le inmolará en su altar un hecatombe
De sus mas tiernecitos Corderillos.
Al mismo tiempo tira ácia él la cuerda
Con gran fuerza y vigor, pues solo estaba
Apoyada la punta de la flecha
En el medio del arco. El dardo fiero
Parte rápidamente, da un silbido,
E impetuoso va, como volando,
Por medio de las tropas, deseoso
De herir al que su estrago dirigia.
Mas ¡oh grande y valiente Menelao!
Los Dioses no te olvidan en tal lance,
Y la hija de Jove la gran Palas,
Caudillo de las tropas, la primera
Cruzandose delante de tu pecho,
Da otro gíro á la flecha, y de esta suerte
De tu cuerpo al instante la separa.
Asi como una madre amante y tierna,
Que ve dormir su hijo dulcemente,

Aparta de él las Moscas porfiadas,
Temiendo le despierten si le pican;
La gran Palas dirige de esta suerte
Esta flecha funesta, á donde unido
Estaba el tahalí con broches de oro,
Y como una coraza doble hacía.
Rompe primeramente el mortal dardo,
Estos broches de oro y la coraza,
Y no estando su impulso aún extinguido
Rompió tambien la plancha que tenia
Báxo de la coraza, donde el golpe
Tambien se mitigó; pero con todo
El cutis le rompió aunque levemente,
Y al punto cae la sangre de la herida.
Asi como el marfíl mas terso y blanco,
Que una muger de Caria ó de Meonia
Ha pintado con púrpura exquisita
Para hacer los extremos de los frenos,
Los que tiene en su casa, aunque desean
No pocos poderosos el llevarlos,
Y para un Rey se guardan, como adórno
Del Caballo, y tambien del Caballero;
De este modo, divino Menelao,
Tus piernas se tiñeron al instante,
De aquella sangre tersa que salia,

Y hasta tus bellas plantas se extendia.
 Agamenón, Rey de hombres, se sorprehende
Al ver salir la sangre de la herida,
Y no menos se asusta Menelao.
Mas quando vió los ganchos de la flecha
Pendientes de la ropa, nuevamente
Volvió á cobrar valor. Pero al instante
Agamenón cogiendole la mano,
Le dixo con sollozos muy profundos,
Suspirando tambien sus compañeros:
„¡Oh caro hermano! ¡ para darte muerte
„Solamente los pactos he extrechado
„Exponiendote solo á que pugnases
„Por parte de los Griegos, con los Teucros!
„Mira como los Teucros te han herido,
„Y ya los fieles pactos quebrantado.
„Pero no serán vanos ciertamente
„Ni el sacro juramento, ni la sangre
„De los tiernos Corderos derramada,
„Ni libaciones, ni la fé segura
„En que uniendo las diestras confiamos.
„Aunque ahora el grande Olympio nos parece
„Que omite castigar esta perfidia,
„Al fin se acordará de vindicarla,
„Y entonces pagarán con sus cabezas,

„Con sus mugeres é hijos sus engaños.
„Yo sé que ha de llegar el dia triste,
„En que la sacra Troya se hará ruinas,
„Con Priämo y sus pueblos. El gran Jove,
„Este terrible Dios que está sentado
„Encima de los ayres, desde el Cielo
„Agitará su Egida formidable,
„Por sus iniquos fraudes irritado:
„Esto faltar no puede, es infalible.
„Mas sin embargo, amado Menelao,
„¿Qual será mi dolor y sentimiento,
„Y qué será de mí, si aquesta herida
„Te quitase la vida, y acabasen
„Tus dias tan infausta y tristemente ?
„Yo me veré al momento reducido
„A retornar á Argos con vergüenza,
„Pues solo pensarán nuestros Argivos
„En ver su patria amada, y dexarémos
„Al anciano Priämo, y á los Teucros
„La gloria de tener consigo á Elena.
„En Troya yacerás tú mientras tanto,
„Y tus huesos serán aqui podridos,
„Sin haber dado fin á aquesta guerra;
„Y alguno de estos bárbaros Troyanos,
„Insultando el sepulcro del glorioso

