Vienen catorce españoles por concierto a juntarse con Valdivia en la fuerza de Tucapel; hallan los indios en una emboscada, con los cuales tuvieron un porfiado reencuentro, llega Lautaro con gente de refresco; mueren siete españoles y todos los amigos que llevan; escápanse los otros por una gran ventura
¡Cuán buena es la justicia y qué importante!
Por ella son mil males atajados;
que si el rebelde Arauco está pujante
con todos sus vecinos alterados
y pasa su furor tan adelante,
fue por no ser a tiempo castigados;
la llaga que al principio no se cura,
requiere al fin más áspera la cura.
Que no es virtud, mas vicio y negligencia,
cuando de un daño otro mayor se espera,
el no curar con hierro la dolencia,
si del mal lo requiere la manera;
mas no con tal rigor que la clemencia
pierda su fuerza y la virtud entera:
clemente es y piadoso el que sin miedo
por escapar el brazo corta el dedo.
No quiero yo decir que a cada paso
traiga el hierro en la mano la justicia,
sino según la gravedad del caso
y la importancia y fin de la malicia;
pues vemos claro en el presente paso
que al cabo, corrompida de avaricia,
dio a la maldad lugar que se arraigase
y en los ánimos más se apoderase.
Mas no se ha de entender, como el liviano
que se entrega al primero movimiento,
que por ser justiciero es inhumano
y por alcanzar crédito es sangriento;
y como aquel que con injusta mano,
sin término, sin causa y fundamento,
por sólo liviandad y vanagloria
quiere dejar de su maldad memoria.