„Valiente Menelao con audacia,
¡Quiera el Cielo (dirá) que contra todos
El Rey Agamenón sácie sus íras,
Como ha hecho con nosotros, conduciendo
En vano á nuestra tierra los Argivos
Ya se ha vuelto á su patria muy querida
En sus naves vacías, y ha dexado
A Menelao aqui, su hermano amado.
„Asi algunos dirán; mas quiera el Cielo,
„Que antes se abra la tierra, y en su abismo
„Me sepúlte y me trague aqui á mí mismo.”
 Para aplacar su pena y sentimiento,
Menelao le dice de esta suerte:
„Ten buen ánimo hermano, y no procures
„Contristar á los Griegos, pues mi herida
„No es mortal ni funesta como juzgas.
„Por fuera el tahalí, é interiormente
„La coraza y la plancha, que son obra
„De un artífice diestro, me han salvado,
„Y de un golpe mortal me han preservado.
 „Dios quiera, caro hermano Menelao,
„Que todo sea asi como tú dices
„Replicó Agamenón; pero yo anhelo
„Que aqui un Médico venga sin tardanza
„A registrar la herida, y á ponerte

„Algun medicamento, que mitigue
„Los crueles dolores que te afligen.”
Llamó á este mismo tiempo al Rey de Armas,
Cuyo nombre es Talthybio, y asi dixo:
„Anda, corre Talthybio, trae al punto
„Al grande Machaón, hijo muy digno
„Del divino Esculapio. Dí que ha sido
„Herido Menelao, con la flecha
„Del mas hábil de todos los Arqueros,
„Que nacieron en Troya ó en la Lycia,
„Que el triunfo los Troyanos van ganando,
„Y que estamos nosotros ya llorando.”
 Dixo asi, y el Rey de Armas le obedece.
Recorre las escuadras de los Griegos,
Y mira á todas partes si divisa
Al Héroe Machaón. En pie lo encuentra,
En medio de sus tropas belicosas
Armadas de broqueles, que á aquel sitio
Habia conducido desde Tricca,
Que es país abundante de Caballos.
„¡Oh divino y gran hijo de Esculapio,
„Le dice á Machaón! ven al momento.
„El Rey Agamenón manda te lleve
„A ver á Menelao que está herido;
„Porque uno de los mas diestros Arqueros

„De Troya ó de la Lycia le ha tirado
„Una flecha cruel para ganarse
„Una gloria inmortal con su destreza,
„Y causarnos tambien suma tristeza.”
 Dixo asi; Machaón queda turbado,
Y echan á andar al punto entre las filas
Del espacioso campo de los Griegos.
Pero habiendo llegado á donde estaba
Herido Menelao, hallan en torno
A todos los Caudillos de las tropas,
Y en medio estaba el Héroe igual á un Numen,
Machaón comenzó primeramente
A sacar del tahalí la aguda flecha;
Mas al tirar del palo quedó roto,
Y el hierro á los corchetes enganchado.
Desata el tahalí muy prontamente,
Deshace la coraza, y quita luego
La plancha que debaxo de ella estaba.
Despues que exàminó muy bien la herida,
Chupó de ella la sangre, y procurando
Aplacar los dolores que sufria,
Usó un medicamento, que otras veces
El Centauro Chirón tan celebrado,
Al divino Esculapio habia enseñado.
 Mientras que al rededor de Menelao

Estaban ocupados, percibieron
Que los Teucros venian á envestirlos,
Cubiertos con sus armas y broqueles.
Los Griegos á tomar vuelven las suyas,
Y tan solo se acuerdan del combate.
No hubieras visto entonces al divino
Agamenón confuso ni perplexo
Para entrar en refriega, antes á todos
Exhortaba con priesa á la batalla.
Al pronto no se sirve de su carro,
Lo dexa á Eurymedonte, con la orden
De que no lo tuviese muy distante,
A fin de que si andando entre las filas
Para arreglar su Exército en batalla,
Se viese del cansancio fatigado,
Pudiese cerca de él hallarse al punto.
Este fiel escudero le obedece,
Y tiene un poco aparte sus fogosos
Y veloces Caballos, que cubiertos
Estaban con la espuma que arrojaban,
Y el ayre con relinchos ocupaban.
El fiero Agamenón á pie recorre
Las filas y escuadrones de los Griegos,
Y á aquellos que ya prontos encontraba,
Asi con sus palabras animaba:

„¡Oh Argivos valerosos! nada os turbe,
„Mostrad vuestro valor tan ordinario,
„Y no tengais temor. El grande Jove
„Jamás será propicio á los perjuros;
„Y aquellos que primero han violado
„El tratado solemne y juramento,
„Padecerán la pena que merece
„Su atrevida perfidia, y á los Buitres
„Servirán sus cadáveres de pasto;
„Y nosotros, despues de saqueada
„La sobervia Ilión, conducirémos
„Sobre nuestros baxeles numerosos
„Sus mugeres é hijos cariñosos.”
 A aquellos que veía sorprehendidos
Y lentos á marchar ácia el combate,
Con amargas palabras reprehendia:
„¡Oh cobardes y tímidos Argivos,
„Oprobio de los hombres! ¡Es posible
„Que no os avergonceis de tal flaqueza!
„¿Por qué estais de estupór tan poseídos
„Como tímidos Ciervos, que cansados
„De atravesar corriendo un campo grande
„Se rinden sin tener fuerza ni aliento?
„Asi sin batallar estais pasmados.
„¿Esperais, por ventura, que los Teucros

„Se acerquen hasta donde están las naves
„Sacadas en la costa del mar cano,
„Para ver si el gran Jove en tal extremo
„Nos cubre con su brazo poderoso,
„Y libra de este lance peligroso?”
 Asi andaba exhortando por las filas;
Y despues de pasar varias phalanges,
Se acerca á las de Creta, donde encuentra
Armandose á estas tropas valerosas
En torno al belicoso Idomenéo.
Idomenéo estaba en la van-guardia,
A un Javalí en la fuerza semejante,
Y el bravo Merión al mismo tiempo
A las ultimas filas incitaba.
Agamenón de gozo rebosando
Al ver tan prevenidas estas tropas,
Con palabras afables y suaves
A Idomenéo dice de esta suerte:
„Bien sabes, valeroso Idomenéo,
„Quanto yo entre los Danaos te distingo,
„No tan solo respecto de la guerra,
„Sino en todos los lances y ocasiones,
„Y mas principalmente en los convites
„Quantas veces los Xefes principales
„El vino añejo mezclan en los vasos;

„Pues bebiendolo todos los Acheos
„Con su cierta medida, tu gran copa
„Siempre tan llena está como la mia
„Para que bebas tú quanto te agrade.
„Sigueme, pues, ahora en las batallas,
„Y sosten el renombre esclarecido,
„Que por tu gran valor has adquirido.”
 Idoméno General de Creta,
A Agamenón responde de esta suerte:
„Hijo del grande Atreo, yo estoy pronto
„A ser siempre tu acorde compañero,
„Como antes te he jurado y prometido.
„Mas procura exhortar con tus palabras
„A los otros Soldados de la Grecia,
„A fin de que pugnemos quanto antes.
„Supuesto que los Teucros quebrantaron
„Los pactos y tratados tan solemnes,
„Padecerán despues muerte y afanes,
„Ya que primeramente se excedieron,
„Y á los pactos, injuria y daño hicieron.”
 Dixo, y Agamenón lléno de gozo,
Pasando por en medio de las tropas,
Llega, pues, donde estaban los dos Ayax.
Estos iban ya al arma, y les seguia
Una nube muy grande de phalanges.

Asi como un Pastor que está sentado
Encima de una altura, al ver la nube
Que viene por el mar, estimulada
Del soplo de los Zéphiros furiosos,
Y le parece al verla desde lexos
Negra como la noche, y que amenaza
Una furiosa tempestad horrible,
Queda elado de susto y de temores,
Y recoge el ganado en una cueba;
Asi de aquellos jovenes briosos
Las espesas escuadras parecian,
Pues armados de lanzas y broqueles
Que causaban horror, espánto y miedo,
Seguian al combate apresurados,
A estos Ayax sus Xefes esforzados.
El Rey Agamenón se alegra al verlos,
Y dice á sus Caudillos de esta suerte:
„¡Oh Xefes de los ínclitos Argivos
„Yo no puedo mandaros, ni conviene,
„Que inciteis vuestras tropas al combate,
„Porque exhorta animoso vuestro exemplo
„A que todas combatan fuertemente.
„¡Ojalá que el gran Jove, que Minerva
„Y Apolo permitiesen que yo hallase
„En los pechos de todos este aliento!

„La sobervia Ciudad del gran Priämo
„Sería en breve tiempo derribada,
„Y por las tropas nuestras expugnada.”
 Asi dixo; y dexandolos al punto,
Se encamina á otros cuerpos, donde encuentra
Al Orador suave de los Pylios
El venerable Nestor, que arreglaba
Y exhortaba á sus socios al combate.
Estos eran el grande Pelagonte,
Chromio, Alastor, el claro Rey Hemona,
Y Biante Caudillo de los pueblos.
Colocaba á la frente sus escuadras,
Con sus hermosos carros y Caballos,
Y detrás coordinaba y componia
Su Infantería numerosa y fuerte,
Para que asi pudiesen sostenerlos;
Y entraba en medio de ella los Soldados,
Que de menos valor se conocian,
Para que alli por fuerza combatiesen.
Las ordenes que daba á sus escuadras
Era que detuviesen sus Caballos,
Y que marchasen todas en buen orden,
Sin causar confusion en las hileras.
„Ninguno de vosotros (les decia)
„Confiado en sus fuerzas y destreza

„Déxe detrás de sí sus compañeros,
„Por invadir primero á los Troyanos,
„Porque sereis sin duda menos fuertes.
„Si alguno de su carro se cayese,
„Al que encuentre mas cerca suba al punto,
„Y siga combatiendo con su lanza,
„Sin intentar guiar unos Caballos
„Los quales no conoce. De esta suerte
„Los antiguos Ciudades expugnaban,
„Y tantos fuertes muros derribaban.”
 El sábio anciano Nestor, que tenia
La experiencia mayor en los combates,
A sus tropas asi las exhortaba,
Y el valor en sus pechos excitaba.
 El Rey Agamenón se alegra al verlo,
Y volviendose á él , asi le dice:
„Ojalá sábio anciano, que asi como
„El aliento te aníma, te ayudasen
„Tus piernas, y tu fuerza firme fuese!
„Mas la vejéz, á todos tan molesta,
„Tu vigor y tus fuerzas debilita.
„Ojalá que qualquiera menos util
„Tuviese tanta edad como tú tienes,
„Y que gozases tú la mas lucida,
„Que estos jovenes gozan tan florida!”

 El venerable Nestor le responde:
„¡Oh generoso Atrida me alegrára
„Ser como era en el tiempo que dí muerte
„Al noble Ereutalión; pero los Dioses
„Todo junto á los hombres nunca dieron,
„Entonces era joven, pero ahora
„Estoy ya de los años agoviado.
„No obstante, aunque estoy viejo como dices,
„No dexaré animoso de ponerme
„A la frente de todos mis Soldados,
„Y con voz y consejos exhortarles,
„Pues ésta es propia herencia de los viejos.
„A los jovenes toca en los combates,
„Como de edad menor, vibrar la lanza,
„Y pugnar con vigor y confianza.”
 Dixo de esta manera ; y muy contento
De oírlo Agamenón, pasa adelante.
Encuentra al valeroso Mecistheo
Hijo del gran Peteo, que tenia
En manejar Caballos gran destreza,
Y estaba en pie cercado de Athenienses
Peritos en la guerra. Alli á su lado
Acampado se hallaba el sábio Ulises,
Y cerca de él sus fuertes Cephalienses,
Que no eran unas tropas despreciables.

Estaban uno y otro muy tranquilos,
Porque no habian oído todavia
El ruído ni el clamor de la batalla,
Pues las phalanges Teucras y las Griegas
Apenas comenzaban á moverse,
Y estos dos Capitanes esperaban
Que otro qualquiera cuerpo de los Griegos
Hiciese hostilidad á los Troyanos,
Para que asi viniesen á las manos.
 Agamenón al verlos les reprehende,
Con palabras veloces de esta suerte:
„Hijo del Rey Peteo, y tú que siempre
„En astucias y ardídes solo piensas,
„¿Por qué causa aqui estais tan sorprehendidos,
„Y esperais temerosos á los otros?
„A, vosotros tocaba ciertamente
„Ir entre los primeros al combate,
„Y á la ardiente batalla asi oponeros.
„Vosotros los primeros habeis sido
„Que he llamado al convite, quando á todos
„Los Caudillos de Grecia he convidado:
„Alli carnes asadas se comian,
„Y se bebian copas de buen vino
„Hasta quedar saciados: mas ahora
„Aunque fuesen delante de vosotros

„Diez phalanges de Acheos peleando,
„Los veriais tranquilos ir pugnando.”
 Mirandole irritado el sábio Ulises,
„Hijo de Atreo (dice) ¿qué es lo que hablas?
„¿Qué palabra ofensiva has proferido?
„¿Te atreves á decir que en la batalla
„Estamos muy remisos, quando siempre
„A todos los Acheos excitamos
„Al estrago marcial contra los Teucros?
„Tú verás si quisieses, y te importa,
„De Telemaco al padre tan amado,
„Mezclado en los primeros escuadrones
„De las tropas de Troya osadamente,
„Pues estas cosas dices vanamente.”
 Viendo á Ulises el Rey tan irritado,
Y procurando resarcir su ultrage,
Le dice de este modo, sonriendo:
„¡Oh hijo generoso de Laertes,
„Ulises en astucias tan fecundo!
„Mi designio no ha sido el ofenderte,
„Ni júzgo necesario el exhortarte,
„Sabiendo que te dicta tu prudencia
„Consejos saludables, y muy justos,
„Y que piensas tambien como yo pienso.
„Obra, pues, como gustes en un todo,

„Y despues compondrémos este asunto,
„Si alguna cosa mala aqui se ha dicho
„Entre tanto los Dioses me concedan
„Que en tu gran corazon quede extinguido,
„Quanto acábo de hablar, si te ha ofendido.”
 Asi dixo; y dexandolos al punto
Pasa mas adelante, donde encuentra
Al magnánimo hijo de Tydeo
Diómedes valeroso, que se estaba
Muy quieto entre su carro y sus Caballos,
Y á su lado á Esthenelo, que era hijo
Del grande Capaneo. En el instante
Que los ve de esta suerte, les reprehende
Su inaccion con enójo, y asi dice:
„Hijo del belicoso y gran Tydeo,
„¿Por qué tiemblas de miedo y cobardía?
„¿Observas desde ahí por qual camino
„Tú puedes preservarte del estrago?
„A Tydeo temblar, nunca agradaba,
„Antes sí combatir sus enemigos,
„Delante de sus fieles compañeros,
„Segun oí decir á los que entonces
„Le vieron pelear, porque yo nunca
„Con él me hallé presente en los combates,
„Ni ví tales acciones; pero dicen

„Que era el mejor de todos los mas bravos.
„Me acuerdo que otro tiempo fue en Mycenas
„Mi huesped con el divo Polynice,
„Para hacer alli gente, porque iban
„A asediar la sagrada y alta Thebas.
„Con la mayor instancia nos rogaron
„Que les diesemos tropas auxiliares;
„Y estando para darlas prevenidos,
„Conforme á sus deseos, el gran Jove
„Lo impidió con señales muy infaustas.
„De Mycenas despues se retiraron,
„Y apenas arribaron á la margen
„Florida del Asopo, quando todo
„El Exército fuerte de la Grecia
„Envió Embaxador al gran Tydeo.
„Luego que entro Tydeo halló á la mesa
„En el fuerte palacio de Etheoclo,
„Los fieros descendientes del gran Cadmo.
„Aunque extrangero y solo, no se asombra
„Al verse entre tan fuertes enemigos;
„Antes bien á pugnar los desafia,
„Y vence á todos ellos facilmente:
„Tal socorro Minerva le prestaba.
„Ayrados los Cadmeos orgullosos,
„Porque asi los venciese, le tramaron

„A su partida insidias, y expidieron
„Detrás de él un tropél de gente armada,
„La que cinquenta jovenes seguian
„Mandados por dos bravos Capitanes,
„Meonte, hijo de Hemón, y Lycophonte
„Que era hijo del ínclito Antophono.
„Sin embargo Tydeo con denuedo
„A todos los traydores dió la muerte,
„Permitiendo á uno solo que volviese
„Otra vez á su casa, y fue á Meonte,
„En virtud de los signos de los Dioses.
„Asi era el gran Tydeo de la Etolia,
„Quien ha dexado un hijo ciertamente
„Muy inferior á él eñ los combates:
„Mas si en esto le lleva preeminencia,
„No le gana en facundia ni elocuencia.”
 Asi dixo ; mas nada le responde
El valiente Diómedes, respetando
El carácter del Rey tan venerable:
Pero el hijo del claro Capaneo
Le dice de esta suerte: „Grande Atrida,
„¿Por qué contra lo mismo que conoces
„Te explicas y propasas de tal modo?
„Ahora somos sin duda reputados
„Por mas fuertes que fueron nuestros padres,

„Y con justa razon, porque nosotros,
„Fiados en los signos de los Dioses,
„Y en el auxilio del supremo Jove,
„La gran ciudad de Thebas expugnamos
„Con tropas en el número inferiores
„A aquellas que sus muros defendian;
„Y ellos en el asedio perecieron
„Solo por su imprudencia. No nos hagas
„La injuria é injusticia de abatirnos,
„Llamando á nuestros padres mas valientes,
„Quando lo somos mas sus descendientes.”
 Entonces el magnánimo Diomédes
Mirandole irritado, asi le dice:
„Sientate silencioso ¡oh Esthenelo!
„Y obedece á mi voz. Yo no me enójo
„Contra el Hijo de Atreo, porque induzca
„A que pugnen constantes los Acheos,
„Pues como ha de adquirir honor y gloria
„Si nosotros rendimos á los Teucros,
„Y su Ciudad sobervia saqueamos;
„Asi tambien tendrá la mayor pena
„Si los hijos de Grecia son vencidos.
„Ea, pues, al combate vamos pronto,
„Y tal sea el valor que en él mostremos,
„Que á que el Rey nos elogie le obliguemos.”

 Dixo asi; y con sus armas salta al punto
A tierra desde el carro, y el acero
Que su pecho cubria se estremece,
Y hace un horrible ruído, que podia
Introducir el susto y el espánto
En el alma mas fuerte de un guerrero.
Como quando en la costa sonorosa.
Por el Zéphiro fuerte, de improviso
Se conmueven las olas del mar terso,
Que en el golfo primero se amontonan,
Y al envestir despues contra la costa
Braman horriblemente, y mas hinchadas
Levantandose en torno de un escollo
Que á su vigor se opone, al fin lo cubren
Con la espuma del mar; de esta manera
Las phalanges de Griegos se movian,
Y furiosas marchaban al combate.
Cada Xefe mandaba á sus Soldados,
Y estos iban siguiendo taciturnos,
Con su silencio honrando á sus Caudillos,
Tanto, que no dirias al mirarlas
Que tantas tropas juntas voz tenian.
Vestidos, con sus armas diferentes
Que brillaban por una y otra parte,
Al combate marchaban en buen orden.

Los Troyanos estaban en su campo
Como están las Obejas numerosas
De un hombre poderoso, en los redíles,
Mientras la blanca leche les ordeñan,
Que balan sin cesar, oyendo entonces
La voz de los Corderos; de esta suerte
El confuso clamor de los Troyanos
Por aquel vasto Exército resuena;
Pues aunque todos ellos no gritaban
De un modo, ni era él mismo su idioma,
Una confusa mezcla era de lenguas,
Como tropas unidas y sacadas
De diversas naciones congregadas.
 Marte excitando iba á los Troyanos,
Y Minerva animaba á los Argivos.
Seguian á estos Dioses juntamente
El Terror con la Fuga y la Discordia,
Hermana y muy amiga del Dios Marte,
Que siempre está insaciable de furores,
Y parece pequeña al levantarse:
Mas luego, aunque camina por la tierra
Su cabeza orgullosa se remonta
Y se esconde en el Cielo. Aquesta Diosa
Implacable fomenta y va inspirando
El rencor en las almas de unos y otros,

Y corriendo velóz de fila en fila,
Enciende de furor los combatientes,
Y les prepara afanes inminentes.
 Quando los dos Exércitos se acercan,
Y llegan irritados á las manos,
Se mezclan los escudos y las lanzas,
Y los hombres armados juntamente.
Ya se encuentra un escudo contra otro,
Y un estrépito grande se levanta:
Ya de una parte y otra se confunden
Los ayes y lamentos de vencidos,
Y el alégre clamor de vencedores,
Y la tierra regada está de sangre.
Asi como de un rio los torrentes,
Se precipitan desde excelsos montes,
A confundir los rápidos raudales
De grandes manantiales en la hondura
De un valle muy profundo, cuyo estruendo
Oye el Pastor desde los altos montes
Con el mayor asómbro; de esta suerte
Era el ruído y temor de los Soldados
Al mezclarse unos y otros obcecados.
 El primero Antiloco dió la muerte
A un guerrero muy fuerte de los Teucros,
A Echepolo hijo ilustre de Thalysio,

Que en las primeras filas combatia.
Le dió tan fuerte golpe en el penacho
De su densa celada, que el acero
Le dividió la frente, y rompió el craneo.
Cubrieronle sus ojos al instante
Las horribles tinieblas de la muerte,
Y cayó como torre, en fuerte pugna.
Apenas en la tierra fue postrado
Quando el Rey Elphenor de Calcodonte,
Xefe de los magnánimos Abantes,
Le cogió por los pies, y le arrastraba
Fuera de las hileras, deseoso
De quitarle sus armas quanto antes.
Mas duró poco tiempo su esperanza,
Porque Agenor valiente, percibiendo
Que arrastraba el cadáver presuroso,
Le clavó el hasta ferrea en el costado,
Que inclinado en su escudo descubria.
Lo privó del vigor, y de esta suerte
En un pronto le dió la fiera muerte.
 Se enciende sobre él árdua refriega
De Troyanos y Acheos, que se invaden
Los unos á los otros, como Lobos,
Y unos hombres á otros se mataban.
Aqui fue donde Ayax valeroso,

Hijo de Telamón dió triste muerte
Al hijo de Anthemión Héroe Simosio,
A quien su madre un dia , descendiendo
Desde el Ida á la orilla del Simois
Para ver con su padre y con su madre
Sus numerosas tropas de rebaños,
Dió á luz en las riveras de este rio.
Por esto le llamaban el Simosio,
Y á sus padres no pudo dar el premio
Que el haberle nutrido merecia,
Pues vivió poco tiempo, porque entonces
Le mató con su lanza el fuerte Ayax,
Quien viendo que venia á acometerle,
Le traspasó con fuerza impetuosa
La tetilla derecha, de manera
Que salió el mortal hierro por la espalda,
Y en el polvo cayó precipitado.
Como un alamo bello, que ha nacido
En la regada orilla de un estanque,
Liso y rico de ramas en la cima,
Que viendolo un artífice muy diestro,
Lo corta con el hierro rutilante
Para hacer los timones de los carros,
Y lo dexa secar por algun tiempo
En la orilla de un rio; de esta suerte

El valiente Simosio fue postrado,
Y por Ayax valiente despojado.
 Un hijo de Priämo el fuerte Antipho,
Armado de una varia y gran coraza,
Enristra su hasta aguda entre la turba
Sin salir de las filas ; mas no acierta,
Y va el acero á herir por el costado
A Lenoco de Ulises compañero,
Que arrastraba á otra parte aquel cadáver.
Sintiendose ya herido el gran Lenoco
Dexa el triste despójo que llevaba,
Y cae cerca del muerto que arrastraba.
 Ulises afligido é irritado
Por la pérdida triste de su amigo
En las primeras filas se presenta
Armado con acero refulgente.
Estando ya mas cerca de los Teucros,
Se detiene mirando á todas partes,
Y vibra su luciente y grande lanza.
Espantados al verle los Troyanos,
Se retiraron todos en desorden.
Mas no tiró su dardo inutilmente,
Pues hirió á Democoon hijo bastardo
Del anciano Priämo, que habia ido
Desde el país de Abydos, fértil patria

De Yeguas muy ligeras y veloces.
Para vengar la muerte de su amigo
Hiere á Democoon el fuerte Ulises:
Con su lanza las sienes le traspasa,
Y sus ojos le cubren las tinieblas.
Cae difunto en su sangre revolcado,
Y da tal golpe en tierra, que parece
Que al ruído de sus armas se estremece.
 Ya los mas atrevidos de los Teucros
Se retiran á atrás, y aun Héctor mismo.
Los Argivos dan gritos, y se ponen
A arrastrar los cadáveres sangrientos.
Despues mas se adelantan ; pero Apolo
Indignado de verlos, desde el alto
De la Pérgama torre, exhorta al punto,
Clamando asi á los Teucros, en voz alta:
„Deteneos Troyanos, haced frente,
„No cedais la batalla á los Acheos,
„Pues sus cuerpos no son de hierro ó piedra
„Para evitar los dardos cortadores,
„Con que podrán herirlos vuestros golpes.
„¿Os habeis olvidado de que el hijo
„De la divina Thetis, el valiente
„Aquiles invencible no combate,
„Y que está sin accion en sus baxeles,

„Entregado á su gran resentimiento,
„Y devorado de un cruel tormento?”
 Asi dixo este Dios tan formidable
Desde la alta ciudad; pero Minerva,
Hija excelsa de Jove infunde aliento
A los Griegos, andando por las filas
Al lado que veía flaqueaba,
Y que el fuerte combate se apagaba.
 El hado interrumpió el vital aliento
A Diores el hijo de Amarinco.
Con un áspero cánto como el puño
Recibió un fuerte golpe en la espinilla
De la pierna derecha. Le dió el golpe
Piro Imbrasio Caudillo de los Thracios,
Que desde el alta Eno habia venido.
Cortó la cruel piedra los dos nervios,
Y el hueso machacó. Cayó Diores
Boca arriba alargando las dos manos
Acia sus mas amados compañeros,
Y su alma exhaló. Sobre él se arroja
Piro que le habia herido, y fieramente
Le hiere con su lanza en el ombligo.
Se derraman en tierra sus entrañas,
Y las tinieblas tristes de la muerte
Al rededor le cercan, ¡triste suerte!

 Mientras Piro ácia atrás se retiraba,
Con su lanza le hiere el fuerte Thoas
En el pecho, y encima una tetilla,
Y en el pulmón se clava el duro acero.
Thoas se acerca mas al grande Piro,
De su pecho le extrahe la lanza fuerte,
Y sacando su espada muy aguda
Por en medio del vientre lo traspasa,
Y hace que exhale el alma; mas no puede
De sus brillantes armas despojarlo,
Porque estaba cercado de sus socios
Los Thracios (que tan solo llevan pelo
En la parte del vertice mas alta),
Y en sus manos tenian largas picas.
Aunque él era tan alto, ilustre y fuerte,
De sí lo rechazaron, y obligaron
A que al punto de alli se retirase.
Y asi estos dos valientes Generales
De Thracios y de Epeos belicosos,
Quedaron extendidos en el polvo,
Y tambien otros muchos de ambas partes
A su lado en confuso amontonados
Y en la horrorosa muerte sepultados.
 Todos los Campeones de tal suerte
Con valor combatian, que si alguno

Hubiese intervenido en la batalla,
Ya fuese desde cerca ó desde lexos,
Quedando ileso del acero agudo,
Y Minerva le hubiese conducido
Por su mano al combate, y preservado
Del ímpetu fatal de las saetas,
Es cierto que no hubiera reprehendido
A ningun combatiente en la refriega;
Porque los muchos Griegos y Troyanos,
Que aquel dia murieron, se veían
Tan cerca unos de otros extendidos,
Que en el mismo lugar que batallaron
Entre el polvo y su sangre se quedaron.